Escrito por: Esquerda Marxista – Brasil
De repente, pero sólo de repente, parece que todo el mundo está hablando de lo mismo: la muerte de Marielle Franco es inadmisible, es necesario defender la democracia. Pero las apariencias pueden ser engañosas y detrás de la aparente unanimidad, hay una brecha insalvable.
Marielle, militante del PSOL [Partido del Socialismo y la Libertad] y concejal de Río de Janeiro, acababa de ser elegida portavoz del Comité de la Comisión de la Cámara Municipal para investigar y analizar la intervención estatal hecha por medios militares, de la seguridad en Río de Janeiro. Ella denunció los abusos que se cometían por la Policía Militar (PM), en particular, por uno de los batallones que ganó la fama del batallón que más mata en Río.
Y poco después de que las denuncias se incrementaran, ella fue ejecutada por un francotirador con «experiencia», según la policía civil. Las multitudes que salieran a las calles a protestar gritaron, como los periódicos informaron, «Marielle presente». Sin embargo, dos de los gritos lanzados por la multitud fueron duramente criticados por los periódicos burgueses que cínicamente piden investigar los hechos: «Fuera Temer» y «Por el fin de la intervención militar.» Y otro grito, que desaparece de casi todos los periódicos (sólo hay una referencia en la Folha de Sao Paulo, dentro del artículo), ya fue popularizado desde las manifestaciones de 2013: «¡No acabó! ¡Tiene que acabar! ¡Quiero el fin de la policía militar».
Sí, detrás de la aparente unanimidad de las denuncias de las muertes de negros y residentes de las favelas, de la criminalidad que sólo hace aumentar, la vieja lucha de clases sale a la escena y hace su entrada en el dolor y en la revuelta: Quiero el final de la policía militar – el aparato del gobierno que reprime y mata generalizadamente a los que se manifiestan.
Durante las manifestaciones de 2013, un grito se oía en las plenarias y asambleas de estudiantes: «en los cerros, las balas son de verdad, no son de caucho». Y mientras los periódicos destacan las muertes «en el asfalto», en los cerros la represión se desata fuerte contra los trabajadores y la población más pobre.
El ejemplo típico es el de la Villa Kennedy, creada a partir de favelas desplazadas del centro de la ciudad, con financiación de la «Alianza para el Progreso» del imperialismo norteamericano. La favela siempre fue un lugar de miseria y, con la expansión del narcotráfico, pasó a ser un lugar muy interesante para ese tipo de negocio. El Ejército, encargado de la seguridad, resolvió que la favela sería un laboratorio para experimentar cómo se daría la represión. Día tras día, ellos iban, retiraban los mostradores del narcotráfico, fotografiaban a los moradores, comprobaban los documentos, desaparecían por la noche y el narcotráfico volvía. Al día siguiente, la misma escena.
Hasta que el ayuntamiento dirigido por el Obispo Crivela de la Iglesia Universal resolvió «ayudar» a los favelados. Mandó fiscales que llegaron y destruyeron todo el comercio «ilegal». Esto quiere decir, los residentes que trabajaban duro de sol a sol, vendiendo café, pastel, o cualquier otra cosa, vieron sus establecimientos destruidos. Y el ejército estaba allí cuidando de la seguridad de los «fiscales».
¿Todo en la legalidad? Si fuera en la Zona Sur, los fiscales llegarían educadamente, multarían al establecimiento y darían un plazo para que el dueño recurriera o retirara sus bienes. Pero, el pobre es pobre, el proletario es proletario, la burguesía (aunque sea pequeña) es burguesía, y el trato es diferente. El rigor más allá de la ley se abate sobre los proletarios.
Y de repente, ¿una concejal cumple su papel y denuncia la violencia del Estado? ¿Cómo es eso? ¿Cómo eso es posible? En Río, ciertamente eso no es posible y la concejal del PSOL es ejecutada por cumplir su papel. La burguesía entra en shock.
El Estado de Río sufre con la privatización de los servicios públicos, especialmente el de salud, donde puestos y hospitales funcionan gracias a contratos con empresas que gestionan todo: contratan médicos, enfermeros, auxiliares, limpieza y seguridad y compran los medicamentos, ropa de cama, los alimentos. En los periódicos a menudo aparecen las denuncias de contratos no cumplidos, contratos millonarios o de médicos, enfermeros y auxiliares trabajando sin recibir salarios.
Las concesionarias de carreteras consiguen exenciones de impuestos. El metro es una concesión privada, pero para comprar nuevos vagones o ampliar las líneas el que invierte es el Estado. En otras palabras, el gobierno aporta todo: línea, estaciones, vagones, y la concesionaria sólo se queda con el beneficio.
