Por: Evert Beltrán
Hace ya algunas semanas e incluso meses se dieron algunos cambios en el gabinete del Presidente AMLO. Varios pusieron el grito en el cielo: unos pensando que el gobierno de AMLO se desmoronaba, otros –los más halagüeños– lo vieron como una depuración normal y hasta necesaria.
Sin embargo, nada de lo anterior se puede afirmar. Lo que sí es seguro es que el gobierno de AMLO es joven. A seis meses de iniciada su gestión cuenta con un enorme apoyo y simpatía; en una encuesta del periódico El Universal del día 11 de junio del presente año, el 72% de los encuestados aprueba la gestión de AMLO al frente del gobierno, asimismo, se le otorga un 7.33, en una escala del 1 al 10. Apoyo que no deja de lado las contradicciones del mismo gobierno, contradicciones que hicimos notar desde la presentación del gabinete durante su candidatura a la presidencia (e incluso antes hicimos críticas al programa de Morena y a sus propuestas de campaña), y que han permitido que se “colaran” muchos candidatos provenientes de otros partidos, con un historial muy negro, que sin embargo ahora son presidentes municipales, diputados locales, diputados federales, senadores, gobernadores y miembros del gabinete.
Y justamente han sido algunos de estos elementos no tan populares entre la base de Morena, ni entre la ciudadanía, los que han ido saliendo de los puestos que AMLO les asignó.
Uno de los primeros casos fue el de la exdiputada panista Clara Torres Armendáriz, quien fuera la responsable del Programa de Estancias Infantiles. Se separó del cargo por no estar de acuerdo en el rumbo que tomaría dicho programa, pues consideró como errónea la medida de entregar el dinero directamente a los familiares para que ellos decidieran si llevaban a sus hijos a las estancias o si pagaban a otra persona para que cuidará a sus hijos. Arguyó que la decisión fue una revancha política, pues fue bajo el gobierno del PAN cuando se implementó dicho programa, pero más allá de eso, se han encontrado irregularidades en el padrón de niños beneficiados por el mismo. La Subsecretaria de Bienestar Ariadna Montiel informó que unos 97,180 niños inscritos en el padrón del Programa de Estancias Infantiles no fueron localizados durante el censo que se realizó.
Otra renuncia que causó revuelo fue la que se dio en la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat): Josefa González Blanco Ortiz Mena presentó su renuncia después de un incidente del que nadie la salvaría, pues causó un retraso a los pasajeros y tripulación de un vuelo comercial que iba de la Ciudad de México a Mexicali, Baja California. Ante tal situación, publicó desde su cuenta de Twitter que “el verdadero cambio requiere que nadie tenga privilegios y que el beneficio de uno, así sea para cumplir con sus funciones, no esté por encima del bienestar de la mayoría”. También agregó: “la transformación de México comienza por la convicción personal y la congruencia de los actos, por eso, he presentado mi renuncia al Presidente López Obrador”. Esta renuncia (a mi parecer) no se presentó, sino que se pidió; en redes sociales tuvo impacto la noticia del retraso del vuelo y obviamente el gobierno de AMLO no va a dejar cabos sueltos en su lucha contra la corrupción y los privilegios. De otra forma, siendo fiel a los principios del mismo, y según sus tuits, no hubiera pedido que el avión no despegará.
Una renuncia más provino del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), en donde el expanista Germán Martínez se desempeñaba como director general del Instituto. Pero antes de sumarse a las filas de Morena en 2018 como candidato plurinominal al senado, fue diputado federal de 1997 al 2000 y de 2003 a 2006. Ya bajo la administración del espurio de Felipe Calderón, fue secretario de la Función Pública, cargo que dejó para asumir la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del PAN, en 2007.
En este caso la renuncia atrajo la atención de redes sociales y medios de comunicación, para empezar porque no queda claro lo que sucedió, más allá de la carta que el exdirector envió al Consejo Técnico del IMSS, en la que externa la intromisión de Hacienda en las decisiones del Instituto, así como el excesivo control en las finanzas del mismo; además de que da a entender que hay elementos dentro del Instituto que actúan aún con corrupción. En la carta también expone que mientras AMLO habla de terminar con el neoliberalismo, Hacienda sigue actuando bajo sus prácticas, al recortar presupuesto y despedir trabajadores del Instituto. En general, en la carta se hace notar como un hombre comprometido con la cuarta transformación, dando propuestas sobre las mejoras que deberían de hacerse en el Instituto, para optimizar el servicio a quienes más lo necesitan y muchas más cosas por el estilo.
Desde mi muy particular punto de vista, la carta, más allá de dar cuenta de su salida del Instituto, hace notar que hace falta mucho por hacer; muestra que la corrupción está enquistada en el más recóndito espacio de cualquier secretaría. El exdirector quiere darse baños de pureza, sobre todo por su pasado, y más allá de no estar de acuerdo con las directrices sobre el control de los recursos (tal vez dictadas por el mismo AMLO), deja en evidencia que no iba a seguir órdenes ni se iba a someter a alguien más que no fuera el presidente.
La renuncia más reciente ha sido la del comisionado del Instituto Nacional de Migración (INM), Tonatiuh Guillén López, quién presentó su renuncia al cargo en medio de la negociación y del “convenio” entre el gobierno de México y el de los Estados Unidos para no imponer aranceles adicionales a los productos mexicanos, convenio que contempla el endurecimiento de las medidas migratorias para contener a los migrantes centroamericanos en su viaje al “sueño americano”, lo que implica el despliegue de 6,000 elementos de la Guardia Nacional para blindar la frontera con Guatemala, además de que las personas que pidan asilo en Estados Unidos tendrán que esperar la decisión en territorio mexicano.
Aquí la renuncia queda un poco más clara, pues al separase del cargo no será él quien vele por los intereses de Estados Unidos en la frontera sur de México, pero también demuestra que no todos están siempre de acuerdo con AMLO, como lo ha externado recientemente Porfirio Muñoz Ledo.
Pero, por el momento, las renuncias no se acabarán. Ya bien porque arrojen la toalla al verse incapacitados para dar solución a las problemáticas que se les presenten (puede ser que no cumplan las expectativas de AMLO), o simplemente al no estar de acuerdo con la política o directrices a seguir.
Como mencionaba al inicio, el gobierno de AMLO es joven, no se ha desgastado significativamente, mantiene un enorme apoyo entre la población y ha sabido maniobrar, pero las contradicciones se mantienen y se irán profundizando cada vez más, pues como lo dijimos: AMLO no puede mantenerse de forma prolongada con una política titubeante entre las clases sociales, y cuando se agote el tiempo y suceda que tiene que decantarse por una de ellas, sobre cuál lo hará es un enigma. Pero en cualquiera de los dos casos, no tenemos tiempo que perder para empezar a organizarnos, ya sea para hacer frente a un ataque del gobierno o para profundizar las políticas de AMLO en nuestro favor.