Escrito por: Ubaldo Oropeza
El 1 de diciembre comenzó una nueva era en la lucha de clases en México. El nuevo presidente ha sido electo por más de 30 millones de mexicanos, AMLO es el más votado en toda la historia del país. Este apoyo no es un cheque en blanco, refleja unas tremendas ganas de cambio de la población. Este deseo de transformar toda la situación es proporcional a todo lo que ha hecho la burguesía y sus gobiernos títeres en los últimos 30 años: ataques a los niveles de vida, desaparición de contratos colectivos y derechos laborales, privatizaciones de los sectores estatales a la economía, la violencia generalizada en todo el país, etc. AMLO tendrá un gran reto por delante, o se apoya en el pueblo para romper con el capitalismo o será sometido por los poderes fácticos que hoy controlan el poder económico del país: la oligarquía y el imperialismo. Estas contradicciones entre los poderes económicos oligárquico-imperiales y el gobierno de AMLO abrirán la posibilidad de que las masas intervengan en la lucha, aprendan y puedan tomar en sus manos su futuro.
La burguesía frente al nuevo gobierno
Tanto el imperialismo como la burguesía están acostumbrados a que los que se sientan en la silla presidencial son simples cuidadores de sus intereses. Esto no solo pasa en este país, sino en todo el planeta. Esto es ABC de la teoría del Estado que Marx explico perfectamente cuando decía que los Estados modernos son simples administradores de los bienes del gran capital. El Estado y los diferentes gobiernos así lo han demostrado una y otra vez a lo largo de la historia. El ultimo gran ejemplo de esto que estamos diciendo lo vimos en las crisis del 2008 y en todas las reformas que los gobiernos han implementados para “superar” este duro momento.
Miles de millones ha sido entregados a los grandes banqueros y empresarios para salvarles de la crisis, los diferentes Estados de los países no han dudado ni un minuto en rescatarles y regalarles dinero. Tampoco lo han hecho en el momento de votar todas las reformas que terminan con los derechos de los trabajadores y la juventud. Incluso las leyes están hechas para preservar ese poder del gran capital sobre la población. Así, independientemente del gobierno que llegue a la presidencia se tendrá que comprometer a seguir manteniendo el régimen de explotación capitalista.
Cuando AMLO ha dicho, en más de una ocasión, que va a separar el poder político del económico, lo que está diciendo es que su gobierno va a ser autónomo de los intereses del capital y el imperialismo. ¿Eso es posible? Algunos dirán que sí, nosotros lo dudamos mucho porque los monopolios y empresas internacionales tiene un peso brutal en la economía mexicana, la cual es dependiente de estás empresas y de las exportaciones a EEUU:
“A finales de 2017, BlackRock se quedó con la administración de los fondos de inversión de Citibanamex, cuyos activos suman poco más de 30 mil millones de dólares. Y desde 2015, BlackRock, con sede central en Nueva York, participa en la construcción de la segunda fase del gasoducto de Los Ramones II (con una inversión de 900 millones de dólares), en el ducto de transporte de gasolinas y diésel que va de Tuxpan, Veracruz, al centro del país. En octubre de ese año adquirió el fondo mexicano Infraestructura Institucional, con lo cual se metió en la codiciada licitación de proyectos petroleros de la Ronda Uno realizada por la Comisión Nacional de Hidrocarburos, pues la administradora estadounidense tiene participación en Sierra Oil & Gas, una de las grandes ganadoras de los concursos. Asimismo, en 2017 firmó un memorándum de entendimiento con Pemex para invertir en el Proyecto Golfo Centro y el Transoceánico para el transporte de gas natural.
“Prototipo del resultado de la insurgencia plutocrática, BlackRock se ha hecho del control directo o indirecto de cinco proyectos de infraestructura energética en territorio mexicano, y lo ejerce por medio de una compleja estructura corporativa que pasa por múltiples paraísos fiscales”.
