Escrito por: Ana Karen Campos
El 8 de agosto de 1879, Anenecuilco, Morelos, vio nacer a Zapata en el seno de una familia de pequeños propietarios de tierras, fue el noveno hijo de los diez que tuvieron sus padres Gabriel Zapata y Cleofas Gertudris Salazar.
A pesar de que su familia era poseedora de tierras, la pobreza y las injusticias eran imperantes en las comunidades indígenas y campesinas, estas condiciones marcarían la niñez de Zapata y sentarían las causas materiales e ideológicas de su posterior lucha contra el abuso y la explotación de los terratenientes. Una muestra de ello es la siguiente anécdota: “cuando Emiliano tenía nueve años y vivía en carne propia los atropellos de los poderosos amos, un día al estar con Don Gabriel, su padre, y verlo llorar desconsolado por la pérdida de las tierras de su pueblo, le preguntó: -Papá, ¿por qué llora?’; `porque me quitaron las tierras, Emiliano’, -pues cuando yo sea grande haré que las devuelvan’, respondió”.
Emiliano, estudió la educación primaria en la escuela del pueblo, donde aprendió a leer y escribir. A los 16 años, sus padres murieron, dejándolo huérfano y heredándole un pequeño patrimonio, que le permitió evitar trabajar de peón en alguna de las grandes haciendas cercanas.
En 1902, Zapata participó con los pobladores de Yautepec, Morelos, que tenían problemas con el hacendado local Pablo Escandón, asistiendo a la Ciudad de México para exigir justicia. Durante el Porfiriato (1876-1911), se promulgaron leyes que permitían a los terratenientes y grandes compañías, despojar a los campesinos, de las tierras comunales y las pequeñas propiedades, dejándolos desposeídos o desplazándolos a terrenos estériles. Estas políticas durante mucho tiempo condenaron a la miseria a la población rural, a pesar de que estás prácticas eran un mal generalizado en todo el territorio nacional, este problema se agravaba en el estado de Morelos, donde los grandes terratenientes y hacendados, extendían sus plantaciones de caña de azúcar a costa de la vida y tierras de las poblaciones indígenas y de los campesinos pobres. Para 1906 Zapata, asistió a una junta de campesinos en Cuautla para organizar tareas de defensa por las tierras de su pueblo, pero a consecuencia de su actividad, en 1908 fue forzado a incorporarse al regimiento de Cuernavaca, un castigo frecuente durante el porfiriato.
En septiembre de 1909, una nueva ley de bienes raíces, amenazaba con empeorar la situación de Morelos, por lo que se convocó a una reunión clandestina, donde asistieron alrededor de cuatrocientos pobladores de la comunidad de Zapata, en esta reunión, se decidió renovar el Consejo Municipal, en el cual fue electo como presidente de la Junta de Defensa de las Tierras de Anenecuilco”. Emiliano Zapata era un líder carismático y de personalidad fuerte, que reivindicaba no solo la lucha por las tierras, si no la lucha por la recuperación de la dignidad del pueblo oprimido, lo que lo ayudo a ganarse la confianza del campesinado, y con su heroico lema “Tierra y Libertad”, en 1910 pasó a formar parte del del Movimiento Revolucionario, en apoyo a Francisco I. Madero.
Cuando estalló la revolución, se estimaba que más del noventa por ciento de los campesinos no poseían tierras, por lo que el movimiento maderista resultó, en un inicio, muy atractivo para la lucha campesina, pues este movimiento basaba su línea de lucha en torno al Plan de San Luis, que convocaba a un levantamiento armado el 20 de noviembre de 1910, para derrocar al régimen de Porfirio Díaz, desconociendo las fraudulentas pasadas elecciones y proponía establecer elecciones libres y democráticas, de igual modo, este plan se comprometía a que este gobierno libre y democrático, restituiría a los campesinos las tierras que habían sido arrebatadas a los campesinos por el abuso de la Ley de Terrenos Baldíos que habían ejercido los hacendados.
