Por: Carlos Márquez
Las elecciones locales, realizadas en 6 estados, este 2 de junio, estuvieron marcadas por una enorme abstención. Se eligieron 86 diputaciones locales, 60 ayuntamientos y dos gubernaturas. Las alianzas encabezadas por Morena lograron ganar las dos gubernaturas en disputa, en Puebla y Baja California. En estos estados se logró arrebatar por primera vez el control del gobierno a los partidos tradicionales de la burguesía, el PRI y el PAN.
Sin embargo, las alianzas con elementos de la derecha y la postulación de candidatos de negro historial, no levantaron confianza y expectativa en la población trabajadora. En Puebla, por ejemplo, la abstención fue cercana al 70%. Otro elemento importante fue la tendencia al colapso del PRI, que sigue perdiendo terreno. Frente a ello el PAN se vio parcialmente favorecido pero sin poder evitar perder las elecciones en Puebla y Baja California, ésta última que llevaba gobernando desde hace 3 décadas.
Es como una réplica de un fuerte terremoto, donde un par de edificios del PAN se mantienen derruidos y frágilmente en pie y quieren, frente al colapso general, mostrarse como una falsa alternativa firme para la burguesía. Pero, a nuestro parecer, uno de los principales acontecimientos en estas elecciones, de la cual prácticamente toda la prensa burguesa guarda silencio, es la participación de candidatos sin registro del movimiento obrero en Matamoros, que han tenido un digno resultado enfrentándose, prácticamente sin recursos, a enormes aparatos electorales y a la desinformación y silencio de la prensa.
Tamaulipas
En Tamaulipas hubo elección de diputados locales. El PAN, el partido empresarial, se ha llevado 21 de los 22 distritos electorales, Morena ganó uno por lo que tendrá una diputación por voto directo. A nivel de votos por partido vemos que el PAN obtuvo 418,437 votos (48.17%), Morena 239,442 (27.56%) y el PRI 87,132 (10.03%). En las elecciones nacionales del 2018, AMLO obtuvo un 47.18% de los votos, muy similar al porcentaje obtenido por el PAN, la diferencia estriba en que la abstención fue enorme, saliendo a votar solamente el 33.15% del padrón. Eso nos dice en primer lugar que Morena no logró atraer las expectativas de la mayoría de la población.
En las elecciones de 2018, Morena logró ganar la alcaldía de Matamoros, eso fue sólo un indicador del descontento acumulado que poco tiempo después se expresó en el inspirador movimiento huelguístico del 20/32. Los obreros se movilizaron para que se cumpliera el decreto presidencial de aumento salarial en la frontera, pero AMLO no apoyó las demandas de los trabajadores. La secretaria del trabajo, lo más que hizo fue plantearse como mediadora, aunque intentó hasta el final frenar e impedir las huelgas. Dijo que estaba enterada de que había decenas de despedidos por luchar (algo falso, pues para entonces los despidos se contaban por miles) pero no hizo nada para defender a los obreros que ejercían su derecho a luchar. De manera abierta, el senador de Morena Ricardo Monreal presionó para levantar la huelga. Por su parte Carlos Eliud Pérez, quien fuera uno de los candidatos a diputados de Morena en las actuales elecciones en Matamoros, durante la lucha sacó un comunicado diciendo que no había otra forma que respaldarse en sus legales líderes sindicales, aunque la base obrera se encogió de hombros y los rebasó.
Si Morena hubiera apoyado clara, abiertamente y consecuentemente a los obreros en lucha hubiera capitalizado electoralmente, el no hacerlo dividió el voto obrero. Este actuar de Morena desilusionó a una capa avanzada de obreros en lucha. Al final el movimiento 20/32 correctamente, en medio de la represión que quería acabar definitivamente con el movimiento, decidió lanzar candidatos a diputados independientes sin registro. Fue el camino para mantener viva la organización y la lucha. Los medios de comunicación, el INE, los partidos burgueses y Morena mismo pegaron el grito en el cielo. Se hizo una fuerte campaña mediática en contra de los candidatos del movimiento 20/32. Los aparatos partidistas y estatales se pusieron en su contra. El clásico estilo de compra de votos operó, regalando despensas, pintura para casas y demás. La dirección nacional de Morena se vio claramente preocupada por lo que acontecía, viendo a los candidatos obreros como el verdadero rival a vencer en estas elecciones. Yeidckol Polevnsky, la presidenta del partido, hizo un mitin en Matamoros para mostrar músculo y dijo que estos candidatos le estaban haciendo el juego al gobernador.
