Este 1 de septiembre se dará el cuarto informe de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Cuatro duros años han transcurrido desde que asumió la dirección del gobierno mexicano. No ha pasado poco en este tiempo: una pandemia que duró 2 años y que ha causado más de 650 mil muertes según la OMS, una crisis brutal en la cual la economía cayó un 8.5%, en 2020, una inflación histórica que rebasa el 8% y, a la puerta, otra crisis de grandes magnitudes.
Los efectos del gobierno de López Obrador en las organizaciones políticas
A nadie le puede quedar duda, después de 4 años, que este gobierno vino a cambiar todo el escenario político y social en México. Los partidos de la derecha, que dominaban la escena política, quedaron en bancarrota y toda su actividad ha sido moverse a la defensiva en una campaña incesante de sabotaje y ataques al gobierno. No podemos decir que han quedado borrados del mapa, pero sí podemos afirmar que no gozan ni con la mitad del apoyo con el que anteriormente contaban.
La burguesía se ha tenido que emplear a fondo para formar un solo grupo político y enfrentar las elecciones a gobernadores. Claudio X. Gonzales ha asumido la dirección de los partidos de la derecha y dictado línea sobre la unidad que se debe mantener para enfrentar a Morena. Esta táctica no les ha alcanzado para mantenerse al frente de Estados que habían mantenido como nichos durante más de 80 años, como es el caso de Campeche.
En las organizaciones sindicales se han vivido cambios significativos, la juventud ha tomado una participación activa en ellos. Se han dado luchas por la democracia sindical que han derivado en derrotas históricas para la CTM en sindicatos del norte y centro del país. Fue particularmente importante el triunfo de un sindicato independiente en la General Motors, en Silao, Guanajuato.
La reforma laboral que obliga a tener elecciones sindicales para refrendar las direcciones y contratos colectivos ha removido fuertemente la vida interna de las organizaciones obreras. No podemos decir que esta reforma sea una panacea, ni mucho menos, pero ha servido para impulsar una naciente organización independiente que lucha por la democracia sindical; también hemos visto una reorganización del nuevo corporativismo, ahora aliado al partido en el poder. Sólo basta ver los mítines de Morena y la cantidad de maestros del SNTE que van a pasar lista ahí para darse cuenta de esto.
Este renacimiento del corporativismo será parte de la vida organizativa de Morena. Este partido también está pagando factura por el triunfo del gobierno. A simple vista pareciera que los triunfos electorales van fortaleciendo al partido de AMLO, sin embargo, ésta sólo es una visión superficial. Morena ha sido el partido ganador desde la llegada de AMLO y al mismo tiempo es el partido que más degeneración interna ha vivido. Su corrimiento político de izquierda a derecha, por medio de su dirección, es transparente. Las últimas elecciones internas han demostrado de forma cruda los nuevos métodos con los cuales se ganan las direcciones internas.
Muchos dirigentes de organizaciones sociales y del mismo partido Morena que se movían a la izquierda antes del gobierno de AMLO fueron incorporados al trabajo en el Estado o en el aparato de Morena. Una vez dentro del aparato tienes que seguir la línea de quien te metió a trabajar y guardar toda crítica. Esto es un acto de corrupción oficial. Se compra voluntades para acabar con la crítica y con los sectores más a la izquierda. Dentro de Morena es la misma situación, sólo que ahí se trata de amalgamar bajo el mandato de la unidad y el cierre de filas con el presidente.
Lo que vemos es un quiebre y reconfiguración política intensa donde los sectores más a la derecha, enemigos del presidente, han caído en bancarrota, pero que a lo interno de los amigos han ganado fuerza y desplazado o acallado a las voces disidentes con maniobras burocráticas, o por cooptación a partir de dar trabajo o prebendas. La derecha se adapta a los nuevos colores, los adopta y se convierte en lo que sea para mantener sus privilegios e imponer su línea política. Esto sucede dentro de los sindicatos y de Morena.
Claroscuros
Desde las organizaciones sectarias hay una caracterización muy pobre sobre lo que está sucediendo. Supuestamente reconocen la dialéctica, pero su análisis lo simplifica a blanco y negro, no pueden ver los matices y contradicciones que desprende el proceso. Dicen que nada de lo que hace AMLO es benéfico, pues su plan es salvar al capitalismo. Ciertamente, el presidente Andes Manuel no reconoce otra posibilidad para mejorar las condiciones de vida de la población más que bajo el capitalismo. De este aspecto surgen sus mayores debilidades, pero hay aciertos y eso también ayuda a la clase obrera y sectores empobrecidos.
Cada mañana, en su conferencia de prensa, AMLO habla de los pobres, de la campaña que la derecha tiene contra su gobierno. Por medio de tímidas reformas ha intentado ayudar a los sectores más necesitados. Todas las ayudas han significado un respiro frente a tantas necesidades. La política de AMLO no ha parado ahí, ha querido avanzar en la lucha por recuperar los sectores estratégicos como lo son la electricidad y el petróleo, pero no lo ha logrado del todo. Ha nacionalizado el litio y ahora está planteando no dar más concesiones a empresas que explotan el agua, en medio de una carencia generalizada. Todo esto es positivo.
Además, por aplicar estas reformas se han abierto nuevas grietas entre la derecha y la burguesía; han mostrado claramente su rostro racista y explotador. La sociedad se ha ido politizando y polarizando al calor de las discusiones y ataques de parte de la derecha. Esto también es positivo.
