Por Alex Grant
Traducido por Francisco Lugo
Alex Grant, de la sección canadiense de la Corriente Marxista Internacional, rebate las diez mayores difamaciones contra la Revolución de Octubre.
Ningún otro evento de la historia humana ha sido sujeto a tantas distorsiones, falsedades, fabricaciones y mentiras llanas como la Revolución rusa. Aquellos que atestiguan el trato que le dispensa a Jeremy Corbyn la prensa inglesa, han probado una cucharada de la vileza y el encono del sistema. Hugo Chávez y la Revolución bolivariana han recibido la misma atención especial en el periodo reciente. Pero nada ha merecido tanto el odio de la clase dominante como la revolución bolchevique de 1917, pues sólo en ella los esclavos derrocaron completamente al viejo régimen y comenzaron a construir una sociedad nueva sin la necesidad de un señor o amo.
La razón de tal calumnia salta a la vista. Este evento, más que cualquier otro, muestra que hay otra manera de conducir a la sociedad. Que los trabajadores y la juventud, los pobres y los oprimidos, no tienen por qué someterse a los dictados de los ‘hombres de cuello blanco’ que lucran con su sufrimiento. Horas incontables, y miles de millones de dólares, libras y euros han sido y están siendo gastados para convencer a la gente de que la Revolución rusa no trajo nada bueno y que no hay nada que aprender de ella para nuestras luchas de hoy. Un ejército entero de susodichos expertos ha sido movilizado para esta especial tarea de mantener el statu quo.
En el centenario de 1917, cuando el mundo se halla en un impasse semejante, esta calumnia está otra vez alcanzando un nuevo crescendo.
El volumen de las falsedades contra la revolución fue en verdad inmenso ya desde que los trabajadores soviéticos tomaron el poder. Trotsky comentó cómo “las calumnias se vertían como el Niágara”. La prensa occidental se llenó de historias de asesinatos y atropellos desde el primer día. Por ejemplo, se aseguró que los “bolcheviki” de Petrogrado tenían en su poder “una guillotina operada eléctricamente que degollaba quinientas cabezas por hora”, y que en la Rusia soviética a todas las mujeres mayores de 18 se les exigía que se registrasen en el “Secretariado del Amor Libre”, donde las mujeres burguesas educadas serían distribuidas entre varios maridos proletarios de manera rotativa (documentado por Philip S. Forner en The Bolshevik Revolution). Otros horrores eran relatados, tales como mujeres acaudaladas obligadas a hacer el aseo, y empresarios de alto rango reducidos a vender periódicos en las esquinas para subsistir –¡oh, la humanidad!
A Lenin le gustaba decir que “un tonto puede hacer diez veces más preguntas de las que los sabios pueden contestar”. No hay forma de responder a todas las mentiras sobre la revolución en solo artículo, pero contamos con la ayuda de un fenómeno que Trotsky documentó en su Historia de la revolución rusa, donde explicó el por qué todas las difamaciones políticas esencialmente son “pobres y monótonas”. A este respecto, podemos identificar las diez mentiras más monótonas acerca de la Revolución bolchevique a fin de armar al lector con la verdad que pueda abrirse paso entre las distorsiones y la malicia. Esta es una tarea poco envidiable pero necesaria, limpiar el lodo y el hollín de 100 años: mas esperamos que el lector lo encuentre útil.
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¡Lenin era un agente alemán!
Esta es la primera y más vieja de las mentiras contra los bolcheviques. Era la principal mentira propagada durante las reaccionarias Jornadas de Julio en las que el bolchevismo fue declarado ilegal, Lenin fue empujado a la clandestinidad y Trotsky fue encarcelado. La ola reaccionaria desatada por esta mentira llevó a que la prensa bolchevique fuera destruida e incluso a que algunos voceadores y propagandistas de a pie fueran apaleados y asesinados. Tras algunas semanas de ser presas del engaño, los trabajadores y campesinos reconocieron el montaje y empezaron a tornarse masivamente en contra de aquellos que sostenían esta mentira como un pretexto para continuar con la sangrienta guerra mundial y el dominio de los ricos y los terratenientes. El apoyo a los bolcheviques en el campo aumentó desde mediados de agosto en adelante.
Sin embargo, el hecho de que el pueblo ruso distinguiera esta mentira hace 100 años no ha impedido que sea repetida y rumiada aún hasta el día de hoy. El 19 de junio de 2017, prácticamente 100 años después del día en que esto se fraguara por primera vez, el New York Times publicó un artículo repitiéndolo palabra por palabra. Debemos felicitar al Times por su ecologismo, ¡pues es claro que están muy comprometidos con el reciclaje!
La mentira dice más o menos así: Tras la Revolución de Febrero, Lenin viajó a Rusia en un “tren sellado”. En el camino recibió fondos del Káiser y se empeñó activamente en sabotear los esfuerzos de guerra de los Aliados bajo la dirección de los alemanes. ¿Pero cuál es la verdad?
Sí, Lenin se vio obligado a viajar a Finlandia por vía de Alemania a fin de llegar a la Rusia revolucionaria. Lenin estaba bien consciente del riesgo político que enfrentaba al viajar a través del territorio alemán, y es por eso que insistió en que el tren estuviese ‘sellado’, que nadie abordara o bajara mientras durara el viaje. ¿Mas qué alternativa tenía? Los poderes Aliados, el imperialismo británico y el francés, se rehusaron a brindarle pasaje seguro por los territorios ocupados. Cuando Trotsky intentó llegar a Rusia desde Nueva York en un barco de vapor, el servicio secreto británico lo hizo arrestar durante un mes en Halifax, Canadá, y sólo una protesta masiva hizo imperativa su liberación. Estamos seguros de que los imperialistas habrían estado felices de dejar a Lenin aislado en Suiza, pero esa no era realmente una opción.
Estas calumnias también pasan convenientemente por alto que Martov, muchos otros mencheviques y otros exiliados, también se vieron obligados a tomar la ruta de Alemania para volver a Rusia. Y ninguno de ellos es acusado todavía de ser un agente alemán, pues esto no es políticamente conveniente.
¿Y qué hay del oro alemán que Lenin supuestamente había recibido del Káiser? A la fecha, a pesar de buscar por todo lo ancho y largo, nadie ha sido capaz de encontrar rastro alguno de su existencia y todas las insinuaciones han sido desmentidas. Si Pravda estaba recibiendo patrocinio extranjero, ciertamente no lo aparentaba. Era más pequeño y se le distribuía en las trincheras en cantidades mucho más reducidas que las de los periódicos de los liberales y reformistas (que tenían patrocinadores auténticamente ricos).
El New York Times asegura que a los obreros rusos se les pagaban diez rublos por llevar una pancarta bolchevique. No obstante, en 1921, el líder kadete Miliukov aseveraba que la tarifa corriente era de quince rublos. ¡Claramente el Times tiene las mejores ofertas! Y aun así no se ha encontrado un solo registro de estos pagos ilícitos que eran capaces de agitar en las calles a millones dispuestos a encarar los rifles y el látigo de la policía y los cosacos. Nadie ha sido capaz de rastrear la red de distribución que habría llevado este dinero a todos los sitios del Imperio zarista donde fueron electos diputados bolcheviques.
La acusación de financiamiento extranjero tiene lugar en cada movimiento de masas desde tiempos inmemoriales. Hubo reportes de semejantes “noticias chafas” [fake news] incluso en las protestas contra la toma de posesión de Donald Trump, en las que supuestamente se habrían pagado $3,500 USD por cabeza de un fondo establecido por el empresario judío liberal George Soros. El mismo Trump intervino en el acto y tuiteó en relación a “manifestantes profesionales”. Esta historia hace reminiscencia de la ópera de Wagner El oro del Rhin, que cuenta la historia de un oro mágico que hace a su poseedor todopoderoso. La clase dominante depuesta no puede concebir el por qué las masas populares le rechazarían, y en consecuencia se vuelcan hacia los cuentos de hadas sobre riquezas de otro mundo. La realidad es mucho más mundana: Lenin y los bolcheviques propusieron ideas que la población apoyaba. Ésta era la fuente de su ‘mágico’ poder.
Por supuesto que los imperialistas alemanes tenían sus propias intenciones al permitir a un tren lleno de radicales y ‘pacifistas’ atravesar su territorio. Apostaban a que los disidentes dislocarían y debilitarían el esfuerzo bélico ruso, pero nunca, ni en sus sueños más alocados, imaginaron que los bolcheviques llegarían al poder. Tales maniobras no son exclusivas del imperialismo alemán. Sin embargo, esta particular apuesta del Estado Mayor alemán fue claramente contraproducente, como lo demuestran los hechos.
La noche del 29 de octubre de 1918, un motín estalló en la flota alemana. Inspirados por la Revolución rusa, los consejos obreros ya habían tomado la mayoría de las ciudades costeras el 7 de noviembre. El Káiser Guillermo II fue obligado a renunciar el 9 de noviembre. Para el 11 de noviembre, los trabajadores alemanes, siguiendo la guía de sus hermanos y hermanas rusos, derrotaron al imperialismo alemán y le pusieron fin a la Primera Guerra Mundial con métodos revolucionarios. En este sentido, podría decirse que Lenin no sólo no era un agente alemán, sino que fue el instigador de la caída del Káiser.
