Con el triunfo electoral arrollador de Claudia Sheinbaum existe en general un ambiente de triunfo entre la población; sólo empañado por el disgusto y la oposición de las bases a el mal trato a personajes como Noroña o la imposición de impresentables plurinominales como Mayer, así como por la lucha de sectores organizados como los padres de Ayotzinapa y el magisterio democrático. Lo anterior y el perfil del nuevo gabinete auguran futuras luchas y contradicciones que saldrán a relucir más pronto que tarde.
Las primeras designaciones del nuevo gabinete del futuro gobierno de Claudia Sheinbaum envían un mensaje claro principalmente dirigido a los mercados y al imperialismo: no hay nada de qué preocuparse, el siguiente gobierno será técnico y “responsable” frente al gran capital y continuará con la ruta de integración al mercado estadounidense y a sus necesidades en cuanto a migración y política antidrogas. Efectivamente, después de algunas turbulencias los mercados terminaron por calmarse. En general, hablamos de un gabinete del status quo, no sólo en lo que se refiere a la estabilidad política y económica, sino en lo que se refiere a los programas sociales heredados del gobierno de AMLO. Todo esto durará hasta que lo permita la economía capitalista.
No importó que Marcelo Ebrard estirara la liga casi hasta romperla con su intentona de ser candidato presidencial y coquetear con lanzarse por el partido de derecha Movimiento Ciudadano, e incluso casi romper por la derecha junto a grupo de legisladores afirmando “no nos vamos a someter a esa señora”; fue designado Secretario de Economía. Incluso en la conferencia de prensa en que anunciaron su nombramiento fue el único en hablar ante los micrófonos además de la presidenta electa. El mensaje es claro: en la economía habrá un funcionario eficiente —desde el punto de vista burgués— y de corte neoliberal —o liberal de centro en el mejor de los casos— que, además, ya fue Secretario de Relaciones Exteriores con AMLO impulsando una política de mayor integración con el vecino del norte y sometiendo la política exterior a las necesidades del imperialismo; eso sí, con una cobertura “nacionalista” y de cierta independencia retórica en lo político. Además, se le tiende alfombra roja como candidato —aún más conservador y de centro— para el 2030.
Este mensaje fue reforzado por la ratificación de Rogelio Ramírez de la O en la Secretaría de Hacienda, con lo que se asegura una política macroeconómica prácticamente neoliberal: el control de deuda y del déficit fiscal van a continuar. Esta tendencia conservadora se refuerza con Juan Ramón de la Fuente como Secretario de Relaciones Exteriores quien, además de sus credenciales académicas, fue el rector que encabezó el aplastamiento policiaco del movimiento estudiantil de 1999-2000, cosa que los comentaristas de la izquierda reformista omiten mencionar oportunamente.
El mensaje al gran capital es claro, pero a los trabajadores se les envía otro. Mario Delgado, hasta ahora dirigente nacional de Morena, será el próximo Secretario de Educación Pública. Un gris personaje que no sólo fue operador de Peña Nieto en la imposición de la mal llamada “reforma educativa”, sino que ha sido señalado como uno de los responsables de mantener buena parte de la vieja reforma educativa —a pesar de haber prometido AMLO a los maestros que de ella no quedaría ni una coma— y ser claramente el principal impulsor desde la dirección e Morena de toda una invasión de arribistas (del PRI, del PAN y del PRD) que han infestado las candidaturas de Morena, haciendo a un lado a la verdadera militancia de izquierda. La forma ruin y traicionera en que personajes como Noroña fueron apartados es sólo la punta del iceberg de esa política.
Por si fuera poco, Omar García Harfuch encabezará la Secretaría de Seguridad Federal después de que Sheinbaum casi logra ponerlo como candidato a la Ciudad de México —cargo que milagrosamente la cuota de género dejó como candidata a Clara Brugada—. Hablamos del hijo y nieto de asesinos y represores, representantes de lo más siniestro de la guerra sucia y de las desapariciones de cientos de activistas de izquierda. Y por más que se diga que los hijos y nietos no cargan con los pecados de sus antecesores, lo que sí es claro es que Harfuch fue parte de una camarilla que impulsó la llamada “verdad histórica” del caso Ayotzinapa y que como jefe de la policía federal en Guerrero —aun cuando jure que no estuvo presente— no hizo nada por castigar a los responsables ni en localizar a los jóvenes. Se le pone allí con una visión estrechamente pragmática sin ninguna clase de principios ni respeto por los desaparecidos.
