Escrito por Carlos Márquez
La lucha de clases no es ajena a una tradición, una historia y evolución. Son los acontecimientos más convulsivos, como las conquistas, guerras y revoluciones los que pueden marcar todo un periodo histórico. La forma en cómo se desarrolló la nación mexicana y cómo concluyó la última revolución sigue teniendo un impacto e influencia en nuestra actualidad.
El capitalismo mexicano se desarrolló de manera contradictoria. No fue una evolución gradual sino un proceso lleno de choques violentos, empezando por la conquista que coartó el desarrollo de las sociedades prehispánicas. El capitalismo mexicano no se forma de manera pura, sino combinando viejas formas arcaicas de producción y explotación con la introducción de la industria capitalista moderna.
La política y la economía son elementos que influyen uno al otro. La derrota de la lucha revolucionaria por la Independencia de México, iniciada en 1810, retrasó la cohesión nacional y dificultó el desarrollo capitalista. Esto fue un elemento importante que impidió la defensa de Texas frente a su Independencia y posterior anexión a los EEUU junto con el resto de territorio arrebatado por éstos en 1848.
A mediados del siglo XIX, México era una nación que luchaba entre su disolución y su formación. Ideales de la formación de la nación mexicana los encontramos ya en los dirigentes revolucionarios independentistas, quienes a su vez retomaron elementos del pasado y de la historia previa a la llegada de los conquistadores. Pero fue la indignación generada con la intervención estadounidense y el papel cobarde y entreguista del gobierno mexicano lo que dio paso a una generación de jacobinos que transformarían revolucionariamente al país y lo cohesionarían enfrentándose y derrotando una nueva invasión, esta vez proveniente del Imperio francés. Con la revolución de estos jacobinos, conocida como la Reforma, se sentaron las bases para el desarrollo capitalista, pero este proceso, aunque muy progresista, fue tardío, y desde su origen el capitalismo mexicano asumió un papel de dependencia frente al naciente Imperialismo.
El naciente Imperialismo estadounidense
Al norte del continente el desarrollo fue diferente, la lucha independentista de las 13 colonias británicas fue un acontecimiento prematuro, realizado en 1776. La revolución estadounidense fue un ejemplo para las propias revoluciones burguesas europeas, empezando por la francesa; fue una auténtica revolución en donde las masas se pusieron en acción. Desde su origen se vieron fuertes choques entre las clases. La idea de formar los EEUU, una nación fuerte, trató de atenuarlos. La nueva clase dirigente estadounidense siempre luchó por sus propias libertades y sus propios privilegios y cuando los tuvo buscó expandir su fortaleza.
El capitalismo, en el atrasado norte de América (donde no hubieron civilizaciones como las que sí hubo en Mesoamérica), se desarrolló más rápidamente puesto que el capitalismo se implanto de forma relativamente pura; le favoreció el no tener prácticamente competencia. Con la caída del colonialismo se abrieron nuevos mercados cerrados antes por la monarquía española. Esto se tradujo en un proceso de expansión territorial que fue frenado con la lucha del pueblo mexicano, que les obligó a regresar a su país, aunque esto costaría de cualquier forma la pérdida de un extenso territorio.
En la parte mexicana, el naciente imperialismo norteamericano comenzó a intervenir, junto con los imperialismos británicos y franceses, ya no de forma militar sino económica, con enormes inversiones. En México, la naciente y débil burguesía nacional veía al capital extranjero como una amenaza pero, por otro lado, no era capaz de enfrentarlo ni desarrollar al país.
La Revolución mexicana
Eran las masas de obreros y campesinos quienes llevaban la peor parte, su trabajo producía enormes riquezas pero ellos no veían reflejados en su vivir: el fruto del esfuerzo de su trabajo. Las clases explotadas lucharon firmemente en las revoluciones del siglo XIX en México, pero no fueron favorecidas más que mínimamente. Con las revoluciones burguesas los campesinos fueron despojados de sus tierras, inició un proceso de proletarización con una brutal explotación. Fueron esas condiciones terribles, a las que fueron sometidas las masas, las que llevaron a una nueva revolución.