Por el contrario, el gobierno provisional y el Estado Mayor eran los verdaderos agentes alemanes. Incluso el Zar y la Zarina tramaban una paz por separado con Alemania antes de la Revolución de Febrero. En agosto, los generales rusos permitieron la caída del Riga ante los alemanes para brindarle un pretexto al golpe de Kornilov y enseñarle al Soviet de Riga una lección que se encontraba en la punta de la bayoneta prusiana. De manera similar, con el poder escurriéndosele entre los dedos, Kerensky planeaba movilizar al regimiento de Petrogrado al frente y entregar la capital para permitir a los alemanes masacrar a los trabajadores revolucionarios.
Éste fue el acto definitivo que convenció a las masas de soldados de que el gobierno provisional no merecía su apoyo. El regimiento de Petrogrado desobedeció la orden criminal de abandonar Petrogrado, y en cambio entregaron su lealtad al Soviet.
Aquí podemos ver que en el análisis final, para la burguesía, la clase siempre se impone sobre la nación. La clase dirigente rusa prefería entregar su ciudad capital al poder extranjero antes que dejarla caer en las manos de los trabajadores rusos. Lenin también favoreció a la clase por sobre la nación. Pero en lugar de la unidad de los patrones, banqueros, terratenientes y generales, llamó a la lucha revolucionaria de todos los trabajadores contra su propia clase dominante. La postura de Lenin consistía en derrocar tanto a los militaristas rusos como a los alemanes y le puso fin a la sangrienta y fratricida guerra imperialista.
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La Revolución de Octubre fue un violento golpe de Estado
Existe el mito de que hubo una revolución pacífica en febrero que derrocó al zar Nicolás II e instituyó una democracia liberal. Desafortunadamente, los perversos megalómanos Lenin y Trotsky organizaron un golpe de Estado violento e ilegal para derrocar a la democracia e instaurar una dictadura totalitaria. Todo lo anterior es una fabricación posterior.
Primeramente, entre los historiadores liberales el término “pacífico” suele usarse muy liberalmente. Todos, excepto los más rábidos historiadores de derecha, reconocen que había mucho de malo en el régimen zarista. Se trataba de una monarquía autocrática hereditaria, sin elecciones democráticas, ni derecho a la libertad de expresión, libertad de reunión, o de asociación, en la que los disidentes políticos eran llevados a Siberia, y los judíos y las nacionalidades oprimidas enfrentaban habitualmente pogromos de exterminio con el apoyo del régimen. Es, por lo tanto, difícil para los historiadores liberales argüir en contra de la Revolución de Febrero, no importa qué tanto ellos o ellas aprueben o desaprueben en general el concepto de la revolución.
Viéndose forzados a dar su aprobación al derrocamiento del Zar, esta revolución es declarada como ‘pacífica’ por los liberales. La verdad es que aproximadamente 1,500 personas murieron en febrero de 1917. La mayoría de estos fueron trabajadores inermes tiroteados por los gendarmes del régimen, pero sin lugar a dudas la huelga general y la revuelta progresaron, estos trabajadores se armaron por sí mismos y, junto con los soldados amotinados, infligieron bajas al otro bando. En los últimos días del régimen algunos de sus peores verdugos estaban indudablemente nerviosos. Nuestros historiadores liberales nos aseguran que todo esto se llevó a cabo pacíficamente.
Si 1,500 murieron en la ‘pacífica’ Revolución de Febrero, entonces seguramente muchos más murieron en la ‘violenta’ Revolución de Octubre. La verdad es que casi nadie murió en la toma del Palacio de Invierno que barrió con los remanentes del gobierno provisional.
Muchos habrán visto la clásica película de Sergei Eisenstein sobre la Revolución rusa, Octubre. La escena de la película que representa la toma del Palacio de Invierno es muy excitante; con gente corriendo por ahí disparando armas, arrojando bombas, cayendo y así. La escena no tiene relación alguna con el hecho real, que fue más bien una operación policiaca. Lamentablemente, hubo algunos incidentes de iluminación durante el rodaje de Octubre y algunos miembros del equipo de filmación murieron. ¡Hubo más gente muerta en una filmación que retrataba el asalto al Palacio de Invierno que en el mismo asalto al Palacio de Invierno!
Este evento sacó a Rusia de la guerra y precipitó el final de la Primera Guerra Mundial, salvando en consecuencia a miles, si no a millones. La ironía es que aquellos que aborrecen la ‘violencia’ de la revolución son a menudo los que apoyan la violencia de la guerra como algo justo y necesario. Los trabajadores rusos estaban asqueados de la hipocresía de tales personas, que sólo apoyan la guerra en fomento de los dividendos de la guerra, y los obreros estaban dispuestos a hacer sacrificios para alcanzar tan solo una paz sin anexiones. Ésa es la justificación de Octubre, de Febrero y de la revolución en general. Cuando la mayoría ha decidido realizar el cambio, y la minoría se resiste por medios violentos, la mayoría tiene todo el derecho de defenderse.
En segundo lugar, mientras que la de febrero es calificada como una gloriosa revolución con apoyo mayoritario, la de octubre es calificada como el golpe ilegal de una pequeña minoría. Examinemos esta aseveración. Hay dos definiciones de golpe de Estado en el diccionario político. Una define al golpe de Estado como la captura del poder por una minoría, usualmente la milicia, con la consolidación de un régimen sin el consentimiento masivo de la población. La otra definición es la de una transferencia “ilegal” del poder violatoria de la Constitución de un determinado Estado.
¿Eran los bolcheviques una minoría? Esto no es sostenido seriamente por ninguna fuente primaria posterior a septiembre de 1917. Es plenamente reconocido que la abrumadora mayoría de la población urbana apoyaba a los bolcheviques en octubre. En el campo, aquellos que no apoyaban a los bolcheviques apoyaban a los social-revolucionarios de izquierda, quienes estaban a favor de dar todo el poder a los soviets. El Congreso Panruso de los Soviets, el único órgano en el país genuinamente elegido democráticamente, retribuía una decisiva mayoría al poder soviético y a una coalición del bolchevismo y el eserismo de izquierda, que le diera la tierra a los campesinos, terminara con la guerra y garantizara la autodeterminación de las nacionalidades oprimidas.
La prueba definitiva del apoyo mayoritario a los soviets fue la victoria en la guerra civil. El ejército zarista estaba pulverizado y el joven Estado obrero hubo de construir un ejército de la nada. Los blancos tenían el apoyo de la mayoría de los viejos generales y de veintiún ejércitos intervencionistas extranjeros. Trotsky asumió la casi imposible tarea de construir el Ejército Rojo. Tan persuasivo como Trotsky pudiera haber sido, ni siquiera él podría haber convocado a los seres humanos dispuestos a luchar, a abastecer y a alimentar a un ejército si esto hubiese sido políticamente impopular.
El campesinado estaba dispuesto a donar el grano que alimentara al Ejército Rojo, puesto que ése era el ejército que impediría que de los terratenientes regresaran y se apoderaran de su tierra. Los obreros se ofrecieron voluntariamente para pelear, para morir y para fabricar municiones para el Ejército Rojo a fin de detener el regreso de los patrones y los imperialistas. La guerra es la continuación de la política por otros medios, y en esta medida fue que los soviets fueron capaces de movilizar a la mayoría para una victoria decisiva.
Quizás los bolcheviques sí tenían el apoyo mayoritario, ¿pero acaso esto no importa toda vez que actuaron ilegal e inconstitucionalmente? Incluso a partir de este estrecho criterio jurídico el argumento se desmorona. Como se explicó más arriba, no había una manera ‘constitucional’ de abolir a la monarquía e instaurar un sistema democrático. La única opción era la revolución. ¿Pero cuál era la naturaleza del régimen que emergió en febrero?
La gente que llevó a cabo la lucha y que murió para derrocar a los Romanov fueron predominantemente los trabajadores de las grandes ciudades, quienes convencieron a los soldados de unírseles o de permanecer neutrales. Estos trabajadores y soldados se organizaron ellos mismos en soviets. ‘Soviet’ es justamente la palabra rusa para consejo, y cada lugar de trabajo elegía a un representante para este órgano de acuerdo a una determinada proporcionalidad. Las unidades militares, compuestas principalmente de campesinos uniformados, también elegían delegados. Los delegados estaban sujetos a la revocabilidad inmediata. Los soviets eran órganos elegidos democráticamente que contaban con la confianza masiva de los trabajadores y campesinos que de hecho habían peleado en febrero para derrumbar al antiguo régimen.
Mirando despavoridos al movimiento subyacente, estaban los liberales y conservadores de la Duma zarista. La conformación de este órgano era espectacularmente antidemocrática, y sólo tenía poderes consultivos ante el Zar. Los votantes participaban en una ‘curia’ de diferentes castas sociales de tal manera que había una mayoría inherente de los terratenientes, los capitalistas y la nobleza. El voto de un terrateniente podía ser funcionalmente equivalente a los votos de decenas o cientos de miles de trabajadores y campesinos, en un país de 160 millones. Los líderes de la Duma hacían cuanto estaba en su poder para salvar al Zar del alzamiento masivo del pueblo que dirigía su atención a los soviets.
