Las movilizaciones y acciones recientes para exigir justicia por los recientes casos de violaciones y violencia sexual a manos de la policía de la Ciudad de México han sacado a las calles a miles de mujeres en una potente movilización que expresaba fehacientemente el sentir de las mujeres trabajadoras de todo el país ante la ineptitud de las autoridades para investigar, atender y hacer justicia por las denuncias realizadas en los días previos.
Este hartazgo no es menor, pues había estado en manos directamente del gobierno de Claudia Sheinbaum el detener y sancionar a los policías involucrados sin trabas ni alegatos, sin embargo, se observaron toda una serie de torpezas y omisiones durante la investigación como la pérdida de evidencia genética que condenaría directamente a los culpables, la filtración de datos personales de la víctima por los ministerios públicos, así como las declaraciones de la propia jefa de gobierno y de la fiscal de la ciudad al tachar de «provocaciones» las primeras manifestaciones que se desarrollaron a los pocos días después de que se diera la noticia de la violación de una menor a mano de cuatro policías de la ciudad. Como respuesta a ello, comenzaron a circular por redes sociales varias convocatorias para una nueva concentración para el viernes 16 de agosto a nivel nacional para exigir justicia y freno a la crisis de violencia de género en todo el país.
A esta movilización asistieron mujeres de a pie de todas las edades y de diferentes estratos sociales; trabajadoras, estudiantes, grupos de madres de las víctimas de casos de violencia de género y organizaciones feministas de todas las tendencias. La rabia contenida era mayúscula y la forma que encontraron para expresarla, a falta de una dirección del movimiento que diera fuerza a sus demandas, fue la de la realización de pintas en edificios públicos y acciones que terminaron incluso en la quema de una estación de policía y la destrucción de una estación del Metrobus. Esta es la muestra de lo que es capaz de hacer el movimiento ante un nivel avanzado de hartazgo por el estado de barbarie en la que nos encontramos, a pesar de ser un grupo de apenas unas 5mil personas.
Las mujeres que asistieron a la concentración son las mismas mujeres que han salido a la lucha en las innumerables marchas para terminar con la violencia y son también las mujeres que han luchado por derrocar al régimen de la derecha en las elecciones pasadas. Desde el triunfo de López Obrador en la contienda presidencial, ha existido un tremendo apoyo hacia el gobierno, esto se ha demostrado en repetidas ocasiones como el apoyo en la lucha contra el huachicol y las movilizaciones obreras en Matamoros, sin embargo, el pueblo tampoco está dispuesto a aceptar los ataques de la derecha y los reveses del reformismo en el gobierno. Los trabajadores han mostrado que saldrán a las calles para que se cumpla incluso un poco más del programa mínimo por el que votaron y lo ocurrido el viernes pasado no fue la excepción.
Los eventos suscitados alrededor de estas manifestaciones adquieren relevancia para el movimiento en su conjunto, pues ha cristalizado posiciones y algunos puntos importantes que se deben tener en cuenta para movimientos futuros que tendremos en puerta y en los que debemos participar.
Sobre la violencia y la organización del movimiento
Toda coyuntura es una ruptura en la inercia colectiva. Los movimientos se desatan con una pequeña chispa en el pajar de acontecimientos producto de la lucha de clases. Este estallido puede ser de gran explosividad, puede sacar a las calles a grandes masas de trabajadores, o bien, a los sectores más conscientes dispuestos a luchar. Durante la explosión del movimiento los trabajadores y sectores en lucha saben exactamente qué es lo que no quieren, abren sus conciencias y se suman a las acciones que lleven a cabo quienes se encuentren a la vanguardia del movimiento, esta línea de ascenso puede ser tan larga y alta dependiendo del desarrollo y las características de la coyuntura, sin embargo, todo tiene un límite. Llegando al punto más álgido es necesario que se abra la discusión entre los actores del movimiento para estructurar un programa de lucha y organizar de manera colectiva las acciones y métodos que ayuden a alcanzar los objetivos que se planteen; es un momento decisivo para impulsar una nueva etapa del movimiento o que caiga estrepitosamente con algunas o pocas victorias conseguidas. Es aquí donde la última oleada se quedó.
