El regreso del PRI a la presidencia en 2012 significó un nuevo punto de inflexión en la lucha de clases de nuestro país. Se enfrentaría a uno de los movimientos estudiantiles más grandes e importantes después de la huelga de la UNAM del 99-2000.
La Huelga del IPN
Desde finales del 2012 el IPN mostraba brotes de organización con la primera huelga contra el recorte presupuestal, el cual se logró detener. Pero los ataques al Instituto no cedieron, la aplicación de los nuevos planes y modelos educativos fue avanzando escuela por escuela, iniciando por las escuelas tradicionalmente menos combativas hasta llegar a las escuelas con tradiciones fuertes de lucha, donde iniciaría la resistencia. Desde el 17 de septiembre la ESIA-Z (Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura Zacatenco) se había declarado en paro indefinido contra la modificación a su plan de estudios. Para el día 24 de septiembre, por la madrugada, el Consejo General Consultivo aprobó un nuevo reglamento interno que implicaba afectaciones hacia los profesores y trabajadores, es decir era la implementación de la reforma educativa al IPN. Ante este ataque se convocó a una asamblea en la escuela que se encontraba en paro, donde se decidió impulsar una marcha el 25 de septiembre, convocatoria que derivaría en asambleas por escuelas donde una por una fueron votando el paro. La “Megamarcha Politécnica” llegaría a Dirección General pero solo recibió respuestas evasivas sobre las demandas del movimiento de la entonces directora Yoloxóchitl Bustamante. Éste fue el detonante, se declararon los paros indefinidos, la huelga había iniciado.
Desde el inicio de la huelga el Estado intervino, esparciendo rumores sobre la intervención de agentes externos en el movimiento estudiantil cuya finalidad era causar inestabilidad, acusando a las organizaciones estudiantiles tradicionales de maniobrar con el movimiento para preparar la movilización del 2 de octubre y de estar vinculadas y manipuladas por Morena. Esta situación y su combinación con la inexperiencia del movimiento (que tuvo un carácter tan amplio que arrastró a todas las capas, incluyendo las menos politizadas) sembrarían la semilla, en un inicio, de la desconfianza hacia las organizaciones estudiantiles y la declaración del movimiento como “únicamente estudiantil y apolítico”, tendencia aprendida de la lucha anterior del #YoSoy132. Aunque en el transcurso de la lucha el movimiento se fue politizando y se generó un ala izquierda muy radicalizada, precisamente la falta de una dirección política y revolucionaria llevaría a la huelga hacia un estancamiento y aislamiento del movimiento en general.
El 30 de septiembre, una nueva marcha Politécnica se llevaría a cabo, partiendo desde el Casco de Santo Tomás hacia la Secretaría de Gobernación. En esa marcha participaron alrededor de 70,000 estudiantes, siendo una de las movilizaciones más grandes de la historia del Instituto. Al arribar a la secretaría, los representantes del movimiento fueron recibidos por el entonces secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, quien aseguró al movimiento que resolvería sus demandas en 30 minutos (pensando que se trataba solo de echar abajo un reglamento y correr a la directora general), haciendo alarde de la gran civilidad y excelente comportamiento de los estudiantes del IPN, haciendo una especie de comparativo de que a los manifestantes que se portaran bien les resolvería y a los que provocaran disturbios los reprimiría, como ya lo estaba haciendo con los normalistas de Ayotzinapa. En este recibimiento, el Estado, quiso utilizar al movimiento estudiantil del politécnico para lavarse la cara ante la población, intentando desviar la atención de los sucesos de Ayotzinapa. Sin embargo, al oír Osorio Chong las demandas, que exigían puntos como el aumento al presupuesto educativo, el echar abajo los planes de estudios ya impuestos en las escuelas, la expulsión de los porros o la eliminación de los sueldos vitalicios para los exdirectores, se dio cuenta que no sería tan fácil apaciguar la lucha estudiantil.
A pesar de esta política mayoritaria entre los voceros de la AGP que promovían el apoliticismo que dificultó la unidad con Ayotzinapa y aisló a la huelga politécnica, dentro de esta instancia existía un sector que se oponía y resistía a esta posición, los compañeros del Comité de Lucha Estudiantil del Politécnico (CLEP), quienes advertimos que esta política solo debilitaría al movimiento y generaría un proceso de aislamiento. Estas perspectivas se fueron cumpliendo, las luchas por los normalistas incrementaban, incluso adquiriendo tintes insurreccionales en algunas regiones del país, los politécnicos se hicieron presentes de forma masiva en las manifestaciones, en algunas escuelas eran mayores los contingentes por Ayotzinapa que para las convocatorias de la AGP.
La huelga del IPN se desgastaba, por lo que el ala derecha de la dirección optó por buscar una salida rápida al conflicto, el Estado aceptó la derogación de la a al reglamento interno y la destitución de la directora, y concentrarían la solución a las demandas más profundas del movimiento en el Congreso Nacional Politécnico (CNP), sin embargo, esto solo sirvió para levantar la huelga sin una solución real, donde hasta la fecha el CNP no se ha llevado a cabo.