En los días agónicos de la monarquía, estos individuos sin representatividad, en su mayoría aristócratas acaudalados, y profesores, se declaraban a sí mismos como “el gobierno provisional”, a pesar de no contar con un mandato democrático –o una base constitucional–, en resumidas cuentas. Las masas que de hecho participaban en la revolución estaban escépticas, pero desafortunadamente los soviets habían elegido líderes reformistas, quienes brindaban su apoyo a los liberales burgueses. El único mandato democrático del gobierno provisional era aquel que le concedían los líderes reformistas de los soviets, mencheviques y del Partido Social Revolucionario. Las masas no apoyaban al gobierno provisional, mas tenían fe en los líderes de los soviets a principios de 1917. Así comenzó el periodo del doble poder, con el gobierno provisional compartiendo el poder con la ejecutiva del Soviet. Esta era la composición legal instalada por la Revolución de Febrero.
Del 7 al 9 de noviembre de 1917, el Congreso Panruso de los Soviets se reunió en San Petersburgo. Fueron elegidos 649 delegados al congreso, representando 318 soviets locales de todas las regiones de Rusia. Los bolcheviques ganaron 380 delegados, y los eseristas de izquierda 100, generando una mayoría decisiva para revocarle el mandato al gobierno provisional y declarar todo el poder para los soviets, los únicos órganos democráticamente representativos de toda Rusia. Consecuentemente, incluso bajo los estrechos confines de la legalidad y la constitucionalidad, la Revolución de Octubre pasa la prueba. Bajo cualquier definición, Octubre no se trató de un golpe de Estado.
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Sin Lenin, Rusia se habría convertido en una democracia liberal
Si tan sólo no hubiese sido por Lenin, tras de Febrero, Rusia habría progresado hacia una grata, pacífica y democrática república liberal siguiendo el modelo de Francia o la Gran Bretaña. Aquí tenemos otro autoindulgente mito contrafáctico que no guarda relación alguna con la realidad.
El primer gobierno provisional llevó a los liberales kadetes al poder. Si el pueblo hubiera querido al liberalismo, este gobierno se habría mantenido estable. Pero los liberales no podían darle a la gente lo quería, es decir: el fin de la guerra, tierra para los campesinos, libertad para las nacionalidades oprimidas y comida para las ciudades. Todo esto estaba resumido en la consigna bolchevique de “pan, paz y tierra”.
Debido a su incapacidad para resolver la crisis de la sociedad, este gobierno cayó y fue remplazado por un gobierno de coalición entre los socialistas reformistas y los liberales. A su vez, los liberales burgueses quedaron desacreditados y fueron remplazados por un gobierno compuesto en su totalidad por socialistas reformistas de los soviets, con Kerensky a la cabeza. Los reformistas hicieron todo lo que pudieron para no romper con el estado de cosas capitalista, pero consecuentemente no pudieron proveerle al pueblo el pan, la paz y la tierra.
A pesar de que Kerensky era un miembro del Partido Social Revolucionario, apoyado tradicionalmente en los campesinos, no pusieron en práctica ni una sola palabra de la política eserista sobre la reforma agraria. Ni siquiera pudieron acordar que una asamblea constituyente escribiese una constitución democrática, por el temor a no ser capaces de controlar semejante órgano. Paso a paso, el apoyo de las masas se transfería a los bolcheviques, quienes llamaban a un rompimiento con el capitalismo y al poder total de los soviets.
La clase dominante, los terratenientes y capitalistas, ya no podían confiar más en las maniobras parlamentarias para mantener su poder. Todos los partidos habían sido rechazados por el pueblo. En su lugar, optaron por los métodos del golpe fascista liderado por el General Kornilov en agosto de 1917. Kornilov no sólo iba a masacrar a los trabajadores soviéticos, sino que también habría roto con el gobierno provisional. Kerensky, temiendo con razón por su propia cabeza, liberó a los prisioneros bolcheviques, quienes a su vez derrotaron el golpe de Kornilov movilizando a los trabajadores de Petrogrado y conduciendo la agitación entre las tropas.
A partir de ahí, el gobierno provisional liberal-reformista quedó suspendido en pleno aire. La masa de trabajadores y campesinos dirigía su atención a los soviets para resolver sus problemas. Los patrones, terratenientes y monárquicos dirigían su atención a la reacción korniloviana para enseñarle al pueblo una sangrienta lección por su tremendo descaro. El ‘sendero de en medio’ había sido ensayado y rechazado por todos los bandos. Las únicas opciones eran el socialismo o el fascismo.
¿Pero acaso los bolcheviques no perdieron la votación para la Asamblea Constituyente? Es cierto que después de casi un año de los liberales y reformistas rehusándose a convocar a la Asamblea Constituyente, de hecho fueron los soviets guiados por los bolcheviques los que organizaron estos comicios. Los resultados fueron de un 41 por ciento para los eseristas, 24 por ciento bolchevique, menos de un 5 por ciento kadete, y 3 por ciento menchevique. Es destacable la comparación entre el voto de los bolcheviques y el de los kadetes, el partido aliado con los generales de Kornilov y con la reacción blanca. Los bolcheviques también ganaron mayorías decisivas en los centros urbanos y dos terceras partes del voto entre los soldados del frente occidental.
Desafortunadamente, la división entre los eseristas de izquierda, que apoyaban al poder soviético, y los eseristas de derecha no había sido formalizada en el momento de las elecciones para la asamblea. Consecuentemente, los eseristas de derecha se encontraban notoriamente sobrerrepresentados en las listas partidistas y a los campesinos no se les había tomado auténticamente su opinión. El campo votó por los eseristas mientras todos los sectores de la sociedad ya habían rebasado la etapa del parlamentarismo a un brazo de distancia, tal como se le encontraba en los países imperialistas. El sistema soviético, en el que las elecciones son directas, los delegados son revocables, y en el que no hay división entre el legislativo y el ejecutivo (es decir, que cada delegado tiene una tarea concreta), es mucho más democrático que el sistema parlamentario, en el que representantes inauditables abandonan a sus electores durante años a la vez que amasan enormes salarios.
Cuando la Asamblea Constituyente se reunió, el 18 de enero de 1918, era una anomalía híbrida enfermiza. Los reformistas trataron de organizar una manifestación en su apoyo, con una escaza convocatoria. Los delegados llevaron velas y sándwiches, en caso de que se interrumpiese la electricidad. A las 4 AM, el cabeza de guardia, un anarquista, dijo: “La guardia está cansada. Propongo que se cierre la reunión y que todos vayamos a casa”. Y así fue el final de la asamblea por la que nadie estaba dispuesto a luchar. No era lo suficientemente democrática para los trabajadores, que dirigían su atención a la democracia soviética, y demasiado democrática para los generales capitalistas, quienes se preparaban para lanzar una guerra civil para reinstaurar cualquier forma de autocracia.
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Los bolcheviques cometieron atrocidades durante la guerra civil
La guerra es el infierno. Dos bandos tratan de derrotarse el uno al otro por métodos violentos. La guerra civil es peor. El bando vencedor lo gana todo, y el bando perdedor lo pierde todo. Si un bando tiene el monopolio de la violencia, incluso si sólo tiene el apoyo de una minoría de la población, puede aterrorizar a la mayoría hasta someterle. La violencia de la minoría debe ser confrontada con la violencia defensiva de la mayoría si es que el despotismo ha de ser derrotado.
Persiste el hecho de que cualquiera que conduzca un estudio concienzudo de la Guerra Civil rusa encontrará que la abrumadora preponderancia de las atrocidades habrá de encontrarse del lado de los blancos y de los 21 ejércitos intervencionistas extranjeros.
En los primeros días, la revolución fue de hecho demasiado cándida e ingenua. Los bolcheviques mostraban magnanimidad repetidamente y permitían las andanzas de conocidos contrarrevolucionarios en activo. Esto es comprensible. La revolución victoriosa busca la unidad y quiere seguir adelante con la transformación de la sociedad, en paz. Tanto Lenin como Trotsky afirmaban que muchas vidas podrían haberse salvado si la revolución hubiese actuado más severa y decididamente desde los primeros días, y esto es indudablemente cierto.
La revolución sólo empezó a adoptar medidas más férreas al encarar las atrocidades cometidas por los contrarrevolucionarios blancos. La lucha de clases había rebasado los límites formales de la democracia. Hacía bastante que los blancos ya habían renunciado a cualquier pretensión democrática o pacífica, estaban valiéndose de cualquier método posible –abuso, terror, masacres, pogromos, una orgía de violencia– a fin de derrotar a los rojos.
Si realmente querían defenderse ellos mismos, los rojos debían despojarse de sus ideas utópicas acerca de la paz y emplear métodos similares. Trotsky lo explica [en Terrorismo y comunismo]:
No sería difícil demostrar, día con día a través de la historia de la guerra civil, que todas las medidas severas del gobierno soviético le fueron impuestas como medidas de autodefensa revolucionaria. No habremos de entrar aquí en detalles. Mas, para dar así sea apenas un criterio parcial para evaluar las condiciones de la lucha, habremos de recordarle al lector que, ahora mismo, mientras los guardias blancos, en compañía de sus aliados anglo-franceses, ejecutan a cada comunista sin excepción que cae en sus manos, el Ejército Rojo perdona a todos los prisioneros sin excepción, aun incluyendo a los oficiales de alto rango.
Trostsky explica más adelante [Ibid.]:
La cuestión de la forma de represión, de su grado, de su curso, no es una cuestión de ‘principio’. Es una cuestión de expediticidad. En un periodo revolucionario, el partido que ha sido echado del poder, que no consigue reconciliarse con la estabilidad de la clase dominante, y que da evidencia de ello en su lucha desesperada contra aquélla, no puede ser atemorizado por la amenaza del encarcelamiento, puesto que no le concede crédito a su perdurabilidad. Es precisamente este hecho simple pero decisivo el que explica que la ejecución sea una salida recurrente durante una guerra civil.
