Si existe tensión histórica entre dos países, esos son Cuba y Estados Unidos. Estados Unidos siempre a la espera de atacar y Cuba cuidándose las espaldas. Pero más allá de las tensiones diplomáticas, en los últimos años no se había dado una agresión frontal directa entre estas dos naciones con las que México comparte las aguas del Golfo de México, el Caribe con Cuba y una amplísima frontera con Estados Unidos; sino todo lo contrario. Cuba y Estados Unidos estaban empezando a voltearse a ver y todo pintaba para suponer que era viable empezar a hablar del desbloqueo, al menos como una idea formal a largo plazo.
Todo esto no quiere decir que las cosas del pasado se hayan olvidado o al menos superado, pues lo ocurrido en los últimos días han hecho replantearse las relaciones entre ambos países, las cuales se terminaron por restablecer en julio de 2015 tras reabrir las embajadas, aunque haya otras que al parecer no acaban por cerrar.
Acá se plantea lo que sucedió.
El jueves 30 de abril, alrededor de las dos de la mañana Alexander Alazo, un ciudadano estadounidense de 42 años, de quien ahora conocemos sus datos por un documento que se reveló a la prensa en Washington DC, llegó hasta la embajada después de manejar su vehículo desde su estado de residencia, Pennsylvania. Al llegar frente a la sede diplomática, Alazo comenzó a gritar frases supremacistas, enarbolando su orgullo estadounidense. Además, habría intentado encender en llamas una bandera cubana bañada en gasolina y con frases escritas en el mismo sentido de sus gritos y de ataque a Cuba; también llevaban la consigna a favor de la campaña presidencial de Donald Trump. Con una bandera de los Estados Unidos y con un semiautomático AK-47 en las manos, disparó en treinta y dos ocasiones contra el edificio.
El perfil de Alazo es particular. Nació en Cuba, se dice que en el municipio habanero de Plaza de la Revolución. En 2003 habría emigrado a México y en 2007 solicitaría asilo político a los Estados Unidos para residir en Texas. Igualmente, de acuerdo con los documentos filtrados a la prensa estadounidense en días pasados, se conoce que sufre padecimientos mentales, tales como esquizofrenia y que se le ha reflejado en delirios de persecución. Lo anterior, le ha motivado a cambiar su domicilio y dormir en su vehículo.
Alazo visitó la embajada de la República de Cuba días previos al ataque, lo que confirmaría la premeditación para perpetrar el hecho, de acuerdo con reportes periodísticos; y de hecho, Alazo habría atacado la embajada por “miedo a que, de no hacerlo, sus enemigos cubanos lo harían en contra de él”. Entre estos enemigos, él consideraba al embajador José Ramón Cabañas.
Cabe destacar que desde que se filtró el documento del perfil de Alexander Alazo y las dos declaraciones coincidentes que hizo ante autoridades estadounidenses de investigación tras su detención, se ha hecho énfasis en su condición mental, con lo que busca “apelar” para evitar una sentencia condenatoria rígida.
Bruno Rodríguez Parrilla, Canciller de Cuba, denunció que luego de treinta y seis horas de cometido el tiroteo, se evidenciaba el silencio de Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos, y había preferido continuar con sus declaraciones contra las brigadas internacionales de médicos cubanos que combaten la pandemia del Covid-19.
Así también, el Presidente de la República Cubana Miguel Díaz-Canel denunció el hecho en la cumbre virtual del Movimiento de Países No Alineados el pasado cuatro de mayo, recordando que los Estados Unidos deben brindar seguridad a las representaciones diplomáticas de todos los países dentro de sus fronteras.
La Habana y la opinión pública internacional han destacado que el discurso de odio de la administración de Donald Trump ha alentado la perpetración de hechos como este o como el de agosto de 2019 en El Paso, Texas.
Alazo enfrentará dos causas penales de diez años cada una, es probable que se mantenga en prisión hasta sentencia. Sin embargo, las dudas sobre su condición de salud y el silencio de los Estados Unidos parecen no tener respuestas pronto. Afortunadamente, los daños sólo fueron materiales, empero, deja en la cornisa el cambio de relaciones diplomáticas entre los dos países. Uno, indiferente; la Isla, solidaria.