La Revolución mexicana cimbró a la sociedad entera, las masas barrieron al viejo régimen. A su paso, la revolución penetró en la sociedad en su conjunto. Tuvo distintos actores: un campesinado que aspiraba a la justicia social, una clase obrera descabezada que aspiraba a salir de su condición de explotación y una burguesía que aspiraba a moderadas reformas y fue arrastrada dentro del torrente de la revolución.
Estos elementos entraron en conflicto en diversos momentos. Las diferencias entre los zapatistas y los constitucionalistas, o entre Pancho Villa y Venustiano Carranza, o la huelga general contra Carranza en 1916, o los choques dentro del congreso constituyente, expresaron diferencias de clase entre las masas que aspiraban a la igualdad y justicia social y los elementos burgueses de la revolución.
La naciente burguesía finalmente se erigió como triunfadora de la revolución, pero para conseguirlo tuvo que hacer concesiones sociales a favor de las masas. Esto no fue un regalo, sino producto de la intensa lucha de clases que las masas protagonizaron. Por un lado, veíamos a las masas de obreros y campesinos que eran conscientes de su fuerza, y por otro a una burguesía aun débil y en formación. Se estableció un régimen bonapartista peculiar.
Pese al desarrollo experimentado, previo a la revolución, México contaba con una población y economía mayoritariamente agraria, el capitalismo era débil y subordinado a las grandes potencias imperialistas. Después de la revolución había aspiraciones claras de desarrollar al país. La burguesía nacional era muy débil para hacerlo y el Estado surgido de la revolución iniciada en 1910 tuvo que recurrir a nacionalizar palancas fundamentales de la economía como lo fueron la industria petrolera y eléctrica, los ferrocarriles y la minería, para permitir un desarrollo capitalista nacional. Este proceso implicó el enfrentamiento abierto al imperialismo y fue resultado de la presión de la lucha de masas con la participación activa de la clase obrera y el campesinado.
Era necesario un programa de transición al socialismo
Las masas lo que querían era real justicia y una revolución social profunda. Eso se hubiera logrado si se hubiera seguido los pasos de la contemporánea Revolución rusa, con la toma del poder de los trabajadores del campo y la ciudad aliados y llevando a cabo las medidas de expropiaciones de los grandes terratenientes y burgueses, que parcialmente llevaron adelante Francisco Villa y Emiliano Zapata. Una economía nacionalizada bajo la dirección de un Estado de los trabajadores podría haber planificado la economía y permitido un desarrollo económico mayor, lo cual hubiera puesto sobre la mesa la alianza inicial con el Estado obrero ruso y la extensión de la revolución en el continente americano.
La Revolución rusa impactó a la Revolución mexicana con luchas como la de Felipe Carrillo Puerto en Yucatán, Juan Ranulfo Escudero en Acapulco y Herón Proal en Veracruz, así como con la conformación del Partido Comunista. La degeneración burocrática del Estado Obrero Ruso tuvo un impacto en toda la Internacional Comunista. En la década de los 30s el PCM era pequeño pero con gran influencia en el movimiento obrero. Con independencia de clase, un programa de transición al socialismo y una política no sectaria frente al cardenismo, podrían haber influido para que la lucha trascendiera las demandas democrático-burguesas y aspirara a acabar con el capitalismo, permitiendo un desarrollo bajo una economía planificada, lo cual hubiera llevado verdadera justicia social a las clases explotadas. Contrariamente a eso, los estalinistas defendieron la unidad a toda costa dentro del movimiento obrero, siguiendo la línea general de frente popular defendido por la Internacional Comunista, que no era otra cosa que la conciliación de clases.
El nacionalismo revolucionario
Ante la incapacidad de construir un partido obrero socialista de masas, antes y después de la revolución, otras tendencias llenaron el vacío. Ideas nacionalistas permearon, pero con un fuerte componente de reforma social.
Después de consumada la constitución de 1917, que empezaría a sentar las bases del nuevo Estado mexicano, éste tenía un carácter burgués, basándose en el caudillismo presidencialista, la desigualdad social y la corrupción. Pero también se propagaron desde el gobierno fuertes ideas nacionalistas y hubo un ala que estableció dentro del nacionalismo una política consistente en dar concesiones sociales a las masas que hicieron la revolución. Lázaro Cárdenas es la figura más emblemática del nacionalismo revolucionario, aunque no la única. Esta tendencia no plantea la revolución socialista, sino una nación fuerte, y para ello una parte de la economía debe estar nacionalizada y las masas deben verse beneficiadas de alguna forma con concesiones. En términos económicos profesan medidas keynesianas.