En una temprana atrocidad cometida por la contrarrevolución, los blancos llenaron tres vagones de carga con los cuerpos de los guardias rojos, con sus cadáveres congelados “colocados en posiciones obscenas”, y los devolvieron a sus enemigos hambrientos etiquetándolos como “carne fresca, destino: Petrogrado”.
Los blancos tenían fama de abusar de los prisioneros bolcheviques y de los del Ejército Rojo, o de cualquiera que fuera sospechoso de ser un simpatizante comunista o de los soviets. Uno de sus castigos favoritos para los revolucionarios capturados era el de mutilarlos, sacarles los ojos y extirparles la lengua, antes de enterrarles vivos.
Los ejércitos de Denikin eran afamados por sus pogromos y la orgía de saqueos, violaciones y pillaje que desataron en las áreas que ocupaban. Se estima que cientos de miles de personas fueron asesinadas de esta forma.
El lector no está obligado a darle crédito a nuestra palabra. El embajador estadounidense de aquel entonces, difícilmente considerado un simpatizante de los soviets, declaró:
Por toda Siberia [bajo ocupación de los blancos]… hay una orgía de arrestos sin cargos, de ejecuciones sin tan sólo la intención de un juicio, y de confiscaciones sin asomo de autoridad. El miedo y el pánico se han apoderado de todos. Los hombres sospechan unos de otros y viven en el terror constante de que algún espía o enemigo profiera el grito de ‘bolchevique’ y los condene a una muerte instantánea.
Uno de los atamanes [líderes cosacos] aliado con Kolchak y apoyado por tropas japonesas fue descrito por un médico del personal como un hombre con el “cerebro enfermo de un pervertido y un megalómano afligido con la sed de sangre humana”.
Así describió el comportamiento de las tropas blancas el General Graves, de los EEUU:
Los soldados de Semionov y Kornilov, bajo la protección de las tropas japonesas, rondaban el campo como animales salvajes, asesinando y asaltando a la gente, y esos asesinos podrían haber sido detenidos en cualquier momento, de haberlo querido los japoneses. Si uno indagaba sobre estos brutales asesinos, la respuesta era que las personas asesinadas eran bolcheviques y esta explicación, aparentemente, satisfacía al mundo. Las condiciones en el oriente de Siberia eran representadas como algo horrible, y la vida era lo más devaluado ahí.
Se ha dicho que el reinado de terror de Kalmikov llevó a muchos moderados a apoyar a los bolcheviques.
Semionov incluso estaba construyendo primitivos campos de muerte. El 19 de agosto de 1919, el Coronel Stefanov masacró a 52 vagones llenos de prisioneros, y al día siguiente reportó haber asesinado a 1,600 personas. Estos campos de exterminio humano siguieron operando a lo largo de una gran parte de la guerra civil. Graves escribió:
Dudo que la historia nos muestre un país del mundo, en los últimos 40 años, en el que el asesinato podía cometerse con mayor tranquilidad y con menor amenaza de castigo que en la Siberia del régimen del Almirante Kolchak.
En la capital de Kolchak había docenas y docenas de cuerpos inertes colgando de postes telegráficos, y vagones de carga llenos de víctimas que eran masacradas en campos de exterminio a lo largo de la vía férrea.
Finalmente, al escribir sobre sus experiencias, el General Graves tenía esta opinión sobre el terror blanco:
Fueron cometidos horribles asesinatos, pero no fueron cometidos por los bolcheviques como el mundo cree. Estoy en una posición bastante segura al afirmar que los antibolcheviques mataron en el oriente de Siberia a cien personas por cada una asesinada por los bolcheviques.
Los soviets tenían que defenderse a sí mismos en contra de estas atrocidades. En medio de una guerra civil, ningún gobierno permitiría a los oponentes armados organizarse, agitar y publicar periódicos en la retaguardia de sus ejércitos.
Ninguna clase dominante en la Historia ha rendido alguna vez su poder y su posición en la sociedad sin pelear. Encarados a la fiera y perversa resistencia de la contrarrevolución, las revoluciones a través de los tiempos han sido forzadas a adoptar medidas férreas y represivas como medio de autodefensa. Así sucedió en la Revolución inglesa, la Revolución americana, la Revolución francesa, la Guerra Civil americana, la Guerra Civil rusa, así como en otros incontables lugares y épocas de la historia.
Mark Twain, en Un yanqui en la corte del Rey Arturo, proveyó una excelente defensa histórica del terror revolucionario. Aunque se refería al reinado del Terror en la Revolución francesa, se ajusta perfectamente a la Revolución rusa y en toda regla como una defensa de la revolución:
Hubo dos ‘reinados del terror’, si hubiéramos mas que considerarlo y recordarlo; uno arrojó asesinato ardientemente apasionado, el otro en despiadada sangre fría; el primero duró apenas unos meses, el otro ha durado un millar de años; el primero infligió la muerte a decenas de miles de personas, el otro a cientos de millones; pero nuestras muecas son todas para el menor Terror, el Terror momentáneo, por así decirlo; habida cuenta, ¿qué es el horror de la muerte expedita por el hacha, comparado con la muerte perenne del hambre, el frío, la bajeza, la crueldad y el desconsuelo? ¿Qué es la muerte instantánea del relámpago comparada con la lenta muerte del fuego y la estaca? El cementerio de una ciudad podría contener los féretros rellenados por el Terror breve ante el que se nos ha enseñado tan diligentemente a agitarnos y plañir; pero toda Francia difícilmente podría contener los féretros rellenados por el Terror más viejo y real –ese Terror inauditamente amargo y espantoso al que ninguno de nosotros se nos ha enseñado a ver en su vastedad o a despreciarlo como se merece.
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Los Romanov fueron asesinados a sangre fría
¿Alguna vez nos hemos preguntado por qué sabemos del ‘asesinato’ de los Romanov pero probablemente nunca hemos escuchado de la ejecución sumaria de 26 comisarios soviéticos, en Baku, por los británicos, aproximadamente en la misma época? ¿Sabíamos de los cerca de 46,000 o más manifestantes pacíficos ametrallados en enero de 1905 mientras llevaban una petición al ‘padrecito’ Nicolás II? ¿Sabíamos que él era miembro de la antisemita Unión del Pueblo Ruso, que la fundó, que la patrocinó, y que portaba su insignia con orgullo?
La Unión fue responsable de organizar pogromos letales en contra de la población judía con el apoyo de la policía secreta y de los oficiales del Zar. Aquí la violación, la tortura, la quema, el desmembramiento, cada horror imaginable, era infligido a hombres, mujeres, niños, incluso infantes. En un incidente en Odessa, 800 judíos fueron asesinados, 5,000 heridos, y 100,000 se quedaron sin hogar. El Zar no ignoraba estas atrocidades, ¡de hecho escribió a su madre acerca de ellas llamándolas las “acciones de gente leal”! En otra carta, detallando la brutal represión de los campesinos del Báltico, dijo, “el terror debe ser enfrentado con el terror”. Miles y miles de revolucionarios fueron ejecutados bajo su régimen o murieron en escuálidas prisiones del exilio siberiano. Su crimen final fue el ordenarle a sus tropas que dispararan directamente contra la masa de manifestantes durante la Revolución de Febrero. Sí, Nicolás “el sangriento” se ganó a pulso su apodo.
El intento de la clase dirigente de presentar a Nicolás como un hombre discreto y humilde representa el extremo de la hipocresía. ¿Acaso lloran al rey Carlos I o a Luis XVI, quien llevó a la burguesía al poder? ¿Llora esta gente por las ejecuciones de Sadam Hussein, Bin Laden, Ceausescu, u otras figuras sin afinidad con los poderes occidentales? Hillary Clinton incluso fue grabada mientras se reía de la muerte de Gadaffi. Nosotros tampoco lloramos a estos individuos –pero Nicolás no era mejor que cualquiera de ellos. ¿Pero acaso lloran a los miles de niños asesinados por las bombas de Bush y de Blair en Irán y Afganistán, o por los drones de Obama en Paquistán? No, estas víctimas son anónimas y deben ser olvidadas por los ricos y poderosos.
Algunos reconocen que Nicolás era un tirano, pero objetan la ejecución de su familia. Por supuesto que esto fue lamentable, pero Nicolás no se detuvo para hacer lo mismo con incontables familias judías bajo su propio régimen. O para acudir a un ejemplo moderno, ¿en qué difiere esto del impacto de un misil teledirigido que mata a dos insurgentes y a 30 de sus familiares? Trotsky prefería un juicio público que hubiera detallado los crímenes de la dinastía Romanov a la vista de todos. Pero en las condiciones de la guerra civil esto no fue posible. En 1918, los blancos estaban aproximándose a la relativamente cómoda casa donde se les retenía en Ekaterinburgo. Si los ejércitos blancos se hubiesen hecho con la custodia de cualquier miembro de la familia real, esto se habría convertido en un punto de apoyo para las fuerzas contrarrevolucionarias, que no dudaban en asesinar a las familias de los revolucionarios capturados.
