Escrito por. Natalia García para Colombia marxista
Carlos Marx dijo que “la religión es el opio de las masas”, y el fútbol moderno no se queda atrás. El año 2018 ha demostrado ser un año lleno de convulsiones económicas y políticas en el cual la crisis del capitalismo internacional solo se profundiza. A pesar de la creciente desigualdad y la polarización política alrededor del mundo, del 14 de junio al 15 de julio, ciudadanos de los 32 países participantes en la copa Mundial se unieron aparentemente bajo su respectiva selección nacional. En América Latina, la región donde las división social entre clases es de las más abismales, solemos olvidar nuestros gobiernos corruptos y las altas tasas de pobreza que sufren las masas latinoamericanas. Sin embargo, no cabe duda que este año el mundial no logró intoxicar a las masas por completo.
Una breve historia.
La historia del fútbol en Latinoamérica está ligada con la historia de industrialización del continente a comienzos a finales del siglo XIX. Después de la independencia de España y la revolución industrial, el imperialismo británico pasó a jugar un rol más prominente que nunca en Latinoamérica. El capital inglés estuvo detrás de muchos de los proyectos de industrialización en el continente incluyendo la construcción de ferrocarriles y la expansión del sector financiero. El desarrollo del nuevo mundo atrajo muchos obreros, comerciantes y marinos ingleses los quienes originalmente introdujeron el juego en el cono sur de América. Principalmente, estos inmigrantes se concentraron en la zona del Río de la Plata debido a su importancia económica lo que quiere decir que el fútbol primero fue introducido en Argentina, Uruguay y Brasil. El deporte se popularizó en las grandes ciudades como Buenos Aires, Montevideo y Sao Paulo ya que la concentración de trabajadores permitía formar equipos con más facilidad.
Aunque al comienzo los equipos de fútbol sólo admitían jugadores de raíces inglesas, la gran inmigración hacia que las diferencias por nacionalidad fueran cada vez más difícil de aceptar. El deporte fue bienvenido como una actividad pacífica en un continente que había estado reinado por violencia post-independencia. Debido a la relativa facilidad de jugar un partido de fútbol ya que lo único que se necesita en realidad es un balón, el deporte tuvo inmediato arraigo en las masas populares. Pero aunque es una actividad que puede ser empleada por la clase obrera para su desarrollo personal, mejorar su salud, formarse en el trabajo en equipo, desarrollar habilidades físicas, etc., las clases dominantes también le han encontrado usos más alineados con sus intereses económicos y políticos.
“Nuestra” selección.
En general los deportes tienen un rol importante en el proyecto nacional de un estado. La primera edición de la copa mundial tuvo lugar en Uruguay donde se celebraba el centenario de aquel estado nacional. Bajo los colores, los uniformes y las porras, los héroes nacionales dejan de ser aquellas personas que luchan por el bien del país y pasan a ser los jugadores que más goles anoten y eviten. De esta manera se fomenta y fortalece una identidad nacional que en muchos países ex coloniales fue creada de forma ficticia.
Cada cuatro años el Mundial nos dice que debemos poner de lado nuestras diferencias para apoyar a nuestra selección, su victoria es la victoria del país, nos decimos. Pero la verdad es que el triunfo de “nuestra” selección es solo un triunfo superficial que amortigua las derrotas económicas y políticas que hemos vivido y seguimos viviendo bajo el dominio de una clase que nos explota y se apropia de las riquezas que nosotros producimos. Pase lo que pase, Copa Mundial o no, esta división de la sociedad es inherente en un sistema económico que se basa en la fuerza de trabajo de la mayoría de la sociedad y su explotación para enriquecer a una pequeña clase dominante que cada vez se hace más pequeña.
Comercialización y comodificación.
Además de la unidad nacional, el fútbol moderno genera grandes cantidades de dinero a las cuales muchos de los jugadores, los países que representan y los aficionados que hacen posible su popularidad no tienen acceso. La comercialización del fútbol primero se manifestó en la profesionalización del deporte por primera vez, lo que incluía un sueldo a los jugadores. Aunque con la comercialización del deporte hoy los salarios de jugadores profesionales son consideradamente más altos que el de un trabajador promedio, existen grandes discrepancias entre el salario de jugadores en “profesionales” que aparecen en imágenes de revistas, comerciales y demás, los amateurs o de segunda. Además, el expolio de jugadores de países Africanos se ha convertido en un fenómeno reciente que ve a estos jugadores como mano de obra barata y a la cual no se le paga nada cuando son vendidos y comprados por equipos.