Con el cardenismo, surgido en los segundos años 30s, muchas reformas a favor de las masas fueron concretadas, y en las décadas posteriores el entorno mundial favoreció a la economía de México. Había una gran demanda de materias primas durante la Segunda Guerra Mundial y en el periodo posterior que, debido a la devastación de las economías europeas, permitió un desarrollo de la economía estadounidense, que se erigió como la principal potencia mundial y ayudó a sacar a flote las economías capitalistas del “viejo continente” para poner un freno al avance de la URSS, quien de realmente había ganado la guerra.
En ese contexto, el capitalismo mexicano se favoreció y desarrolló y pudo dar reformas a las masas. Se masificó la educación pública, los obreros y campesinos accedieron a la salud, se crearon programas de vivienda, se dieron créditos para el campo, se elevaron los salarios, se crearon empleos y se elevaron los niveles de vida, entre otras cosas. Obviamente nada de esto fue un regalo, se arrebató con las luchas de obreros, campesinos y sus hijos, empezando con la revolución, pero había condiciones favorables para obtener esas concesiones.
El Estado Mexicano y su partido oficial, el PRI, se llenó de políticos cínicos, demagogos, corruptos, gansteriles y represores. Sin embargo, hay que reconocer la existencia de una corriente que promulgaba ideas nacionalistas, que buscaba el progreso del país y aspiraba a mejorar las condiciones de la población dando continuidad al ala de constitucionalistas sociales liberales de 1856-67, a los jacobinos constitucionalistas de 1916-17, al cardenismo, etc. Esta corriente ha mantenido una influencia de masas, pues la gente tiene presente las concesiones obtenidas, que son resultado de su lucha, y que se dieron bajo políticos como Cárdenas.
El FDN, el PRD y el Morena
En 1987 se dio una ruptura en el PRI, porque un sector pequeño de los dirigentes quería democratizar al partido, terminaron dando una lucha de masas por democratizar al país. Cuauhtémoc Cárdenas (hijo de Lázaro Cárdenas) y Porfirio Muñoz Ledo formarían primeramente la Corriente Democrática dentro del PRI, que terminaría siendo una escisión de masas ―que incluyó a organizaciones obreras, campesinas y de barrios populares― que se unificaría con los partidos socialistas ―mientras el péndulo de la lucha giraba a la izquierda éstos giraban cada vez más a la derecha, abandonando la lucha por el socialismo― y formaron un frente electoral llamado Frente Democrático Nacional (FDN).
El FDN fue un enorme movimiento de masas. Cuauhtémoc Cárdenas levantó enormes expectativas y fue visto por amplios sectores de campesinos y obreros como la línea de continuidad del gobierno de su padre. El FDN, por ejemplo, adquirió una enorme fuerza en esas zonas donde Lázaro Cárdenas hizo grandes reparticiones de tierras como fueron Michoacán o la Laguna, Coahuila. El FDR ganó las elecciones pero fueron robadas por un descarado fraude. De este proceso se formaría el Partido de la Revolución Democrática (PRD).
El PRD, en su origen, albergó a importantes sectores de las masas en lucha. Fue atacado por el régimen, al grado que más de 500 de sus militantes fueron asesinados en su proceso de formación. Los ideales del nacionalismo revolucionario estuvieron presentes en su desarrollo pero, al final, al no contar con un programa que planteara un rompimiento radical con el statu quo, la adaptación al régimen, la corrupción y la conciliación de clases, terminaron por destruirlo como herramienta de lucha de las masas.
Mientras la figura de Cuauhtémoc Cárdenas se desacreditó frente a las masas, otro personaje, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), empezó a ganar popularidad y terreno, dando continuidad a este proceso de lucha. Desde 2005 AMLO encabezó importantes luchas de masas, siendo la más importante la lucha contra el fraude electoral de 2006 (cuando él fue candidato presidencial), que agrupó a millones de personas en un ambiente revolucionario electrizante. Producto de estas luchas, y en oposición a la degeneración del PRD, se crea el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena).