Sin recursos, los candidatos obreros y sus suplentes, electos en asamblea en la plaza pública, emprendieron una campaña militante en medio de enormes muestras de solidaridad. Visitaron casa por casa, pidiendo los votos de la población en cada distrito, hasta que las fuerzas y el tiempo se los permitieron. No había un programa del todo desarrollado, pero había la autoridad moral de ser (no de dientes para afuera) compañeros que realmente han estado ahí defendiendo los intereses de los trabajadores.
Hubo una fuerte campaña (que continuó durante el transcurso de la jornada electoral) que decía que esos votos no contarían. Votar por un candidato del 20/32 era mucho más complejo pues había que saber cuál era el nombre completo del candidato del distrito electoral en cuestión y anotarlo (llevando su propia pluma) en el recuadro blanco de la boleta.
Si se toma por aparte los tres distritos electorales que conforman Matamoros, los candidatos del 20/32 quedaron en tercer lugar, por encima de los pequeños partidos y del propio PRI. Morena ganó en el distrito 11, mientras que en el 10 y 12 lo hizo el PAN. Morena sigue teniendo autoridad entre las masas, siendo el partido que mayor voto obrero atrae. En los 3 distritos de Matamoros 31,441 votos obtuvo el PAN, mientras Morena, quedando muy cerca, consiguió 31,356 y los candidatos obreros independientes del 20/32 sacaron 12,392 sufragios. Es una realidad que sumando los votos de Morena y del 20/32 se hubiera ganado al PAN, con un considerable margen, en estos distritos. La actitud oportunista de la dirección de Morena finalmente dividió el voto. No se puede culpar al movimiento obrero organizado de la derrota de Morena pues la votación en estos distritos no explica porque en el resto del Estado éste partido tampoco logró obtener la victoria. Por el contrario, hubo voces que acusaron a la dirección nacional, principalmente Yeidckol, de pactar con el actual gobernador, Cabeza de Baca, y poniendo candidatos que no levantaban simpatías entre las bases de Morena. No podemos asegurar esto, lo que sí podemos decir que los métodos burocráticos que utiliza Morena para designar sus candidatos no ayuda en nada a tener una vida democrática ni a animar a la gente a que vote por ellos.
Puebla
En 2018 las elecciones en Puebla fueron un chiquero que se desarrollaron en medio de robo de urnas, operaciones masivas de mapacheria e incluso homicidios. La candidata y esposa de Rafael Moreno Valle, Martha Érika Alonso, se impuso como gobernadora tras escandaloso fraude electoral que fue seguida de movilizaciones de protesta. La muerte de esta pareja en el accidente aéreo, el pasado 24 de diciembre, profundizó la debilidad de la derecha poblana.
Era verdaderamente difícil que Morena perdiera la elección. Barbosa obtiene, según datos preliminares, el 44.68% de los votos, quedando a más de 11% de distancia de la alianza PAN-PRD-Movimiento Ciudadano y a 26 puntos porcentuales de distancia del PRI. Este resultado podría parecer positivo, pero mientras que en las actuales elecciones Barbosa obtuvo 682 mil votos, el año pasado obtuvo 1 millón 30 mil. La diferencia la marcó el que el colapso del PAN fue peor, pues en 2018 obtuvieron 1 millón 153 mil y esta vez 507 mil votos.
Dónde el PRI se impuso fue en las elecciones municipales, ganando 4 alcaldías de las 5 en disputa y Morena ganando una.