A medida que el fútbol se adaptaba a la cultura nacional y hacía parte de una identidad nacional, la participación de las masas, no solo como jugadores, también como espectadores creció; la comercialización mundial del deporte lo convirtió en un bien de consumo mediático. Ahora con ánimo de lucro, los grandes equipos y torneos se basan alrededor de la generación de ganancias para los dueños de equipos, las compañías de cable que transmiten los partidos y las empresas patrocinadoras. Además, oficiales corruptos de la FIFA también se han aprovechado de su posición para avanzar sus intereses, lo cual fue expuesto en los casos de corrupción del 2015. La copa mundial, la máxima expresión de la comercialización del fútbol, se ha convertido en un gran negocio para algunos pocos que oculta la discriminación racial, la pobreza sistemática de algunos países y las divisiones de clase. Mientras las grandes empresas y las multinacionales controlen el juego y le den forma a sus intereses, esta seguirá siendo la realidad.
Distracción masiva
Históricamente, las clases dominantes se han apoyado en la dominación ideológica por medio de la iglesia, la escuela y los medios de comunicación. Por un lado esta dominación es utilizada para difundir ideas que afirman los intereses de las clases dominantes. Por el otro lado, también utilizan su control mediático para distraer a las masas que, inundadas en violencia, pobreza y miseria, buscan cualquier cosa para distraerse. El fútbol es otro espectáculo utilizado para este fin y la copa mundial desde sus inicios, ha jugado este rol.
En el 1930, mientras en Uruguay se disputaba el título de campeón mundial, en Brasil culminaba un proceso revolucionario que había empezado en los años 20 en el cual los trabajadores demandaban reforma social tras años de guerra y dominación imperial de la economía.
Existen muchos de estos ejemplos pero el más destacado a nivel mundial tiene que ser el del mundial de 1978 en Argentina. La onceava edición del mundial tuvo lugar bajo la dictadura de Jorge Rafael Videla establecida en 1976. Bajo la dictadura violenta que regía el país y mientras se jugaba el más prestigioso juego de fútbol del mundo, prisioneros eran torturados y desaparecidos como si nada. Sin duda, este mundial, en el cual Argentina ganó, le sirvió al régimen violador de derechos humanos como distracción no solo local, también internacional.
Cuarenta años después, en nuestro continente se está desarrollando un proceso político en el cual las fuerzas de la derecha y la izquierda se pelean por llegar al poder. En este proceso la participación de las masas ha sido indispensable. El pueblo latinoamericano está cada vez más pendiente de lo que está sucediendo y por eso la cortina de humo del mundial se está desvaneciendo.
Elecciones 2018
Nunca antes había una Copa Mundial sido tan insignificante en Colombia como este año. Las elecciones presidenciales ocuparon el primer lugar en las conversaciones de colombianos y colombianas promedio. La candidatura de Gustavo Petro que era visto como candidato de izquierda -a pesar de todas las limitaciones de su programa- y la de Iván Duque, representante de la derecha uribista, polarizó la sociedad colombiana. Rápidamente se desarrolló una conciencia de clase donde Petro se convirtió en el candidato de los pobres y Duque en el títere de Uribe, representante de terratenientes colombianos.
A pesar de haber tenido lugar en medio del Mundial, la gente salió a votar en la segunda ronda de las elecciones presidenciales el 17 de junio. Los 8 millones de votos obtenidos por Petro son una victoria histórica para las fuerzas progrestas del país. Esto representa el despertar de una conciencia de clase que podría dar lugar a una lucha entre trabajadores y patrones a un nivel novisto en Colombia en muchas décadas.
Mientras en Colombia el fútbol sirvió como consuelo para la derrota electoral, la eliminación de esta selección a traído de vuelta la conversación política en diferentes grupos ambiguamente organizados alrededor de la Colombia Humana dispuestos a continuar luchando.
Las elecciones presidenciales en México también tenían un carácter decisivo y el pueblo lo sabía. Salieron a votar en masa por su candidato de izquierda, Andrés Manuel López Obrador quien obtuvo una victoria contundente. La campaña de AMLO y su apoyo electoral nos demuestra el pueblo mexicano está atento y listo para la lucha.
A pesar de que intenten usar el fútbol y otros espectáculos para distraernos de la crisis en la que nos han metido los verdaderos gobernantes de nuestros países, no les va a ser suficiente para esta crisis profunda en la que nos encontramos. Los asesinatos de dos líderes políticos durante el partido de Colombia contra Inglaterra no han pasado desapercibidos. Y en Inglaterra, al mismo tiempo que la selección jugara el partido por el 3 y 4 puesto, la visita de Trump fue recibido por tres días de protestas contra sus políticas imperialistas, racistas y sexistas.
Los estudiantes y trabajadores somos la mayoría de la sociedad y está en nuestro interés acabar con este sistema económico opresivo que convierte un deporte popular que amamos en una mercancía más. Para hacer del fútbol un deporte del pueblo, falta luchar por su democratización, porque los jugadores puedan tomar decisiones junto con los entrenadores y hasta los aficionados. Para esto se necesita una reorganización completa de nuestra sociedad. Una vez organizada bajo las ideas concretas del socialismo, la clase trabajadora, junto con sus aliados estudiantes y campesinos, podremos darle un golpe decisivo al capitalismo y obtener una victoria definitiva y significativa no solo para Colombia sino también para toda América Latina y el mundo entero.