Con el impulso provocado por el Plan de San Luis, Zapata se organizaba con un grupo de maderistas encabezado por Pablo Torres Burgos, quien viajaría a Estados Unidos, donde se encontraba exiliado Madero, para entrevistarse con él y acordar los términos de la futura sublevación, de este modo, Torres Burgos, se convierte en el jefe oficial del maderismo en el estado de Morelos, con esta legitimación, él junto con Zapata, encabezaron el 11 de marzo de 1911, la toma de Villa de Ayala, donde desarmaron a la policía, convocaron a una asamblea del pueblo y leyeron el Plan de San Luis, lo que provocó que los campesinos e unieran en masa a la revolución. En esta misma asamblea, aparece el profesor Otilio Montaño, quien pronunció un discurso muy singular, pues en vez del grito tradicional de ese momento ¡Viva Madero, muerte al Tirano!, concluyó su discurso con la consigna “¡Abajo haciendas y viva pueblos!”. Esta frase, denota el carácter de la lucha de clases de la lucha revolucionaria, pues las haciendas en ese periodo representaban al poder estatal, tenían a sus órdenes a jueces, funcionarios y policías, en cambio los pueblos, eran los centros de la vida, de la decisión colectiva de los oprimidos, ósea el desarrollo de la organización campesina.
En los primeros enfrentamientos revolucionarios, Pablo Torres Burgos, fue apresado y fusilado por las fuerzas estatales, lo que dejaría al movimiento revolucionario del sur sin el líder reconocido por el maderismo, sin embargo, el movimiento ya había iniciado y no había forma de detenerlo, por lo que la figura de Zapata surge con más fuerza e indiscutiblemente pasa a ser el jefe de los Ejércitos Campesinos del Sur, quien a diferencia de Torres Burgos, que había sido elegido por Madero, el liderazgo de Zapata se enraíza en la elección del pueblo, a pesar de que seguiría reconociendo la dirección maderista, Zapata se reafirma como un ala más radical, con una dinámica más independiente de la dirección burguesa de Madero.
En los meses posteriores, Madero entabló negociaciones secretas con el gobierno de Díaz, las cuales no llegaron a tomar acuerdos sin la necesaria presión de los ejércitos campesinos, para el 10 de mayo de 1911, Francisco Villa y Pascual Orozco toman Ciudad Juárez Chihuahua y diez días después, las fuerzas de Emiliano Zapata tomaron el día 20 de mayo Cuautla y el 21 de mayo Cuernavaca, la capital del Estado de Morelos. Con estas ciudades tan importantes tomadas, el estado porfirista apresuró las negociaciones con Madero, para evitar que la revolución campesina se desbordara. De este modo el 21 de mayo de 1911 se firma el acuerdo donde se dicta la renuncia de Porfirio Díaz de la presidencia, se nombra presidente Interino a Francisco León de la Barra, quien convocaría a elecciones generales y se daba por terminada la lucha armada, por lo que las fuerzas revolucionarias serían licenciadas, tendrían que deponer las armas y entregarlas al ejército federal. Así el 7 de junio, Madero entra triunfante a la Ciudad de México, sin embargo, la revolución no había terminado, pues el acuerdo de Madero no comprendía la cuestión de la tierra, por lo que el conflicto agrario estaba muy lejos de resolverse.
Francisco Villa, quien representaba a los campesinos del Norte del país, acepto a regañadientes la deposición de las armas para esperar a que el nuevo gobierno resolviera la cuestión de las tierras, sin embargo, la situación de las fuerzas del Sur, ampliadas con los estados de Puebla y Guerrero, era diferente, pues representaban un foco organizado, con una dirección autónoma e independiente que se negaba a deponer las armas hasta que no tuvieran las tierras por las que habían luchado. Este es el momento en el que la relación entre Madero y Zapata se va quebrantando, a pesar de que se tuvieron entrevistas y negociaciones entre estos dos personajes, Zapata desconfiaba de las promesas de Madero para resolver el conflicto por las tierras a cambio de la deposición de las armas, cuando las negociaciones se estancaron, el gobierno federal inició un desplegado de fuerzas hacia el cuartel de Cuautla, para iniciar la guerra contra el zapatismo, la ruptura fue inminente. Las fuerzas zapatistas no se enfrentaron al ejército federal en Cuautla, pero Zapata emprendió una gira por todo el estado para renovar y acrecentar sus fuerzas, acto que para septiembre de 1911 ya había generado la sublevación de todo el estado de Morelos.
