Escrito por Alejandro Gumá Ruiz
Correo del Alba
La Revolución Cubana atraviesa el momento de mayor peligro para la reproducción ideológica y cultural de su proyecto. No así para su reproducción económica, dimensión que desde el VI Congreso del PCC1, priorizan las reformas en curso2.
Para aquellos que sitúan las dimensiones sociales en terrenos inconexos3, y establecen entre ellas grados de dependencia lineal, una situación relativamente más favorable de las finanzas, la balanza de pagos, etc., deberá traducirse en un escenario relativamente más ventajoso para el socialismo, cuya certeza verifican sólo en la redistribución justa de las riquezas.
Es esta la visión que prevalece en la conducción de los cambios en curso y la que transparentan los documentos aprobados por los últimos dos congresos del Partido.
La ambigüedad nominal se decide en la práctica política
Los términos de “próspero” y “sostenible”, con que se designa en esos materiales programáticos4 el “deber ser” del socialismo para el contexto actual de Cuba, resultan ambiguos porque nombran también características que nos tiene reservadas el sistema capitalista para recomponer su dominación sobre nosotros e instalarse de nuevo. El capitalismo cuidará que sus conquistas de palmos de la vida nacional no se vistan de atraso o remitan la memoria colectiva a una Cuba anterior a 1959. Su entrada no se mostrará decadente o insostenible. Su regreso podría aparentar un salto. Por tanto, se deben relacionar también la prosperidad y la sostenibilidad con la política y con el desarrollo de formas de participación y control populares superiores a las que hemos tenido hasta hoy.
Ello nos ayudará a despejar las variables en disputa y a entender mejor la correlación de fuerzas de los contendientes.
Debemos cortarle el paso a un nominalismo sin apellidos y sin historia, que intenta sustituir los análisis por las enunciaciones. El fetichismo de las palabras nos induce a creer en ellas sin impugnar la práctica que tienen detrás y al lado.
Por eso la burguesía sacó más provecho de la bancarrota de los regímenes de Europa del Este que nosotros. Propagó la identificación, a nivel de discurso público y sentido común, entre el descalabro de la URSS y la inviabilidad del Socialismo (con mayúsculas).
Con Cuba la táctica es similar, sólo que debe operar con una realidad diferente. El gobierno de la Revolución detenta el poder y diseña desde su ejercicio la estrategia de continuidad del proceso. Sin embargo, necesitamos extender el convencimiento de que el socialismo comienza a fracasar allí donde la falta de él lo secuestra y habla en su nombre, no cuando caen estrepitosamente sus estructuras políticas, instrumentos jurídicos, o sus estatuas gloriosas. La transición socialista, una vez abierta por las revoluciones, cambia los datos del ejercicio del poder, pero no asegura los datos de sus resultados.
El presente en Cuba está marcado, aunque esto ocurra en sordina todavía, por una lucha ideológica en medio de la cual los revolucionarios debemos aprender a identificar los focos de “no socialismo” en la transición para atacarlos organizadamente, saber reconocerlos, e incluso, avanzar con ellos dentro cuando no nos sea posible eliminarlos por completo, pero arrastrándolos en el avance, para que lleguen maltrechos a un nuevo lugar.
El todo y la parte
No faltan quienes desestiman en Cuba al “todo” por la “parte”, inclusive suelen convertir a esta última en una totalidad respecto a su funcionamiento histórico.
El hecho de que hayamos enfrentado severas carencias, repartido la pobreza con dignidad y defendido la realización social de nuestros magros consumos en la década de los noventa, no significa que, para revertir problemas estructurales, tengamos que retroceder en las conquistas de la igualdad, la eliminación de toda forma de discriminación, la denostación de la apropiación del trabajo ajeno, etc. Y, mucho menos, consentir o volver naturales dichos retrocesos en el tiempo.
He ahí la trascendencia ideológica de los balances críticos. Si no se hacen prolifera la tendencia que iguala el fracaso de un modo de ejecución-implementación con el fracaso de la idea, la promesa, el objetivo.
La sostenibilidad de la organización política en Cuba hoy
Si establecemos una comparación con etapas anteriores del proceso revolucionario, se observa una mayor despolitización dentro de organizaciones de masas y una reducción de la membresía en organizaciones políticas.
La sostenibilidad de ambas no estriba únicamente en que se refuncionalicen para asumir los desafíos nuevos que origina el cambio de táctica de los Estados Unidos hacia Cuba y el reflujo de procesos favorables a las mayorías en América Latina, sino, sobre todo, en que no se disocien el carácter político y el de masas.
Organizaciones selectivas como la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), por ejemplo, están en capacidad de representar a un mayor número de personas y que ello se convierta en vector de fortalecimiento de su rol de vanguardia.
Por otra parte, surgen colectivos de diversa índole en Cuba, que, desde posicionamientos diferentes, y hasta encontrados, buscan cubrir las brechas del entramado institucional.
Estimo que lo anterior constituye un síntoma de vitalidad, y que las relaciones, conflictivas o de complementariedad, entre esa diversidad de actores, impactarán de modos aún difíciles de pronosticar, los ritmos, direcciones y efectos de las transformaciones que acontezcan.
