Iniciaron una serie de protestas en México por el asesinato, a manos de la policía, de Giovanni López en Jalisco. Él fue levantado por la policía y después lo entregaron a sus familiares sin vida. Esto despertó la rabia entre la juventud jalisciense que convocó a movilizaciones y protestas en las plazas públicas.
En la Ciudad de México, el viernes 5 de junio, se citó a una movilización frente a la embajada de los EEUU en solidaridad con la lucha que se está dando en el norte del continente contra el racismo a raíz del asesinato de George Floyd, un afroamericano asesinado en plena detención, movilización que llegaría a la Casa Jalisco.
Esta manifestación fue acompañada de un despliegue de la policía de la Ciudad de México, exageradamente mayor al número de manifestantes.
Alrededor de unos 300 policías comenzaron a provocar y hostigar a los manifestantes con sus cascos, escudos y extintores, avanzaban hacia los jóvenes. Cabe señalar que, a comparación con las diversas manifestaciones tanto en Jalisco como en EEUU donde ha habido mayores destrozos, aquí sólo hubo una serie de vidrios rotos y las típicas pintas.
Durante la persecución hacia los manifestantes por parte de los cientos de policías, una joven que cayó al suelo de nombre Melanie Martínez de 16 años fue brutalmente pateada en la cabeza por los policías y más de uno le pisó el rostro a la vez.
Hay una serie de videos e imágenes que documentan la violenta acción que probablemente dejará secuelas físicas de gravedad. La policía con una orden clara “mantener el orden público” comenzaron una cacería y persecución de los manifestantes que terminó en detenciones violentas y arbitrarias.
Por la noche la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum expresó que no toleraría el abuso policial, señaló que dio una orden clara al cuerpo policíaco de evitar provocaciones y que eso no se había atendido a cabalidad, por lo ocurrido comenzaría una investigación para deslindar responsabilidades a quienes agredieron a la joven de 16 años principalmente, sin embargo, no dejó de condenar la manifestación como alteración al orden y comentó que se debía sancionar.
La policía cumple su papel histórico de represión al pueblo y no de cuidado y protección hacia el mismo. Ha habido múltiples enfrentamientos con la policía durante el gobierno de Sheinbaum, a pesar de que se creó “el cinturón de paz” donde una cadena de personas “civiles”, que es la primera línea del despliegue policíaco en las movilizaciones con el fin de “evitar” enfrentamientos, realmente se ha visto rebasada y no por los manifestantes sino por la misma policía. En la marcha estudiantil del 2 de octubre del 2019 sobre la calle 5 de mayo los policías rompieron el llamado cinturón de paz, provocaron el enfrentamiento y realizaron un encapsulamiento violento de una parte de la manifestación, ante estos hechos la jefa de gobierno no dio declaraciones similares a las de ahora.
Es claro que no hay intenciones del nuevo gobierno de realizar acciones como las del viejo y rancio priísmo, recordemos que con Peña Nieto se prohibió la entrada al Zócalo de cualquier manifestación, era común observar sobre la Alameda, a la altura del Palacio Bellas Artes camiones, patrullas y filas de policías con armaduras listos para la guerra, como si la manifestación fuese un ejército extranjero invasor.
Pero lo que nos debe quedar claro es que aún los gobernantes sean la Madre Teresa de Calcuta y gobiernen con sus políticas de paz, la esencia de la policía seguirá siendo la misma: mantener el orden social establecido al servicio de los intereses del capital, este orden de opresión, discriminación y violencia.
La rabia en tiempos de pandemia
Este es el ambiente que se respira a nivel internacional, a pesar de la pandemia y el confinamiento la opresión, los feminicidios, el racismo y la violencia policíaca no están en cuarentena, todos estos son síntomas de un sistema enfermo. La rabia de la juventud, harta de esta vida de opresión y miseria, salió a la calle arriesgando su salud, sin embargo, las juventudes y la gente enardecida no está desafiando la pandemia.
El coronavirus ha recrudecido la crisis del capital, se pronostican números negativos en la economía internacional y eso le preocupa fuertemente a la burguesía, han obligado a la clase trabajadora a seguir operando las industrias pues no están dispuestos a perder sus ganancias. La clase trabajadora y la juventud son los más afectados, 105,680 son los casos confirmados por Covid-19 en México y hasta ahora han muerto 12,585 personas.
Así los empresarios han hecho una serie de declaraciones para que se levante el confinamiento presionando al gobierno para que las nuevas medidas sean para proteger las empresas y no a los trabajadores, al mismo tiempo veíamos una marcha de la ultraderecha y pequeño burgueses en sus autos de lujo exigiendo que se vaya AMLO, a la par un trabajador desde el transporte público les gritó “los obreros somos los que movemos a México”, un claro ambiente donde los sectores más conservadores y de derecha quieren mantener sus privilegios y al mismo tiempo los trabajadores y la juventud están sacando conclusiones muy radicales que nos van a empujar a procesos de organización y protesta.
Abolición de la policía
Durante las protestas la pinta “A.C.A.B” “All Cops Are Bastards” (todos los policías son unos bastardos) ya es común en las paredes de la ciudad y en las protestas a nivel internacional, aunque no es un término nuevo, sino que desde la década de los 70’s ya era parte de las protestas. Mucha de la rabia juvenil esta impregnada del odio hacia los policías y cualquier cuerpo que represente una autoridad de este tipo.
