Los estudiantes de nivel superior de varias universidades han mostrado su preocupación por el recorte presupuestal que realizó la Secretaría de Hacienda a las Becas Elisa Acuña (BEA) para el presupuesto del 2023, el cual dejó en ceros a dicho programa de becas que contempla ocho modalidades distintas.
La suspensión de recursos destinados a las becas Elisa Acuña para estudiantes de licenciatura habla de una descomposición y desmantelamiento de la educación pública y gratuita, un ataque más que se suma al golpeteo histórico hacia el sector educativo.
¿Qué significa para un estudiante perder este apoyo económico? La juventud ha sido la capa más afectada durante los últimos años, siendo arrojada a las filas de la precarización laboral, sosteniendo gastos de transporte, comida, rentas altísimas, apoyos con gastos del hogar, etc. Este tipo de ayuda sirve para que los bolsillos de los estudiantes no se vean tan afectados con todo esto y puedan continuar dentro de las escuelas. Tan solo en la UNAM hay más de 55 mil becarios y si a esto le sumamos los demás estudiantes de otras instituciones públicas a nivel superior, sería tonto pensar que las becas no son necesarias o son un desperdicio; al contrario, es lo mínimo que se nos debería garantizar para poder amortiguar todo el peso de la crisis económica que está cayendo sobre nuestros hombros y garantizar nuestro derecho a la educación.
Tan solo durante la pandemia del COVID-19 se afectó fuertemente al empleo de los jóvenes. A fines de 2021, 40 millones de personas que habrían tenido un empleo en condiciones normales (sin pandemia) no lo tenían, lo que agravó las tendencias de desempleo juvenil. Los ingresos de los jóvenes se contrajeron un 15% en 2020 y un 12% en 2021. Los nuevos participantes con menor nivel de educación tendrán ingresos un13% menores durante sus primeros 10 años en el mercado laboral. Los datos de Brasil, Etiopía, México, Pakistán, Sudáfrica y Vietnam indicaron que el 25 % del total de los jóvenes no recibió educación, empleo ni capacitación en 2021.
Durante años, a los estudiantes se nos ha relegado a último plano, con gobiernos que negaban el apoyo económico manteniendo sus políticas privadas y ganancias por encima de todo y todos. Además, la dinámica podrida de las grandes burocracias universitarias, donde permea la corrupción por parte de altos funcionarios cuyos salarios superan los 100 mil pesos mensuales. Es inaceptable que el control de la «transparencia» para saber a dónde se van los recursos destinados a las casas de estudios, estén bajo control únicamente de estas castas doradas de funcionarios. Todo esto no responde a los intereses de los estudiantes hijos de los trabajadores.
No debemos olvidar que las demandas políticas del movimiento estudiantil de manera histórica han sido la lucha por una educación gratuita y de calidad pero también la denuncia y lucha contra el carácter represivo del estado burgués. Esto lo hemos visto desde finales de la década de los 30 —donde el movimiento estudiantil comenzaba a consolidarse en líneas de clase, con la entrada de miles de hijos de obreros y campesinos, que fueron influidos de las tradiciones obreras de lucha—, hasta la huelga del 99 donde las demandas iban por la derogación del reglamento general de pagos y el desmantelamiento del cuerpo policíaco en su totalidad.
Ahora el movimiento estudiantil actual debe reivindicar este carácter de clase llevando adelante las consignas políticas ¿Cuáles? La defensa de la educación, la vinculación con la clase trabajadora y, sobre todo, a lucha organizada contra el sistema capitalista, haciendo uso de los métodos organizativos como asambleas, mítines, movilizaciones y comités permanentes.
Las becas, apoyos económicos, comedores subsidiados, transporte gratuito, casas para estudiantes; tendrían que ser garantía para todos. Se podrá decir que «no hay suficiente presupuesto», pero en realidad las riquezas generadas por nuestra sociedad se destinan a otras cosas como, por ejemplo, los sueldos de funcionarios, la militarización del país y, sobre todo, el acaparamiento por parte de la gran burguesía parasitaria. Todo esto no surge de la nada, es producto de la voracidad y crisis orgánica del actual sistema económico.
Debemos pugnar por la unidad del movimiento estudiantil. La UAM en estos momentos está en paro por demandas de violencia de género justas, combatiendo todo sectarismo debemos solidarizarnos y pugnar por la unidad del movimiento estudiantil en defensa de la educación pública y por una sociedad sin violencia ni explotación.
Los estudiantes no somos una burbuja aislada de lo que ocurre en la sociedad, sino todo lo contrario. En las universidades se refleja toda la podredumbre existente. No hay trabajos y tampoco becas, entonces ¿qué nos queda? Debemos hacer un llamado a sumarnos a los esfuerzos que se han dado varias facultades de la UNAM, tener una asamblea resolutiva donde la comunidad estudiantil de la FES Aragón tenga el espacio para discutir la problemática y generar acuerdos. Pronunciarnos como comunidad contra el recorte de las becas y organizar brigadas de información a lo interno y a las afueras como en el transporte público, las escuelas de los alrededores que también son afectadas por este problema, etc. Debemos formar comisiones de enlace, sumarnos a la marcha del lunes que proponen inicialmente los compañeros de la Facultad de Ciencia Políticas y Sociales y, sobre todo, plantear la organización permanente de la juventud revolucionaria planteando la lucha de clases fuera y dentro de las escuelas, donde ni las becas ni nuestras vidas sean negociables.