¡Así es! ¡Es cierto! Has leído correctamente. El presidente Donald Trump ha despedido a su Consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, diciéndole que “ya no se necesitan” sus servicios.
El Sr. Bolton se dio cuenta de su triste destino la mañana del 10 de septiembre cuando su exjefe tuiteó: “Anoche le informé a John Bolton que sus servicios ya no se necesitan en la Casa Blanca.”
El presidente añadió misteriosamente:
“Yo discrepé fuertemente con muchas de sus sugerencias, igual que otros en la Administración, y por lo tanto le pedí a John su renuncia, la cual recibí esta mañana.”
Sin embargo, el Sr. Bolton, sin querer quedar atrás en la batalla de la Tuitosfera, ha dado su propia versión de los eventos, insistiendo en que fue él quien renunció, y no el presidente quien le hizo renunciar a él. Bueno pues, quien paga elige. De cualquier manera, es seguro que estos dos hombres tuvieron un gran altercado la noche anterior.
Pareciera que la situación llegó a su límite a causa de la amable invitación de Donald Trump a representantes de los talibanes de ir Washington para participar en discusiones (secretas) sobre un acuerdo de paz en Afganistán.
Esto, que vino inmediatamente después de un bombardeo sangriento en Kabul, en el cual, además de numerosos afganos desafortunados, fue asesinado un hombre del ejército estadounidense, quizás no fue el mejor momento escogido por Donald para esta invitación. Pero esa fue difícilmente la razón de la ira de Bolton – o de su subsecuente defenestración.
Esta de ninguna manera era la única cuestión en la cual los dos hombres diferían. La realidad es que cuando Trump nombró a Bolton al alto oficio de Consejero de Seguridad Nacional, él no supo en lo que se estaba metiendo. Aparentemente, Bolton obtuvo el puesto porque el Hombre de la Casa Blanca disfrutaba de los despotricados discursos que Bolton solía dar en Fox News, que como todos saben es el programa de televisión favorito de Donald (después de los Simpsons, por supuesto).
Ahora bien, podemos haber tenido la impresión de que Donald J. Trump se encuentra bastante a la derecha en el amplio espectro de la política estadounidense. Pero comparado con John Bolton, él es apenas un débil rojillo del peor tipo.
¡Ah no! Si estás buscando a un genuino, incondicionalmente-conservador, barras-y-estrellas, terquísimo, Johnny-ve-por-tu-arma rufián derechista, pues no busques más: el Sr. John Bolton es definitivamente el tipo que buscas.
El Sr. Trump inclusive aseguró a reporteros hace un tiempo que él tenía que frenar al Sr. Bolton. Sin embargo, Donald ha tenido que aprender de la manera difícil que es difícil poder frenar a un hombre que se encuentra solamente una fracción a la izquierda de Gengis Kan.
Bolton: guerrerista frío sin igual
No está claro si Donald Trump en realidad cree en nada, excepto en sí mismo. En cambio, John Bolton definitivamente es un Verdadero Creyente. Puede que no sea un cristiano evangélico de la lunática escuela de Pompeo o Pence – su fervor religioso es de otro tipo (aunque se llevaba muy bien con la derecha religiosa). Pero él es un reaccionario fanático e intolerante que cree en la necesidad de resucitar la Guerra Fría y llevar la cruzada contra el comunismo a cada rincón del globo terrestre.
Durante años él ha estado esperando esta oportunidad. Cuando finalmente tuvo poder como Consejero de Seguridad Nacional, tuvo la firme intención de utilizarlo. A principios del año pasado, él anunció su intención de llevar a cabo un cambio de régimen, no sólo en Venezuela, sino también en Cuba y en Nicaragua. John Bolton hasta llegó a acusar a Cuba de poseer (adivina qué) Armas de Destrucción Masiva. Debemos recordar que el Sr. Bolton fue uno de los principales arquitectos de la invasión de Irak, con la cual, incidentalmente, Donald Trump estuvo en desacuerdo. Este caballero claramente no cree en andarse con medias tintas.