Morena y AMLO mantienen una base de apoyo de masas, su programa parece un intento de regresar a la época del cardenismo, o, más probablemente, a una versión mucho más moderada de éste: al echeverrismo. Se plantea un plan de desarrollo económico nacional, donde existan empresas estatales que ayuden a ello y se den mejoras y concesiones a las masas, se plantea romper el régimen actual pero no acabar con el sistema capitalista.
El obradorismo no se puede entender por la figura misma de AMLO, es producto del desarrollo histórico y de la tendencia del nacionalismo revolucionario que adquirió una base de masas con la revolución mexicana. Por supuesto que hemos visto otras tendencias de lucha en el movimiento de los trabajadores en México, algunas más a la izquierda, pero no se puede ignorar al nacionalismo revolucionario, que no es nada marginal, y darle la espalda simplemente sin plantear cómo abordar éste desde un punto de vista socialista.
No es posible un regreso al cardenismo
El nacionalismo que propaga la burguesía y los sectores más reaccionarios de la sociedad busca el sostenimiento del régimen y del sistema. Como hemos explicando, la formación de la nación mexicana fue producto de importantes luchas revolucionarias de elementos jacobinos y de las masas explotadas. Cuando un trabajador habla de patriotismo puede tener un sentido distinto al que le da la burguesía, pues se recuerda la gran historia del pasado, la rica cultura del país y a su gente cercana.
El nacionalismo de personajes como Lázaro Cárdenas jugó un papel progresista en su momento, pero como explicamos, existieron factores políticos, sociales y económicos que lo favorecieron y permitieron su existencia.
En 2008 el capitalismo a nivel mundial entró en una profunda recesión de la que no ha logrado salir por completo. EEUU, de quien depende económicamente México, mantiene su crecimiento con ataques a los trabajadores y hay una amenaza fuerte de medidas proteccionistas. Las economías recurren a enormes endeudamientos que se traducen en recortes sociales prolongados y profundos. La gran burguesía exige más explotación y saqueo. No hay margen para las reformas ni condiciones para revivir un nuevo cardenismo.
No estamos sólo ante una crisis coyuntural sino, ante todo, frente a una crisis orgánica de un sistema incapaz de dar concesiones a las masas como en el pasado. Toda pequeña reforma que favorezca a las masas trabajadoras irá en contradicción de los intereses y privilegios de la burguesía y ésta la combatirá con los métodos más reaccionarios. Un gobierno de izquierda afronta la disyuntiva de enfrentarse abiertamente a la oligarquía y el Imperialismo o claudicar frente a ellos.
En términos reales, el nacionalismo revolucionario es en la actualidad una tendencia inviable y sin futuro, pues no hay condiciones materiales en la actualidad para la aplicación de su programa. Esta realidad no es evidente para las masas, quienes pondrán y ya están poniendo a prueba esta tendencia. Es posible que tengamos que pasar por la experiencia de un gobierno de Morena que, si es consecuente con la aplicación de su programa de reformas, tendrá que trascender a una lucha anti-capitalista o bien sucumbir y caer bajo las presiones del gran capital.
Por la federación socialista
En la historia de México, aquellos que se han enfrentado a la vieja sociedad y sus clases privilegiadas lo han hecho con métodos revolucionarios y tomando medidas radicales como las expropiaciones. Esta verdad es más valida cuando hablamos de llevar adelante un programa de reformas sociales radical y lo vimos con Cárdenas, pero también con los villistas y los zapatistas. Lo que necesitamos en la actualidad es una unidad de las clases explotadas en contra del privilegio del gran capital nacional y extranjero. El enemigo no es sólo nacional sino internacional y los aliados los podemos encontrar más allá de las fronteras nacionales. Hay que levantar la bandera del internacionalismo proletario y el programa de la estatización de las palancas fundamentales de la economía para ser administradas democráticamente por los trabajadores bajo un Estado obrero y una economía planificada para el beneficio del conjunto de la sociedad.
Cuando el socialismo triunfe en un país y los trabajadores tomen las riendas de la sociedad, como hace 100 años lo hizo el proletariado ruso, la revolución no respetará fronteras nacionales y entraremos a un escalón más elevado de la historia de la humanidad donde la riqueza cultural del actual México nutrirá a la cultura mundial y la fraternidad y la real igualdad social se inscribirán en la futura historia de la humanidad. El ser humano se liberará de sus actuales cadenas de explotación y pasaremos del reino de la necesidad al reino de la libertad.