Francisco I. Madero, fue elegido presidente de México en las elecciones del 1ro de octubre y tomó posesión el 6 de noviembre de 1911, su sueño democrático se había cumplido, sin embargo, la lucha de clases estaba a la orden del día y su gobierno era muy frágil. En un inicio, el gobierno de Madero implemento algunas pequeñas reformas administrativas dentro del antiguo aparato estatal y algunas medidas fiscales, se instauró el Departamento del Trabajo, cuya función era establecer formas de medicación y de control del estado sobre el movimiento obrero, pero el problema central de la tierra seguía sin solución.
El gobierno de Madero fue hostil con el movimiento obrero, sin embargo, permitió su organización e intento controlarlo y reglamentarlo, debido a que en ese momento no representaban una amenaza real a la estabilidad estatal, pues se limitaban a reivindicaciones económicas o democráticas, en cambio, el movimiento campesino del sur elevaba sus fuerzas en un movimiento armado en contra del poder estatal.
El movimiento zapatista, nunca se planteó una lucha por el socialismo, pero sus reivindicaciones agrarias, eran un atentado directo contra lo que en ese entonces era el eje principal de la acumulación capitalista en el país, la propiedad terrateniente. El Ejército Libertador del Sur, basaba sus decisiones en el poder del pueblo, era un centro de organización independiente y antagónica al estado, por lo que el gobierno de Madero respondió con represión. Las tácticas del estado y las campañas del ejército federal fracasaron contra las tácticas guerrilleras, los soldados de Zapata se agrupaban para la acción y después se disolvían entre la población de la cual formaban parte, se transformaban de soldados a campesinos según lo ameritara. Los federales utilizaron métodos sanguinarios para exterminar a los zapatistas, pero era inútil, todos los campesinos eran zapatistas y todos, hombres, mujeres, niños y ancianos, tenían un papel en el Ejercito Libertador del Sur.
En respuesta a los ataques gubernamentales, el 28 de noviembre de 1911, se reunieron los jefes zapatistas para firmar el Plan de Ayala, plan que se convertiría en el programa político y de lucha del zapatismo, a pesar de que fue redactado por el profesor Otilio Montaño, las ideas principales provenían de Emiliano Zapata, quien expresaba el pensamiento colectivo de los campesinos de Morelos. Este Plan desconoce a Madero como presidente y como líder de la revolución, llamaba a su derrocamiento y planteaba tres ejes principales:
1. Los pueblos o ciudadanos que tengan los títulos correspondientes a las tierras, montes y aguas usurpadas por hacendados y caciques, entrarán inmediatamente en posesión de ellas y mantendrán con armas en mano dicha posición.
2. Se expropiará, previa indemnización, un tercio de las tierras y propiedades monopolizadas por poderosos propietarios, a fin de que puedan trabajarlas los pueblos y ciudadanos de México.
3. Se nacionalizará no solo el tercio, sino la totalidad de los bienes de los hacendados, científicos o caciques, que se opongan directa o indirectamente al presente plan.
A pesar de ser un plan muy sencillo, plantea ejes muy importantes que, aunque que las líneas no se menciona, era un plan muy avanzado que luchaba directamente contra la propiedad privada de la burguesía nacional y extranjera, es decir la lucha contra las formas capitalistas e imperialistas en nuestro país. Sin embargo, este plan tenía una limitación muy importante, pues solo planteaba la posesión de las tierras, pero no la toma del poder político y económico, el cual era fundamental para asegurar la posesión de la tierra y la supresión de la explotación capitalista. De alguna manera, los campesinos al igual que los obreros mexicanos, solo veían hasta donde sus reivindicaciones inmediatas les permitían ver, faltaba la muy importante alianza entre los trabajadores del campo y la ciudad, y el factor subjetivo, el partido revolucionario que pudiera ayudar a las masas campesinas y obreras a sacar como conclusión la necesidad de la toma del poder.
