Escrito por: Christian Medina
Han iniciado formalmente las campañas electorales, todo indica que en los próximos meses seremos testigos de poderosos choques, entre las aspiraciones de cambio y el interés de que todo siga igual. Donde el gran protagonista será la cada vez más insoportable cotidianidad cargada de violencia, desempleo y falta de oportunidades.
¿Quién compite contra quién?
Con cierta independencia de la persona o el partido que esté en la presidencia es en las reuniones de los consejos de negocios nacionales e internacionales donde se decide, de manera real, sobre el futuro de millones de mexicanos. Contradictoriamente es con el sudor y el esfuerzo de millones de trabajadores sobre lo que se levanta la riqueza y poder de los primeros.
Después de décadas de sufrir los embates del capitalismo más crudo, el pueblo mexicano está cansado de que no les alcanza el salario para terminar el mes, de que sus hijos no encuentran un lugar en la universidad, de la carestía de la vida y de que la violencia toque nuestro círculo más próximo. Son esas presiones cotidianas las que se expresarán como una necesidad de cambio. Desde luego que mejorar los salarios, abrir más universidades, invertir en más hospitales y terminar con la violencia no está en la agenda de los grandes empresarios, ellos lo que quieren es acrecentar sus ganancias a costa de salarios de hambre y el sufrimiento del pueblo.
Ese es el marco sobre el que se desarrollan las elecciones pero las formas en que se enfrentan esas contradicciones tienen un sinfín de matices.
El escenario electoral
Una vez concluido el periodo de intercampañas sabemos que en la boleta tendremos a cuatro candidatos buscando la presidencia: Andrés Manuel López Obrador de la coalición Morena-PT-PES, Ricardo Anaya por el PAN-PRD-MC, José Antonio Meade por el PRI-PANAL-PV y Margarita Zavala, como candidata supuestamente independiente.
Por otro lado Anaya, Meade y Margarita son dignos representantes de la burguesía y sus intereses. De ganar la elección no tardarían en cargar contra los trabajadores dando continuidad al proyecto neoliberal y la represión se convertirá en su carta de presentación. Desgraciadamente para ellos todo indica que el voto del pueblo será por AMLO y Morena. En muchos sentidos AMLO está encarnando el deseo de cambio y parece casi imposible que eso vaya a cambiar en los próximos meses.
Las razones por las que AMLO es visto como una opción de cambio son muchas y con explicaciones diversas. Debemos resaltar el estado de descomposición en que se encuentra nuestro entorno: feminicidios, violencia sin fin, adicciones, desapariciones, son todos elementos que llegan a extremos que sólo pueden definirse como la barbarie misma.
Los partidos en crisis
Por muchos años el sistema de partidos mexicano, dominado por el PRI y eventualmente por el PAN, resultó la herramienta ideal para administrar el gobierno al servicio siempre de los mismos. La supuesta alternancia del año 2000 demostró que en el fondo no existen diferencias sustanciales entre PRI y PAN. La más reciente subordinación del PRD al proyecto neoliberal del Pacto por México y el desencanto de los gobiernos perredistas en la CDMX, Morelos o Michoacán ha provocado que hoy por hoy la intención del voto por éste último no supere el 8% a nivel nacional.
Las masas por mucho tiempo depositaron su confianza en tal o cual partido a cambio de promesas de cambio; sin embargo, parece que en este momento ni las masas pueden continuar soportando el estado actual de las cosas ni el viejo aparato de partidos es capaz de dominar como lo hacía antes.
En tales circunstancias Andrés Manuel surge más que nunca como una alternativa. Con todo y el giro a la derecha dado por morena, en la memoria de las masas, aún resuenan las palabras de AMLO en 2006 cuando decía: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Desgraciadamente después del fraude AMLO ha descafeinado sustancialmente ese discurso buscando no asustar a las clases poseedoras y presentándose a él y a morena como un movimiento amplio e incluyente (eufemismo para prometer no afectar los grandes intereses económicos).
Pese a ello, a lo largo de los años, se ha generado desde las bases de Morena y ratificado en sus congresos nacionales la intención de morena de ir precisamente contra todas las reformas contrarias al interés del pueblo.
En los últimos meses, entre los sectores más a la izquierda del movimiento social y dentro del morena mismo, se ha levantado una crítica más o menos generalizada hacia la política de alianzas y a la inclusión en Morena de personajes francamente impresentables como Germán Martínez, Esteban Moctezuma, Alfonso Romo etc.
