Escrito por: Daniel Alejandro García, Bloque Popular Juvenil – El Salvador
Durante años la dirección de nuestro partido ha intentado pintar un cuadro optimista de la situación: “todos los planes han sido correctos, estamos en el rumbo ideal, hemos mejorado las condiciones de vida de las masas” y cosas por el estilo. En esa línea han mantenido una política que lejos de acercarnos a las masas obreras nos han distanciado cada vez más de ellas, la confianza que se nos fue depositada en la última década ha desaparecido y ha sido sustituida por una apatía cada vez mayor. La obstinación de la dirección por abandonar un programa revolucionario y aferrarse a los curules legislativos ha impedido afrontar de manera revolucionaria la crisis capitalista en la que estamos sumergidos desde hace años. En lugar de llamados a la clase obrera para que luche, nuestros dirigentes nos decían una y otra vez que desde el parlamento solucionarían las cosas y que por lo tanto debíamos dejar en sus ingeniosas mentes y hábiles manos lo que le correspondía a la clase obrera conquistar en las calles y en las fábricas. En el pasado ya habíamos dicho que tarde o temprano esta incomprensión de la situación objetiva pasaría factura al partido, ese momento ha llegado, los resultados en las últimas elecciones eran ya sabidos no solo por la dirección sino que también un amplio sector de las bases teníamos claro que resultaría difícil salir bien librados de este proceso.
Está claro que Arena no se ha fortalecido en estas elecciones, al igual que el FMLN han perdido votantes, a pesar de esto la enorme cantidad de votantes que nuestro partido ha perdido permitió que esta recuperará una cantidad aplastante de alcaldías y diputaciones. Sin embargo, el descrédito general de las viejas instituciones y partidos no aseguran ninguna estabilidad para la próxima Asamblea Legislativa, por muy dominada por la derecha que se encuentre, ninguna contrarreforma será impulsada sin el temor a que las masas estallen y salgan a las calles.
El próximo periodo será decisivo no solo para el proletariado, sino que para nuestro mismo partido, no exageramos al decir que si no se realiza un cambio táctico y totalmente opuesto a los que desde la dirección se nos ha dicho que debe hacerse corremos el riesgo de desaparecer, la debilidad de nuestro partido por lo tanto está ligada de manera indisoluble a los lineamientos de la actual Comisión Política, esta podría quedar mucho más claro si analizamos algunos aspectos teóricos que han fundamentado el accionar del FMLN en el último periodo.
¿Revolución democrática con rumbo al socialismo?
Los marxistas luchamos por la edificación del socialismo como única alternativa para las masas trabajadoras, a sabiendas que esta tarea debe ser realizada de manera consiente por la clase obrera no despreciamos ningún espacio que nos sirva para elevar la conciencia de las masas: los sindicatos, los partidos políticos, los parlamentos y las municipalidades ofrecen un espacio ideal para poder agitar a la clase obrera, de realizarlo de manera correcta podría oxigenar los ánimos de combate de los trabajadores. Sin embargo, esto implica que en los momentos de auge del movimiento no pueden existir vacilaciones, o se da un golpe certero al capital o este resurgirá de nuevo y de una manera más reaccionaria, para los revolucionarios el factor tiempo es apremiante. El año 2009 estuvo marcado por un fermento que adquirió matices revolucionarios, no solo la campaña electoral previa a las presidenciales denotaba entusiasmo y acercó a las nuevas capas jóvenes de trabajadores a nuestro partido, muy a pesar de llevar a Funes como candidato, sin embargo, la revolución no estaba en las mentes de nuestra dirección en ese momento, sino que basados en la teoría de la revolución democrática se veía a las masas simplemente como votantes que asegurarían la permanencia de los diputados en sus sillones, esto es a lo que denominaron Marx y Engels como cretinismo parlamentario este último lo describía como una enfermedad “que hace a sus infelices víctimas compenetrarse con la solemne convicción de que todo el mundo, su historia y su futuro se rigen y determinan por la mayoría de votos de aquella institución representativa la cual tiene el honor de contar con ellos entre sus miembros”.
