El caso de Erick Omar: víctima de la cruda violencia estatal
Alejandro Aguilar-Reyes
La noche del 4 de noviembre en la alcaldía Venustiano Carranza de la capital del país, tres elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudana interceptaron al joven trabajador Erick Omar de 21 años mientras paseaba a su canino. Los agentes intimidaron a Erick, declararon que lo vieron tirar algo a una plantas, como si al ver a los agentes se estuviera deshaciendo de algún objeto ilícito. Los policías procedieron a tirarlo, golpearlo y arrastrarlo de una manera completamente abusiva y sin razón aparente. Esa noche Erick no llegó a casa. Sus seres queridos lo buscaron por días hasta que lo encontraron sin vida el día 7 de noviembre cerca de donde fue detenido [1][2]. Tras el incidente, los tres agentes del sector Congreso, han sido identificados y, menciona el secretario de Seguridad Ciudadana Pablo Vázquez Camacho que “[la] Secretaría desde su área de Asuntos Internos, trabajando con la Fiscalía, obtuvo las órdenes de aprehensión que fueron cumplimentadas en contra de los compañeros que participaron en este hecho, se dio cuenta ya de su vinculación a proceso”. A su vez, se mencionó que se trabajará junto con la Comisión de DDHH y la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas o la Fiscalía para la reparación de daños a la familia de Erick Omar.
El caso de Erick Omar no es un caso único ni aislado. Quien esté leyendo esto puede atestiguar el abuso de poder por parte de los elementos de “seguridad”. La violencia del Estado no le es ajena a la clase trabajadora. La policía intimida, extorsiona, desaparece, viola y también mata. Los casos de homicidio a manos de la policía son un síntoma de un sistema pútrido que prioriza los intereses de una pequeña clase parasitaria sobre las vidas y necesidades de las personas. Es decir, la Secretaría de Seguridad del Estado —y todos los cuerpos armados del Estado— se han convertido desde hace mucho en un completo contrario de lo que pretenden ser.
La violencia estatal conoce los mismos límites que el sistema mismo que lo engendra: el capitalismo. Se manifiesta de muchas maneras: la negligencia, la extracción y despojo del territorio, la represión directa ya sea por parte del ejército o como en este caso por la policía capitalina, la colusión y coordinación con el crimen organizado, etc. No hay manera exacta de saber la escala de la violencia estatal, ni la cantidad de casos como este, que afortunadamente fue reportado por los vecinos que fueron testigos, pero ¿qué hay de aquellos casos que no pudieron ser reportados o que han sido activamente ocultados?
Está en los intereses de la burguesía ver este caso como uno único; como el caso de algunos pocos malos agentes que abusaron de su poder, aplicando una moral a su conveniencia. Agentes que, hemos de agregar, también viven explotados pero que sobreviven reprimiendo a la clase trabajadora a cambio de un salario. A estos tres elementos les caerá el peso de la ley (no se diga que “todo el peso de la ley” porque en casos cómo este suele ser que son absueltos de sus crímenes, denotando a pequeña escala la impunidad del estado capitalista mexicano). El problema no son esos agentes individuales de la SSC, el problema es estructural, el problema es que la clase dominante protegerá su moral, su ideología y sus intereses materiales por encima de otro ser humano. El problema tiene una base material y es la precariedad que también afecta a trabajadores armados del Estado. Una vez que se quita el uniforme, un policía se reintegra a la masa de la clase trabajadora que tiene que llegar a casa a alimentar a sus hijos, pagar una renta, etc. Esto no es para proteger a la policía ni a decir que la policía es proletariado. Más bien, es para poder tener un análisis sobre las condiciones que orillan a un individuo a dedicarse a esta profesión. La precariedad es tal que los mismos policías tienen que pagar por sus uniformes y si le pasa algo a su unidad, lo tienen que pagar de sus bolsillos [3]. Esto incentiva a los agentes individuales a buscar una fuente extraordinaria de ingresos, esto es: la mordida y la extorsión.
Hemos de agregar que también en nuestras intervenciones públicas como clase trabajadora (marchas, mítines) vemos la presencia de un gran número de agentes del Estado. ¿Están ahí para salvaguardar la integridad de los asistentes?¿Están ahí para auxiliar en caso de una emergencia de cualquier tipo? No. La intención de su presencia es intimidar a los manifestantes y de aprovechar cualquier provocación para lanzarse en contra de aquellos que protestan. Más que eso, están para proteger bancos y empresas domésticas y trasnacionales, es decir, proteger la propiedad privada.
Cuando gritamos a todo pulmón y a los cielos ¡fue el Estado! Reavivamos nuestra memoria histórica pensando en la masacre de Tlatelolco, el Halconazo, Ayotzinapa, Atenco, Acteal, Guardería ABC y un largo etcétera. Ahora agregamos a esa lista el caso de Erick Omar quien a manos del Estado fue asesinado. Un Estado subordinado a la clase burguesa nunca le servirá a la clase trabajadora. Es necesario organizar a la clase trabajadora para deshacernos de este sistema tan decadente. Que descanse en paz Erick Omar y, nuestro más sentido pésame a sus familiares y amigos.
[1] https://www.milenio.com/policia/erick-omar-golpeado-policias-cdmx-murio-esto-sabemos
[3]