Miguel Barbosa Huerta viene de lo peor del PRD, apoyó el Pacto por México (que significó una serie de ataques del gobierno anterior). Su elección como candidato fue poco transparente y al final en realidad terminó impuesto por Yeidckol Polevnsky. Los métodos burocráticos de la dirigente de Morena le ganaron un abucheo generalizado de la base de este partido en el congreso extraordinario que se realizó tras las elecciones presidenciales, pero su camino impositivo sigue siendo el mismo. Barbosa entró en un conflicto interno con la alcaldesa de Morena de Puebla de Zaragoza, lo cual le restaría apoyo interno en el partido.
Barbosa atrajo a antiguos operadores de Moreno Valle para su campaña, también se estableció una alianza con el derechista PVEM. La población no deja de ver con desconfianza a Barbosa. Existe una desilusión de la población de la capital y sus alrededores porque la administración de Morena no ha hecho cambios sustanciales que los diferencien de las administraciones anteriores (como revertir la privatización del agua). Esto se expresó en una abstención del 66.58%. La política de la dirección de Morena no animó a la gente a votar, quien lo hizo fue por fidelidad y simpatía a AMLO y por rechazo al PRIAN. Esta elección la ganó Morena muy a pesar de sus alianzas y candidatos sin principios.
Baja California
La abstención en este Estado llegó al 70%, según el PREP. El PAN, que gobernaba este Estado desde 1989, ahora lo ha perdido. El 50.38% de los votos los capitalizó el empresario Jaime Bonilla, quien encabezó la coalición de Morena-PT-PVEM y Transformemos. El PAN obtuvo 23.14%, el PRD 8.5%, Movimiento Ciudadano 6.65% y el PRI 4.68%, cayendo al 5° lugar. La coalición de Morena obtuvo las diputaciones locales y las 5 alcaldías. Fue estrepitoso el colapso de los partidos de la derecha.
Baja California, que se caracterizaba como un Estado conservador, ha vivido en los últimos años algunas irrupciones de las masas en la lucha. En las movilizaciones contra el gasolinazo, en 2017, el movimiento en Baja California Norte era electrizante con elementos insurreccionales. El gobernador saliente, Kiko Vega, se ha enriquecido ilícitamente y avanzó en la impopular privatización del agua. El actuar y el programa panista los han dejado desprestigiados y las masas se han vengado en las urnas.
Morena, contrario a lo que debería hacer, dejando que los viejos partidos y políticos se pierdan en el basurero de la historia, los rescata y ha aceptado a una gran capa de priístas en sus filas. Con una política de independencia de clase y de defensa consecuente de los intereses de la población trabajadora podría haber levantado las expectativas de la población. Es tal el desgaste de los partidos tradicionales de la burguesía que incluso así ganó la elección.
Durango, Aguascalientes y Quintana Roo
En Aguascalientes el PAN logra el triunfo en 5 municipios, 2 fueron para el PVEM y se llevaron uno respectivamente el PRI, el PRD, el PT y Morena. En Durango la coalición PAN-PRD ganó 17 municipios, el PRI 14, Morena 3, el PAN 2, el PT 1, MC 1 y Partido Duranguense 1. Esos triunfos del panismo en definitiva no compensan la perdida de dos gubernaturas. En Quintana Roo gana Morena, aliado con el PVEM y el PT. Morena se lleva 11 distritos, 3 el PAN-PRD-PES y 1 el PRI. Pero aquí la abstención fue de casi del 80%.
¿Qué lecciones sacar?
AMLO ganó la presidencia de forma contundente. Después de las elecciones de hace un año su popularidad lejos de bajar se incrementó, llegando, a 100 días de su gobierno, al 78% de aceptación y, según Mitofsky, a 6 meses de iniciado su gobierno es de 61%, una cifra que sigue siendo bastante alta. Las ilusiones y confianza al nuevo presidente sigue siendo muy amplia y profunda. Eso contrasta con la confianza en los partidos, incluyendo Morena.
Morena es un partido que se creó tras importantes luchas (desafuero, fraude, defensa del petróleo, etc.) con la participación voluntaria y sin paga de miles y miles de activistas a lo largo y ancho del país. Cuando Morena comenzó a participar y ganar elecciones y asumir cargos de elección popular se fue enquistando una burocracia y grupos de priistas, panistas, perredistas que buscaban un campo fértil donde luchar por candidaturas para disfrute personal.