Esta área, de otro modo militarmente insignificante, de pronto era un objetivo de la ofensiva del Ejército Blanco que amenazaba las vidas de miles de personas escasamente pertrechadas. El Ejército Rojo tampoco tenía los recursos para reforzar el área. Así, encarados con la carnicería del Ejército Blanco, los bolcheviques de Ekaterinburgo vieron la ejecución de la familia del Zar como la única escapatoria de un baño de sangre. Al hacerlo también se deshicieron de lo que podría haberse convertido en una poderosa figura emblemática en torno a la cual se movilizara la contrarrevolución.
Se nos dice que el asesinato de aproximadamente 200,000 hombres, mujeres y niños en los bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki fue necesario puesto que ‘salvó vidas y abrevió la guerra’. La verdad es que el final de la dinastía Romanov desmoralizó a los blancos y salvó vidas al abreviar la guerra civil.
Aquello que los capitalistas objetan es que en lugar de la imposición violenta de los ricos sobre los pobres, de los opresores sobre los oprimidos, lo que tenemos aquí es un ejemplo en el que los pobres devolvieron el golpe y ganaron. Cuando los romanos derrotaron a la revuelta de Espartaco, alinearon a miles de esclavos crucificados a lo largo de la vía Apia como un recordatorio para los demás.
Las víctimas del capitalismo son anónimas, y se cuentan por millones. Para citar a Nicolás, algunas veces “el terror debe ser enfrentado con el terror”. Los trabajadores bolcheviques no pusieron la otra mejilla, porque sabían que nunca ha habido una época en la que los humildes hereden la tierra. La violencia de la mayoría empobrecida para crear un nuevo mundo es esencialmente defensiva y de una duración mucho menor que la de la violencia de la minoría enriquecida para permanecer perpetuamente en sus tronos. Nosotros no buscamos la violencia, pero enarbolamos el derecho de la mayoría para defenderse a sí misma por medios proporcionales en contra de la violencia de la minoría.
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Trotsky asesinó a los marinos de Kronstadt
La rebelión de Kronstadt de marzo de 1921 representa una de las mayores críticas anarquistas a la Revolución bolchevique. Tristemente, aquellos que vociferan el peyorativo ‘KRONSTADT’ en rara ocasión se han tomado el tiempo de estudiar los verdaderos acontecimientos que envolvieron a la masacre. La realidad es que Kronstadt fue una infortunada tragedia, muy por el contrario de ser un ejemplo de una acción dictatorial de los antidemocráticos bolcheviques.
El nombre de Kronstadt merece un sitio de honor en los anales de la Revolución de Octubre en toda la línea. Los marinos de la fortaleza que protegía el puerto de Petrogrado fueron algunos de los elementos más radicales y sacrificados de 1917. Sin embargo, los kronstadteros de 1921 no eran la misma gente que la de 1917. Los marinos de 1917 eran las más de las veces los primeros en ofrecerse voluntarios para luchar contra los ejércitos blancos en la guerra civil, y muchos de ellos murieron o encontraron otros destacamentos. Los kronstadteros de 1921 eran en su mayoría hijos de campesinos.
A fin de ganar la guerra civil, los soviets adoptaron la política del “comunismo de guerra”. En esencia, esto implicaba requisar grano a los campesinos a fin de alimentar a las tropas en el frente o a los obreros de las municiones en las ciudades. En el primer periodo, los campesinos estaban preparados para hacer este sacrificio mientras el gobierno del Soviet les protegiera del regreso de los terratenientes. Pero al progresar la guerra civil, la dinámica económica empezó a desbordar a las simpatías políticas. Los campesinos empezaron a demandar el libre comercio de los granos, y ésta era la principal demanda de los hijos de campesinos en Kronstadt. Un pequeño número de anarquistas estuvieron presentes, y las resoluciones inspiradas por los anarquistas fueron aprobadas, pero el libre comercio de los granos permaneció como un asunto clave.
El Estado obrero empezó a negociar con los rebeldes hacia el final del invierno. Desafortunadamente, el tiempo se agotaba y existía el riesgo de que el tramo helado que comunicaba a la isla se derritiese. Si esto ocurría, habría tenido como resultado la renuncia al control de toda la navegación ingresando y saliendo de Petrogrado. Kronstadt podía literalmente matar de hambre a toda la capital proletaria durante la guerra civil. Permitir que esto continuara habría sido criminalmente negligente y el gobierno del Soviet no tuvo más elección que organizar un asalto armado para tomar el control de la isla.
La triste realidad es que la revuelta de Kronstadt, y su subsecuente supresión, fue una infortunada tragedia de la guerra civil. Con una mayor negociación no tendría por qué haber ocurrido. Pero los bolcheviques no tuvieron elección. Debido a la malicia política, la ‘culpabilidad’ de la tragedia ha sido depositada sobre la cabeza de León Trotsky. Hay una evidente necesidad de los liberales y burgueses de valerse de cualquier cosa para enlodar la bandera limpia de Trotsky y la oposición de izquierda al estalinismo. Trotsky señaló subsecuentemente que él personalmente no tuvo nada que ver con la recuperación de la isla, pero que como líder del Ejército Rojo obviamente aprobaba políticamente la necesidad de las acciones tomadas por los camaradas sobre el terreno.
Cualesquiera que hubiesen sido los deseos de los marinos rebeldes individualmente, el curso de la acción podría haber llevado directamente a la claudicación de la isla, y de la ciudad, ante los ejércitos blancos estacionados en Finlandia. Es de notarse que en los meses que siguieron a Kronstadt los bolcheviques se percataron de que el comunismo de guerra había alcanzado su límite e instituyeron la Nueva Política Económica (NEP) [Nóvaya Ekonomícheskaya Polítika]. El elemento clave de la NEP fue el libre comercio del grano. Los bolcheviques se habían resistido previamente a esta política, pues entendían que ésta favorecería a los campesinos ricos (los ‘kulaks’). Esto sólo hace mucho más trágico a todo el episodio. Sin embargo, ¡esto no evitó que los anarquistas se opusieran a la NEP a pesar del hecho de que el libre comercio del grano era la principal demanda de los kronstadteros! A los anarquistas nunca se les ha conocido por ser consistentes.
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El bolchevismo lleva inevitablemente a la dictadura estalinista
No se ha escatimado cantidad alguna de tinta para probar que el bolchevismo inevitablemente lleva al estalinismo y a la dictadura. No hay mayor calumnia contra los luchadores de 1917 que ésta: identificarlos con aquellos responsables de traicionarlos, apresarlos y ejecutarlos. Hay un río de sangre que separa al bolchevismo y al estalinismo. Para 1942, prácticamente todo el comité central bolchevique de 1917 estaba muerto, en su mayoría a manos de Stalin. Si el estalinismo era la progresión natural del partido de Lenin, ¿por qué esto habría sido necesario? Nadie ha sido capaz de responder a esta pregunta elemental.
La razón de la ascensión del estalinismo no tuvo nada que ver con el susodicho pecado original del leninismo. El Partido Bolchevique de 1917 se alzó sobre la base de la democracia no sólo política sino económica. El control obrero democrático de la producción se unió con la raigambre democrática de los soviets. Ésta es una democracia mucho mayor que la que existe en el capitalismo, que es distorsionada por los grandes capitales y la manipulación parlamentaria, y que es una dictadura absoluta en el centro de trabajo.
Lamentablemente, la Rusia zarista tenía un nivel educativo increíblemente bajo. El 90 por ciento de la población era campesina y la tasa de alfabetización se encontraba debajo del 30 por ciento. En esta situación, el joven Estado obrero tuvo que apoyarse en los viejos burócratas de la época zarista a fin de hacer funcionar a la sociedad. Esto era aceptable en los primeros días, entre 1917 y 1921, cuando los obreros mantenían a los burócratas privilegiados a raya. Pero después de cuatro años de guerra mundial, y tres años de guerra civil, los trabajadores estaban fatigados. Los elementos más sacrificados de la clase obrera fueron los primeros voluntarios para la lucha, y desafortunadamente muchos de estos héroes proletarios anónimos murieron en la batalla.
Aunque eran formalmente los vencedores de la guerra civil, la economía soviética había sido arrasada por el bloqueo y por los ejércitos extranjeros. La mayoría de los trabajadores sólo querían ir a casa con sus familias. En este contexto, la burocracia zarista comenzó a hacerse independiente del control de los trabajadores. Empezaron a hacer a un lado a los obreros y a eliminar progresivamente los elementos de control democrático y rendición de cuentas.
Stalin fue el hombre que representaba a la camarilla burocrática. Siendo una figura secundaria en 1917, alcanzó la prominencia montado sobre la espalada de un aparato estatal que se había vuelto más arrogante a la vez que los obreros abandonaban la participación activa. A los trabajadores que hacían peticiones a los funcionarios se les decía, “¿Qué acaso crees que estamos en 1918?” El empeño final de Lenin fue el de unirse con Trotsky en contra de la degeneración burocrática y en contra de Stalin en lo particular. Lenin decía lo siguiente de la maquinaria estatal:
[Es como] un carro que no iba en la dirección que el conductor deseaba sino en la dirección que deseaba alguien más; como si fuera conducido por alguna mano misteriosa e ingobernable, Dios sabe de quién, quizá de un oportunista ganancioso, o de un capitalista privado, o de ambos.
