Escrito por David García Colín Carrillo
El 1 de julio de 2018 se elegirá al Jefe de Gobierno y a los “alcaldes” de las 16 delegaciones, además de los 66 diputados de la Asamblea Legislativa de la Ciudad. Las elecciones del 2018 serán un punto de eclosión de todas las tensiones y contradicciones que se han acumulado en México en los últimos años. La lucha de clases no conoce el vacío y se expresará en el punto focal en donde las amplias capas de las masas vean una oportunidad. Han sido años de desapariciones, violencia, corrupción, crisis económica y política. Será un choque de trenes incluso en los lugares en donde parece que el resultado de la elección está ya más o menos determinado, como es el caso de la CDMX donde el voto a la izquierda ha sido traicionado por Mancera y el PRD, y hay una tendencia incuestionable hacia Morena. Los trabajadores debemos aprovechar esta coyuntura para promover la organización independiente del pueblo, levantando nuestras propias reivindicaciones más allá de los deseos y la limitaciones de la burocracia que dirige a Morena y que seguramente saldrá favorecida en las próximas elecciones.
El cobarde ataque porril de perredistas a un mitin pacífico de Morena en la Delegación Coyoacán, que el pasado 5 de enero costó la vida a la compañera Marta Patricia Reyes -quien para colmo de los infortunios había perdido (en el Multifamiliar Tlalpan) a dos nietos en el terremoto del 19 de septiembre-, muestra que los Partidos del régimen pelearán como perros rabiosos para defender sus cotos de poder, aun los más pequeños.
Ya en las elecciones delegacionales del 2015 Morena ganó 5 delegaciones y el PRD -en alianza con el PT en algunas demarcaciones- obtuvo, a duras penas y acudiendo al acarreo y métodos porriles, 6: un descalabro importante tomando en cuenta que antes de esas elecciones gobernaba en 14 delegaciones. El PRI obtuvo el triunfo en 3 de las delegaciones de composición más rural y donde sobreviven organizaciones priístas de control en el campo. El PAN mantuvo sus cotos conservadores en dos de las delegaciones donde existe una pequeña burguesía con aires de grandeza, pero incluso en Benito Juaréz aunque el PAN suele ganar a nivel delegacional la izquierda gana en la elección presidencial.
Todas las encuestas señalan que ni sumandos todos los Partidos diferentes de Morena podrían impedir que este último Partido gane la Jefatura de Gobierno. Claudia Sheinbaum lleva una cómoda ventaja de más de 10 puntos sobre sus contrincantes. Según la encuesta del periódico Reforma -que para nada puede ser acusado de tener una tendencia de izquierda- el Frente encabezado por Morena obtendría el 40% de los votos, y en segundo lugar quedarían PRD-PAN-Movimiento Ciudadano, con 28%; mientras el PRI apenas obtendría un 11%. La misma encuesta señala un escenario similar si se pregunta por candidatos en vez de Partidos: Sheimbaum 32%, por 17% de Alejandra Barrales de la alianza PAN-PRD-MC.
La Ciudad de México ha sido tradicionalmente el centro político del país en donde -por lo general- la conciencia política suele estar más avanzada, los trabajadores de la capital no hemos olvidado cómo el PRI sufrió una derrota contundente en 1997, perdiendo definitivamente la capital del país. Morena -a pesar de todos sus vicios burocráticos y oportunistas- expresa esa tendencia hacia la izquierda, mientras el PRD parece estar en crisis terminal, con un Partido semivacío, aliado con el PAN, sufriendo los costos políticos de haber firmado el infame Pacto por México, y con un Jefe de Gobierno que ha sido el perro faldero de Peña Nieto en la ciudad y que ha reprimido el movimiento magisterial y de la juventud. No podemos olvidar cómo Mancera se impuso como dictadorzuelo en la Asamblea Constituyente de la Ciudad, eligiendo por dedazo a 40 diputados de los 100 diputados y diluyendo el voto mayoritario hacia Morena.
La agresividad del PRD refleja debilidad. Saben que en las elecciones del 2015 ganó en delegaciones como GAM, Coyoacán e Iztacalco con una diferencia mínima de pocos puntos porcentuales -sin fraude electoral no hubiera podido ganar esas demarcaciones-. También ahora sin compra de votos, intimidación y boicot directo será imposible mantener esos cotos de poder. Su agresividad porril refleja desesperación yrecurrirá a la violencia pura para mantenerse.
Aunque el triunfo de Morena parece bastante sólido, el movimiento de base que aglutina, y los sectores populares que confían en un cambio a la izquierda haría muy mal en confiarse. Sólo la organización popular puede impedir el fraude en las delegaciones -ahora alcaldías- donde el PRD y el PAN aliados manejan el presupuesto y a un pequeño ejército de burócratas y organizaciones gansteriles que se jugarán el todo por el todo. El movimiento de base debe estar organizado para defender las urnas no sólo en el terreno legal -terreno al que la burocracia de Morena quiere encorsetar la lucha-, sino incluso creando comités de defensa y seguridad en los alrededores de los centros de votación, para detectar y dispersar a los grupos de porros que acudirán para reventar las casillas que no les favorezcan.
La organización será esencial no sólo para defender las urnas, sino para luchar para que el voto de izquierda se refleje en una política de izquierda desde el gobierno, para que el voto de izquierda no sea traicionado nuevamente. Las bases de Morena no pueden confiar en ningún burócrata.
El caso de la delegación Cuauhtémoc -donde Ricardo Monreal como delegado por Morena- no hizo ningún cambio significativo, y luego hizo un berrinche, es la prueba de que no basta con votar. Claudia Sheinbaum llegará con compromisos hechos a sectores del empresariado, pero esos compromisos no son compatibles con un verdadero gobierno de izquierda. Todos los sectores populares que esperan un cambio deben confiar sólo en la movilización independiente, antes y después de las elecciones, como única garantía.
El triunfo de Sheinbaum abrirá un escenario de lucha reivindicativa: los trabajadores exigirán aumentos salariales, los profesores exigirán que no se aplique la reforma educativa en la capital y que se cumpla la fusión del IEMS-UACM, los damnificados exigirán soluciones, los inquilinos y vecinos lucharán contra la especulación inmobiliaria y las rentas abusivas, los usuarios del transporte público pedirán precios justos, etc. Será la oportunidad de unificar estas luchas y discutir un programa genuinamente de izquierda. Para nosotros este programa debe ser anticapitalista, es decir, socialista. En este sentido, las elecciones pueden