La política de conciliación nacional se ha traducido en oportunismo dentro de Morena con alianzas sin principios impulsadas por diversos dirigentes como Yeidckol o Monreal y secundadas por muchos dirigentes locales. Eso genera desilusión y desconfianza, en las propias filas del partido y entre la población trabajadora. Ha habido militantes que se retiran, pero otros que siguen participando y dando la batalla interna contra los elementos de derecha. Si la base organizada no es capaz de revertir esta política oportunista, Morena terminará hundido en el fango, sin diferenciarse del resto de partidos contra los cuales se creó.
Lo mejor de Morena, sus bases, tiene que luchar por un programa de lucha y revolucionario, que planteen medidas que vayan más allá del capitalismo. Sacudirse los elementos nefastos que se enquistan en el partido a todos los niveles. Si no lo hace colapsará al estilo del PRD a mediano plazo.
El movimiento 20/32 lanzó candidatos obreros independientes. No fueron 5 perros y un gato lanzándose a las elecciones, fueron dirigentes que venían de una lucha de masas. Aun con ello no se logra arrebatar la mayoría del voto a Morena. Ese movimiento tendrá que evolucionar a la consolidación de organizaciones obreras democráticas que le den consistencia y permanencia.
La licenciada Susana Prieto y los candidatos del 20/32 resaltaron sus resultados electorales, considerándolo un triunfo, tomando además en consideración que es la primera experiencia de este tipo en que estos obreros matamorences participan. Esa es una diferencia, Morena proviene de procesos de lucha que han movilizado a millones a nivel nacional, muchos de sus militantes y simpatizantes no los abandonaran a la primera, lucharán porque el cambio se concrete. Morena no es un partido inmutable, se está poniendo a prueba, si traiciona las aspiraciones de cambio de los trabajadores podría quedar como el PRD, como un cascarón vacío, pero, de darse esto, este será un proceso contradictorio que no se resolverá sin una lucha interna y sin grandes acontecimientos que enseñen a amplias masas. Se corre el riesgo que sectores más avanzados de trabajadores y activistas no miren la dialéctica contradictoria del proceso, con todos sus claroscuros y vean con un crisma diferente al de las masas los acontecimientos, alejándose, aislándose y sectarizandose de estos.
Es necesaria la defensa intransigente y sin concesiones de un programa a favor de los explotados y por un cambio de raíz en la sociedad, que desde nuestra perspectiva debe aspirar a acabar con el sistema capitalista. Pero también se debe encontrar el camino para organizarnos y luchar con aquellos que también quieren un cambio profundo pero apoyan y creen en el actual gobierno.
Estas elecciones nos dan varias señales. Los partidos de la burguesía siguen en banca rota sin salir de sus crisis. En estas condiciones tan favorables la dirección de Morena debería apoyarse en la organización del pueblo y dar a estos la estocada final, contrario a ello hace alianzas que rescata a muchos de esos burócratas traidores de los intereses del pueblo de México. No queremos una política gatoparda, no queremos “cambios” para que nada cambie. Estos dirigentes en realidad se convierten en un retraso para cambiar la sociedad. Esas alianzas, incluso vistas desde la óptica pragmática electoral, son un total fracaso.
En Morena siguen habiendo miles de militantes honestos, la mayoría de hecho, que no cree en estos oportunistas y burócratas, pero se deben manifestar también en una expresión organizada de la base y derrotar al enemigo interno, estableciendo verdaderos mecanismos democráticos y de control de la militancia.
El pueblo trabajador, por su parte, da las primeras muestras de organización independiente y lucha en defensa de un cambio real y profundo. Estas deben saber dialogar y atraer a la base trabajadoras, también las obradoristas. Si AMLO sigue al pueblo hasta el final en su lucha, bienvenido, sino lo hace nosotros no debemos detenernos hasta que haya un cambio verdadero y hagamos real historia. Como trabajadores debemos confiar en nuestras propias fuerzas pues es en la unión de los trabajadores del campo y de la ciudad y en nuestra lucha sobre la que recaerá la transformación de la sociedad.