Dice en otra de sus obras:
[E]l aparato del Estado que creemos nuestro, de hecho, nos es todavía ajeno; es un menjurje burgués y zarista y no ha habido posibilidad de deshacerse de él en los últimos cinco años sin la ayuda de otros países y a causa de que hemos estado ‘ocupados’ la mayor parte del tiempo con enfrentamientos militares y la lucha contra la hambruna… No hay duda de que el porcentaje infinitesimal de los soviets y los trabajadores sovietizados se ahogarán en la marea de la turba chovinista gran-rusa como una mosca en la leche.
En su último testamento, que fue posteriormente suprimido, Lenin abría una pugna directa con Stalin, el 24 de diciembre de 1922 escribió:
El camarada Stalin, habiéndose convertido en secretario general, tiene una autoridad ilimitada concentrada en sus manos. Por eso he sugerido a los camaradas que piensen en una manera de remover a Stalin de su puesto y que asignen a otro hombre su posición quien por todos los demás aspectos difiera del camarada Stalin en tener una sola ventaja, a saber, la de ser más tolerante, más leal, más cortés y más considerado con los camaradas, menos caprichoso, etc.
Lo anterior es más que suficiente para demostrar que Lenin se oponía a la burocracia en lo general y a Stalin en lo particular.
Los anarquistas señalan que el así llamado centralismo democrático es la razón del estalinismo. Este es un extravagante argumento constitucionalista que insiste en que si tan solo llevásemos a cabo una reunión de la manera correcta las personas serían más amables unas con las otras.
El centralismo democrático es la única democracia genuina de lucha. Sus preceptos básicos son la completa libertad democrática en la discusión y la completa unidad en la acción. El centralismo democrático es la democracia de las huelgas: todos los obreros tienen la libertad de discutir la viabilidad de ir a la huelga en una asamblea de integrantes, entonces se lleva a cabo la votación. Si, por ejemplo, 70 por ciento de los trabajadores votaran por la huelga, entonces el 100 por ciento de los trabajadores deben presentarse en la línea de barricada o ninguna huelga podría tener éxito jamás. Los derechos de la minoría son protegidos, pero la decisión de la mayoría determina el curso de la acción.
Opuesto al centralismo democrático se encuentra el concepto del anarquismo ‘puro’, en el que nadie está obligado por las decisiones del grupo, que se separa ante el primer desafío. Pudimos ver esta clase de parálisis en el movimiento Ocupa [Occupy]. Del otro lado se encuentra el centralismo burocrático del estalinismo, en el que no existe la libertad de discusión ni se protegen los derechos de la minoría. De nuevo el estalinismo es diametralmente opuesto al bolchevismo.
Irónicamente, muchas organizaciones anarquistas sin “líderes” de hecho se encuentran en una situación análoga al centralismo burocrático. La ausencia de líderes electos y auditables a menudo significa que estas posiciones son reemplazadas con líderes secretos no electos e inauditables: usualmente la persona más vociferante e intransigente en la habitación. Las decisiones aún se toman, pero nadie tiene el derecho democrático de oponérseles.
“¡Pero el bolchevismo prohibió a los partidos de oposición!”, escuchamos a nuestros amigos liberales y anarquistas gritar al unísono. Esta nunca fue la intención del Estado obrero. Desafortunadamente, cada partido de oposición en los soviets eventualmente hizo la transición hacia los ejércitos blancos o a los ataques terroristas organizados en contra de los trabajadores. Ninguna sociedad democrática permitiría que aquellos que se valen de métodos terroristas se sienten en la asamblea aprobando leyes plácidamente. Uno puede imaginarse la reacción si Al Qaeda tratase de postular a un candidato parlamentario en Londres, o a la gubernatura de Nueva York.
Los marxistas apoyamos la democracia multipartidista, pero cualquiera que sostuviese una bomba o una pistola en contra de la voluntad democrática popular rápidamente perdería sus derechos democráticos –como en cualquier otra sociedad democrática. La Oposición de Izquierda de Trotsky, los genuinos herederos del bolchevismo, fueron los más locuaces luchadores por los derechos democráticos. Consecuentemente, fueron los primeros en ser enviados a Siberia, mientras que Trotsky finalmente perdió la vida ante un asesino estalinista. Los luchadores en contra de Stalin son convenientemente olvidados a menudo por los enemigos de la Revolución rusa. Debe destacarse que en la lucha entre la Oposición de Izquierda de Trotsky y la burocracia de Stalin, la lucha entre la democracia internacionalista proletaria y el ‘socialismo en un solo país’, las simpatías de los imperialistas estuvieron abrumadoramente del lado del ‘pragmático’ Stalin.
La mentira de que el bolchevismo lleva inevitablemente al estalinismo es fundamentalmente una concepción abstracta. No nos dice nada del por qué la Revolución rusa y la Internacional Comunista degeneraron. Ignora el atraso de la Rusia zarista, la guerra civil, el bloqueo y la invasión de los 21 ejércitos extranjeros, el fracaso de la revolución para expandirse por los países capitalistas desarrollados, y el consecuente aislamiento de la revolución. Nada hubo de inevitable en las condiciones en las que se encontraron a sí mismos los obreros y los oprimidos de Rusia. Los liberales, reformistas y anarquistas, quienes perpetúan esta mentira, parecen pensar que la ‘burocracia’ es una falla genética humana en vez de un producto de las relaciones sociales. La burocracia es el resultado inevitable de la escasez. La guerra civil y los ínfimos niveles tecnológicos heredados se aseguraron de que el joven Estado obrero tuviera que arreglárselas con abundantes carencias.
Hay dos métodos para encargarse de esta escasez –los capitalistas lo hacen colocando el precio de un producto tan alto que sólo los ricos lo obtendrán, pero este método es incompatible con el socialismo. Cuando hay escasez en la sociedad socialista las únicas opciones son las filas y el racionamiento. La única manera de hacer una cola ordenadamente, y que no resulte meramente en fuertes empujones para hacer a todos los demás a un lado, es poner a un policía en la fila. Pero el policía tiene que recibir su tajada, o nunca mantendrá las cosas en orden. Tal es la base económica de la burocracia.
Es por eso que una tecnología avanzada es esencial para alcanzar un genuino socialismo. Si la revolución alemana de 1918 a 1923 hubiera triunfado, no sólo nunca habría usurpado el poder de los trabajadores la burocracia estalinista, sino que probablemente habría iniciado un proceso mundial revolucionario irresistible. La avanzada tecnología alemana, unida con las materias primas y la agricultura del otrora Imperio zarista, habrían demostrado lo que la economía socialista democráticamente planificada realmente puede lograr.
Una revolución en un país capitalista desarrollado como Canadá, la Gran Bretaña, Francia o los EEUU, no tendría que enfrentar los mismos desafíos que la URSS. Estos países no tienen el ínfimo nivel cultural de la Rusia de 1917, y en cambio tienen millones de profesionistas que no pueden encontrar trabajo. Esto países no tienen carencias masivas y tecnología ineficiente, y en cambio tienen fábricas que se mantienen ociosas y corporaciones asentadas en billones de dólares de ‘capital muerto’ desaprovechado e improductivo.
El día de hoy, la abrumadora mayoría de los países tiene una población que es primariamente urbana y proletaria. Antes de 1945, la mayoría de los países eran bastamente agrarios. Los niveles educativos y de alfabetización son bastante más altos ahora. A excepción de los escalafones superiores, un alto porcentaje de los modernos funcionarios estatales no son tan privilegiados como en 1917. Los servidores civiles son trabajadores normales de cuello blanco que se sindicalizan frecuentemente y van a huelga a menudo. Estos trabajadores estarían más que contentos de usar su experiencia para el bien común, en vez de tomar a la sociedad por rehén como los burócratas zaristas-estalinistas.
Lenin delineó condiciones para la democracia obrera: la elección de todos los oficiales con derecho a la revocabilidad, que ningún oficial reciba un salario mayor al de un trabajador calificado, la rotación de todas las tareas democráticas, y la ausencia de fuerza armada permanente alguna que pueda usarse en contra del pueblo. El atraso evitó que estas condiciones fueran llevadas a cabo en la URSS, pero una revolución moderna no tendría problema para ponerlas en práctica. Como dijo Lenin, cuando todo el mundo es un burócrata, nadie es un burócrata. El estalinismo no es inevitable.
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El comunismo asesinó a 100 millones de personas
Desde las editoriales de los periódicos hasta los tableros de mensajes de la internet, la contestación de los “100 millones asesinados por el comunismo” es la manera predilecta de descarrilar la discusión. “¿Eres socialista? 100 millones de muertos”, “¿quieres un aumento al salario mínimo? 100 millones de muertos”, “¿quieres servicio de salud? 100 millones de muertos”. ¡La derecha desenvaina esta calumnia puédelo-todo siempre que se le han acabado los argumentos!
¿Cuál es la verdad? Esta aseveración se basa en El libro negro del comunismo escrito por Stéphane Courtois en 1998. Éste ha sido desmentido ampliamente por ser sesgado, por usar una metodología descuidada y un criterio hipócrita. Incluso algunos de sus mayores colaboradores criticaron el libro afirmando que Courtois estaba obsesionado con alcanzar la cifra de 100 millones por cualquier medio necesario y que esta estadística no podía sostenerse.
Más del 90 por ciento de las muertes del Libro negro son atribuidas a regímenes estalinistas o maoístas. Ya hemos explicado cómo es que el estalinismo no tiene nada que ver con el marxismo auténtico. No asumimos ninguna responsabilidad por los crímenes reales de estos regímenes, y señalamos que las primeras víctimas del estalinismo fueron los trotskistas, lo genuinos herederos del bolchevismo. Nos parece aborrecible que las muertes de nuestros camaradas sean utilizadas por los reaccionarios para mancillar la bandera por la que pelearon.