Ayotzinapa
Justo un día después de la Megamarcha Politécnica, el 26 de septiembre, sucedería uno de los eventos más cruentos de la historia de nuestro país, 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa serían víctimas del lado más brutal y barbárico del Estado burgués.
Las versiones iniciales por parte del Estado indicaron que se trataba de un atentado del crimen organizado, quienes confundieron a los estudiantes con integrantes de una banda rival, otra versión fue que la policía reprimió a los estudiantes para evitar que estos realizaran una protesta contra el informe de gobierno que presentaría el ex alcalde de Iguala, José Luis Abarca. Lo cierto es que el único delito que cometieron los normalistas fue el de ser jóvenes conscientes y combativos cuyo único objetivo ese día era el de conseguir los medios para llegar a la Ciudad de México a sumarse a la marcha conmemorativa de otro de los más terribles crímenes del Estado Mexicano, la marcha del 2 de octubre.
Este acontecimiento ha marcado por siempre la historia de violencia coludida y auspiciada por el Estado burgués, del cual no podemos olvidar su definición y razón de existir, pues el Estado es un grupo de hombres armados al servicio de la propiedad privada, y ese grupo de hombres armados, la policía municipal y el ejército mexicano, coludidos con el crimen organizado, fueron los perpetradores de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa.
Este barbárico acontecimiento formó un eje de lucha muy importante, generando lazos de solidaridad internacional, la principal demanda era la presentación con vida de los 43. Enormes movilizaciones se gestaron a lo largo y ancho del territorio mexicano, denunciando la complicidad del Estado con el crimen organizado y la brutalidad de la violencia que existe en nuestro país. En este periodo, es importante resaltar, que se llevó a cabo una campaña de desprestigio brutal hacia las protestas por el caso Ayotzinapa y sobre la verdad de los hechos, implementada por las grandes televisoras. El desprestigio del Estado creció y las televisoras colapsaron en su credibilidad junto con él.
Cada día 26 se salía a las calles a exigir nuevamente justicia y la aparición de los 43, donde las movilizaciones escalaban hasta que el Estado dio su “verdad histórica” sobre lo sucedido, una verdad absurda, sin veracidad científica, cuya narración parecía más bien un cuento de ciencia ficción, la cual presentaron incluso ante los ojos incrédulos de la opinión pública internacional como la culminación del caso, los 43 habían sido víctimas del crimen organizado, quienes los habían secuestrado, asesinado y calcinado sus cuerpos en el basurero al aire libre de Cocula.
La campaña de mentiras no pudo ocultar la evidente participación del Estado y sus fuerzas armadas en la desaparición y asesinato de 43 jóvenes estudiantes normalistas. La careta del “Nuevo PRI” se había caído y mostrado su verdadero rostro, el mismo rostro asesino y represor de siempre, pero la desaparición forzada de los 43 nos hizo revivir nuestra memoria histórica de lucha y dejó al descubierto el verdadero carácter del Estado.
Conclusiones
El 2014 fue un año que marcó el resurgimiento de la lucha estudiantil, miles de jóvenes, y también trabajadores, sacaron valiosas lecciones en medio de estas luchas, lecciones importantes para el futuro. Estas luchas marcaron un parteaguas que desacreditó al régimen en su conjunto, ante la ausencia de un partido revolucionario, el vacío fue llenado por AMLO, permitiendo el ascenso de un gobierno de izquierda reformista en nuestro país.
A pesar del cambio de régimen, las contradicciones y conflictos dentro del IPN, siguen sin tener una solución real, la educación pública sigue en detrimento, sin la posibilidad de una participación libre y democrática de su comunidad para decidir el rumbo y las necesidades del Instituto, necesidades que garanticen el acceso a la educación pública y de calidad a todos los jóvenes. En el caso de Ayotzinapa, el nuevo gobierno prometió en campaña que esclarecería lo sucedido y que habría justicia para las víctimas del narco-estado, sin embargo, los intereses del capital y la necesidad de legitimación de su Estado, son la traba más grande para ejercer verdadera justicia, puesto que, independientemente de quien gobierne, el Estado burgués está corrompido y podrido hasta la médula, y la única forma en la que podremos tener justicia para los 43, para los estudiantes del 68, para las miles de mujeres víctimas de feminicidio, será derrocando al capitalismo y a su Estado, y organizándonos con el conjunto de nuestra clase para construir una sociedad en donde los jóvenes tengan garantizado un futuro digno y libre de violencia, y eso se dará con la lucha por el socialismo.
¡Viva la lucha del movimiento estudiantil del IPN!
¡Ayotzi vive y vive, la lucha sigue y sigue!
¡Unidos y organizados venceremos!