Con el Plan de Ayala los campesinos se habían dado su propia legalidad, por lo que empezaron a aplicarla, para inicios de 1912 las fuerzas zapatistas cubrían los estados de México, Morelos, Puebla, Guerrero y Tlaxcala. Donde no controlaban territorio, enviaban mensajes a los hacendados para mejorar los salarios de los peones que trabajaban con ellos, de no hacerlo deberían atenerse a las consecuencias, en lugares donde ya dominaban, se aplicaba directamente la repartición de las tierras de acuerdo con el Plan de Ayala. Esta expansión de las fuerzas zapatistas, era vista con temor desde las más altas esferas de la burguesía nacional y extranjera y el gobierno de Madero se mostraba incapaz de controlar o derrotar a las fuerzas de Zapata, la prensa burguesa, los hacendados, los banqueros y los inversionistas, necesitaban de un gobierno que tuviera la fuerza suficiente para exterminar la rebelión campesina, por lo que con la ayuda del gobierno de EUA y su embajador en México Henry Lane Wilson, orquestaron un golpe contra el gobierno de Madero el 9 de febrero de 1913, que culminaría con los hechos de la decena trágica, el asesinato de Madero y su vicepresidente Pino Suárez y la firma del Pacto de Ciudadela, firmado en la embajada de EUA, donde se nombraba a Victoriano Huerta como presidente provisional. Sin embargo, esta situación lejos de calmar el fervor revolucionario provocó que otros sectores de las masas campesinas, que aún tenían fe en que Madero aplicaría el prometido Plan de San Luis, se sublevaran, el caso más notorio fue el de Francisco Villa y la División del Norte. Bajo el contexto del golpe militar, surgen los ejércitos constitucionalistas, cuyo dirigente era Venustiano Carranza y a los cuales estaba adherida la División del Norte. Las fuerzas del constitucionalismo fueron avanzando hasta tomar los centros más importantes del estado en el poder, hasta que finalmente Victoriano Huerta se rindió y se proclamó la sustitución del ejército federal, por el ejército constitucionalista. Los ejércitos constitucionalistas, aunque tenían una base de masas campesinas, su dirección representaba los interesas de la pequeña y gran burguesía nacional, y no ofrecía un programa que pudiera satisfacer sus demandas, lo que llevo a una inminente ruptura con el ejercito de Villa y a retomar los actos hostiles, que tenían los federales, con el ejército de Zapata.
Para 1914, los zapatistas lanzan un comunicado para toda la nación, donde expresan que no podía existir solución política sin reformas sociales y que el presidente interino, debía ser elegido por una asamblea de todos los jefes de los grupos combatientes, los representantes del pueblo en armas y debía aceptar los tres principios del Plan de Ayala, sin embargo, a pesar de diversas conversaciones entre los delegados carrancistas y zapatistas, no se pudo llegar a ningún acuerdo, Carranza exigía el sometimiento de las fuerzas de Zapata a su mando y se negaba a la repartición de tierras, por lo que era evidente que la lucha armada continuaría.
Zapata de alguna manera vislumbraba la necesidad de establecer alianzas con el sector obrero del país por lo que invitó a Flores Magón a trasladarse al territorio zapatista para imprimir su periódico Regeneración, los zapatistas tenían bajo su control la fábrica de papel San Rafael, por lo cual podían proveerles de los insumos necesarios para la impresión del periódico, sin embargo, aunque Flores Magón simpatizaba con la lucha zapatista, su postura política purista, le impedía aliarse con las fuerzas y formas impuras que habían surgido durante la revolución. Esta invitación de Zapata figuraba como uno de los tantos intentos que realizó a partir de sus medios y de su propia comprensión de la lucha, por establecer alianzas con quienes para él representaban al movimiento obrero, sin embargo, este tipo de alianzas no podrían lograrse debido a que el movimiento obrero en México aún no había madurado lo suficiente.
El 10 de octubre de 1914 inicia la Convención Militar de Aguascalientes, encabezada por delegados carrancistas y villistas, la cual se declaraba soberana y había decidido invitar a los zapatistas a incorporarse a ella, lo cual hicieron, asistiendo con voz, pero sin voto, solo como observadores, pues Zapata condicionó la efectividad de esa convención para sus tropas solo si previamente aceptaban el Plan de Ayala. Las propuestas del Plan de Ayala inmediatamente conectaron con las demandas del villismo y para el 28 de octubre la convención había decidido aprobar los principales artículos del Plan de Ayala, lo cual significo un gran triunfo para las fuerzas de los ejércitos del sur y el inicio de una alianza entre Francisco Villa y la División del Norte con Emiliano Zapata y el Ejército Libertador del Sur. Los resolutivos de esta convención también marcaron el inicio de la lucha entre los campesinos y la burguesía por el poder estatal. Los ejércitos de Carranza y Obregón rompen con la convención y se repliegan hacia Veracruz ante el inminente avance de Villa y Zapata hacia la capital. El 24 de noviembre las tropas zapatistas entran a la ciudad de México y, contrario a lo que la prensa burguesa decía de los campesinos del sur, llegaron ofreciendo garantías de no violencia ni saqueos a la población civil. El 3 de diciembre entran a la capital por Tacubaya y Azcapotzalco la División del Norte. El 6 de diciembre, desfilaban frente a Palacio Nacional. El Ejército Libertador del Sur y la División del Norte, es el día que se produce la icónica fotografía de Zapata y Villa en la silla presidencial, el poder estatal estaba ahora en manos de los ejércitos campesinos, la cuestión ahora era, ¿qué hacer con él?