El espacio de la revolución es –y debe ser siempre– más grande que el espacio que ocupan dentro de ella sus organizaciones e instituciones. Para lograr ir a la vanguardia, estas no deben asfixiar los movimientos auténticamente revolucionarios que surjan; antes bien, deben tenerlos como propulsores de sus cometidos y tareas, sin convertirlos en oficinas.
Apunto, por último, cinco apuestas en que, considero, cifra el capitalismo su recolonización gradual de Cuba:
• La utilización de nuestros propios instrumentos para Derrotarnos
Como no ha podido matarnos, el imperialismo busca que nos suicidemos. Entre otras, la corrupción, mediocridad, falta de autonomía y audacia para dar respuesta a los problemas, son heridas graves que infringimos a nuestros organismos estatales y sociales. Deben ser atacadas en tanto consecuencias políticas y no meramente administrativas.
• Un drenaje, más que una inundación
Conectado al punto anterior, todo vaciamiento de contenido revolucionario en el funcionamiento del entramado institucional y organizacional cubano provoca debilitamientos de sus bases sociales y genera confusión en torno al ideal que le ha servido como eje en la consecución de su fuerza de convocatoria y de sus propósitos educativos. El aumento en la llegada de turistas, en la valorización del dinero o en productos de la cultura mercantil que circulan entre nosotros, son factores menos importantes que la desustanciación de los instrumentos con que contamos para hacerles frente.
• Un reforzamiento de la cualidad de “consumidores” por encima de la de “ciudadanos”
El mayor acceso a consumos sin la continua promoción de una escala de valores anticapitalista del bienestar, y a tecnologías, sin el desarrollo de una participación de masas cada vez más directa en los diseños de sus usos críticos, podría comenzar a darle más sujetos al mercado que a la tarea de relanzar el socialismo en el país.
• Los ejercicios no revolucionarios de la política
La reclusión de la política a los ámbitos gubernamentales, su burocratización o eventual retiro de la vida cotidiana, afectan la emergencia de un liderazgo colectivo (partidista e institucional) de la sociedad cubana, única alternativa viable para sustituir el liderazgo histórico de la Revolución.
• La idea de unidad nacional como “coexistencia pacífica” de intereses de clase diferentes y opuestos que tienen al Estado por encima como árbitro y corrector
Esto se evidencia en el estímulo a la sindicalización por igual, dentro del sector cuentapropista, tanto de los dueños de negocios como de sus empleados. En uno de sus artículos, el nuevo Código del Trabajo prevé que: “El Estado reconoce y estimula a las organizaciones sindicales que agrupan en su seno a los trabajadores de los diferentes sectores y ramas de la economía y representan sus derechos e intereses específicos, con independencia de la naturaleza o características de su relación de trabajo.”5
A modo de (in)conclusiones
Hoy, una de las cuestiones más decisivas es si perderemos el socialismo en el proceso de administrarlo, si la recuperación de la economía nos alejará de la nueva cultura por la que batallaba el Che como signo de la sociedad nueva. En esa pelea tenaz andamos cubanas y cubanos. Nada está decidido en Cuba. Una tremenda disputa de sentidos tiene lugar, aunque ella es más soterrada que abierta.
Tras el deceso de Fidel, escuché a muchos compañeros decir que había concluido el siglo XX. Además de erróneo, tal aserto tiene un costo para la movilización de las conciencias y las voluntades de todos. La muerte de todo revolucionario auténtico no señala nunca un final. Cuando se fue Fidel, el 25 de noviembre de 2016, a 60 años exactos de su salida de México para reiniciar la lucha por la liberación de Cuba, lo que realmente nos quiso decir es que comenzaba la pugna por el siglo XXI. Entera sobre sus contemporáneos está ahora la responsabilidad de hacer terminar al siglo XX; y esto sólo sucederá de veras si llevamos la emancipación a cotas superiores de libertad y justicia.
Notas:
1 Partido Comunista de Cuba.
2 “Para alcanzar dicho objetivo el VI Congreso del Partido Comunista de Cuba ratificó que el eficiente desempeño de la economía es lo principal…” Ver: “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista. Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030: propuesta de visión de la nación, ejes y sectores estratégicos”, párrafo 51, p. 6.
3 El indicador probatorio de la interconexión no es la similitud entre la situación de un ámbito y otro, lo cual quedaría desmentido tras un breve análisis comparado, sino la escasa capacidad que tiene, por sí sola, la situación favorable de un componente en particular, para determinar la situación favorable del sistema en general.
4 “Conceptualización del Modelo Económico y Social Cubano de Desarrollo Socialista. Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta 2030: propuesta de visión de la nación, ejes y sectores estratégicos.”
5 Código de trabajo (Ley 116), Gaceta Oficial de la República de Cuba, 17 de junio de 2014, Cap. II., Art. 12, p. 455.
(Publicado en Correo del Alba No. 60, enero-febrero de 2017, www.correodelalba.com)
Alejandro Gumá Ruiz. Sociólogo e investigador del Instituto Cubano de Investigación Cultural (ICIC) “Juan Marinello”.