Escrito por Rubén Rivera
En el capitalismo mexicano ocupa un lugar especial la fase conocida como el desarrollo estabilizador. Los teóricos e historiadores nacionalistas la presentan como una fase dorada del capitalismo mexicano, muchos añoran el regreso de aquellos viejos y buenos tiempos. Incluso muchos voluntariosamente situados en la izquierda, contemplan que una perspectiva como la de esos tiempos es la alternativa al capitalismo salvaje, por ello es preciso que los marxistas demos nuestro punto de vista sobre aquel proceso y resolvamos la pregunta ¿Es factible una nueva fase de desarrollo semejante en el futuro? De la respuesta a ello se derivan posicionamientos en la coyuntura actual y futura y por ello nos abocaremos a dar una respuesta a dichas interrogantes.
Es cierto que los elementos de crecimiento económico durante aquel periodo son innegables; ante la creciente demanda de bienes y servicios producto de la masiva emigración de la ciudad al campo el gobierno implemento una política de estimulo a la industrialización por la vía del establecimiento de barreras proteccionistas, por supuesto. La mayor parte de las obras de infraestructura e inversión energética necesaria para este proceso no partió de esta época sino que fue una continuación de la fase cardenista, así que no fue necesaria una expansión del gasto público ni un endeudamiento significativo, al menos en sus primeros años, para financiar el crecimiento. De hecho el control de la inflación se estableció por medio de lo que llamaríamos en estos tiempos disciplina fiscal, se estableció un estricto control de cambios, una severa restricción en la circulación monetaria.
La economía creció en promedio un 6.2%, 3% per capita, no obstante en la medida de que no había un sustento en la generación de bienes de capital de origen nacional, se incremento la importación masiva de dichos bienes. A la larga la única manera de cubrir la necesidad de divisas que cubriera la demanda de importaciones fue el endeudamiento externo, el 38% de la inversión privada eran productos importados. De este modo el famoso proteccionismo en los bienes de consumo no generaba ninguna base de sustento de una economía fuerte, de hecho la dependencia externa se acentuaba por la vía de la importación de tecnología y del incremento paulatino de la deuda externa
Desde 1958 el papel de la agricultura comenzó a descender, pese a ello aún un superávit en la balanza comercial agropecuaria ayudo a financiar el déficit del conjunto del comercio exterior.
A principios de los sesentas devino una caída del precio internacional de los productos agropecuarios, particularmente los Estados Unidos, ante una serie de dificultades económicas establecieron una serie de barreras proteccionistas a una amplia variedad de materias primas.
Mientras que las exportaciones tuvieron un aumento del 15% a mediados de los cincuentas a un 8% 10 años después, las importaciones mantuvieron un crecimiento del 13,6% en 1957 hasta decaer a finales de los cincuentas y mantenerse así durante la primera mitad de los sesentas.
Los intentos por frenar la brecha entre altas importaciones y bajas importaciones por la vía de la sustitución de importaciones, con la sólo imposición de barreras proteccionistas fu un fracaso, el cual sólo se reflejo a la larga. Nunca se estimulo ni se invirtió en la generación de tecnología propia o en el desarrollo de una infraestructura de producción de bienes de capital o intermedios, así mientras que se elevaba la demanda y crecían las necesidades de la economía las premisas para ese desarrollo quedaban cada vez más sujetas al exterior.
