60 años del asalto al cuartel de Madera: Lecciones de lucha y la necesidad de un partido revolucionario
Paulina Bañales Madrid
Hace 60 años, el 23 de septiembre de 1965, el Grupo Popular Guerrillero (GPG) intentó tomar el cuartel de Madera, ciudad ubicada en la sierra del noroeste de Chihuahua, donde se encontraban acuartelados alrededor de 125 militares. Este hecho no puede entenderse sin considerar, por un lado, las duras condiciones de explotación que sufrían campesinos y trabajadores y, por otro, el contexto político de México y del mundo en plena Guerra Fría, en el que el gobierno y sus fuerzas armadas defendían los intereses de los caciques y latifundistas, aliados con el capital nacional y extranjero.
A comienzos de los años 60s, México —al igual que una parte del mundo— vivía un periodo de importantes cambios sociales y políticos. En este contexto, el triunfo de la Revolución cubana inspiró profundamente a la juventud latinoamericana, convirtiéndose en un ejemplo de lucha contra la opresión y la explotación. Así, las escuelas normales rurales conocidas como semilleros de lucha revolucionaria, influenciadas por la Revolución cubana, se sumaron a las demandas del proletariado, aunque principalmente también a las del campesinado, frente en que los estudiantes de Chihuahua jugaron un papel destacado.
En esta región surgieron líderes como Arturo Gámiz y Pablo Gómez, que se integraron a la Unión General de Organizaciones Campesinas de México. Desde 1960, esta organización comenzó a presionar en dos frentes por la repartición de latifundios: por un lado, en el desierto, en la ex hacienda de Santo Domingo, en el municipio de Villa Ahumada y, por otro, en la sierra, contra la maderera Bosques de Chihuahua, abarcando los municipios de Madera, Temósachi y Casas Grandes.
El reclamo por el reparto agrario, sumado a la explotación en las fábricas y a la persecución contra el movimiento normalista, generó un profundo descontento social en Chihuahua. Frente a ello, la respuesta del Estado fue la represión: estudiantes fueron encarcelados y la Normal del Estado respondió con huelgas.
En este escenario, Práxedes Giner Durán, gobernador de Chihuahua entre 1962 y 1968, jugó un papel central al favorecer abiertamente a empresas como Bosques de Chihuahua y a caciques locales como Tomás Vega y José Ibarra. Abiertamente anticomunista, Giner Durán no ocultaba que su fuerza dependía de perseguir a los comunistas y de sostener el orden en favor de los terratenientes. Bajo su mando, el Ejército mexicano —en particular la 5ª Zona Militar— actuó como brazo represivo del Estado, aplastando toda protesta en defensa del reparto agrario.
De esta manera, el antagonismo entre caciques y campesinos, sumado a la intervención militar, dio origen al GPG. Cabe señalar, sin embargo, que también hubo participación obrera, aunque limitada, principalmente a través de la Unión General de Obreros y Campesinos de México. No obstante, la falta de una dirección política clara, aunada a la dificultad de articular la lucha campesina con la clase trabajadora y a la ausencia de un partido revolucionario de alcance internacional marcaron los límites del movimiento.
La experiencia ha demostrado que el heroico sacrificio aislado de la guerrilla no puede reemplazar la organización de masas del proletariado ni la construcción de una dirección comunista revolucionaria capaz de unificar la lucha obrera en todo el país.
En este contexto, el acercamiento a la población de Madera se dio gracias a la lucha de los estudiantes y de diversas agrupaciones políticas. A través de mítines y manifestaciones, impulsaron la agitación revolucionaria, articulando las demandas populares y visibilizando los problemas del campesinado. En ese marco se convocó al Primer Encuentro de Juventudes Populares en Madera, con la participación de normalistas, estudiantes de la Universidad de Chihuahua, del Instituto Tecnológico y militantes del Partido Popular. De allí surgió la necesidad de organizar un segundo encuentro, realizado en febrero de 1965, en Cebadilla de Dolores.
