Escrito por: Rubén Rivera
Los trabajadores mexicanos nos encontramos ante el año 2018 en circunstancias muy especiales, entre otras cosas porque se presenta la coyuntura de la contienda electoral, que mientras se mantengan las actuales reglas, determinaran quién estará a cargo de la presidencia los siguientes seis años.
La presidencia no constituye la fuente de poder real en México, la cual está cada vez más concentrada en los consejos de hombres de negocios, apenas un puñado pero que, en combinación con sus socios norteamericanos, definen, sin parlamentos, sin elecciones, los destinos de los 130 millones de mexicanos.
La ecuación no es tan simple, el poder que la burguesía ejerce resultaría imposible si el conjunto de las clases explotadas lo considerará ilegitimo, es decir si no hubiese un consenso social en que las cosas sean como son. La presidencia es ese poder “legitimo”, de fachada que tiene fines sobre todo ideológicos, pero que día con día se tambalea.
En el terreno económico el país no saldrá del estancamiento, en primer lugar porque esa ha sido la estrategia practicada por el actual régimen y que se confirma con la ratificación de un presupuesto de egresos básicamente restrictivo, lleno de recortes en todo, especialmente en lo que se refiere a la inversión publica.
“Al inicio del sexenio –en 2013- el presupuesto para inversión física representaba el 23% del gasto programable total, es decir, del gasto que tiene un destino específico, mientras que en el proyecto de presupuesto 2018 es equivalente a 16%.” (https://arenapublica.com/articulo/2017/09/26/7381/presupuesto-2018-inversion-publica-inversion-fisica-obra-publica)
A ello habrá que sumar una posible caída económica norteamericana la cual podrá repercutir en un bloqueo de la salida exportadora, que en realidad ha salvado a diversos sectores especialmente el automotriz y, por otro lado, las amenazas del régimen de Trump en contra del Tratado de Libre Comercio, que creemos no pasara de eso.
En épocas como las actuales, en las cuales, la economía hace agua por todos lados y la incertidumbre en el futuro es una coincidencia en todos los sectores de los trabajadores, la fuerza hipnótica, casi diríamos religiosa, que ejercen las instituciones “democráticas” para justificar el dominio burgués se convierte es clave para explicar la aparente inercia en la lucha de clases que se ha vivido a lo largo del sexenio.
Si las masas no estuvieran dispuestas a soportar este domino capitalista no habría fuerza que pudiera impedir su caída, no obstante, hay diversos factores que preservan la situación, factores que en la coyuntura que se avecina pueden terminar por hacer crisis:
En primer lugar tendríamos que citar al sistema de partidos políticos en el escenario electoral el cual contiene a los dos principales partidos burgueses, el PRI y el PAN en franca crisis; el primero ha sido incapaz de contener la descarada corrupción de todos sus funcionarios encabezados por sus gobernadores y el propio presidente el cual en cualquier otro país estaría siendo procesado. No obstante vivimos en México y por ahora el círculo del presidente goza de impunidad, como sea a los ojos de amplio sectores de la población es más que evidente la rapacidad de la actual administración y ello es un factor que pudiera hacer crisis en 2018, la burguesía, al menos la burguesía que decide lo sabe y por ello no se arriesgó a presentar un candidato proveniente del aparato priista.
Algo similar sucede con el PAN, el cual luego de perder la presidencia en el 2012 se ha venido resquebrajando a tal grado que a estas alturas esta ya claro que será incapaz de contender en el proceso del 2018 con un candidato que todo el panismo reconozca, por un lado están los del aparato, aferrados a su presidente nacional Ricardo Anaya, por el otro los más conservadores escindidos, promoviendo a Margarita Zavala y finalmente a la tecnocracia panista con el senador Cordero como una de sus cabezas visibles y que ha concentrado una alianza con el PRI por la vía de la entrada de Meade como candidato del PRI. Un panista candidato del PRI, tal vez es la última combinación que faltaba en estos tres decenios en los que ambos partidos han compartido cargos públicos en las distintas administraciones.
Mientras tanto el PRD, un partido que nació de izquierda pero al cual ya no le queda nada de su origen aspira a vender la reserva de votos que aún le queda al que ofrezca más. Tampoco presentara candidato propio y ahora mismo ha brindado su apoyo al dirigente panista Anaya.
En el escenario surge Morena como un partido que no cuenta con la confianza de la burguesía, que ha surgido como un producto de la respuesta de las masas al proceso de degeneración del PRD aunado al ánimo de muchos activistas democráticos y de izquierda por sumarse a un proyecto que realmente derrote al régimen del PRI gobierno.
Para la militancia de Morena está claro que no se desea otro gobierno priista y que un gobierno alternativo lo tendría que encabezar Andrés Manuel López Obrador, pero aparte de ello no hay más acuerdos.
