El anuncio del Decreto de Necesidad y Urgencia Nº 596 de Macri-Cambiemos con la “intención” de frenar la escalada del dólar, empujó al Gobierno a establecer un cepo cambiario, buscando limitar la fuga de capitales con una serie de medidas que lo único que provoca es una mayor incertidumbre a los millones de trabajadores.
Este decreto llega después de que el macrismo generó, en menos de cuatro años, una deuda sideral que sobrepasa el 98% del PBI del país, fugó más de u$s 70.000 millones a través de un esquema de endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, y se desprendió en tan solo semana y media –luego de las PASO- de u$s12.000 millones para “controlar” al dólar, liquidando las exiguas reservas del Banco Central República Argentina.
A esto se suma el default “selectivo” que retrasa el pago de las Letes y Lecaps (Títulos de deuda de corto plazo) y que pone a las provincias frente a un agujero financiero ya que 10 distritos tienen U$S 1.248 millones de sus ingresos invertidos en estos instrumentos especulativos. (El Analista, revista de Salta 31/08/19)
La contracara del rescate de los grandes capitalistas a manos de Macri–Cambiemos son los trabajadores y sectores populares que cargan día a día la crisis sobre sus espaldas. La enorme transferencia de recursos realizada desde los bolsillos de millones de hombres y mujeres hacia las arcas de los capitalistas solo encuentra precedentes en la crisis de 2001.
Desocupación, flexibilidad laboral, tarifazos, mesas obreras vacías, más de 12 millones de pobres en el país con un salario mínimo de apenas u$s230, 40% de niños que solo comen en las escuelas, todo expresa la lógica del paquete de medidas y políticas del gobierno desde su asunción. Con una escalada inflacionaria que excede por lejos la carrera alcista del dólar, la economía acentúa su espiral descendente.
¡Asambleas de base para definir un plan de lucha ya!
La clase obrera está sacudida por una profunda inquietud. Grandes masas de cientos de miles de mujeres y hombres se sienten predispuestos para la lucha ante los últimos acontecimientos, pero siempre tropiezan en ese camino con el aparato burocrático, conservador de su propia dirección en el nombre de que debemos ser “responsables” ante la situación económica y social de extrema volatilidad.
La autoridad política que aún conservan las direcciones sindicales y políticas ligadas a F y F todavía pueden “aquietar” las aguas de la desesperación que empuja a los trabajadores a una tendencia cada vez más manifiesta a la lucha.
La marca sin precedentes de huelgas, paros, movilizaciones, ocupación de fábricas y el crecimiento prodigiosamente rápido de lucha en todo el 2018, son la expresión más indiscutible del anhelo más instintivo de los obreros y trabajadores de priorizar su propia agenda de reivindicaciones y elevarse a una instancia superior. Sin embargo, aquí también los dirigentes Kirchneristas, hicieron todo lo que tuvieron al alcance de sus manos para detener y paralizar la ofensiva de los trabajadores e imponer un octubre de 2019 en la perspectiva de que la gobernabilidad no se rompa por la acción de las masas en la calle condicionando a un futuro gobierno propio. La orientación de las masas está determinada, por una parte, por las condiciones objetivas del capitalismo argentino en descomposición sumado a lo que ya nadie niega, una nueva recesión mundial y de otra, por la política de traición de las viejas direcciones obreras y los reformistas.
Es por esto que necesitamos discutir un plan de lucha para derrotar al gobierno de Macri – Cambiemos y al capitalismo, que desemboque en un gobierno de trabajadores.
En las fábricas y empresas, en los barrios y facultades debemos combatir las ideas que tenemos que salvar a los capitalistas, debemos batallar con los argumentos que presentan los jefes políticos de esperar a que tengamos plata en caja para seguir pagando la fraudulenta deuda externa. Nos dicen además que aguantemos hasta finales de diciembre para hacer frente a las acuciantes necesidades que día a día vivimos millones de trabajadores, es por esto que no debemos subsumir nuestras demandas en estos argumentos.
Nuestros derechos no son negociables, no podemos esperar hasta el 10 de diciembre, no solo necesitamos un plato de comida.
La salud, la educación no es negociable como tampoco el empleo y la comida.
A la fuga de capitales la necesitamos controlar y solo se podrá hacer a través del monopolio del Comercio Exterior.
Los grandes bancos mayoristas que se beneficiaron con nuestra miseria, obliga a que debemos discutir la necesidad de poner en pie una Única Banca Estatal, nacionalizando todos los depósitos de los grandes capitalistas.
A todas las fábricas que cierran, debemos ocuparlas y ponerlas en funcionamiento bajo nuestro control y gestión democrática.
Para que podamos tener futuro para nuestras familias, tenemos que romper con los acreedores de la gigantesca deuda externa, con el Fondo Monetario Internacional y avanzar en la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía bajo control obrero para establecer una economía planificada que atienda nuestras necesidades y no las de un puñado de bancos y super ricos.
¡La izquierda debe cambiar de política!
El conjunto de los grupos que integran el FIT-U deben girar 180 grados en su política táctica y estratégica. La confusión de los dirigentes de la izquierda los lleva -de persistir en esta actitud- a perder nuevamente una oportunidad de materializarse como dirección en la clase obrera.
La política electoralista y la disolución del programa revolucionario, los ha alejado como una alternativa verdadera y creíble para los millones de ciudadanos de a pie.
Es absurdo las posiciones que llevan a dirigentes de la izquierda a decir, “Hay que debatir de cara al pueblo en el Congreso, con transmisión televisada” o que giren su política en la contienda electoral, mientras que las necesidades son de organización y lucha alrededor de un programa revolucionario, que lleve hacia la huelga general y al derrocamiento del sistema capitalista y de sus instituciones.
La próxima etapa debe consistir en sistematizar la agitación, la propaganda y organización en las asambleas de base alrededor de la necesidad de la huelga general y un plan de lucha que nos saque de la crisis. Debemos establecer con decisión y claridad, el programa reivindicativo con las tareas de poner en pie un gobierno propio. Debe ser la manera de ayudar a las masas a que procesen la experiencia con los dirigentes políticos como Fernández y Fernández. Se trata de reatar la experiencia asamblearia de 2001 a un nivel superior.
El objetivo estratégico de la izquierda no consiste en reformar el capitalismo, sino en derribarlo. El conjunto de mujeres y hombres que componen el enorme ejercito de trabajadores explotados, debemos tomar en nuestras manos la construcción de una nueva legalidad, un Gobierno de los Trabajadores y el Socialismo.