Uno de los aspectos más peculiares del actual régimen es que, dentro del espectro parlamentario, López Obrador no tiene oposición de izquierda; prácticamente todas las críticas provienen de sectores que añoran el capitalismo de rapiña de las décadas pasadas.
Un amplio sector de las masas ve como, a pesar de las dificultades, se ha generado un flujo por medio del cual se transfieren recursos desde el Estado a los sectores más desprotegidos por medio de becas y distintos tipos de apoyos. Esto le puede garantizar una base de apoyo suficiente para sortear las dificultades que se han presentado, a ello hay que sumarle la ola de escándalos de corrupción tanto económica como moral que abarca a prácticamente toda la gran burguesía mexicana.
Dentro del terreno social tampoco hay mucha oposición que contar, hemos visto la legítima lucha de los pueblos de Morelos contra los megaproyectos pero tal vez la más consistente es la de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, que en general ha estado más centrada en negociar aspectos de la política educativa que en rechazarla de plano.
El otro es el EZLN, el cual sigue en la fase de “silencio estratégico”. El 25 aniversario de su levantamiento pasó con más pena que gloria, al parecer el EZLN necesita un enemigo a como dé lugar. No obstante, el propio EZLN podría hoy mismo o mañana temprano reanudar su levantamiento armado para enfrentar al “nefasto” AMLO, pero nada más lejos del ánimo de la actual dirección del EZLN; lo suyo, lo suyo, es predecir su exterminio y sentarse a contemplar la selva.
Así pues el gobierno de AMLO no tiene presiones a la izquierda ni compromisos o necesidad de llegar a acuerdos con las distintas fuerzas políticas formales; en cuanto a los poderes reales, es decir la gran burguesía, la iglesia y el imperio norteamericano, esa es otra historia y se refleja en el Plan Nacional de Desarrollo (PND).
El Plan Nacional de Desarrollo que el gobierno ha dado se presenta más como un documento de orientación política que como una propuesta de ejecución sistemática.
Guía moral
En primer lugar, tenemos doce principios, o ejes morales del gobierno; honradez, honestidad, legalidad, respeto, etc. Lo cual refleja que para AMLO el problema de la política es una cuestión de portarse bien, sobre esa base parte en los distintos temas.
El Estado
1.- Política y gobierno, este consiste en reflejar los principios morales antes señalados a cada rubro; combate a la corrupción, derechos humanos, etc. Si se revisa de manera detenida, el objetivo de AMLO es mantener exactamente el mismo aparato del estado, solo que guiándolo con el ejemplo de un gobierno honesto y al servicio de los más desfavorecidos.
El problema es que el aparato del estado está diseñado para facilitarle negocios a la burguesía. En un tiempo AMLO dijo que solo el pueblo puede salvar al pueblo, esta misma frase se podría aplicar para criticar su pretensión de que ese elefante reumático que es el estado, según sus propias palabras, corra como una gacela.
Sobre la Guardia Nacional ya hemos señalado nuestras objeciones en ocasiones anteriores, ahora solo precisamos decir que un cuerpo armado al margen del pueblo tendrá como primera prueba si será empleado para la represión, primeramente de los inmigrantes. Incluso de no ser así ahora, cuando llegue el momento de cambio de gobierno, la propia guardia nacional puede ser el instrumento para reprimir a las masas en conflictos sociales.
La sociedad
2.- Política social, en este tema se desarrollan descripciones de los distintos programas de subsidios a los sectores más vulnerables, algo loable, pero que en sí mismo no implica erradicar la pobreza; por supuesto se señala la importancia de la educación, el bienestar, la salud, pero aquí hay un problema que puede agudizarse en los siguientes años:
Pongamos el ejemplo de la educación; las becas a estudiantes es su eje rector, pero de nada sirve esto si se reduce el presupuesto de las escuelas públicas. Sino se invierte en laboratorios, talleres, aulas, centros deportivos, etc. se desarrolla un inevitable deterioro de la calidad educativa; los alumnos podrán tener becas pero no un salón o laboratorio que sirva para la enseñanza más básica. Esto se podría señalar en el tema de la atención a los adultos mayores o a las mujeres madres solteras. Una beca no basta, se requieren centros de atención especializados, es decir, infraestructura básica de atención a los trabajadores.