Ahora bien, el gobierno de AMLO tiene serias debilidades, la principal: no piensa que el problema es el sistema capitalista (este régimen de explotación del hombre por el hombre) y reduce su lucha a administrar bien y de forma honesta el Estado. Para los marxistas, el Estado es un organismo de represión de una clase sobre otra. Es la herramienta con la cual una minoría puede mantener el control y el poder por encima de la inmensa mayoría de la población. AMLO piensa que la situación de explotación cambiará si se termina con la corrupción, el problema es que ni se ha terminado con la corrupción y mucho menos con la explotación en los cuatro años de su gobierno.
Siguiendo esta línea, ha dejado ver sus limitaciones en más de una ocasión. Lo podemos ver a diario. La situación económica en el país es crítica, los precios de las mercancías suben y los salarios caen. La violencia, aunque dicen que va bajando, sigue siendo una de las mayores preocupaciones de la población. Los ricos son más ricos ahora que cuando comenzó este gobierno.
A pesar de las buenas intenciones de aumentar los salarios, estos no dan para vivir. A pesar de las 100 universidades creadas, el número de rechazados de las universidades es brutal, etc. No hay un cambio sustancial en la vida de los de a pie, y no lo puede haber dentro de este sistema.
La idea de combatir la inseguridad creando la Guardia Nacional y alinearla al ejército es una idea reaccionaria. Lo mismo el dar mayor poder a los órganos de represión del Estado —el ejército y la marina se encargan de la administración de todos los grandes proyectos de este gobierno, de las aduanas, hospitales y demás—. En términos concretos, lo que provoca esta política es la reorganización del Estado y sus instancias represivas para que, cuando la lucha vuelva a las calles, sean utilizadas contra los movimientos sociales y de izquierda.
Andrés Manuel está utilizando todo su capital político para salvar y reorganizar al capitalismo, en vez de combatirlo, por eso no puede resolver los problemas de fondo porque el problema es el sistema, el mismo que él quiere salvar.
Los próximos dos años
La campaña a la presidencia de la República ha comenzado y la antesala son las elecciones internas de Morena del pasado mes y la elección en el Estado de México, en 2023. Estos dos acontecimientos van a marcar la vida política en el siguiente periodo y nos van a llevar de forma directa a la precampaña presidencial.
No podemos desestimar lo que sucede con la oposición, porque están desesperados y pueden hacer cualquier cosa para sumar puntos a su campaña y desprestigiar al gobierno. Cualquier cosa va desde actos de sabotaje políticos hasta unir fuerzas con los grupos del crimen organizado para desestabilizar y crear incertidumbre de cara al 2024.
Hay otro factor en la ecuación que puede ser determinante, la situación económica mundial y, particularmente, lo que suceda en los EEUU. Ahora todos los pronósticos apuntan que en 2023 habrá una recesión en el vecino del norte. Esto tiene una implicación directa en la situación económica del país, pues la economía mexicana depende en gran medida de la americana.
No pensamos que ninguna de estas consideraciones pueda afectar a tal grado al gobierno de AMLO para evitar que termine su periodo, pero estos factores serán determinantes para marcar el ritmo e intensidad de la lucha de clases una vez que AMLO se vaya.
Conclusión
Podemos decir que, a 4 años de gobierno de AMLO, ni las perspectivas de la derecha, de los grupos ultraizquierdistas o del propio gobierno se han cumplido. La derecha describía en sus pronósticos que a estas alturas todo sería un desastre y estaríamos hundidos en una crisis a todos los niveles, esto no ha sucedido, a pesar de los grandes retos que se han presentado.
Los grupos sectarios pensaban que con su crítica histérica serían los salvadores de la clase obrera y serían una oposición de masas, a la izquierda del gobierno. Todos ellos están siendo presionados duramente por las contradicciones de su política sectaria y su lectura en blanco y negro de los acontecimientos.
El gobierno también pensaba que la situación estaría mucho mejor, que los niveles de vida tenderían a subir, la violencia a disminuir de forma sustancial y que las relaciones con EEUU. serían armónicas y de iguales. El Estado tendría el control de sus recursos naturales y se terminaría con la corrupción. Tampoco ha pasado esto. Los viejos problemas están ahí y algunos de ellos se manifiestan con más fuerza.
Las contradicciones generales que se viven en el país se han acentuado, las coyunturales no se han resuelto y el ambiente se ha polarizado a izquierda y derecha. Seguimos siendo un país capitalista dependiente y atrasado con uno de los niveles de violencia y corrupción más grandes del mundo. A pesar de las reformas y apoyos a los sectores más pobres, no se puede llegar a fin de mes con los miserables salarios y la inflación.
Podemos decir, en términos generales, que nada se ha resuelto; tarde o temprano las masas saldrán a luchar para resolver sus necesidades. Por el momento el apoyo que tiene AMLO ha servido de freno para una expresión de lucha de clases a gran escala, pero esto no puede durar mucho. En el siguiente periodo las contradicciones serán más agudas y esto será un regalo envenenado para la siguiente administración.
Los marxistas tenemos que seguir explicando pacientemente y dejar en claro las cosas en las que estamos de acuerdo con el gobierno y en las que no, planteando que los problemas no se resolverán sobre la lógica de administrar mejor al capitalismo, sino la solución surgirá de la lucha contra este sistema de opresión y miseria, de la lucha por una sociedad socialista.