Más adelante sigue:
“Si BlackRock fuese un país, sería la tercera economía del planeta tras Estados Unidos y China. Marco Antonio Slim Domit, hijo de Carlos Slim, es uno de los miembros de la junta directiva de BlackRock. Y no está de más recordar quiénes son las principales firmas de la BMV donde tiene inversiones BlackRock: Alfa es un conglomerado multinacional del Grupo Monterrey administrado por Armando Garza Sada, que abarca la producción de petroquímicos, componentes automotrices de aluminio y alimentos refrigerados, participa en la extracción de gas natural y crudo y ofrece servicios de tecnología de la información; Arca Continental, con sede en Monterrey, es la segunda embotelladora de Coca-Cola más grande de América Latina y la tercera en volumen en el mundo; América Móvil es una empresa de telecomunicaciones con presencia en 18 países de América y más de 260 millones de usuarios, que opera con el nombre de Claro y junto a Telmex son controladas por el Grupo Carso, cuyo accionista mayoritario es el magnate Carlos Slim; Cemex, presidida por Rogelio Zambrano Lozano y con oficina central en Monterrey, es una compañía multinacional de la industria de la construcción (cemento y concreto premezclado) con clientes en más de 50 países; Femsa, segunda embotelladora de las marcas de The Coca-Cola Company en el orbe, con participación en Heineken y dueña de la cadena comercial Oxxo (que incluye la red de gasolineras OXXO Gas), es presidida por José Antonio Fernández Carbajal, del Grupo Monterrey.” (Carlos Fazio, AMLO y el poder real III)
Esto muestra dos cosas, un intento por parte del gobierno de AMLO para echar atrás la reforma petrolera implicaría una batalla con toda la oligarquía y el mayor fondo de inversiones imperialista, que son los que verdaderamente dominan y controlan la política y la economía en el país, el poder del imperialismo en todo su esplendor.
Además, se acaba de renegociar el TLC, ahora USMCA, el acuerdo comercial entre Estados Unidos, Canadá y México. Dentro de las clausulas se plantea el que las armadoras que trabajan en México están obligados a comprar más piezas de ensamble en los EEUU. Pero lo verdaderamente grave es el hecho que cualquier recesión de contrato o revisión de contrato en lo concerniente al petróleo no se realizará en tribunales nacionales sino extranjeros, donde el dominio del imperialismo americano es total.
La única forma en que AMLO pueda llevar adelante una verdadera separación del poder económico del político es terminando con el poder político y esto solo se puede lograr expropiando a los grandes capitales y ponerlos bajo control de un estado de los trabajadores. Esto significa romper con el capitalismo. Si AMLO trata de dar pequeñas concesiones a los trabajadores y más pobres del país, afectando las ganancias del empresariado veremos una campaña brutal por parte de los millonarios, difamando, presionando, chantajeando y saboteando al gobierno.
¿Un Estado fuerte para resolver la contradicción entre las clases?
López Obrador se a comprometido con los más pobres del país para desarrollar una serie de reformas que favorezcan a este sector, dentro de ellas está el garantizar la educación a todos los jóvenes, becarles, garantizar un sistema de salud universal, crear obras de infraestructura para reanimar la economía y dar trabajo a un sector de la población, etc. Todo esto es loable y la gran mayoría apoya estas medidas. Los marxistas en general apoyamos estos planes, creemos que son un alivio a tanta necesidad que hay entre los más pobres. Hay algunas otras ideas del gobierno en las que no estamos de acuerdo. Por ejemplo: el entregar a los jóvenes en calidad de aprendices a la empresa privada sin que está se haga responsable de ningún derecho como trabajador, incluso el sueldo corriendo a cargo del gobierno, esto es un subsidio que el gobierno da a los empresarios.
Andrés Manuel ha dicho que el dinero para estos programas saldrá de una reducción drástica en los gastos del Estado, a los salarios de la alta burocracia, etc. Al mismo tiempo ha dicho que no aumentará los impuestos y que no pedirá deuda para mantener estos programas. Tenemos que recordar, además, que el gobierno ya no cuenta con empresas estatales con las cuales sacar recursos para financiar el gasto estatal y el gasto social -anteriormente Pemex aportaba 40% del ingreso total del Estado, ahora nada de eso es posible porque la empresa está privatizándose a pedazos y en bancarrota inducida-. Creemos que es muy complicado que AMLO pueda mantener sus propuestas sin que haya una entrada regular de dinero al Estado.