En los marcos del capitalismo no queda otra mas que seguir sus reglas, dado que una política como la que hemos delineado como alternativa hubiese requerido de la intervención masiva de la clase obrera la burguesía en el poder no tuvo de otra que abstenerse de emprender dicha vía. Por otro lado el implementar una autentica sustitución de importaciones de bienes de capital hubiese significado una ruptura con un capitalismo, especialmente norteamericano, cada vez más voraz y exigente. Eso la burguesía mexicana hubiese necesitado no ser burguesía para tomar ese camino. (La inversión extranjera en México, José Luís Ceceña, México 1955 pp9-20)
Por para financiar las necesidades de crecimiento había la alternativa de romper las barreras proteccionistas y dejar que de una vez por todas los capitalistas extranjeros de hicieran del mercado interno, no indirectamente por la vía del comercio exterior sino por la vía del control del mercado interno, no obstante en esos momentos aún era políticamente imposible emprender ese camino. Aún estaba fresco el movimiento cardenista y pese a que la burocracia priísta era corrupta y cínica sabia que parte de su prestigio se derivaba de un supuesto antiimperialismo en el terreno económico y que emprender en esos momentos es a vía era como un suicidio.
Finalmente esto creo un dilema. La burguesía nacional, en el poder, no supo mas que nadar de a muertito, es decir, dejar que las cosas pasaran, especialmente en el marco de crecientes contradicciones en el seno del la sociedad. Las masas trabajadoras empezaban a exigir la parte del pastel del crecimiento que les correspondía, precisamente en el momento en que empezaban a estallar las limitaciones del mal llamado “crecimiento estabilizador”, que en los marcos del capitalismo mas debió de ser llamado crecimiento desestabilizador.
Nuevos sectores de trabajadores fueron surgiendo y se unieron a los sectores tradicionales, en este marco los trabajadores ferrocarrileros siguieron luchando, en situación en la cual si bien ya no tenían el control del la dirección del sindicato, aún tenían un importante poder por la vía de la corriente democrática que dirigían Demetrio Vallejo y el tradicional Valentín Campa, ambos disidentes comunistas que habían formado su propio partido, el Obrero y Campesino. Vallejo y sus compañeros encabezaron al final del sexenio de Ruiz Cortines una movilización que puso en jaque tanto al gobierno como a la dirección charra del sindicato.
Otro sector que emergía en la lucha era el de los profesores que bajo la dirección de Otón Salazar cuyo poderoso Movimiento Revolucionario del Magisterio, logro en 1958 una importante victoria con la toma del edificio de la Secretaria de Educación Publica, lo que obligó al gobierno a ceder.
La coyuntura electoral, de la cual emergió Adolfo López Mateos como presidente en 1958, significó un leve respiró para los movimientos en lucha, no obstante cuando el candidato del PRI fue electo se dio rienda suelta a la represión, el 8 de septiembre la policía reprimió salvajemente una movilización magisterial y Otón Salazar, junto con otros camaradas, fue detenido.
En cuanto a los ferrocarrileros, la represión en su contra fue más difícil, Demetrio Vallejo era muy hábil en todo tipo de maniobras y trucos legales para mantener e incluso hacer crecer su corriente democrática, al grado de llegar a disputar y ganar en repetidas ocasiones todo tipo de contiendas por la dirección del Sindicato en el mismo 1958, desde la cual restituyo en sus derechos a Valentín Campa.
A partir del inicio del sexenio de López Mateos, si bien se toleró la dirección de izquierda del sindicato ferrocarrilero, se desató en cambio toda una campaña de ataques y difamaciones en contra de Vallejo y sus compañeros, la prensa no se cansaba de denuncias complots comunistas, los organismos empresariales hacían uno tras otro llamado a poner en orden a Vallejo, de tal modo que en la revisión contractual de 1959. Cuando el sindicato decidió mantener la huelga el gobierno detuvo a Vallejo efectuó un despido en masa de aquellos trabajadores que no acataran el regreso al trabajo. El ejército organizó detenciones en masa de trabajadores y finalmente controlaron la situación.
El movimiento estudiantil, que siempre fue muy belicoso empezó a cobrar características masivas, no fueron suficientes las maniobras para establecer el control gubernamental de la federación estudiantil del IPN o el establecimiento de grupos de corte fascista como el Muro en la UNAM, paulatinamente el movimiento estudiantil cobrara fuerza y se tornaba complicado establecer un control como el que se había logrado establecer sobre los trabajadores.