De la reunión que tienen Zapata y Villa, surge el Pacto de Xochimilco, donde ambos concuerdan que el objetivo central de la lucha es el reparto de la tierra y ambos reconocen que tendrían que ceder el gobierno a los más instruidos, pues de acuerdo a palabras del mismo Villa, “ese rancho estaba muy grande”, de igual forma seguían desconfiando de los catrines, por lo que llegaron a la conclusión de que los controlarían con las armas y si no cumplían, con palabras de Zapata “les caerá el machete”. Pero más allá de estas conclusiones, del argumento de la falta de experiencia y conocimiento, vemos la clara carencia de un programa político, vemos como los campesinos como clase no expresan este programa fuera de la posesión de la tierra, si no se planteaba un apoyo al proletariado y a un programa de organización socialista, su lucha por el poder se limitaría a ceder el poder estatal a una u otra fracción de la burguesía, para imponer un programa burgués. El problema del campesinado es que no puede encargar a nadie la ejecución de un programa que como clase, no posee, por su posición de explotado el campesino se identifica con el proletariado, cuyo programa debe basarse en la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, sin embargo, por su carácter de pequeño propietario, lo liga a la burguesía cuyo programa es la defensa de la propiedad privada, lo cual pone al campesinado en medio de la lucha de clases, donde tendrá que decidir, aliarse con la burguesía, como fue el caso, debido a las carencias organizativas del proletariado mexicano, o aliarse con el proletariado, como en la Rusia de 1917.
Solo era cuestión de tiempo para que la burguesía, a la que cedieron el poder lo ejércitos campesinos, los traicionara. Villa y Zapata habían decidido continuar su lucha desde sus territorios controlados, lo cual dividió sus fuerzas, poco a poco el ejército constitucionalista fue ganando fuerza y posiciones. Para las fuerzas burguesas era prioritario vencer al ejército más fuerte y grande del país en ese momento, la División del Norte, por lo que centraron sus fuerzas en derrotarlo, lo que permitió un respiro para los zapatistas, que duró todo 1915 y que a partir de esto surgiera lo que se conoció como la Comuna de Morelos.
La comuna de Morelos fue la prueba de la capacidad de organización colectiva e independiente de los explotados mexicanos. A principios de 1915 los zapatistas se habían propuesto impulsar la revolución agraria, expropiando y entregando todas las tierras a los campesinos a quienes, además, ayudaban para mejorar la producción de estas, para lo cual se fundó el Banco Nacional de Crédito Rural, se crearon escuelas regionales de agricultura y una fábrica de herramientas agrícolas, de igual modo. Se nacionalizaron los ingenios y destilerías de toda la región, poniéndolas bajo control obrero y destinando las ganancias a los gastos de guerra.