No es casual tampoco el nombramiento de Rosa Isela Rodríguez al frete de la Secretaría de Gobernación. Ella ha formado parte, de manera destacada, del gabinete de seguridad de AMLO y ha fungido en la práctica como la interlocutora del ejecutivo con las fuerzas armadas. De tal forma que su nombramiento va en la línea no sólo de mantener a lo interno armonía con el ejército, guardia nacional, etc. sino de seguir apoyándose en los cuerpos armados del Estado para gobernar, lo que derivará en mantener su fortalecimiento.
Se perfila que la brecha ya abierta entre el movimiento magisterial —y el de los activistas de izquierda en general— va a acrecentarse en el futuro gobierno. Tenemos una presidenta salida de la “izquierda” de gabinete —por más que tenga un distante pasado en el movimiento estudiantil moderado— que, aunque esté cubierta con el manto de AMLO, está a la derecha del actual presidente.
Por lo demás hablamos de un gabinete de perfil académico y técnico; con personajes salidos de la burocracia dorada de la UNAM (De la Fuente y Rosaura Ruiz, por ejemplo). Apenas se puede señalar a alguien que provenga del movimiento social —Rosaura Ruiz proviene del 68 pero hace mucho se adaptó a la burocracia conservadora de la UNAM— y Ernestina Godoy es una abogada honesta de una izquierda “caviar” que será consejera jurídica de la presidencia y procurará mantener a raya la corrupción excesiva.
La próxima administración tenderá a continuar con los programas sociales y las grandes ofertas de inversión al gran capital hasta que el ciclo económico del “nearshoring” languidezca, por una recesión o contracción económica mundial. Así como el fin del auge de las materias primas —allá por el 2018— marcó el final de la primera ola de “gobiernos progresistas” en América Latina y el inicio de profundas crisis y golpes de estado, serán los factores económicos los que marquen el margen de maniobra con el que cuente el futuro gobierno.
AMLO pudo balancearse entre los intereses contradictorios gracias a esa peculiaridad económica y a su gran habilidad política tanto para marcar la agenda como de enardecer a las masas con sus conferencias mañaneras, combinando una astuta retórica y anuncios de iniciativas (proyectos y programas), con un crudo pragmatismo y oportunidades de inversión al gran capital. AMLO pudo hacer esto porque cuenta con una historia de contacto directo tanto con el pueblo como con el movimiento social de base. Sheinbaum no tiene esos lazos directos ni ese pasado tan claro de lucha, ni va a contar con una coyuntura económica favorable que pueda sostenerse indefinidamente en el tiempo.
El ciclo económico convertirá el carruaje y vestido reformista en calabaza y harapos. El perfil de derecha del nuevo gobierno tenderá a convertir las reformas en contrarreformas y el sueño de administrar de otra forma al capitalismo y al Estado burgués se verá como lo que siempre fue: una quimera. Cuando el gobierno se someta a presión, el oportunismo y traición de los Monreal, los Ebrard y todos los arribistas metidos en Morena y en el gobierno, hará pedazos la unidad. El ejército mostrará de qué lado está, con un poder político y económico colosal, fortalecido como nunca antes por el gobierno de la 4T. Entonces se verá de qué lado está realmente el actual gobierno y a quién pertenece verdaderamente el Estado y el Ejército.
El marxismo es, entre otras cosas, la superioridad de la previsión sobre la improvisación. Todos aquellos que no creemos en el capitalismo como único futuro posible tenemos la obligación de organizarnos y crear la organización y la dirigencia que pueda dar una alternativa real de lucha y de transformación frente a las futuras coyunturas inevitables. Sólo el marxismo revolucionario y la lucha por la creación de un verdadero partido comunista revolucionario de la clase obrera puede brindarnos una alternativa.