La gran mayoría de la población que quiere realmente votar contra el régimen lo hará optando por Morena, pero al parecer esto ha sido aprovechado por el sector decisivo de la dirección de Morena para dar un giro a la derecha, mostrándose como la única opción que puede controlar a las masas y así ofreciéndose la burguesía como una garantía de que protegerá sus intereses, amnistía para la “mafia en el poder “, tendríamos que añadir el real y el de facto, eso es lo que ofrece AMLO:
Para las masas a la hora de votar esta última consideración no está clara y es evidente que conforme pase el tiempo crecerá la intención hacia AMLO, no como un cheque en blanco sino como un modo de votar contra el PRIAN.
Por ello es importante la intervención de la candidata del EZLN-CNI María de Jesús Patricio, en el sentido de que podría ser la oportunidad para lanzar una anticapitalista a nivel nacional de manera paralela al proceso electoral en un contexto donde nadie va a plantear nada como no sean tímidas reformas al capitalismo.
Una campaña importante de Marichuy podría motivar a los sectores de base de Morena por lanzar un programa radical en el partido, lamentablemente este no ha sido el énfasis de la campaña de Marichuy la cual se ha centrado en señalar lo que está mal sin plantear que es lo que debería hacerse como no ser reunir una gran asamblea popular para que discuta.
En el caso de Marichuy se repite el viejo problema de la izquierda que tato criticara José Revueltas: “antes de ser la conciencia organizada hay que organizar la consciencia”. Aún queda tiempo y con una fuerte campaña por un programa que explique la necesidad de expropiaciones bajo el control de trabajadores, de la banca, industria y otros sectores entonces sí una gran asamblea de consejos podría reunirse a decidir el futuro del país.
Como se ve el panorama es complicado para la burguesía ya que menos que nunca tiene seguro el poder garantizar que su candidato logre ser legitimado en el proceso del 2018, pero al mismo tiempo desde la izquierda tenemos el problema de que precisamente cuando se abre la posibilidad de que su candidato, AMLO, obtenga el triunfo ofrece a cambio de su reconocimiento el dejar todo como está, un gatopardismo que sería en caso de consolidarse la peor de las traiciones.
Pese a que todos los posibles escenarios están condicionados por los distintos factores, muchos de los cuales no han emergido aún , resulta claro que el régimen está cada vez más deslegitimado y que cualquier factor podría provocar un estallido como los que ya han ocurrido a nivel estatal pero de consecuencias nacionales.
No obstante hay que reiterarlo: sin organización, sin preparación y sin una dirección dispuesta a ir hasta el final, la burguesía no dudaría ni un segundo en aplicar medidas de represión abierta como ya lo está realizando en el caso de Honduras, de hecho ese es el objetivo de la ley de seguridad nacional que el gobierno acaba de aprobar, el crear el marco legal para la suspensión de garantías individuales y poder sofocar cualquier rebelión popular. No obstante si algo demuestra el caso de Honduras es que tampoco les será tan fácil.
Sea cual sea el resultado del próximo proceso, respecto al cual aún quedan muchas cosas por acontecer, tenemos que decir que en cualquier caso el poder de la burguesía, tal y como lo conocemos entra a su fase terminal. Ya no se puede gobernar como antes, no obstante no hay espacio para concesiones y eso generara mayores contradicciones y estallidos sociales.
Como sea dos son los escenarios que se perfilan como más factibles:
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Producto de la indecisión de AMLO el PRI vuelve a quedarse con la presidencia, en ese caso se verá enfrentado a un nuevo ciclo recesivo norteamericano profundizando aún más la precaria situación de nuestro país y forzando a nuevos ataques, en ese momento la figura de AMLO ya no será trascendente y tendrán que surgir nuevos liderazgos, en un escenario de enfrentamientos donde el papel del ejercito tendrá más peso sin que ello signifique un factor decisivo, el propio ejército se puede quebrar.
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La posición de AMLO es tan fuerte que a la burguesía no le queda más que aceptarlo, en ese escenario las masas pedirán respuestas inmediatas, es decir la realización de reformas, tendremos un auge de lucha de clases ante las cuales un gobierno de AMLO se vería ante la disyuntiva de apoyarse en la burguesía o en los trabajadores. En el primer caso tendríamos una ruptura histórica que daría las bases de una nueva fase de luchas cada vez más politizadas, en el segundo caso AMLO se vería forzado a enfrentarse a la burguesía generando un escenario como el que ya hemos visto en América Latina.
Los trabajadores debemos prepararnos para una nueva fase de luchas cada vez más intensas y más decisivas y 2018 es apenas el comienzo.