El anticapitalismo empírico de Emiliano Zapata iba tomando forma en la Comuna de Morelos, los campesinos establecieron su propio poder, dictaron sus propias leyes y mostraron sus grandes capacidades colectivas, pero había un enemigo al que no pudieron vencer y que finalmente los llevaría no solo al fin de la Comuna, si no a la derrota del movimiento campesino del sur, el aislamiento. Mientras en Morelos se desarrollaba este gran acontecimiento de organización campesina, la guerra continuaba y la División del Norte estaba siendo derrotada por las fuerzas de Carranza, era de esperarse que con la derrota de Villa, Carranza y sus intereses de clase burguesa arremeterían contra toda nueva construcción social contraria a la que él representaba y no pararía hasta aniquilar todo vestigio de ella, y así lo hizo, a finales de 1915, la División del norte había sido derrotada y la ofensiva se trasladaba hacia el Sur. Carranza ofreció amnistía a los jefes zapatistas que depusieran las armas, lo cual tuvo un efecto en las filas zapatistas, pues varios jefes traicionaron, el aislamiento del movimiento zapatista provocó que poco a poco fueran sitiados y replegados a la sierra, donde intentarían reorganizar sus fuerzas y resistir, Pablo González fue el encargado por Carranza para aniquilar al ejercito Zapatista y este no titubeo para utilizar las medidas más violentas y sanguinarias contra los zapatistas, asesinando hombres (civiles o soldados), mujeres, ancianos y niños, a este personaje se le atribuyen la quema de aldeas enteras, inmediatamente González abrogó todas las leyes y reformas zapatistas, creyéndose vencedor, pero la guerra no había terminado, prácticamente todo el año de 1916 los zapatistas se replegaron y se reorganizaron en guerrillas, que daban golpes y se retiraban, sus tácticas fueron eficaces por el apoyo total que seguían teniendo de la población, finalmente para diciembre de 1916, mientras los carrancistas discutían la promulgación de una constitución que pudiera regir al nuevo aparato estatal, los zapatistas recuperaban Morelos. En esta constitución, que fue aprobada el 31 de enero de 1917, se incluían artículos relevantes el Art. 27 que hablaba sobre la tenencia de la tierra y la propiedad nacional del subsuelo y el Art. 123 sobre los derechos de los trabajadores, sin embargo, si esta constitución no hacía eco en el plano social, la lucha campesina seguiría, como sucedió durante 1917 y 1918,qunque no tuvo una correspondencia total, la constitución de 1917, logro disminuir las fuerzas zapatistas donde muchos de sus secretarios entraron en un proceso de declinación de la lucha, lo que fue dejando aislado a Emiliano Zapata.
El proceso de lucha había sido largo y sangriento, los zapatistas se encontraban aislados, las masas campesinas seguían confiando plenamente en Zapata, pero ya estaban cansadas, no tenían más fuerzas para ni seguir defendiéndolo, ni para defenderse ellas, fue por ello que Zapata buscaba desesperadamente alianzas que pudieran revitalizar sus fuerzas para seguir en la batalla. Después de varios intentos de Jesús Guajardo por reunirse con Zapata (argumentando que ha dejado las fuerzas carrancistas para combatir a su lado), finalmente acepta, fijando el encuentro el 10 de abril de 1919 en la Hacienda Chinameca. Ahí fue donde Guajardo, después de saludarlo, cobardemente da la orden a sus tropas de disparar, ese fue el momento en que la vida de Emiliano Zapata fue arrebatada. Con la muerte de Zapata, el mando del Ejercito Libertador del Sur quedo en manos de Gildardo Magaña quien ofreció la rendición ante Carranza el 28 de noviembre de 1919.
Del movimiento zapatista se pueden sacar grandes lecciones, la más importante es que no puedes dejar el poder político en manos de la burguesía, los aliados naturales de los campesinos para mantener los derechos arrebatados a los terratenientes son la clase obrera, y junto con ella se debe tomar el poder político, económico y social, por medio de un programa socialista y una dirección revolucionaria. El sectarismo y el regionalismo impiden la unidad de fuerzas, unidad necesaria para dar golpes más certeros a los opresores, pareciera que de alguna forma, los actuales zapatistas hubieran heredado ese error sectario, al que Zapata intentó rehuir, muestra de ello, la invitación a los magonistas a sumarse o sus calurosos saludos a la revolución Rusa de 1917.
Emiliano Zapata, es una muestra clara de que la vida de un hombre es efímera, pero las ideas prevalecen, Zapata fue sin lugar a dudas el ala más consecuente de la lucha revolucionaria, aunque en las palabras y sus escritos nunca mencionó al socialismo, sus hechos y acciones demostraban que fue un ferviente luchador contra el capitalismo y el imperialismo, en sus hechos mostró su convencimiento por construir una nueva sociedad, donde los de abajo, los explotados, pudieran decidir sobre su destino, donde pudieran ser libres e iguales, porque para él La Tierra y La Libertad, eran inseparables. Ahora en medio del fermento electoral, las nuevas generaciones tenemos el deber de continuar las tareas inconclusas de la revolución, estamos en el mejor momento de analizar y evitar los errores del pasado, es tiempo de fomentar la organización de los trabajadores y campesinos explotados, es tiempo de luchar y derrocar al capitalismo, es hora de ir por esa revolución que alguna vez soñó Zapata: una revolución de igualdad, colectividad y libertad. Una revolución socialista.