Con la llegada al poder de Evo Morales Ayma y el Movimiento al Socialismo, se implementaron reformas sociales y económicas significativas que han moldeado la situación económica actual en Bolivia. Estas reformas se han llevado a cabo dentro de un modelo económico denominado «capitalismo andino-amazónico», según lo propuesto por el ex vicepresidente Álvaro García Linera. Este concepto implica la adaptación del capitalismo a las realidades históricas, culturales y geográficas de la región andina y amazónica, en supuesta contraposición al capitalismo occidental.
La defensa de este modelo se fundamenta en la idea de que en Bolivia no existen las condiciones adecuadas para instaurar el socialismo, debido a la falta de desarrollo de las fuerzas productivas y la ausencia de una clase trabajadora prominente. En lugar de ello, se aboga por un Estado fuerte capaz de negociar con los sectores privados de la economía. Sin embargo, esta postura implica una postergación indefinida del concepto de revolución proletaria, con elementos fundamentales como el control obrero de los medios de producción y la planificación democrática de la economía.
Como marxistas, es importante tener una comprensión clara de nuestra teoría revolucionaria, identificando los aspectos que son inconciliables con la construcción de una dirección revolucionaria que pueda llevar a la clase trabajadora a la toma del poder y a llevar a cabo la revolución. Es esencial también destacar nuestras diferencias ideológicas con otras corrientes izquierdistas, al tiempo que evaluamos los efectos reales de las políticas y acciones del gobierno.
En primer lugar, es falso afirmar que en Bolivia no existe una clase obrera que pueda liderar la lucha por el socialismo. Existe un poderoso proletariado que ha jugado un papel central en todos los episodios revolucionarios de nuestra historia (1952, 1971, 2003), particularmente el proletariado minero. Bolivia es un país capitalista y como tal, la clase trabajadora juega un papel central, y en número es proporcionalmente mucho mayor que era en Rusia cuando la revolución bolchevique de 1917. Es cierto que existen amplias capas de campesinado y de pobres urbanos muy numerosas y que la clase obrera debe ganar a su lado en la lucha por la transformación social. Pero nada de esto justifica la idea de que haya que esperar al desarrollo capitalista (“andino-amazónico”) antes de poder plantear la lucha por el socialismo.
Veamos en la práctica qué ha significado la aplicación de la estrategia propuesta por García Linera. Por ejemplo, al analizar las medidas tomadas por el Estado respecto a las grandes empresas agropecuarias en la región oriental, se puede entender mejor muchos de los eventos ambientales recientes. Esta burguesía ha sido beneficiada por normativas que legalizaron prácticas como el chaqueo y la penetración forestal en un intento por expandir la frontera agrícola y garantizar la soberanía alimentaria. Sin embargo, esto ha resultado en deforestación masiva y olas de incendios, mientras las importaciones de alimentos nacionales continúan aumentando. Todo esto se enmarca en una economía que prioriza la ganancia y el libre mercado, por sobre las necesidades de la población.
En este contexto, es importante también considerar el panorama laboral en el país, donde se reflejan los desafíos económicos y laborales. A pesar de los esfuerzos del gobierno desde 2006 para aumentar los salarios tanto en el sector público como en el privado, los resultados han sido insuficientes para mejorar la calidad de vida de la mayoría de los trabajadores. Según especialistas, sólo alrededor del 30% de la fuerza laboral se beneficia de estos ajustes salariales.
Los datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) muestran que, si bien ha habido aumentos nominales en los salarios desde 2005, el poder adquisitivo real de los trabajadores apenas ha mejorado. En el sector privado, el salario nominal ha aumentado significativamente, pero el salario real, ajustado por inflación y necesidades básicas, apenas ha experimentado un aumento mínimo. Esto evidencia que, aunque se han implementado medidas para mejorar la situación económica de los trabajadores, la realidad laboral sigue marcada por la precarización y la falta de oportunidades de empleo de calidad.
Para justificar su estrategia, Álvaro García Linera hace referencia a la Nueva Política Económica (NEP) de Lenin como un ejemplo de cómo el socialismo debe adaptarse al contexto económico y que éste se logrará con la construcción de comunidades reales entre las personas. Sin embargo, esta analogía no se sostiene. La NEP se aplicó después de que la clase obrera hubiera tomado el poder en la revolución de octubre de 1917, mientras que en Bolivia la clase trabajadora no ha tomado el poder y sigue existiendo el capitalismo. La NEP representó un intento de mantener la revolución viva en un momento de crisis, haciendo una serie de concesiones al campesinado y a las fuerzas del mercado capitalista, pero siempre conservando el poder estatal obrero y el control de este sobre las palancas clave de la economía. Nosotros como marxistas reconocemos que esta política fue una concesión táctica necesaria en el contexto específico de la Rusia en los años siguientes a la revolución, saliendo de una devastadora guerra civil, no muy alejada de la Primera Guerra Mundial, en un país donde tan solo el 10% de la población era proletaria y con todas las demás condiciones culturales y socioeconómicas de esos años.
Al hacer una comparación con la NEP, García Linera está tratando de utilizar el prestigio de Lenin para dar una cobertura izquierdista a su político, que no tiene nada que ver con la del revolucionario ruso.
Pero a todo esto, ¿cuál es el siguiente paso? Primero, reconocer que este capitalismo andino amazónico planteado por el MAS por más que lleve un nombre llamativo y aparente ser la respuesta a las necesidades económicas de la región, ha demostrado que está sujeto a las mismas contradicciones que cualquier otro modelo basado en el libre mercado y ser igual de susceptible a las crisis económicas periódicas del capitalismo. En realidad, en lugar de inventar estrategias supuestamente novedosas, sino de volver a la Tesis de Pulacayo, aprobada por la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia y que explica claramente como nuestra tarea como organización marxista es el liderar a la clase trabajadora hacia la revolución, hacia la toma del poder, hacia el control obrero de los medios de producción y hacia la planificación de una economía que responda a las necesidades de la población y la destrucción del aparato gubernamental burgués que sustenta este modelo económico.