En el sistema de jubilación de los empleados públicos, una farsa gigantesca. Como el Instituto de Previsión está con deudas, todos los ingresos del Estado con los royalties de petróleo se dan en garantía para un préstamo hecho a un banco de EE.UU. que deposita mensualmente la cantidad a pagar a los jubilados… o no. El resultado es que el dinero que podría ayudar al pueblo en salud, educación y transporte va directo a los Estados Unidos.
La seguridad en las calles de la Zona Sur y Centro se garantiza mediante contratos llamados de Lapa Legal, Centro Legal, Copacabana Legal, donde los comerciantes locales pagan a los policías fuera de servicio para que patrullen los barrios, con armas, esposas y uniformes cada uno diferente del otro.
La Guardia Municipal tiene una actuación en la que los camellos huyen, porque cuando son atrapados el resultado es siempre la pérdida de mercancía, sin recibo o documentación, que puede engordar a los guardias o puede simplemente ser revendida a otro camello protegido.
Los autobuses de la familia Barata, los microbuses, las furgonetas controladas por milicias, sirven para enriquecer los bolsillos de empresarios que no pagan impuestos mientras el pueblo sufre en los «quentones» y los conductores trabajan en días de 40°C a la sombra con el motor del autobús hirviendo a su lado. Los proletarios mueren temprano en estas condiciones insalubres, sufren con asaltos y robos en sus autobuses, mientras los dueños de las empresas se casan y bautizan a sus hijos en ceremonias que salen en las columnas sociales, generalmente en los salones del Copacabana Palace.
Y, para completar, el Carnaval. Todos bailan, y bailan principalmente los altos dignatarios del país y del Estado, confraternizando con «bicheros» y con traficantes de drogas que controlan el desfile de las escuelas de samba y se atreven a mostrarse a la luz del día, aunque contra ellos existan autos de prisión. Después de todo, todo es Carnaval y la policía no se acordará de arrestar al padrino de la escuela de samba ¡justo en día de fiesta! Y todo sigue maravilloso, mientras que en los cerros el pueblo sufre, muere de enfermedades, de desesperación, bajo las balas de policía y de los traficantes, donde nunca se sabe quién es quién y es mejor quedarse callado antes que morir.
Y como Marielle no se calló frente a las muertes y abusos en los cerros, ella murió. Murió a manos del aparato de Estado, murió como mueren los trabajadores en los cerros, murió y el mundo se cayó, porque los gobernantes sintieron que tal vez habían ido demasiado lejos.
La TV Globo, en la noche del día 14 no se decidía dar la noticia. El fútbol se extendió hasta donde no daba más. El locutor anunció que entraría el noticiero y luego el reality show BBB, pero cortó y sin ningún comercial comenzó el BBB. Nada de noticias. Media hora después, la orden de cómo dar la noticia vino de arriba y fue cumplida: Marielle fue ejecutada y puede haber sido la banda podrida de la policía.
Al día siguiente, editoriales de los principales diarios burgueses condenaron la ejecución y, el Estado de São Paulo advirtió que ese no debe ser el camino a seguir. La burguesía tiene claro que no puede llevar la lucha de clases a una guerra civil. Eliminar físicamente a los líderes populares en la actual situación política nacional e internacional, antes de convertir a Brasil en una Colombia (donde ya ocurrió que miles de líderes políticos y sindicales han sido asesinados), haría estallar una revolución en Brasil. La burguesía prefiere que la lucha de clases continúe expresándose a través de la vía institucional, donde ella tiene el control, define las reglas, etc. Esta ejecución fue un salto en la oscuridad, organizada y promovida por un sector del aparato de represión sin el apoyo de las fracciones dominantes de la burguesía nacional. Es por eso que los principales órganos de prensa burgueses adoptaron ese tono.
Entonces la indignación estalló en el país, con actos en las principales capitales, donde la exigencia central era el fin de la Policía Militar. Y los periódicos transmitieron, informaron de las manifestaciones y omitieron la consigna. Pero se hizo hincapié en destacar la «defensa de la democracia», la importancia de la concejal que defendía a los negros, las mujeres, los gays, etc.
En San Pablo la indignación con la Reforma Previsional del Ayuntamiento y con la represión en la Cámara de los Concejales, se unió a la rabia por el asesinato de Marielle. Más de 100.000 en las calles, reuniendo a profesores, empleados municipales, trabajadores y jóvenes que juntos cantaban por el fin de la PM y de la represión.
