Escrito por David García Colín
En el momento de escribir estas líneas las cifras publicadas por el INE sobre la recolección de firmas para que algunos de los 46 “candidatos independientes” con constancia puedan aparecer en la boleta electoral del 2018 están así: Margarita Zavala ha obtenido 13,033 firmas; Marichuy 4,734; Armando Ríos 2,899; Jaime Rodríguez (“El Bronco”) 2,663; Pedro Ferriz 2,244. Para lograr aparecer en la boleta se requiere el 1% del padrón nominal de electores a nivel nacional, que equivale a 866,593 firmas en, al menos, 17 entidades federativas, con límite para recabarlas al 12 de febrero del 2018.
De los punteros mencionados sólo Marichuy aspira a ser verdaderamente “independiente” del régimen y sus instituciones podridas. La enorme cantidad de “independientes” con constancia expresa, por una parte, la bancarrota y la crisis de legitimidad en que se encuentran los Partidos del régimen y, en general, la política tradicional y las instituciones burguesas. En este escenario los llamados candidatos “independientes” se convierten tanto en una “válvula de escape” para limpiar el rostro de la democracia burguesa como en un medio para encontrar algún candidato “presentable” –en caso de que el frente PAN-PRD no cuaje- que la burguesía pueda impulsar ante la negativa de la “plana mayor” del empresariado “nacional” y del gobierno Trump para permitir que AMLO llegue a la silla presidencial. Pero también la vía de los “independientes” constituye –para la casi totalidad de personajes registrados- un jugoso negocio para hacerse de recursos, “proyección política” y futuros dividendos.
En realidad en una sociedad dividida en clases no existen ni pueden existir candidatos “independientes”: toda candidatura expresa –más o menos- los intereses de una clase social o sectores de éstas, además de sus propios intereses burocráticos. Ninguno de los individuos con constancia –excepto la candidatura del CNI- aspira a llevar adelante una política independiente de los que verdaderamente gobiernan este país: los grandes empresarios, banqueros y dueños de las televisoras; sucursales de las trasnacionales que han subastado al país. Allí esta, por ejemplo, el farsante “Bronco” que llegó a Nuevo León como “independiente” pero ha hecho la misma política de siempre, el mercachifle ultra-oportunista salido de un PRD en crisis terminal: Armando Ríos Piter, o el periodista chayotero y de derechas: Pedro Ferriz. Éstos están impulsando un negocio privado aunque sepan que no tienen ninguna posibilidad real, ya llegará el momento de venderse al mejor postor. Margarita Zavala –por otra parte- es la “independiente” que se perfila para disputarle al posible candidato del «Frente Ciudadano por México” –del PAN-PRD-MC- el beneplácito de la oligarquía para enfrentar a AMLO. Ninguno de éstos puede llamarse “independiente” sin que se haga una mala broma. Todos son políticos del régimen que –por sus intereses personales o de grupo- han tenido que salir del PRI, PRD o PAN. Incluimos al periodista conservador en busca de notoriedad, Pedro Ferriz, cuyo programa de gobierno se resume a “ley y orden”.
Aunque AMLO sueña con regenerar el «Estado de bienestar»–al estilo Echeverría- que nunca volverá pues la crisis del sistema lo impide, al menos es relativamente “independiente” de la oligarquía neoliberal que le teme –más que por el personaje en sí- por las masas detrás de él y no quiere arriesgarse a sufrir un gobierno que escape a su control directo.
Incluso suponiendo que algunos de esos sujetos –denominados “independientes”- no estén bajo la sombra directa de alguno de los Partidos registrados, la idea de que llevarán adelante una diferente manera de hacer política a los Partidos tradicionales resulta una ilusión: para obtener las firmas necesarias y operara una campaña se requiere un aparato, este aparato va a responder a los intereses que la candidatura expresa tanto como al negocio que representa, y como todos estos personajes compiten para administrar el status quo tenderán –inevitablemente- a reproducir todos y cada uno de los vicios de los Partidos tradicionales –funcionarán, en los hechos, como Partidos sin registro-, con el agravante de que no existe ningún marco partidario claramente establecido que les permita a los que participen en esas campañas –suponiendo a alguien que lo intente de buena fe- algún mecanismo de control –para ser sinceros, tampoco existe realmente en ninguno de los partidos con registro, pues todos sus órganos están controlados por sectores de la burocracia (esto incluye, lastimosamente, a Morena)- Así pues, estos “candidatos independientes” son una farsa, una nueva manera de presentar la misma basura.
