Hace no mucho el Covid-19 paralizó a la nación mexicana y al mundo, por lo que el gobierno se vio obligado a tener en cuarentena a la población del país. Esto obviamente afectó a los estudiantes y al pueblo en general y, para no perder clases, la UNAM decidió emplear las clases en línea por diversas plataformas: Zoom, Google Classroom, Microsoft Teams, entre otros. Sin embargo, esta institución se olvidó de 2 factores fundamentales: la forma en que los alumnos reciben las clases y los alumnos que no pueden presentarse en las plataformas virtuales.
Cuando hablamos de la forma en que los alumnos reciben este tipo de clases, nos referimos a que no están listos para recibirlas de esta manera El sistema educativo desgraciadamente sólo ha enseñado a los alumnos a obedecer y a no cuestionar la información que presenta el profesor, lo que quiere decir que sólo saben obedecer y escuchar a una autoridad. Entonces, ¿qué pasa cuando esa autoridad está detrás de una pantalla? ¿Qué pasa cuando esta misma autoridad no sabe utilizar estas plataformas? La respuesta es sencilla; al estar todo el tiempo escuchando sin cuestionar a una autoridad y al ver que esta autoridad ya no representa lo mismo, los alumnos suelen no tomarse estas clases en serio.
No es una clase de calidad el sólo ver al profesor explicar unas diapositivas sin dejar que los alumnos lleguen a participar. No es clase dejarles mucho trabajo a los alumnos sin explicar nada y sólo dejando tarea, esperando que ellos lleguen a aprender solos. No se culpa a los profesores, pues ellos solo hacen lo que pueden, ni mucho menos culpamos a los alumnos, quienes sólo hacen lo que el profesor les pide para pasar la materia, anteponiendo esto antes que el aprendizaje.
La contingencia y las clases en línea dejan en evidencia cómo el sistema positivista (en el sentido que nos enseñan la historia aprendiendo fechas, personajes y datos sin un sentido crítico) ha hecho que los alumnos sean dependientes de una autoridad que les diga qué hacer y que les dé la información. Esto hace que los jóvenes no sean críticos, aunque el CCH ha adoptado un modelo más crítico justamente para que los jóvenes busquen información por si solos. Sin embargo, la mayor parte de la UNAM sigue teniendo el sistema positivista y por igual la SEP.
El otro gran problema de las clases en línea es la accesibilidad de los alumnos de bajos recursos y de los foráneos, de los “olvidados». La UNAM aplicó las clases en línea porque busca tener la imagen de que la UNAM no para; quería mantener el prestigio de ser la máxima casa de estudios, la que ve primero por la educación. Pero se olvidaron de que muchos de sus estudiantes no tienen los recursos necesarios para tener una computadora o por lo menos internet en casa. Se olvidaron de que muchos alumnos tuvieron que trabajar en la cuarentena porque a sus papás los despidieron.
Esos alumnos no pudieron tomar las clases en línea y, por ende, reprobaron. En estos casos es donde se desmiente el mito de la meritocracia, esa famosa frase de: “el que quiere puede». Vemos que, aunque el alumno quiera, no puede tomar ese tipo de clases. La sociedad alineada espera que 2 alumnos, uno de bajo recursos, que apenas tiene lo necesario para ir de su casa a la escuela, que hace su tarea en un café internet, se comporte y rinda igual académicamente que otro alumno que tiene computadora, celular, e internet en casa; es decir, un alumno que tiene los recursos para quedarse en casa sin la preocupación de qué va a comer o de si va a llegar su papá o su mamá todavía con trabajo. La meritocracia sería válida en igualdad de condiciones, pero no es así. No hay 2 mundos; lo que sí hay es desigualdad y falta de oportunidades. Como se mencionó en el punto anterior, las clases en línea no crearon este problema, sólo dejaron en evidencia uno ya existente, que es la desigualdad económica. La UNAM dió una falsa cara de preocupación al crear el programa emergente de recuperación a curso ordinario, pero este programa sólo aplicaba cuando el profesor no se había puesto en contacto con los alumnos. Entonces, ¿qué pasa con los alumnos que no se pudieron comunicar con sus profesores por los problemas antes mencionados? La respuesta es evidente, no pasa nada. Estos alumnos se quedan sin aprendizaje y con malas notas. La UNAM no pensó en ellos, no los tomó en cuenta ni los ayudó a que se comunicaran con su profesores o de que de alguna manera adquirieran aprendizaje. Esta institución sólo pensó en mantener su prestigio y en los que sí podían tomar estas clases; por ello se refiere a estos alumnos y compañeros como “los olvidados”.
Ya vimos los problemas y la mala aplicación de las clases en línea. Como acabamos de ver, la mejor opción era recalendarizar las actividades académicas de manera que todos los alumnos tuvieran acceso a educación.
También que los alumnos tuvieran una clase de calidad: una presencial con participaciones y un pensamiento crítico, pero una vez más a la burocracia de la UNAM le preocupó más mantener su prestigio. Quiero señalar que el programa de recuperación sólo esta siendo una alternativa para los maestros que no se conectaron durante el semestre, y que hay filtros innecesarios como los cupos para que los alumnos ingresen a este programa. No está permitiendo el acceso a alumnos que por diversas razones no pudieron conectarse a esa clase, lo cual genera un proceso desigual en la finalización del semestre que está llevando a que los alumnos terminen el semestre a destiempo o ni siquiera vean la opción de finalizar.
Lo cierto es que existe mucha incertidumbre respecto a este semestre y al que viene, pues se plantean clases mixtas (a distancia y presenciales). Sin embargo, claramente no hay un proyecto o plan que pueda hacer que los alumnos en condiciones críticas sorteen la pandemia y, además, su semestre.
Pedimos que se cancele la evaluación, que las actuales clases sean de repaso y que se garantice la educación pública y gratuita para la comunidad estudiantil. Exigimos proyectos y campañas para donar materiales electrónicos a los alumnos y maestros que lo necesiten.
*Estudiante del CCH Azcapotzalco