¿De quién son responsabilidad las muertes acaecidas durante la guerra civil? ¿Es la guerra civil culpa de las masas obreras y campesinas, la mayoría de la población, quienes querían dar fin a la Primera Guerra Mundial, la tierra para los campesinos, la autodeterminación para las nacionalidades oprimidas, y el socialismo? ¿O es culpa de lo generales blancos, los terratenientes, los patrones, los monárquicos, y de los 21 ejércitos intervencionistas extranjeros, quienes no acataron los deseos de la mayoría? Es como si se tratase de bandidos que atacan tu hogar, sufriendo pérdidas en ambos bandos como resultado: ¿quién es culpable de ello? La respuesta de los reaccionarios es que los habitantes de la casa son los culpables puesto que nadie habría sido lastimado si tan sólo éstos se hubiesen rendido. Bien podríamos culpar a Abraham Lincoln por todas las muertes acaecidas durante la Guerra Civil americana que liberó a los esclavos. Proporcionalmente, per cápita, una cantidad semejante de personas fueron asesinadas.
Incluso los ataques contra los estalinistas son hipócritas. Por ejemplo, el libro adjudica la responsabilidad de 1.5 millones de muertes en Afganistán, prácticamente todas las muertes acaecidas durante el régimen filosoviético. Pero se olvida de que la CIA pertrechó y financió la insurgencia mujahedín con lanzacohetes y demás armamento avanzado durante una guerra de guerrillas prolongada. También se olvida de que estos mujahedines incluían a ‘combatientes por la libertad’ tales como Osama Bin Laden, y que se rebautizaron a sí mismos como talibanes en 1990. ¿Así que quién es responsable de estas muertes?
Un evento que se asocia frecuentemente con los 100 millones de muertos es la hambruna soviética de 1932 y 1933, el llamado Holodomor. El Libro negro enumera 4 millones de muertes en Ucrania y 2 millones en otros sitios de la URSS. El régimen nacionalista ucraniano de derecha cataloga esta hambruna como un genocidio, y a menudo se le emplea con propósitos políticos y para avivar la causa nacionalista.
Los marxistas somos los últimos en exonerar a los estalinistas por esta hambruna, que fue resultado de la criminal política de Stalin de la colectivización forzada. Trotsky la analizó en su obra maestra antiestalinista, La revolución traicionada. Sin embargo, tampoco aceptamos la victimización anticomunista de los nacionalistas ucranianos. Lo cierto es que, en los 1920s, Stalin se apoyó en los kulaks campesinos enriquecidos por la Nueva Política Económica para derrotar a la Oposición de Izquierda de Trotsky. La Oposición de Izquierda clamaba por una política de colectivización voluntaria de la tierra a fin de instruir a los campesinos acerca las ventajas del socialismo.
Pero una vez que la corriente proletaria de Trotsky fue derrotada, los kulaks amagaron con la restauración capitalista, amenazando los privilegios de la burocracia. Stalin dio un vuelco de 180 grados y se volvió en contra de los kulaks. En lugar de la colectivización voluntaria introdujo la colectivización forzada, teniendo en mira “liquidar a los kulaks como clase”. Esta política desquiciada llevó a los campesinos ricos a consumir las semillas y el ganado, en vez de cultivarles, llevando a la hambruna. Ucrania encaró un impacto más severo puesto que era el granero del Imperio zarista. Sin embargo, la hambruna también tuvo un impacto significativo fuera de Ucrania. Aunque los acontecimientos no validan la acusación nacionalista de genocidio, fueron los trotskistas quienes lucharon contra la hambruna desde el comienzo.
La metodología hipócrita del Libro negro resultaría en una estadística enumerada en billones si se le aplicase consistentemente al capitalismo. Noam Chomsky, en nada un defensor del estalinismo o el maoísmo, llevó a cabo este análisis para comparar a la India con China. Debido a la menor inequidad y la mejor distribución de los recursos médicos en la economía china planificada, tan solo el número de muertes excedentes en la India alcanzó los 100 millones en 1979 (¡y contando!). ¿Qué hay del exterminio de los pueblos nativos del norte y el sur de América? ¿Y de la trata capitalista de esclavos en África? ¿Y del impacto global del imperialismo?
El mismo Winston Churchill tiene una responsabilidad clave en la hambruna del Bengala de 1943, en la que murieron millones. Durante la hambruna, la India bajo control británico de hecho estaba exportando comida y a Churchill se le escuchó decir: “Odio a los hindús, son un pueblo bestial con una religión bestial”. Esto sin mencionar a los millones y millones muertos en las guerras por el lucro y las consideraciones estratégicas del imperialismo. Más de medio millón de muertos tan sólo en Irak, a lo que hay que añadir las muertes de las guerras mundiales y de las constantes guerras ‘menores’.
En marzo de este año, la UNICEF estimó que 600 millones de niños encararán la muerte, la enfermedad, y la desnutrición para 2040 si continúan las tendencias actuales. En reportes anteriores han detallado cómo millones de niños mueren cada año por las mismas causas prevenibles mientras que los 8 mayores billonarios poseen tanto como el resto de la humanidad. En esta medida, el capitalismo, el imperialismo , y el colonialismo, han producido una biblioteca completa de “libros negros”. Ya va siendo hora de que la humanidad pase la página de este sistema social y económico que chorrea sangre por cada uno de sus poros.
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El colapso de la URSS prueba que la naturaleza humana es capitalista
Contemplando el presente estado de crisis prolongada de la economía mundial es bastante risible que la derecha defienda al capitalismo como una extensión ‘natural’ de la condición humana. El capitalismo es un sistema social que sólo ha existido por doscientos o trescientos años, mientras que el homo sapiens ha existido como especie por cientos de miles de años. ¿Se supone que creamos que la humanidad fue de algún modo ‘antinatural’ durante el 99.9 por ciento de su existencia?
En otras ocasiones hemos respondido a esta pregunta desde un punto de vista general más filosófico y científico, así que no repetiremos aquí esas explicaciones. El argumento básico de la derecha es que la caída de la URSS sucedió porque los seres humanos son naturalmente egoístas y se entregarán a la pereza si no sienten la amenaza del rechazo o el hambre espoleándoles. Esta posición es otra aseveración sin sustento, fuera del tiempo y el espacio, que no tiene un correlato en la realidad.
Comenzando por un nivel muy elemental, el pueblo de la Unión Soviética logró cosas asombrosas. Esto fue a despecho de los malos manejos de la burocracia estalinista. El pueblo trabajó bastante arduamente en la URSS, que produjo más doctores, científicos e ingenieros que los países capitalistas, tanto en términos absolutos como relativos. Esto se debió a la economía planificada. Entre 1913 y 1963, la productividad laboral se incrementó un 73 por ciento en la Gran Bretaña, 332 por ciento en los EEUU, y 1310 por ciento en la URSS. Las tasas de crecimiento anual excedían el 10 por ciento en este periodo, mientras que el capitalismo enfrentaba la Gran Depresión.
El número de doctores por cada 100,000 habitantes fue de 205 en la URSS, en comparación con los 170 de Italia y Austria, 150 de EEUU, 144 de la Alemania occidental, 110 de la Gran Bretaña, Francia y los Países Bajos, y 101 de Suecia. En 1970, había 257,000 graduados de ingeniería en la URSS, en comparación con los 50,000 de los EEUU. Esto desembocó en muchos descubrimientos trascendentes, premios Nobel y la excelencia general. Es una calumnia para la gente brillante de la Unión Soviética el decir que el estalinismo cayó debido a su estupidez o su pereza.
¿Así que por qué cayó al Unión Soviética si su gente estaba trabajando tan arduamente y era tan lista? La culpa recae sobre la cabeza de la burocracia estalinista. Trotsky explicó que la economía planificada socialista necesita de la democracia como el cuerpo humano necesita del oxígeno. En el capitalismo, el mercado es el acicate contra la ineficiencia. Si una compañía es dirigida de forma ineficiente, caerá en la bancarrota y desaparecerá. En una economía planificada saludable el acicate contra la ineficiencia es el control democrático y la participación de los mismos trabajadores. Si los trabajadores perciben una ineficiencia la arreglarán, si encuentran una manera más eficiente de hacer las cosas la pondrán en práctica. Pero un manejo democrático semejante a manos de los trabajadores era un anatema para la burocracia estalinista que no podía permitir que las cosas se salieran de su férreo control.
Cincuenta burócratas en Moscú podían planear la industrialización básica en el periodo inicial de la Unión Soviética, pero a un costo mucho más alto para la democracia obrera. Sin embargo, desde mediados de los 1960s en adelante, las tasas de crecimiento comenzaron a desplomarse y luego se estancaron en los 1970s. La economía se había vuelto demasiado compleja para una planeación burocratizada. El peso llano de los malos manejos burocráticos, el nepotismo, la corrupción, y la ineficiencia, pasó de ser un lastre relativo a convertirse en un freno definitivo.