En el mismo sentido la dirección nacional de Morena maniobró para que la alianza con el PES fuera un hecho. Este último sobresale por su agenda ultraconservadora y opositora de los derechos de la comunidad sexodiversa y en temas como el aborto.
Mientras Morena busca resolver esas contradicciones ni Ricardo Anaya ni José Antonio Meade logran acercarse ni tantito a la preferencia del voto que lidera AMLO. El periodo de intercampañas se esfumó entre las acusaciones que Anaya carga por lavado de dinero y enriquecimiento inexplicable y los desesperados intentos del priismo por levantar la campaña de Meade. Parece que ni los priístas ni los panistas están convencidos de votar por sus propios candidatos.
En última instancia la desbandada que se observa casi por igual entre los partidos del régimen hacia las filas de morena no representa la adhesión de estos a las aspiraciones del pueblo trabajador; por el contrario, nos muestra la franca crisis del sistema de partidos.
En las últimas semanas dos momentos nos ayudan a entender el escenario inicial de las campañas. Primeramente, AMLO se presentó ante la Convención Nacional Bancaria. Ahí intentó mostrar que lejos está de representar un peligro para los grandes negocios financieros del país; sin embargo, al finalizar, amagó diciendo que ante la posibilidad de un nuevo fraude electoral él ya no estaría dispuesto a detener a la gente “El que suelte al tigre, que lo amarre». Más allá de la frase de por sí icónica, la franqueza con que se expone nos habla de que ambas partes son conscientes de que el profundo malestar social está cerca de desbordarse. Ese es el verdadero temor de la burguesía. Ellos no temen a AMLO. A quien verdaderamente temen es a los millones de mexicanos que de no ver salida a sus aspiraciones pronto estarán resueltos a luchar y no precisamente bajo la política conciliadora de la dirección de morena.
El segundo momento del que hablamos es una entrevista que en Milenio televisión realizaron a AMLO un grupo de periodistas y analistas del régimen. En ella fue significativo escuchar a un Andrés Manuel que no veíamos en mucho tiempo. Es cierto que ante la pregunta de si cancelaría la reforma energética fue titubeante pero cuando se habló de la reforma educativa sin dudarlo dijo que ésta se echaría para atrás. Reafirmó el compromiso de no rechazar a ningún joven de las universidades públicas. Ofreció someterse cada dos años a la revocación de mandato. Señaló los negocios y privilegios de “la mafia del poder” pero sobre todo respondió con cierta dureza cuando tuvo que hacerlo. En resumen se acercó, con todo y sus limitantes, como hace tiempo no lo hacía, a las genuinas aspiraciones del pueblo.
Debemos cuidar que lo anterior no haga que confundamos un solo árbol con el bosque entero. AMLO y la dirección de morena no han renunciado al giro a la derecha de los últimos años pero es evidente que tenemos una profunda contradicción.
Las aspiraciones y anhelos de millones de trabajadores que votarán masivamente por morena no son los mismos que las aspiraciones de Andrés Manuel y su círculo más cercano -ellos aspiran a conciliar intereses irreconciliables, quieren un capitalismo más humano pero olvidan que el capitalismo no tiene intención de humanizarse- y que decir de las aspiraciones de los ex priistas, ex panistas o empresarios como Alfonso Romo que han caído en Morena por el más vil y peligroso oportunismo.
Así pues Morena se perfila como única opción de cambio a los ojos de las masas. Una locomotora que parece inalcanzable. Pero en sus adentros las contradicciones de clase tarde o temprano saldrán a flote: durante la campaña, a la hora de armar un programa político de gobierno (cosa que ya ha sucedido) o en caso de triunfo, en el momento de ejercer el gobierno.
Para que el pueblo salga realmente victorioso es necesario que el sector más radical de morena empuje hacia la izquierda. Apoyándose en las masas y levantando un programa revolucionario.
Guste o no a quienes desean mantener amarrado al tigre, el movimiento de masas exige un cambio radical que en el fondo es imposible bajo el capitalismo. Si la burguesía se atreve a un nuevo fraude podemos esperar intensas luchas, si AMLO gana tendremos una breve luna de miel pero pronto se pedirán resultados y que se cumplan las aspiraciones de las masas. En cualquier caso es válido decir que sólo el pueblo puede salvar al pueblo, pero agregaríamos que solo el pueblo organizado y luchando puede salvar al pueblo.