Después de dos largos años de confinamiento y tras el avance del semáforo epidemiológico, el gobierno de la ciudad y las autoridades de las escuelas han decidido regresar parcialmente a las clases presenciales. Se ha implementado una “dinámica mixta” donde los grupos se dividen para que un porcentaje tome las clases en línea y el otro en las aulas. Esto en la práctica tendría que funcionar de manera correcta, pero la realidad es que los estudiantes están apenas logrando sostener esta dinámica hibrida.
Según comunicados de la SEP, durante el mes de febrero, se informó que, del total de escuelas abiertas, 175 mil 973 corresponden a educación Básica; 15 mil 408 a Media Superior y 3 mil 977 a Superior. También de la cifra total de alumnas y alumnos que han vuelto a las aulas: 14 millones 610 mil 992 son de educación Básica; 2 millones 435 mil 179 de Media Superior y un millón 812 mil 968 de Superior.
Esta dinámica de “clases híbridas” representa una apertura de las escuelas y una integración de los estudiantes a la vida académica de manera presencial, al mismo tiempo que deben seguir atendiendo las clases virtuales. Esto significa un reto para los estudiantes porque nuestros horarios escolares se empalman. Estamos hablando de que después de una clase presencial vienen otras en línea o salteadas. No es nada sencillo estudiar bajo esta dinámica y algunos estudiantes han decidido continuar con sus clases completamente de manera virtual; estos estudiantes son los que viven en otros Estados y tienen que hacer traslados de 2 horas o más, o incluso los estudiantes que trabajan. ¿Cómo pretenden las autoridades que los estudiantes lidiemos con toda esta carga? La crisis educativa está recayendo en los jóvenes estudiantes.
La apertura de las escuelas y esta modalidad híbrida se ha hecho bajo una política del “voluntarismo”, es decir que los profesores que quieran impartir clase pueden hacerlo; estudiantes que quieran ir a las aulas, pueden hacerlo. Supuestamente no es obligatorio, ya que la modalidad en línea se mantiene. Esto quiere decir que las clases que se impartan en la escuela deberán transmitirse para los estudiantes que se conecten. Pero en la mayoría de las ocasiones no sucede así.
El problema de las instituciones educativas y su política del voluntarismo es que no cuentan con algún plan ni programa para garantizar este planteamiento de educación híbrida, recordando que nunca se tuvo ningún programa para asegurar la educación durante el confinamiento. Este problema se mantiene y se vuelve más difícil de sostener al no tener claridad de cuándo se volverá a clases totalmente presenciales, lo que mantiene a los estudiantes bajo incertidumbre.
Es importante señalar o denunciar una serie de problemáticas que se hacen evidentes durante las clases presenciales, como el hecho de que los equipos técnicos, tales como cámaras, micrófonos, computadoras y televisiones no funcionan o son inexistentes dentro de las aulas, o la responsabilidad de adquirirlos ha recaído en los profesores para hacer funcional una clase mixta. También vivimos las fallas estructurales como la falta de mobiliario, servicio de agua o electricidad.
Es evidente que las autoridades de diferentes instituciones no han brindado los servicios básicos para un eficiente regreso a las escuelas. Si no lo hicieron durante dos años, menos ahora. Si profundizamos en las consecuencias de esto nos podemos encontrar con los altos índices de deserción escolar. Desde comienzos del confinamiento un porcentaje significativo de estudiantes se dieron de baja o no se inscribieron en el semestre próximo. Actualmente la cifra de deserción es de un millón 47 mil 227 alumnos, a nivel nacional. Esta problemática es preocupante porque claramente evidencia las contradicciones del sistema educativo bajo el capitalismo.
La verdad es que esta transición a la presencialidad implementando las clases hibridas no está funcionando. Entre los estudiantes hay un sentimiento generalizado de hartazgo, desesperación e incertidumbre. Hay una sensación abrumante en torno a tratar de resolver el cómo poder asistir a algunas clases, el cómo trasladarse cubriendo gastos exagerados en pasajes y comidas, el poder retirarse a tiempo para tomar las clases que son virtuales y así, día tras día.
Mientras las autoridades de las escuelas no aceleren, de una vez por todas, algún plan adecuado y óptimo para un regreso seguro y mientras no brinden las condiciones adecuadas para éste, la situación seguirá empeorando.
Bajo el actual sistema de miseria, como lo es el capitalismo, no hay respuestas inmediatas a todas las fallas que existen en el sistema educativo. Eso se hizo evidente durante la pandemia con el aumento de cuotas de inscripción, recortes a la matricula, cobro de exámenes, etc. Esto, claramente, no es una educación de calidad.
El planteamiento de las instituciones de echar adelante el regreso totalmente presencial a través del modelo hibrido ha fracasado. Los jóvenes estudiantes desean volver a las aulas, quieren despejarse del núcleo del hogar, donde a lo largo del confinamiento asumieron responsabilidades grandes, buscan hacer amigos y relacionarse de manera directa. A la par que hay incertidumbre, también hay ánimos por reintegrarse a la dinámica estudiantil, eso está más que claro. Pero para nada se les facilita esta reintegración. La condición de los jóvenes en el marco de la crisis orgánica del capitalismo es desoladora. A la par que la educación se les niega, se suman a las filas del desempleo y la precariedad, es decir, cualquier oportunidad para vivir una vida digna está fuera de nuestro alcance.
Debemos organizarnos ampliamente, exigiendo a las grandes burocracias de las escuelas que siguen llenando sus bolsillos de dinero, que aceleren la implementación de un programa que garantice un regreso seguro y total a las escuelas, que emitan comunicados claros sobre la situación del regreso en cada plantel, que pongan a disposición todos los recursos sin limitaciones, como la apertura de las bibliotecas, comedores comunitarios, casas de estudiantes, equipos electrónicos, etc. Que todos los recursos se dirijan a garantizar una educación pública, gratuita y de calidad.
Así como hay estudiantes que buscan la manera de sobrellevar esta modalidad híbrida, también hay los que están en busca de una alternativa revolucionaria, que intentar responder las problemáticas del actual sistema, y que quieren organizarse.
La educación no es el problema, no estamos en contra de ella, como decía Lenin a las juventudes comunistas, “debemos adquirir todo el conocimiento posible” y esto será posible transformando todo este conocimiento teórico y practico en organización permanente, sepultando de una vez por todas al voraz capitalismo.