Llegaron cuotas desde arriba que no podían satisfacerse sin tomar atajos y sacrificar la calidad. El mercado gris y el negro emergieron para llenar las brechas del despilfarro y la estupidez burocráticas. Esta realidad económica marcó las dos décadas del declive y la caída de los regímenes estalinistas. Lo probaron casi todo para poner las cosas en marcha pero nada funcionó. Lo único que nunca probarían sería transitar hacia la democracia obrera, por miedo de perder el control. De ahí que el masivo potencial creativo de la clase obrera soviética fue puesto en estado vegetativo y permaneció inhibido.
En lugar de transitar al control obrero y a la economía socialista democráticamente planificada, los burócratas decidieron convertirse ellos mismo en capitalistas a expensas del resto de la población soviética. Todo fue puesto en el lote de subasta a precios de sótano de rebajas –allanando el camino para la actual oligarquía rusa. Si el capitalismo fuese un sistema mucho más natural que el socialismo, ciertamente esta ‘vuelta a la naturaleza’ habría llevado a un salto adelante delas fuerzas productivas. La vuelta al capitalismo fue un desastre abyecto. Hubo una reducción del 60 por ciento del PIB y una reducción de 15 años de la esperanza de vida. Todos los males del capitalismo volvieron como venganza –el alcoholismo, la prostitución, el abuso de drogas, el crimen organizado. La posición de la mujer se vino abajo vertiginosamente. Este es el legado del capitalismo.
Una auténtica, y saludable, economía planificada democráticamente pude desatar las sorprendentes habilidades del pueblo proletario que el capitalismo y el estalinismo deliberadamente reprimieron. A los estudiantes de administración empresarial se les enseña que los trabajadores son zánganos, mientras que la fuente del conocimiento y la inspiración fluye de los llamados ‘capitanes de la industria’. Pero en la vida real vemos que son estos hombres y mujeres de traje los que han presidido las bancarrotas, el estancamiento, los rescates, y los despidos, a la vez que amasan billones en primas.
Son los trabajadores al nivel del mostrador los que realmente entienden cómo funcionan las cosas y cómo mejorarlas. Es la gerencia la que desorganiza la producción instituyendo turnos mixtos ineficientes y poniendo al trabajador en contra del trabajador. Si un trabajador tiene una buena idea en el capitalismo, el gerente la robará, se llevará el crédito, y luego disminuirá el personal en proporción con el aumento de la eficiencia. No hay un incentivo para que los trabajadores hagan su contribución cuando están alienados de la producción. En una sociedad socialista, cuanto los trabajadores aportan se destina al aumento del tiempo de esparcimiento y a la mejora de su comunidad local. El capitalismo y el estalinismo comulgan con la creencia de que la mayoría de la humanidad es inútil y estúpida. Los marxistas creemos que la apabullante mayoría tiene algo que aportar a la sociedad y que son la gerencia y la burocracia los adalides inservibles de un sistema estúpido y antinatural.
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Nada consiguió la Revolución rusa.
¡Dicen que nada consiguió la Revolución rusa! ¿Entonces por qué los mercenarios a sueldo de los patrones y banqueros dedican tanto tiempo a decir esto? Cualquiera que lo piense con detenimiento se percatará de la falsedad de dicha afirmación. Si nada fue conseguido, ¿entonces por qué tratar a la experiencia de Octubre como una amenaza tal? Ante nosotros tenemos un país que pasó de ser más atrasado que las áreas más rurales de Paquistán, a ser la segunda superpotencia mundial. Y aun así se nos dice que no hay nada positivo que aprender de la Unión Soviética. ¡Esta mentira debería colocarse claramente en el diccionario dentro de la definición de paparrucha [chutzpah]!
Ya hemos detallado algunos de los sorprendentes avances tecnológicos y económicos de la economía planificada soviética, a despecho de los grilletes burocráticos del estalinismo. Podemos añadir algunos más. Tras la ocupación nazi en la Segunda Guerra Mundial, la que adoptó una destructiva táctica de ‘tierra quemada’, la economía planificada se puso de pie sin la ayuda de algún plan Marshall del extranjero. El ingreso nacional soviético se incrementó en un 570 por ciento entre 1945 y 1946, comparado con un 55 por ciento de los EEUU, que habían salido ilesos de la guerra. Durante este periodo nadie pudo contender con la tecnología espacial soviética. El Sputnik fue el primer satélite y Yuri Gagarin el primer hombre en el espacio.
Uno de los logros clave de la URSS fue la derrota de la Alemania nazi, que tenía acceso a toda la producción conjunta de la Europa continental. Esto no se enseña en los colegios occidentales, pero el 90 por ciento de los combates y de los decesos de la Segunda Guerra Mundial ocurrieron en el frente oriental. 27 millones de soviéticos murieron a manos de los ejércitos de Hitler.
Churchill y Roosevelt planeaban originalmente el permitir que Alemania y Rusia se agotaran el uno al otro para entonces barrer con los restos. Es por ello que no abrieron el frente occidental sino hasta 1944. La batalla del Kursk aún sigue siendo la mayor batalla motorizada de la Historia humana. La economía planificada le permitió a la URSS superar productivamente a toda la Europa capitalista cuando realmente importaba. Fueron las tropas soviéticas las que liberaron a los judíos de los campos de concentración, las que liberaron Europa del Este, y las que izaron la bandera roja sobre el Reichstag. Si los británicos y americanos no hubiesen abierto el frente occidental se habrían encontrado con el Ejército Rojo en el Canal de la Mancha y no en Alemania. Antes del Día D, el principal empeño de los aliados estaba alejado del principal escenario de la batalla, asegurando sus colonias en África o el Pacífico.
Los logros de la revolución no fueron sólo económicos, sino sociales. Mientras que las mujeres de la Gran Bretaña no consiguieron el voto sino hasta 1928, las mujeres de la Unión Soviética alcanzaron la plena igual jurídica desde 1918. ¡En Canadá las mujeres ni siquiera fueron reconocidas como ‘personas’ sino hasta 1929! La ley familiar soviética se volvió neutral respecto del género y la homosexualidad fue legalizada medio siglo antes que en occidente. Por ejemplo, Trotsky adoptó el apellido de su esposa y a nadie le pareció inusual. El aborto también fue legalizado. Mucho de esto fue deshecho desafortunadamente por la contrarrevolución estalinista. A pesar de la regresión delos 1930s, para 1970 había paridad de género en cuanto a los estudiantes matriculados en la universidad: una estadística significativamente más adelantada que la de los países capitalistas. La URSS brindó educación gratuita, cuidados de salud, y de la infancia, algo que los EEUU nunca han sido capaces de alcanzar. No sorprende que la esperanza de vida femenina haya saltado de los 30 años en 1924 a 74 años en 1970 y que la mortandad infantil haya caído un 90 por ciento.
La cultura y la ciencia soviéticas florecieron en los 1920s. Hubo un increíble estallido de formas experimentales tras la revolución. Eisenstein se puso a la vanguardia con brillantes clásicos cinematográficos. Shostakovich y otros revolucionaron las sinfonías, y el ballet Bolshoi es reconocido hasta la actualidad. La URSS consiguió dominar las olimpiadas. La ciencia teórica también dio un salto adelante. Theodor Dobzhansky hizo una síntesis de la selección natural darwiniana con la genética mendeliana. De nuevo, esto fue descartado por el realismo socialista en las artes, y el lisenkoismo en la biología. La burocracia estalinista nunca pudo permitir la plena libertad de la juventud por vía de la cultura popular, y la CIA trató de valerse de los Rolling Stones y de los Beatles en contra de la revolución. Pero a pesar de la censura estalinista el arte clásico soviético nunca estuvo a la saga de otros.
A pesar del increíble atraso material, social y cultural, y de los ataques y el sabotaje internos y externos, la Revolución bolchevique obró milagros. Tan solo imaginemos lo que los trabajadores y la juventud de hoy podrían alcanzar con niveles mucho más altos de cultura y educación. Lo que está deteniendo a la sociedad es la producción lucrativa y el modo capitalista de producción. La sociedad se encuentra actualmente en un impasse y se estremece de una crisis social, política y económica a otra. Necesitamos reventar en pedazos estos grilletes a fin de liberar el potencial dela humanidad.
John Reed escribió sus clásicos Diez días que estremecieron al mundo, que brindaron un vibrante relato de los eventos de 1917. En este artículo tratamos de responder a las diez mayores mentiras que busca mantener el statu quo. Lenin dijo una vez que la fuerza motriz de la historia es la verdad, y no las mentiras. En otro sitio dijo que el marxismo es poderoso porque es verdadero.
La corriente revolucionaria no tiene necesidad de mentiras: ¿por qué querríamos instruirnos equivocadamente a nosotros mismos acerca de la realidad? El marxismo busca tener una comprensión científica completamente delineada de las condiciones sociales, para que estemos lo mejor posicionados para cambiarlas. Si nos mintiésemos a nosotros mismos sólo haríamos esta tarea más difícil. Afortunadamente, más y más trabajadores, y especialmente los jóvenes, están empezando a distinguir las mentiras que sostienen la desigualdad capitalista. Hasta el día de hoy, la Revolución rusa representa el más grande ejemplo de cómo los explotados y oprimidos pueden alcanzar su emancipación. No hay mayor amenaza para el statu quo que las ideas del bolchevismo y la experiencia de la Revolución rusa. Ojalá que esta contribución ayude a los trabajadores y a la juventud recién radicalizados a encontrar los argumentos que necesitan para ganar la discusión en contra de los reaccionarios y construir un nuevo Octubre, 100 años después, pero esta vez a un nivel muy superior.