Nosotros pensamos que se debería de luchar por renacionalizar las empresas fundamentales que se han privatizado -Pemex, CFE, Minas, Carreteras, Bancos, etc.- y se debería cobrar impuestos mucho más altos a los que más tienen. Nada de esto entra dentro del proyecto de AMLO. Entonces ¿cómo poder financiar estos programas? En los diferentes países latinoamericanos donde gobiernos de izquierda reformistas (progresistas) han gobernado, se pudieron llevar adelante diferentes reformas parecidas a las que plantea AMLO porque aun el precio de las materias primas era alto y particularmente el precio del petróleo rondaba los 150 dólares el barril, esto fue antes de la crisis del 2008. Después, cuando Europa y EEUU dejaron de comprar y China freno su producción, estos gobiernos “progresistas” entraron en crisis y tuvieron que dar vuelta atrás a sus reformas y aplicar contra reformas.
Las condiciones en la que AMLO toma la presidencia no son las mejores. Una posible guerra comercial entre los EEUU y China puede desencadenar una crisis internacional con mayores repercusiones que la del 2008; México no tiene bases económicas para poder mantener fuerte su economía porque el 80% de las exportaciones van a EEUU y Trump es tan inestable que no se puede asegurar que esta situación se podrá mantener. Todo esto está encima de la mesa.
Andrés Manuel sabe todo esto. Él trata de fortalecer el Estado para que este juegue un papel en la economía: pueda crear empleos, elevar salarios, formar fondos junto a la empresa privada para crear infraestructura, ahorrar en gastos innecesarios, hacer que las grandes empresas paguen impuestos. Ahora bien, el mismo gobierno también tiene que comprometerse con la empresa privada para que esta mantenga sus inversiones en México. ¿Cuál es el precio a pagar por eso? A esta pregunta AMLO no tiene una respuesta novedosa: aumentar la edad de jubilaciones; subir a cuenta gotas el miserable salario mínimo; no revertir la reforma laboral; condonar o rebajar impuestos a empresarios; abrir zonas especiales para ocupar los recursos naturales para el empresariado, etc.
Aquí está el talón de Aquiles del futuro gobierno. AMLO para mantener la inversión y la colaboración del capital privado deberá comprometerse para seguir explotando a la clase obrera y a la naturaleza -estas dos son las únicas fuertes de donde se puede crear riqueza-.
Para lograr esto el gobierno tiene que seguir fortaleciéndose, de ahí someter a votación sus proyectos. Con la aprobación de estos la figura de AMLO se refuerza y su capacidad política para implementarlos crece frente a cualquier oposición, o frente a cualquier clase que se oponga. La autoridad política de AMLO será utilizada como argumento político para diluir las oposiciones tanto de la burguesía, como de los trabajadores que quieran luchar por sus intereses. Así, un gobierno con autoridad política y respaldo del pueblo favorecerá a algunos sectores de los trabajadores y campesinos, a algunos sectores de la burguesía e impondrá su posición nulificando políticamente a quien se oponga a sus planteamientos.
En este ambiente la clase obrera, la juventud y las mujeres saldrán a las calles a exigir que se acabe con la violencia y la explotación, a recuperar todo lo que se les ha quitado. El gobierno de AMLO estará entre dos fuerzas irreconciliables, por un lado, la burguesía y sus intereses y por el otro la clase obrera y sus aliados. Mientras la crisis económica, a nivel internacional, hace que los mecanismos para suavizar esta lucha se desvanezcan y AMLO tendrá que optar por apoyar a alguna de las dos fuerzas, o termina con el capitalismo y se alía con los explotados o se convierte en un gestor de la crisis del capital aplicando todos los ataques que el capitalismo necesita para sobrevivir. La tarea de los marxistas es acompañar en este periodo a nuestra clase, la clase obrera y ayudar a que saque conclusiones revolucionarias en todo este nuevo periodo de lucha de clases.