La cuarta ola de contagios por COVID-19, con la variante Ómicron como la cepa más contagiosa, se ha desatado a nivel global, impacteando con mayor fuerza a los países del hemisferio norte del continente americano, y México es uno de los países que más está sufriendo las consecuencias con récords diarios en las cifras de contagios. Esto amenaza con desbordar el sistema sanitario, pues los servicios médicos y de salud están colapsando y sufren de una fuerte ineficiencia. Las filas para la prueba del antígeno son interminables y la cantidad de pruebas insuficientes, los hospitales comienzan a saturarse por casos de COVID-19 y el proceso para tramitar la incapacidad es otra tortura.
En medio de esta tormenta, la desesperación provoca que mucha gente culpe a los trabajadores de la salud por las ineficiencias que se presentan en los servicios médicos, sin embargo, la razón de esta ineficiencia está ligada a la perpetua búsqueda de la ganancia, que la lógica de la sociedad capitalista exacerba, y que, en una institución como el IMSS, que a pesar de su carácter público y gratuito, carece de toda democracia obrera, pues se encuentra dirigida por una camarilla de burócratas que están más interesados en mantener sus prebendas e intereses personales que en asegurar un servicio digno.
En medio de esta tormenta, la desesperación provoca que mucha gente culpe a los trabajadores de la salud por las ineficiencias que se presentan en los servicios médicos, sin embargo, la razón de estas ineficiencias no recae sobre los trabajadores, sino que está ligado a las condiciones imperantes del sistema de salud bajo el capitalismo, en donde, los servicios médicos no están destinados a dar atención a quien lo necesite sino a quien pueda pagarlo, esto se refleja en los diferentes servicios y su respectiva calidad, dependiendo de la posición económica del usuario. Mientras que los servicios privados de mejor calidad están destinados para la burguesía y los sectores privilegiados, los servicios públicos están destinados a los trabajadores y sus familias, servicios que se caracterizan generalmente, por poseer un presupuesto e infraestructura insuficiente en relación con la demanda, estas condiciones se terminan por manifestar en un servicio ineficiente. Esto no es accidental, ya que para el Estado burgués no es una prioridad ofrecer un servicio de calidad y suficiente a los trabajadores, por tanto, no se destinan los recursos necesarios. La generación de medicamentos y equipo tecnológico sigue dependiendo de las importaciones, esto debido a la posición de México como país dependiente. Estos contratos en general responden a la lógica de la ganancia y no a la de cubrir las necesidades de la sociedad.
Bajo el capitalismo la salud es un negocio, e incluso los servicios públicos de salud operan bajo los intereses de la burguesía, pues el Estado Burgués se encarga que varias actividades de sistema de salud pública sean altamente lucrativas para las farmacéuticas y todas las empresas ligadas al sector salud.
Otro problema al que se enfrenta el sistema de salud, es su gestión burocrática, como todas las instituciones del Estado burgués, se encuentra en manos de una burocracia que gestionada de forma autoritaria y se encuentra más interesada en mantener sus prebendas e intereses personales que en asegurar un servicio digno.
Mientras estos burócratas se benefician y enriquecen, gracias a sus puestos y capacidad de mando, los trabajadores de la salud viven en condiciones de trabajo precarias, con sueldos insuficientes y una enorme carga laboral, carga que se exacerba con el alza en los contagios. También son a los trabajadores de la salud a quienes les tocan recibir las quejas de los derechohabientes, esto a pesar de que ellos están desprovistos de una capacidad real en el manejo de los recursos del sistema de salud y carecen de una auténtica democracia en gestión del trabajo.
El Día 11 de enero del año en curso, me tocó asistir a mi clínica para buscar una prueba e incapacidad por COVID-19, al llegar al lugar, alrededor de las 07:00 am, ya había una fila de por lo menos 300 personas esperando su turno para el mismo asunto. Los que iban hasta el frente comentaron que estaban desde las 05:30, las consultas empiezan hasta las 08:00 am, algunos tuvimos que esperar más de 10 horas (además de la lluvia que trajo el Frente Frío) para ser atendidos y poder ir a nuestros hogares. Otro asunto es que se habían habilitado permisos en línea, pero, como es usual, el sitio estaba fallando y no logró su cometido. Le pregunté a otras personas en la fila si lo habían intentado en la página, pero me comentaron lo mismo. El sitio web no les permitía continuar su trámite en cierto punto o simplemente no estaba disponible. Esto no es algo particular de una clínica, sino un problema generalizado que ocurre en todos lados del país en este momento aún.
A pesar de que la 4T subraya en su programa la necesidad de rescatar el sistema de salud, frente al saqueo, abandono y descuido que padeció durante los gobiernos neoliberales, es importante subrayar que los esfuerzos del gobierno en este aspecto siguen siendo insuficientes. Mientras no se combata a la burocracia, por más que se tengan buenas intenciones respecto a gobiernos anteriores, solo se cambiara a un burócrata por otro, provocando los mismos resultados.
En México, en el IMSS y las demás instituciones de salud pública imperan estas condiciones, y ahora bajo el gobierno de AMLO se ha comenzado a hacer frente a esta situación. A pesar de que la 4T subraya en su programa la necesidad de rescatar el sistema de salud, frente al saqueo, abandono y descuido que padeció durante los gobiernos neoliberales, es importante subrayar que los esfuerzos del gobierno en este aspecto siguen siendo insuficientes, es vital tomar acciones más contundentes para revertir el rezago.
Es necesario romper con el carácter burgués imperante en la salud pública, donde la salud es un negocio, se debe reorientar la salud pública para satisfacer las necesidades sociales, que se preste a todo quien lo necesite; que el servicio sea realmente universal, gratuito y de calidad. Esto implica aumentar sustancialmente el presupuesto destinado a salud, mejorar y expandir la infraestructura, combatir la burocracia e implantar el control obrero.
Mientras no se combata con acciones más contundentes por la izquierda, la situación no mejorará y se continuara obteniendo los mismos resultados.
Nosotros, los marxistas, consideramos que la respuesta está en democratizar la institución del Seguro Social. Para obtener resultados diferentes debemos hacer las cosas diferentes, y esto, sólo podrá venir de mano de los trabajadores de la salud y de los trabajadores de todo sector, implementando la democracia y el control obrero. Solo con los trabajadores al frente de la gestión del trabajo y los recursos será posible mejorar el servicio de salud. Para tener más y mejores instalaciones, para que el personal no esté expuesto a una carga laboral exacerbada, sino, que, acorde con un plan de salud efectivo, incluso, las emergencias sanitarias como la pandemia del COVID-19 sean atendidas de la mejor manera posible y no en condiciones de precariedad y carencias.