La economía
Llegados a este punto nos gustaría encontrar propuestas de desarrollo agroindustrial de gran envergadura o al menos una estrategia de sustitución de importaciones; no obstante en su contenido no hay nada que AMLO no haya señalado ya.
Se critica al neoliberalismo pero no se cuestiona realmente ningún pilar del mismo; por ejemplo, durante el periodo de sustitución de importaciones el estado participaba en la inversión productiva con aproximadamente un 12% de un total más o menos de 25% del PIB; ahora el porcentaje de participación pública en la inversión es del 2 o 3%. Ese es el verdadero punto medular de la política económica los últimos 30 años, pero en la propuesta de AMLO no se propone como meta modificar esta situación, revisemos sus líneas de trabajo:
1.- Finanza sanas
2.- No más impuestos
3.- Respeto a los contratos existentes y aliento a la inversión privada (es decir al neoliberalismo)
4.- Rescate del sector energético
5.- Reactivación económica
6.- Banco del bienestar
7.- Caminos rurales
8.- Internet
Detengámonos un poco en el punto 5, Reactivación Económica. La línea de acción está orientada a estimular a la pequeña burguesía del campo y la ciudad mediante créditos baratos, estímulos fiscales regionales y desarrollo de infraestructura; en ningún caso se trata de desarrollar alguna rama estratégica que compita con el gran capital. Pongamos por ejemplo el caso de la industria minera, la cual está bajo el control del gran capital norteamericano y canadiense, así como de la oligarquía del grupo México. El plan del gobierno no incluye acciones que cuestionen el modelo de acumulación por los grandes monopolios y no solo se trata de la minería en sí, sino de las concesiones territoriales que abarcan millones de hectáreas. De igual forma sucede con las telecomunicaciones, la banca privada, etc.
Los efectos de los estímulos gubernamentales a la pequeña y mediana burguesía generarán en un primer momento un incremento de la demanda de bienes de consumo; por supuesto que esto dará nuevas ganancias a los grandes capitalistas, que son quienes controlan el proceso desde la producción hasta la circulación. El resultado será que la burguesía tomará los beneficios y al mismo tiempo se abstendrá de invertir en producción.
El incremento de la demanda de bienes de consumo a la larga provocará la insuficiencia del mercado interno para abastecerlos. Además, el estado no tiene pensado ningún programa de sustitución de importaciones según este plan; luego entonces la dependencia a las importaciones continuará.
Los apoyos gubernamentales están orientados a paliar necesidades de consumo básico de la población, no al crecimiento económico. Esto provocará un efecto tijera, es decir la separación entre las necesidades de una población cada vez más demandante de bienes y servicios y una economía estancada producto del desinterés de la burguesía en invertir en el desarrollo del país.
Por supuesto esto se puede remediar, no obstante, el Plan Nacional de Desarrollo de AMLO no propone más que seguir alimentando a los monopolios privados que dominan la economía paleando un poco los efectos.
En suma, el PND presentado por AMLO tiene las virtudes de una bienintencionada agenda centrada en la atención a los más desfavorecidos, pero al mismo tiempo su defecto es carecer de una política de desarrollo económico que arrebate a los grandes monopolios el control que aún ejercen sobre el país.
No nos engañemos, en México la gran burguesía sigue mandando; no tiene el gobierno, pero todas las estructuras del aparato del estado, empezando por el poder judicial, les sirven a ciegas. Están dispuestos a mantener una guerra en contra del gobierno de AMLO e incrementarán su acción en función de que vayan tomando confianza.
Aquí no hay medias tintas; o se les quita el poder, especialmente el económico, o lo emplearán para recuperar el gobierno y aplastar cualquier esperanza de una autentica cuarta transformación. El gobierno de AMLO no es enemigo de las clases trabajadoras, incluso podría ser un aliado; no obstante en estos momentos es funcional al gran capital; no se puede servir a dos amos y quedar bien con ambos.
Todavía estamos a tiempo, debemos redoblar esfuerzos, organizarnos y movilizarnos para avanzar en la lucha en contra de las grandes familias que ejercen el poder real en México.