Durante los últimos años ha habido una proliferación de grupos feministas “radicales” que se han colocado a la cabeza del movimiento. Estas organizaciones compuestas por mujeres honestas parten de la ideología de la acción directa ante la incapacidad de resolver las diferentes problemáticas por la vía política o legal. Toman acciones como el escrache y las pintas como métodos para rodear el cerco informativo y la posición de los medios burgueses y así “visibilizar” la violencia hacia la mujer y tratar de hacer justicia desde abajo. Sin embargo, sus métodos distan mucho de lo que necesita el movimiento en su conjunto. Es cierto que al calor del movimiento y ante la falta de alternativas políticas, muchas compañeras de a pie se suman a sus acciones, pero el resultado es un callejón sin salida al no tener una dirección clara que se refleja en sus consignas, sumado al vacío de estructuras organizativas, llevan a diluir fácilmente el objetivo del movimiento sustituyendo lo solo por estas acciones. Esto se reflejó en la concentración en la glorieta de insurgentes, donde no hubo un posicionamiento central, ni la enunciación de un pliego petitorio que diera sentido a las movilizaciones. Muchas compañeras que se acercaron a la marcha no sabían qué hacer una vez congregadas en la plaza quedando orilladas a las decisiones individuales de los grupos antes mencionados.
Nosotros no rechazamos el empleo de la violencia contra la burguesía. Sin embargo, abogamos por la organización y selección de las acciones con el grueso de compañeros en la lucha siempre que ayuden a impulsar y a no dividir el proceso, así mismo, rechazamos toda acción violenta contra el pueblo trabajador al que debemos sumar a las movilizaciones para triunfar. No es el mismo impacto social el que un grupo de encapuchadas quemen una estación de policía a que miles de trabajadores organizados hagan propias las instalaciones policiales y se creen grupos de autodefensa populares democráticamente electas. Esta última alternativa adquiere una dimensión política y social mayor llevando a un nuevo nivel al movimiento. Para llegar a ello es necesario de un exhaustivo trabajo de base y convencimiento de que la lucha y las ideas son justas. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en Oaxaca en el movimiento de la APPO en 2006, donde la Coordinadora de Mujeres Oaxaqueñas (COMO) organizo una movilización hacia el canal 9 para ejercer su derecho de réplica ante las falacias del estado en contra del movimiento, al serles negado el espacio para defenderse, la asamblea no decidió la destrucción de los canales de televisión, sino impulsaron la toma de las instalaciones de la televisora del estado para ponerla al servicio del movimiento. Esto representó en lo sucesivo aire fresco para el movimiento y contar con una herramienta más para la organización del pueblo.
Rebasar el reformismo es tarea del pueblo en lucha
El capitalismo a nivel mundial se encuentra en crisis, todas las promesas de la globalización y el libre mercado están haciendo agua en todo el mundo y los trabajadores están probando todo tipo de propuestas para salir de ella a toda costa. La inestabilidad política y económica ha generado bandazos hacia la izquierda o a la derecha indiscriminadamente, es por ello que podemos explicar el triunfo de Trump y Bolsonaro o toda la oleada de gobiernos progresistas en América Latina. Sin embargo, aún no hemos visto o encontrado una posición abiertamente revolucionaria, todas las tendencias progresista de América Latina han tratado de limar las asperezas del sistema para darle un “rostro humano”. Dentro de este grupo tenemos a Lopez Obrador que con un movimiento de más de 20 años ha logrado ganar a la mayoría del pueblo mexicano. Pero debemos observar la evolución de su campaña que en los últimos años ha tenido un acercamiento mayor con elementos de la burguesía nacional y que, a pesar de conservar su misión de programas sociales para aliviar un poco la carga de los trabajadores, ha ido diluyendo su programa dándole garantías a los explotadores sobre sus libertades y ganancias. Los gobiernos reformistas tratan de flotar entre las clases sociales para mediar sus intereses, pero lejos de ello, afianza la moral y los privilegios de la clase dominante.