Pero como pasamos del odio a la policía hacia su completa eliminación, aquí hay dos cosas interesantes, ¿quiénes son los policías y para qué o a quiénes sirven? No podemos entender el papel de la policía sin la existencia del Estado, que surge como un administrador de la riqueza acumulada, que mantiene los privilegios de la clase dominante, lo que generó una sociedad dividida en clases, esta estructura no siempre existió y no siempre ha sido el mismo, conforme se ha desarrollado la humanidad el Estado también se ha transformado.
Ahora que vivimos bajo un sistema capitalista, el Estado tiene su razón de ser porque existe la propiedad privada y la división de la sociedad en clases, la democracia burguesa que va de la mano con la explotación capitalista y el Estado parece no ser un aparato opresor porque permite a la sociedad elegir a sus gobernantes y hay leyes que supuestamente cobijan al pueblo, etc.
En palabras del propio Engels: “El Estado no es de ningún modo un poder impuesto desde fuera de la sociedad; tampoco es la realidad de la idea moral, ni la imagen y la realidad de la razón como afirma Hegel. Es más bien el producto de la sociedad cuando llega a un grado de desarrollo determinado; es la confesión de que esa sociedad se ha enredado en una irremediable contradicción consigo misma y está dividida por antagonismos irreconciliables, que es impotente para conjurar. Pero a fin de que estos antagonismos, estas clases con intereses económicos en pugna no se devoren a sí mismas y no consuman a la sociedad en una lucha estéril, se hace necesario un poder situado aparentemente por encima de la sociedad y llamado a amortiguar el choque, a mantenerlo en los límites del orden. Y ese poder, nacido de la sociedad, pero que se eleva por encima de ella y se divorcia de ella más y más, es el Estado”.
Así bajo el capitalismo las riquezas que producen los trabajadores y que acumulan los ricos, la administran por medio de un Estado burgués, para cuidar sus privilegios y riqueza el Estado necesita un bastón de violencia que pueda controlar para mantener una “estabilidad social”, así es como las fuerzas armadas, los ejércitos, la marina o los policías son instituciones que se crean y se utilizan en momentos determinados para oprimir, violentar y desmovilizar la lucha justa de los trabajadores, la juventud y las mujeres.
Múltiples ejemplos, a lo largo de la historia, demuestran cómo el Estado burgués utiliza a las fuerzas armadas para aplastar la lucha revolucionaria y pueden ser tan violentos como requieran para dejar lecciones. México 68, durante el movimiento estudiantil, es un claro ejemplo. El ejército, respondiendo a su esencia violenta, tomó violentamente escuelas y secuestró y torturó estudiantes por mandato del gobierno en turno.
No creemos que existan “buenos” policías y que por eso debemos reformarlos, “educarlos”, darles cursos de perspectiva de género, etc. Sino hacer un trabajo de abolición completa a la seguridad capitalista y que durante esa lucha las fuerzas represivas se dividan en líneas de clase.
Este es un error en el que caen muchos compañeros que, de manera honesta, siguen creyendo en las leyes, en la democracia y en la reforma de las instituciones. Tristemente nada de esto existe para los de a pie, la justicia sólo llega para quien puede pagarla y las leyes sólo se cumplen en contra nuestra. Pero jamás hemos visto un juicio para los Francisco Franco en el Estado español, o para los Díaz Ordaz en nuestro país, o para los dueños de las trasnacionales que explotan los recursos naturales sin control, la única ley para los ricos es la de la ganancia y la acumulación.
La juventud sin miedo a la lucha
Cuando decimos que queremos abolir a la policía y por ende al Estado, muchos podrán tacharnos de ingenuos o anarquistas, pero no lo somos, somos jóvenes revolucionarios y marxistas. A diferencia de la política anarquista, no sólo odiamos a los policías y gritamos que somos “anti autoritarios” o que estamos contra todo tipo de poder y ya. Entendemos que para destruir al poder burgués que nos somete, debemos nosotros como juventud y trabajadores, destruir ese viejo poder y construir un nuestro poder sobre nuestros explotadores, abolir las fuerzas represivas y armar al pueblo para su legítima defensa.
La juventud ha encabezado movimientos históricos en defensa de sus derechos y contra la tiranía capitalista, este 2020 no será distinto, el capitalismo no nos ofrece nada, no tenemos un futuro asegurado y una vida digna en el presente.
Pensamos que no existe algo parecido a un capitalismo humano, pugnamos por la transformación radical de la actual sociedad. Debemos organizarnos y utilizar nuestra digna rabia, nuestro odio de clase, convertirla en organización colectiva y revolucionaria para abolir la explotación capitalista, el Estado y las fuerzas represivas.
Nuestro corazón se incendia cuando nos vemos en las calles luchando, la llamas que cubren grandes edificios serán efímeras cuando la juventud sea la chispa que encenderá la llama de la revolución proletaria.
Al momento de escribir estas líneas nos enteramos de la detención arbitraria de decenas de jóvenes y estudiantes en Jalisco, exigimos su liberación y la salida de gobierno autoritario de Enrique Alfaro.