Bolton tiene una larga historia de hostilidad violenta hacia cualquier cosa que tenga pinta de lo que él llama “comunismo.” Esto incluye, por supuesto, a la Unión Soviética y a la China Roja, pero también a Corea del Norte (él mentalmente todavía está peleando la Guerra de Corea), Irán (la cual no tiene absolutamente nada que ver con nada parecido al “comunismo”), Siria, Nicaragua, Bolivia, Venezuela, Cuba (naturalmente), el Partido Laborista Británico, el Servicio de Salud Nacional del Reino Unido, y casi toda Escandinavia. Y Canadá también es un poco sospechosa…
Ahora, cuando uno se para a pensar, esto implica una gran porción del planeta – la mayoría, si no su totalidad, en el cerebro febril del Sr. Bolton, debe ser consignada a las llamas del infierno. Y como el Hombre de la Casa Blanca de hecho tiene su dedo sobre un pequeño botón rojo que podría lograr ese sagrado deber en sólo un momento, el Asesor de Seguridad Nacional se imaginó que se encontraba (por gracia de Dios) en el lugar indicado en el momento indicado.
Pero, como pronto descubrió, él y el presidente no estaban exactamente en la misma onda. John Bolton está interesado en llevar a cabo una cruzada global en contra del mal (o el comunismo, lo cual es lo mismo). Donald J. Trump está interesado en Donald J. Trump. Estas dos cosas no siempre encajan muy bien. Por ejemplo, a Bolton nunca le agradó la amigable relación de su jefe con el hombrecillo de los misiles en Pyongyang. Él también quería una línea más dura con Rusia, Irán, y Venezuela.
En el golpe de estado venezolano que nunca se dio, es difícil saber quién estaba engañando a quién en esta pequeña charada: ¿era Guaidó quien estaba engañando a Bolton, o Bolton a Guaidó? El líder de oposición venezolana repetidamente anunció la caída inminente de Nicolás Maduro. Mientras tanto, todos los días en el jardín de la Casa Blanca, John Bolton anunciaba el inminente motín de los generales en Caracas ¿Qué sucedió? Nada ocurrió – no hubo ninguna rebelión en el ejército, no hubo cambio de régimen. Todo el asunto fue una absoluta farsa.
Bolton había sufrido un fracaso humillante. ¿Qué hizo entonces? Abogó por una intervención militar estadounidense. Esto fue demasiado para los generales del Pentágono. Se informó que en el transcurso de la reunión con Bolton, un almirante golpeó la mesa con su puño y gritó “¡No!” Así que el pobre John tuvo que irse a llevar su enfado a un rincón y a pensar en alguien más a quien bombardear.
¿Qué tal una buena guerrita con Irán?
Su siguiente idea brillante fue aún más demente que la anterior. El decidió que era hora de que los Estados Unidos le declararan la guerra a Irán. Desde cualquier punto de vista racional esta era una idea bastante estúpida. Pero era el corolario lógico del rompimiento del acuerdo con Irán que ya había sido forzado por Trump, a pesar de la oposición implacable de los aliados europeos de los Estados Unidos.
Después de años de diplomacia paciente, ellos lograron llegar a un acuerdo para impedir que Irán obtuviera armas nucleares. Irán había cumplido con el acuerdo al pie de la letra. Fueron los estadounidenses quienes estaban rompiendo el trato. Trump se imaginó que al reintroducir e intensificar las sanciones económicas contra Irán, él podría debilitar y derrumbar el régimen de los mulás.
Es cierto que las sanciones han causado daño serio a la economía iraní, provocando un deterioro agudo en las condiciones de vida. También es cierto que el régimen es muy inestable y es cada vez más impopular, aun entre estratos que lo han apoyado previamente. Al comienzo del 2019, hubo grandes manifestaciones y huelgas en Irán. Trump y Bolton sacaron la conclusión de que un empujón más sería suficiente para hacer que el régimen se derrumbara.
Este fue un error de juicio grave. Lejos de debilitar el mandato de los mulás, el conflicto actual con los estadounidenses realmente ayuda al régimen, al menos a corto plazo. En realidad, no hay posibilidad de que los estadounidenses invadan Irán. Los estadounidenses solamente invadieron Irak después de que su ejército había sido seriamente debilitado por años de sanciones. Pero Irán tiene un ejército muy fuerte compuesto de tropas aguerridas las cuales acaban de salir victoriosas de la guerra en Siria. Si ellos trataran de intervenir sobre el terreno, acabarían sangrando por la nariz.