Este planteamiento se traduce incluso en la idea que se tiene de la justicia, creen que con las leyes engendradas de la burguesía pueden resolver los problemas de la clase obrera y esto es justamente lo que ocurrió en estos días. A final de cuentas los reformistas conservan la estructura y la moral del régimen anterior, se aferran a sus principios siempre y cuando los trabajadores lo permitan.
Durante las dos manifestaciones se demostró energía y decisión. Con solo algunos miles de compañeras se puso al gobierno de la ciudad contra las cuerdas. Inicialmente el gobierno de la ciudad asumió su papel, criminalizando la protesta y amenazando con abrir carpetas de investigación contra quienes participaron en los “disturbios”, sin embargo, esta posición terminó encendiendo más el calor de las masas desbordando el ambiente el 16 de agosto.
El gobierno de la ciudad se encontraba en una encrucijada, solo con dos alternativas: la represión abierta al movimiento o resarcir algunos de sus errores para frenar la movilización. La elección fue por la segunda alternativa, ya que bajo la bandera de la cuarta transformación y con la presión de la movilización encima, de ninguna manera podían actuar como lo hubiera hecho el PRD o el PRIAN. El aventurarse a enfrentar a la policía contra la movilización o simplemente la persecución de las activistas, habría presentado un escenario de lucha más fuerte en donde posiblemente habría tenido intervención el grueso de la población. En su lugar, fueron obligados a tener un planteamiento pidiendo disculpas al movimiento por las declaraciones del gobierno, así como la no apertura de carpetas de investigación contra las manifestantes, la planificación de reuniones con representantes del feminismo académico como Martha Lamas que ha figurado como vínculo entre estas tendencias y la jefa de gobierno donde se han prometido una serie de mesas de diálogo con los diferentes grupos feministas, hasta el planteamiento de ser instructoras de los cuerpos policiales para que tengan una perspectiva de género.
Este escenario muestra también las limitantes de los movimientos feministas y su incapacidad de llevar la lucha hasta sus últimas consecuencias, ya que en vez de hacer un llamado para la conformación de un programa de lucha unificado por la reivindicación de los derechos de las mujeres e ir por todo, convocan sin rumbo fijo produciendo confusión y limitando la lucha a unas cuantas concesiones. La radicalización de un movimiento no se mide en cuanto al nivel destructivo de sus protestas como si fuera un terremoto, sino en enarbolar la lucha hasta sus últimas consecuencias. Esto implica en la práctica la no separación de la lucha de las mujeres, sino la mayor unidad de los explotados y sectores oprimidos.
El impacto de la movilización alcanzó una escala internacional, esto también jugó un papel de presión hacia el gobierno para modificar su posición. Mientras en México los medios burgueses se concentraban en polarizar la opinión pública y atacar a la movilización por las pintas o los daños a edificios públicos, medios internacionales como El País hablaban sobre la crisis de violencia que se vive en México cuestionándose incluso las estrategias del gobierno para combatir al crimen.
Quemarlo todo o cambiarlo todo
Ante todo lo acontecido, en redes sociales se ha recurrido a sacar la conclusión de que las pintas y los cristales rotos han logrado avanzar en la lucha por los derechos de la mujer y que esa es la estrategia a seguir, sin embargo, fue en última instancia la participación de miles de mujeres con una fuerza impresionante, que en combinación con las presiones políticas que existían de por medio, los que lograron abrir la brecha para hacer recular al gobierno. Si bien los vidrios rotos fueron un centro de atención de la lucha, la desigualdad y la violencia no se van a frenar acumulando escombros, es necesaria la organización del movimiento de mujeres para las batallas ulteriores que están pendientes como la despenalización del aborto a nivel nacional. Sólo un movimiento bajo las líneas del socialismo podrá salvarnos de la barbarie.
¡A cambiarlo todo para mantenernos seguras y libres!