Por: David García Colín
La explosión, el pasado 18 de enero, de una toma clandestina de gasolina en el poblado de San Primitivo, Tlahuelilpan-Hidalgo ha costado la vida -al momento de escribir estas líneas- de 94 personas y más de cincuenta heridos. Es una tragedia que ha dado la vuelta al mundo mientras la derecha intenta capitalizarla responsabilizando al gobierno de AMLO y al combate al robo de combustibles. Muchos otros culpan a la población sin tratar de comprender el contexto de esta tragedia.
En el poblado del Tlahuelilpan la mayoría de la población apenas sobrevive cosechando alfalfa y otros productos del campo; el 55% vive en la pobreza, 7% en pobreza extrema (11,528 personas), “ocho de cada diez personas está por debajo de la línea de bienestar, de éstas 2 no tiene los recursos siquiera para alimentarse” (Coneval). No extraña, por tanto, que el negocio del huachicoleo se alimente en este contexto. Por supuesto, los huchicoleros de arriba -grandes empresarios- no estuvieron entre las víctimas, sus dividendos provienen de vender a gasolineras -no por casualidad en Hidalgo el abasto no se ha restablecido, pues muchas gasolineras venden gasolina robada-; se trata de empresarios coludidos con los políticos que actúan como caciques en muchas comunidades y movilizan a pobladores desesperados para beneficio propio. Se trata de una red de negocios ilícitos en donde mucha gente pobre cae en la red, como parte del eslabón más débil de la cadena.
La explosión se da, además, en un contexto de lucha del gobierno contra el negocio multimillonarios del robo de combustibles. Grupos del crimen organizado -en estrecha relación con funcionarios corruptos de Pemex, políticos corruptos y narcotraficantes- se están resistiendo al gobierno perforando ductos para fomentar el desabasto e intentar tumbar la campaña gubernamental. Es muy probable que la explosión en San Primitivo haya tenido mucho que ver con esa resistencia. Muchos testigos afirman que los pobladores acudieron porque “alguien” les aviso de la fuga, practica hasta este momento habitual en hidalgo donde el año pasado hubo más de 2000 tomas clandestinas.
Esto explica la cantidad de personas con bidones, como si ya estuviesen preparados para ello. Algunos reportajes señalan que algunos bailaban y se mojaban con la gasolina, y que agredían a los soldados que trataban de advertir para que no se acercaran. Todo un ambiente de locura colectiva, rapiña alimentada por miseria y manipulación de los huachicoleros . La derecha -como buitres y zopilotes- ha querido montarse en esta tragedia, criticando que el ejército presente no hubiera actuado (eran apenas unos 20 soldados frente a cientos de personas desbordadas) o que no se hubieran cerrado los ductos. Por otra parte muchos simpatizantes de AMLO -reaccionando ante la campaña de la derecha- dicen que los pobladores eran simples delincuentes y que “se lo merecían”. En realidad las víctimas -como siempre sucede en este sistema- son los de abajo y debemos luchar contra las causas que ocasionaron el caldo de cultivo para lo sucedido, contra los verdaderos responsables, sin permitir que la derecha y la burguesía desvíen la atención y dividan al pueblo.
Aquéllos que se rasgaron las vestiduras por el cierre de los ductos para combatir las fugas ahora reclaman que no se cerraran los ductos para evitar la tragedia. La verdad es que si 20 militares hubieran tratado de impedir físicamente que unas 800 personas, un poblado casi completo, fueran a recoger gasolina con cubetas, lo más probable es que hubiera sucedido una de dos cosas: linchaban a los soldados o los soldados terminaban disparando contra la población. Si esto último hubiera pasado la derecha estaría celebrando y los muertos serían por las balas y no por el fuego.
En cualquier caso, más allá de lo que hubiera podido o no hacer el actual gobierno federal, los responsables son los que inocularon la lógica privatizadora- los mismos carroñeros que ahora quieren lucrar con la tragedia- la lógica corrupta del lucro privado, los que hicieron negocio con las gasolineras y el huachicoleo, los que destruyeron Pemex; los que devastaron a pueblos enteros y los empujaron hacia los brazos del crimen organizado. En muchos municipios de Hidalgo el PRI sigue mandando, dirigiendo y lucrando de la pobreza y el crimen.
Pero el que el ejército no tuviera la capacidad de contener a la población demuestra algo más: que la militarización de la seguridad pública -como se pretende con la llamada “Guardia Nacional”- no va a resolver nada -todo lo contrario-pues si se quiere evitar la represión del pueblo entonces los militares no deben intervenir, y si intervienen será con consecuencias -como sucedido en Tanhuato- . Los militares están entrenados para “abatir al enemigo” y, tanto por su composición de mando e intereses, son un instrumento para reprimir al pueblo, un instrumento de la clase dominante. No dudamos de la buena intención de muchos soldados rasos que advirtieron a los pobladores -y no dudamos que muchos de ellos potencialmente se podrían del lado del pueblo si el pueblos se organiza y lucha-, pero mientras el ejército profesional no sea sustituido por comités democráticos de soldados aliados con el pueblo en armas, confiar en el ejército es como confiar en que el león cuidará correctamente de las ovejas. Por el contrario, si a esos pobladores se les hubiera convocado a organizarse, a formar sus propias guardias -al mismo tiempo que se expropian tierras, bancos y grandes industrias para financiar el desarrollo y el trabajo- no veríamos escenas dantescas donde un pueblo completo, corrompido por la miseria y falta de alternativas, va a encontrarse con su muerte.
Es verdad que AMLO dice ofrecer alternativas, pero son y serán insuficientes cuando más del 70% del PIB está en manos de la burguesía (el presupuesto público apenas representa el 24.2% del PIB, y los programas sociales apenas el 1.5% del PIB). Las becas y los apoyos a los adultos mayores, por sí solos y por más buena voluntad que exista, no van a transformar la realidad social de manera decisiva. En resumen: el capitalismo mata, el capitalismo corrompe, y genera escenas dantescas y barbarie sin fin. Los huachicoleros de cuello blanco y los del Prian deben pagar, los responsables deben pagar con cárcel y sus fortunas expropiadas. pero -tengámoslo claro- el capitalismo es la madre de todos los vicios.