Por esta razón, la única posibilidad sería una campaña de bombardeo desde una gran altura. Pero ellos no pueden destruir el programa nuclear de Irán simplemente bombardeando. Muchas de las instalaciones nucleares están enterradas a gran profundidad en cobijos subterráneos de cemento armado a prueba de bombas. Los iraníes también pueden reubicar estas cosas, y sin inspectores internacionales sobre el terreno para monitorear estos movimientos, va a ser difícil, si no imposible localizarlas.
Una guerra en Oriente Medio tendría consecuencias inmediatas para la economía mundial. Los precios del petróleo se dispararían a nuevas alturas, perforando una recuperación ya debilitada. Esto actuaría como el catalizador de una nueva crisis económica mundial. Pero aún más serias que las repercusiones económicas serían las consecuencias políticas.
Inclusive una campaña de bombardeo limitada tendría un efecto explosivo en todo Oriente Medio y en los Estados Unidos. El público estadounidense está cansado de aventuras militares en el exterior, y no estaría nada contento de estar embrollado en otra más. Habría manifestaciones masivas en cada ciudad de los Estados Unidos, las cuales se tornarían rápidamente en una protesta general contra el gobierno.
Esto fue demasiado para el presidente Trump, quien perentoriamente canceló al bombardeo de Irán ¡con solo cinco minutos de aviso! Uno solo puede imaginarse la reacción del Consejero de Seguridad Nacional, cuya cara debe haberse parecido a la de una feroz morsa hambrienta de sexo a la que se le acaba de negar la oportunidad de aparearse.
Ahora podemos ver qué yace detrás de la pequeña riña actual en la Administración de Trump. Había simplemente demasiados desacuerdos, demasiados altercados. En resumen, no había suficiente espacio en la Casa Blanca para que dos egos descomunales se pudieran rozar con algún grado de comodidad. Como dice la conocida frase, tan frecuentemente pronunciada en los bares de películas del oeste de baja calidad: “Este pueblo no es suficientemente grande para nosotros dos, compañero.”
¡El siguiente, por favor!
Si la memoria no me falla, Bolton es ahora el tercer Consejero de Seguridad Nacional de esta Administración en haber mordido el polvo. Por una de esas extrañas coincidencias de las cuales la historia es tan rica, el primero de estos ilustres caballeros actualmente está aguardando un juicio por mentirle al Congreso. Sin lugar a dudas, un largo y feliz futuro le espera en una penitenciaría federal.
En cuanto al futuro de John Bolton, no voy a intentar adivinar. Quizás vaya de vuelta a su antiguo trabajo como comentarista de televisión en Fox News, donde puede maldecir al presidente y su política exterior todo lo que le apetezca. O, podría empezar una nueva carrera diseñando juegos de guerra de computadora anticomunistas para niños de edad preescolar. Si todo lo demás falla, él podría recurrir a vender coches de segunda mano.
¿Pero entonces, quién le compraría un coche de segunda mano a John Bolton?
Es un destino triste para alguien con perspectivas tan visionarias. Pero tal vez no tan triste como el pobre presidente quien ahora, como el Ciudadano Kane de la película homónima, se encuentra al final totalmente solo, desolado y sin amor en esa sombría y vieja Casa Blanca.
A él naturalmente le va a ser muy difícil encontrar un sustituto adecuado al viejo John. La gente va a pensarlo dos veces antes de aceptar el puesto de Consejero de Seguridad, lo cual es, por decirlo así, tan pero tan inseguro. El próximo va a tener que tener un gran parecido a un caniche: diminuto, a uno que le guste que le acaricien las orejas suavemente, pero que no objete violentamente una patada en el proverbial ano.
Así es, un caniche que no ladre pero que sepa cómo sentarse para rogar. Tendría que ser, por supuesto, un caniche que sepa hablar, pero sólo cuando se le hable a él, y que hable sólo para alabar y glorificar a su Amo y todas Sus Obras. Ahora ese es el tipo de Consejero de Seguridad Nacional con el que un hombre podría vivir ¿Hay algún voluntario?