En Río, el acto empezó con el velatorio de Marielle y del conductor Anderson, en la Cámara de los Concejales, en el centro de la ciudad, a las 11 de la mañana bajo el sol abrasador. También el coro se repite pidiendo el fin de la represión y de la PM. Un acto convocado frente a la Asamblea Legislativa, otro frente a la Candelaria y el pueblo que toma las calles pasa por encima de cualquier división y empuja a todo el mundo de vuelta a Cinelândia. El tránsito para en el centro de la ciudad y la PM no tuvo coraje de aparecer o reprimir. El pueblo tomó las calles, indignado, desde la mañana hasta la noche. Decenas de miles participaron, imposible contar entre los que llegaron a las 11 de la mañana y se fueron más temprano, y los que llegaron más tarde y hasta las 8 de la tarde el movimiento continuaba: unas personas llegaban y otras se iban, cansadas, pero con la certeza de que participaron en la lucha y que nuevas luchas vendrán. La burguesía puede gritar en sus periódicos, sus radios y televisiones contra el pueblo que gritaba «Fuera Temer» e intentar ocultar los gritos de «PM asesina». Pero el pueblo estaba allí, ellos aprendieron y ellos volverán. La lucha enseña mucho más que millares de manuales.
El presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), la presidenta del Supremo Tribunal Federal (STF), todos se pronunciaban en defensa de la democracia y decían que las ideas de Marielle no podían morir. Hasta el semi-presidente que se sienta en la silla del Palacio del Planalto, Temer, vino a hablar en defensa de la democracia. Sí, todos juntos, en tanto que sólo queremos «limpiar la barbarie», cortar la banda podrida y olvidar los gritos de los jóvenes y oprimidos.
En la propia izquierda, las entrevistas y discursos recuerdan en todo momento la «defensa de la democracia». La Esquerda Marxista destaca, como un punto fuera de la curva, pero un punto que se conecta inmediatamente con todos los trabajadores y jóvenes, y con la nota de la Asociación de Jueces para la Democracia:
“Las muertes de Marielle y Anderson fueron, hay que repetirlo, muertes de odio, de odio a la democracia. La falsa democracia brasileña permite que una persona como Marielle sea elegida, pero no que exista y mucho menos que resista. Por la real posibilidad de la participación de agentes estatales en el exterminio de Marielle y Anderson, y sus familias y amigos: la AJD, Asociación de Jueces para la Democracia, exige una investigación independiente”.
Sí, es lo mínimo que se puede exigir. Al final, mientras las fracciones de la burguesía se debaten para decidir si será la Policía Civil, la Policía Federal o la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) quien va a comandar las investigaciones, cuando las fracciones del propio aparato de Estado se preguntan cuál es el tamaño del corte que va a permitir cesar el cuestionamiento del propio Estado sin desmontar demasiado el aparato represor, ¿cuál es la mejor forma de conducir todo eso? La AJD coloca el dedo en la herida: ¿cómo es posible aceptar que los responsables del crimen sean los mismos que van a determinar el crimen? En realidad, todo el aparato represivo del Estado sólo se orienta a defender la propiedad privada de los medios de producción, sirve para atacar a los trabajadores y jóvenes, pero no garantiza la seguridad de nadie (las 60 mil muertes anuales por bala lo demuestran).
La vida es dura para los jóvenes de las periferias, para los hijos de la clase proletaria. Desempleados, víctimas de una política de encarcelamiento masivo, asesinados en su día a día, tengan o no conexión con cualquier tipo de tráfico. El ejemplo de los estudiantes y trabajadores ejecutados por la policía, el joven que enseñaba en la iglesia, muestran muy bien que el aparato sabe distinguir la ropa y el color: se mata más negros y pobres. La muerte de Marielle muestra que cuando se logra tener un mínimo de voz para denunciar eso, usted entra en la lista de los marcados para morir.
La burguesía no puede en modo alguno modificar a fondo su aparato represor. En medio de una operación de renovación en la política (Operación Lava Jato) que intenta colocar a políticos «más baratos» como conductores del proceso, ahora se enfrenta a la revuelta popular. Por eso la Red Globo decide dedicar el 80% de su noticiero en el horario de máxima audiencia a la muerte de Marielle, por eso hace un clip de un minuto de homenaje a Marielle. Y los periódicos, los comentaristas de radio y TV, critican a los que gritan «Fuera Temer» en las manifestaciones, a los que gritan contra la intervención en Río, y queriendo que todos se encuadren en la defensa de las instituciones podridas de la Nueva República.
Nuestro papel, como marxistas, comunistas del PSOL, es explicar. Explicar que la violencia de este Estado en crisis no va a disminuir, sólo tiende a aumentar. Que las convulsiones aumentarán y que sólo la autoorganización de los trabajadores, en comités de autodefensa puede ofrecer alguna perspectiva de defenderse de los traficantes de drogas y de la policía. En el ínterin, mientras no sea posible construir los comités, mientras esta discusión tenga que aflorar, es necesario exigir lo mínimo que gritan los manifestantes: ¡Por el fin de la Policía Militar! ¡Investigación independiente y castigo a los culpables! ¡Fin de la Intervención en Río, Fuera Temer y Pezão!
Artículo original: A crise no Estado burguês e o assassinato de Marielle