No obstante sin duda el puntal de la estabilidad del régimen durante aquel periodo fue el movimiento campesino, el cual durante los cincuentas se vio beneficiado por una relativa situación ventajosa en el terreno exterior y logro acumular reservas suficientes para resistir sin importantes fracturas los años sesentas.
Es cierto que en la segunda mitad del los sesentas surge un movimiento guerrillero, el cual tenía serias raíces en regiones tradicionalmente oprimidas y sujetas a relaciones semifeudales, sucedía en Guerrero, Morelos y otras regiones del Sur del país.
El movimiento guerrillero campesino es resultado de la incapacidad del régimen, para ofrecer alternativas ni en el terreno del desarrollo económico, las cuales conforme pasaban los años se iban restringiendo ni en el terreno político.
Con lo que se refiere a los estratos medios, estos iban creciendo en función de la diversificación y desarrollo del capitalismo mexicano, los conglomerado urbanos que exigían ecuación , servicios y sobre todo espacios políticos se veían obstaculizados por un régimen casi de partido único que sólo tenía espacios para la llamada “familia revolucionaria” es decir la burocracia priísta.
Para 1969 el 20% más pobre poseía e 4% del ingreso nacional, mientras que el 20% más rico tenía el 64%, para ese entonces la caída de los precios de las materias primas y el incremento de la inestabilidad en el entorno internacional propició que la dependencia de la economía en los prestamos del exterior pasara de estimulo a la economía a un lastre a finales de los sesentas el servició de la deuda representaba el 24% del PIB.
A principios de los sesentas los desequilibrios del crecimiento se habían convertido en problemas estructurales. Al plantear lo anterior, pudiera surgir la idea de que estableciendo las medidas necesarias cunado los problemas del crecimiento no eran tan grandes hubiera podido evitar la crisis que se precipitó a principios de los setentas y que puso fin al llamado desarrollo estabilizador, en realidad esto no era posible, en gran medida los criterios de crecimiento del capitalismo mexicano durante dicho periodo respondían a necesidades de expansión del capital norteamericano, la fase proteccionista también representaba beneficios para las necesidades del capital norteamericano. Los cambios, en el sentido de destruir el esquema de acumulación capitalista, sólo se dieron el capital internacional así lo exigió y en ese momento, finales de los setentas, la prioridad no era el generar palancas para un nuevo desarrollo, sino posibilitar que cada país, en particular México, fuera capaz de cubrir el servicio de la deuda externa.
Las masas de trabajadores y jóvenes que emergieron del “desarrollo estabilizador” exigieron un lugar en el marco del sistema, pero al parecer el sistema que crecía y entraba en crisis durante los sesentas no estaba interesado ni en las necesidades ni en las demandas de los nuevos sectores de trabajadores y jóvenes. Los viejos problemas del capitalismo mexicano con respecto al movimiento de lasas se habían resuelto construyendo un sistema corporativo semifascista, intentando comprar a los nuevos dirigentes y reprimiendo a aquellos que no se sometían, no obstante dicho esquema empezó a agrietarse como las presas viejas, hizo agua por un lado y luego por el otro hasta que amenazaba estallar.
Mientras que los médicos y los profesores eran nuevamente reprimidos a mediados de los sesentas, Rafael Galván líder de los electricistas llegaba al máximo reconocimiento oficial cuando era nombrado líder del sector obrero del PRI, nadie se imaginaba que 10 años después el gobierno “descubría” que era un burócrata, corrupto y un problema social, precisamente cuando se estaba convirtiendo de agente del gobierno en los sindicatos a representante de los trabajadores. Estas contradicciones que estallaron en los setentas se gestaron en la fase del desarrollo estabilizador.
El movimiento estudiantil de 1968 marco por fin, la ruptura definitiva del sistema corporativo oficial como instrumento eficiente de control social, con dicho movimiento se inició una nueva época en la lucha de clases que culminó en el movimiento contra el fraude electoral de 1988.