Decíamos que la única candidatura que puede llamarse “independiente” es la que impulsa el Consejo Nacional Indígena (CNI), el Consejo Indígena de Gobierno (CIG), el EZLN y diversas organizaciones sindicales y populares como la OPT: la candidatura de María de Jesús Patricio Martínez (Marichuy). Esto es así porque es independiente de los Partidos con registro, del régimen, del Estado y de la gran burguesía. Pero esto no es suficiente. Para consolidar esa independencia debe vincularse –ser “orgánicamente dependiente”- del movimiento obrero, campesino y popular, y construir un “aparato” propio, democrático y de base. La independencia de clase debe concretarse en un programa que recoja las reivindicaciones del pueblo en lucha y que aspire a derribar al sistema capitalista. Si el programa que impulsa a Marichuy alza la bandera de la nacionalización, bajo control obrero, de las palancas fundamentales de la economía y enlaza este objetivo con las demandas inmediatas del pueblo, la candidatura indígena se convertiría en un núcleo irresistible para la transformación revolucionaria. La independencia, en suma, se construye reivindicando un programa alternativo al capitalismo.
Margarita Zavala es un personaje que tiene muy claros sus intereses –lo de su camarilla y los de su clase- y cuenta con el apoyo de un sector del PAN y de poderosos financistas que le pagarán el acopio de las firmas necesarias para aparecer en la boleta electoral del 2018. Marichuy, evidentemente, no cuenta con estos apoyos del gran capital y de las cúpulas mafiosas. Sin embargo ella puede contar con el apoyo y el respaldo de los sindicalistas, los trabajadores, los estudiantes, los campesinos pobres y -en general- de los sectores organizados y movilizados del pueblo. Para que este apoyo se convierta en masiva recolección de firmas se requiere entusiasmar con un programa que, a la vez, sirva para organizar y para aspirar a ganar en las urnas, y transformar este país con métodos revolucionarios. No podemos separar la recolección de firmas del programa puesto que éste es una base firme para recabar las 866,593 firmas en las 17 entidades.
Con las 4,734 firmas con las que ya cuenta, el movimiento en torno a Marichuy requiere recopilar 7,122 firmas diarias durante los próximos cuatro meses. Esta tarea se da cuesta arriba puesto que, hasta ahora, la recepción de firmas sólo se puede hacer por medio de una aplicación para dispositivos con memoria suficiente –andoid 5 en adelante o Iphone 4 para arriba- lo cual, evidentemente, no es el medio natural para una candidatura indígena cuya mayoría de adeptos son campesinos concentrados en los Estados más pobres del país. En definitiva, las instituciones burguesas no están hechas para la gente pobre.
Si bien es necesario y urgente redoblar esfuerzos, un programa revolucionario haría buena parte del trabajo en lo que concierne a atraer simpatizantes y cumplir esa tarea, además de muchas otras de mayor relevancia política para los explotados y oprimidos de este país: organizar, construir comités en todo el país y en todos los sectores populares, generar asambleas locales y nacionales, impulsar movilizaciones, etc.
Hemos argumentado en otros artículos que los militantes de base de Morena y los del CNI-CIG deben tenderse la mano e impulsar un pacto de unidad en la acción. La candidatura indígena no es el enemigo, ni tampoco las bases de Morena. Incluso suponiendo que AMLO logre ganar las elecciones y derrotar el fraude –tarea que se dificulta por la política oportunista, reformista y burocrática de su dirección- el movimiento nucleado en torno a Marichuy puede convertirse en un poderoso polo movilizador frente a un gobierno que se encontrará entre “dos ruedas de molino” –las de la burguesía y el proletariado- pero sobre todo para construir la organización anticapitalista –que en nuestra opinión debe ser socialista- que pueda liquidar este sistema de explotación y despojo, más allá de la estrecha visión reformista de AMLO.
Por tanto debemos trabajar para lograr el objetivo y que Marichuy aparezca en la boleta, al mismo tiempo que discutimos el programa y nos organizamos para liquidar este sistema.