Suena atractivo y económico impulsar una revolución gradual, sin confrontaciones y teniendo como tarea única seguir ganando escaños en la asamblea, sin embargo, adolece del mal de dejar los cambios fundamentales para un futuro muy lejano, por ejemplo, si revisamos el discurso de Medardo Gonzales en la conmemoración del 37 aniversario de la fundación de nuestro partido describía los procesos electorales como “elecciones intermedias”, de hecho definió las elecciones del 2018 como “las terceras elecciones intermedias”, debemos preguntarnos ¿intermedias de qué? ¿De cada elección presidencial? ¿Elecciones intermedias dentro de la revolución? En el primer caso solo demostraría que la única preocupación es la de administrar el Estado en la segunda deberíamos preguntarnos cuantas elecciones intermedias restan para el socialismo, ¿tres?, ¿tres mil?, lastimosamente ningún revolucionario puede establecer una fecha exacta para la revolución, por lo que a falta de esta sagacidad para predecir el futuro la teoría de la revolución democrática es dilatoria, oportunista y totalmente contraproducente para los intereses de la clase obrera. Debemos abandonar esta teoría y sustituirla por la consigna de la revolución socialista permanente e internacional, el futuro de la revolución en nuestro país pasa por comprender que el aparato estatal no está diseñado para solventar las necesidades de la clase obrera, por lo tanto no es nuestro objetivo final, sino el de saber interpretar los ascensos de la conciencia de los trabajadores y enrumbar esos ánimos a la conquista del poder, el control de la banca, la tierra y la industria.
La correlación de fuerzas y el papel de las masas
Otro de los argumentos que se nos ha repetido es el de que no tenemos correlación de fuerzas, un argumento totalmente engañoso, desde el punto de vista parlamentario no lo hemos tenido, ahora mucho menos, cada vez que se ha exigido impulsar un cambio fundamental se nos ha dicho: “luchar por un cambio de tal magnitud es una empresa imposible con las actuales fuerzas con las que contamos debemos seguir acumulando fuerzas”. Lastimosamente esa acumulación de fuerzas no se refiere a si el pueblo respaldaría al partido si se le convocase a las calles, para nuestra dirección significa tener más diputados y alcaldes, algo que bajo el capitalismo no solventa nada, para los marxistas la acumulación de diputados revolucionarios en los parlamentos solo tiene sentido si estos se ligan con las masas, es decir, un revolucionario en su calidad de diputado debe asistir a las fábricas en huelga a apoyarlas, debe ir a los barrios a explicar la necesidad de la organización de movilizaciones que impulsen medidas como aumento al salario mínimo, nacionalización de las palancas económicas, debe usar los micrófonos y las cámaras para explicar que el culpable es el capitalismo y que sólo es posible elevar las condiciones de vida de las masas si este es derrocado, ¿hemos tenido esta política de parte de nuestros diputados? Lastimosamente no la hemos tenido, nuestros diputados se han perdido en la lógica del parlamento burgués, asistir a reuniones interminables (adrede), formar mil comisiones, negociar con partidos de derecha, etc. ¿El punto fundamental es qué impacto tiene esto en la población? Muchos trabajadores no se sienten identificados con el estilo de vida de nuestros diputados, la paciencia ha sido sustituida por la altanería, el acercamiento ha sido cambiado por los trámites burocráticos, las masas han sido cambiadas por Gallegos… relegar a las masas a un papel de simples votantes es la política que nuestro partido ha seguido en el último periodo.
¡La desconfianza pues de las masas al partido es el resultado de la desconfianza de la dirección a las masas!
¿Disciplina consiente u obediencia ciega?
Este es el momento de la base, los recientes acontecimientos nos han demostrado que nuestra dirección en absoluto es infalible, ahora vemos que es esta dirección la que ha organizado la recién derrota, durante años se nos ha dicho que todos aquellos con ideas contrarias a las de la dirección son disidentes, infiltrados de la derecha o cualquier apelativo contrarrevolucionario que se pueda imaginar, si bien es cierto elementos de la derecha se fueron aislando también muchos elementos descontentos pero de izquierda fueron sacados de las filas de nuestro partido, se ha querido inculcar que el único militante bueno es aquel que no cuestiona ¡esto es absurdo! Uno de los problemas ideológicos fundamentales de nuestro partido es precisamente los pocos espacios democráticos de debate y toma de decisiones, los militantes saben que a pesar de sus quejas y/o recomendaciones en muy rara ocasión esta es tomada en cuenta, esta no es una manera de formar un militante consiente sino todo lo contrario: arribistas y oportunistas. Abogamos por la disciplina consiente, pero para poder construirla debemos luchar en contra de cualquier intento de la burocracia partidista de callarnos, o desconvocar nuestras reuniones, hoy por hoy la base tiene en sus manos la tarea de reconstruir al partido, de dotarlo con gente nueva con ánimos reales de combatir y defender un programa realmente revolucionario y socialista.