En dicho encuentro, el profesor Arturo Gámiz presentó cinco resoluciones que denunciaban las contradicciones del capitalismo: la proletarización creciente, el empobrecimiento de las masas, el desempleo crónico, la concentración de la producción y el dominio de los monopolios junto con la exportación de capital. Estas resoluciones mostraban un avance en la crítica al sistema; sin embargo, la ausencia del método y de una organización revolucionaria impidió transformarlas en una guía efectiva para la lucha de las masas.
El asalto al cuartel de Madera
Las condiciones en que surgió el GPG no permitieron consolidar una organización fuerte y capaz de enfrentar al ejército. A pesar de los errores estratégicos, es necesario entender el contexto: los campesinos y estudiantes se levantaron en una región dominada por militares y caciques poderosos.
El GPG, con pocos efectivos y escaso armamento, no podía derrotar por sí solo a un ejército profesional. La toma del cuartel de Madera fue el desenlace de una serie de acciones previas: la quema del templete donde se presentaría el presidente Gustavo Díaz Ordaz, la ocupación de estaciones de radio y el asesinato de Florentino Ibarra, hermano del cacique José Ibarra, por miembros del movimiento como Antonio y Salomón Gaytán. Estos actos hicieron que los integrantes del GPG se convirtieran en objetivo prioritario de la represión militar en la región.
Ante la persecución, los guerrilleros comenzaron a desplegarse de forma estratégica y buscaron poner en práctica sus tácticas de organización. En coordinación, normalistas y campesinos prepararon el terreno para su objetivo principal: el asalto al cuartel de Ciudad Madera. La decisión final sobre la operación se tomó en el barrio de Santo Niño, en la ciudad de Chihuahua, durante una reunión en la que se fijó la fecha. El ataque estaba previsto para el 15 de septiembre, pero debió posponerse por el retraso en la entrega del armamento gestionado por Salomón y Antonio Gaytán. Finalmente, se reprogramó para el 23 de septiembre (jornada que marcaría un precedente en la historia de la guerrilla en México).
“El hecho histórico es bien conocido: un grupo de jóvenes armados con rifles, carabinas, escopetas y bombas caseras, intentaron asaltar el Cuartel de Ciudad Madera el 23 de septiembre de 1965.”
La falta de organización y el número reducido de integrantes del GPG influyeron en el fracaso de la operación. El saldo fue de 6 soldados y 8 guerrilleros muertos. La falta de recursos y la ausencia de fuerzas revolucionarias preparadas marcaron el desenlace. Aunque el asalto se convirtió en un referente para las guerrillas y movimientos posteriores, el resultado negativo fue contundente. Para escarmentar, el Estado exhibió públicamente los cuerpos de los guerrilleros caídos, que terminaron enterrados en una fosa común.
El error de método es claro: la rabia acumulada empuja a la clase trabajadora y al campesinado a luchar, pero sin un partido de vanguardia que les organice, el sacrificio se convierte en suicidio. Como señaló Lenin: “Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. La guerra de guerrillas es una forma de lucha natural en el campesinado y a menudo imitada por sectores de la pequeña burguesía urbana. Pero sus acciones aisladas, de carácter foquista, no pueden sustituir la organización de masas del proletariado.
La clase trabajadora, en cambio, actúa de manera colectiva en la producción y tiene la posibilidad de desarrollar una conciencia socialista. Lenin, en su artículo “La guerra de guerrillas”, planteó conclusiones que siguen vigentes: 1) tomar en cuenta el estado de ánimo de las grandes masas, 2) considerar las condiciones del movimiento obrero local y 3) no dilapidar inútilmente las fuerzas del proletariado.
La lucha por el comunismo sigue siendo una tarea viva y urgente. Continuamos viviendo bajo un sistema barbárico que niega el desarrollo pleno de la clase trabajadora y del campesinado. Reconocemos el sacrificio de quienes se levantaron contra la barbarie capitalista, pero también asumimos la necesidad (y la responsabilidad) de aprender de sus errores. La verdadera revolución no puede surgir de acciones aisladas, sino de la organización consciente y unificada de la clase obrera. Para ello es indispensable la construcción de un partido de vanguardia cimentado en cuadros revolucionarios capaces de guiar la lucha hacia la emancipación. Porque la revolución no se hace: se organiza.