Son casi tres años de la entrada en el gobierno de la llamada cuarta transformación, que es como Andrés Manuel López Obrador le ha llamado a su régimen. Pero como hemos dicho en otros tiempos, el poder se centra en quienes son dueños de las palancas económicas del país, porque a partir de ellas se diseña un entramado jurídico-político, el cual justifica y defiende su sistema. Por esa razón, mientras no se toque la base económica, de ésta misma partirá un movimiento desde distintas vertientes —medios de comunicación, tribunales, boicots, etc.—, para reestablecer un régimen a modo.
Por lo cual podemos afirmar que la campaña de la oligarquía por reestablecer en el gobierno algunos de sus agentes más cercanos, no parará hasta lograr la restauración, a menos de que una nueva fase de luchas les arrebate el poder económico.
Nadie puede dudar que, a tres años de gobierno de AMLO, y a pesar de que su programa está de acuerdo en líneas generales con el sistema capitalista, tal y como se ha implementado durante los últimos 40 años, la 4T no es de la simpatía de la oligarquía, es decir, del conglomerado de 500 empresas que conducen más del 60% del PIB y, que, en su mayoría, llegaron a donde están durante el llamado periodo neoliberal, se oponen abiertamente a AMLO.
AMLO, supone que, con un poder político fuerte, es posible llevar una regulación de la economía con ciertas normas éticas y al mismo tiempo, utilizar este mismo poder para redistribuir la riqueza, de tal modo que se reduzca la pobreza. Para AMLO la austeridad y el combate a la corrupción no son políticas de urgencia sino prácticas permanentes, por ello se han establecido una serie de normativas para ejercer una profunda revisión de todos los gastos gubernamentales.
AMLO supone que el problema de la pobreza en México es resultado de la corrupción y no de la existencia del capitalismo. Nosotros no lo consideramos así, la corrupción está en el ADN de la burguesía, ya que su principal interés es la mayor acumulación de capital, sin importar los medios con los que lo consiguen. En general, buscan amoldar las leyes a sus intereses, cada vez más voraces. Por eso los intereses del actual gobierno, que da algunas dadivas a las masas, y los de la oligarquía son irreconciliables. Por lo tanto, no hay espacio para que convivan de manera armónica.
Así que, en estos tres años, este gobierno se ha puesto a prueba en distintos aspectos, con resultados que demuestran que se necesita mucho más para lograr la auténtica transformación del país.
Privatizaciones y Energía
El presidente afirmó que se frenaron las distintas concesiones a particulares, especialmente en el terreno energético. Para el gobierno la prioridad es poner al día tanto financiera, como tecnológicamente a CFE y a Pemex. Esto es correcto, pero también es cierto que los intereses de los capitalistas siguen siendo significativos, especialmente en el terreno energético, en donde aún tienen el control de la mitad de la producción de electricidad.
También es verdad que no se han tocado en lo fundamental los intereses de las 500 grandes empresas que controlan el país, porque cuando hay crecimiento económico éstas absorben todos los beneficios, pero cuando hay crisis se encargan de descargar todo su peso hacia los trabajadores por diversos medios.
Crecimiento y pobreza
Es verdad que el “libre comercio” estimulará el crecimiento económico en el corto plazo, especialmente ante el anuncio de un plan de infraestructura de parte del gobierno de los Estados Unidos por más de 1.2 billones de dólares. Esto ya genera una demanda de importaciones de todo tipo de productos desde México. No obstante, como hemos dicho, este crecimiento significará el enriquecimiento de los mismos que han sido beneficiados en los últimos treinta años.
En las circunstancias actuales no recurrir a mayor endeudamiento, como paradójicamente solicitaba la oligarquía, evitó una crisis presupuestal como la que viven países como Colombia, Ecuador o Argentina, lo que ha llevado a las finanzas públicas mexicanas a reducir el déficit presupuestal a niveles cercanos a cero. También ayudó la eliminación de la política de condonación de deudas fiscales. No obstante, esta es una medida clásica del neoliberalismo y no implica en si misma ni crecimiento económico ni reducción de pobreza.
Las medidas redistributivas por medio de becas y diversos subsidios son en realidad un ligero alivio, que se agradece, pero que no modifica en términos reales la pobreza. Los más de 30 millones de familias que reciben algún tipo de apoyo son la base sobre la que se sostiene AMLO, puesto que representa más del 60 % de la población. Sin embargo, de esta forma no se logra reducir la pobreza, la cual se incrementó producto de la crisis de 2020, y por los efectos de la pandemia.
Violencia e impunidad
Es cierto que el manejo de la pandemia, si bien ha sido polémica en muchos aspectos, no significó un caos como en otros países. No obstante, se confirmó la predisposición del capital para sacrificar las vidas que sean necesarias para mantener e incrementar sus beneficios. Ante estas circunstancias, el gobierno simplemente dejó actuar a los capitalistas con toda impunidad.
Un ejemplo más de la urgente necesidad de ir mucho más allá de las medidas de contención, es el nivel de violencia delincuencial, que no ha disminuido y que prevalece en las mismas regiones que en los años pasados. La impunidad que sufren las familias que son destruidas por medio de las personas con poder económico, que pueden pagar los servicios del poder judicial, no es menos que en otros tiempos. Quizá en la violencia contra la mujer es donde se hace más evidente esta situación.
Contra la violencia la respuesta más firme de AMLO es la creación de la Guardia Nacional, la cual ha jugado un papel importante en la protección de las instituciones del gobierno, fronteras, costas, algunas carreteras y algunos edificios, pero las masas trabajadoras del campo y la ciudad siguen indefensas. En muchos casos la creación de grupos de autodefensa no es una opción sino la única alternativa de sobrevivencia.
La fuente de la violencia que sufren las masas es la concentración del poder económico mientras éste siga intacto, la desigualdad social se mantendrá y las medidas que se implementen sólo serán paliativas.
Perspectivas
En este contexto, cuando ya han transcurrido tres años del actual régimen, resulta curioso que al contrario de lo que ha sucedido en otros países, la figura del presidente siga situada en la izquierda del espectro político electoral del país. Mientras que la oposición electoral, casi en su conjunto, se ha situado a la derecha, con un discurso prácticamente restauracionista y totalmente sometido a la oligarquía. Esto es una muestra de la profunda degradación en la que se encuentra el sistema político mexicano.
La única izquierda que es capaz de ofrecer una alternativa al actual gobierno es la que proviene de los movimientos de masas, trabajadores, estudiantes, campesinos, mujeres y jóvenes, que con organización y unidad podrían ir construyendo alternativas más allá de lo que el gobierno propone y de lo que la burguesía está dispuesta a permitir.
Sin duda, aún hay millones de personas trabajadoras que confían en el gobierno de AMLO y la consideran una contención necesaria ante los afanes depredadores de la oligarquía. No obstante, reiteramos, esto es útil por el momento, pero no es suficiente.
Los próximos tres años serán el escenario de constantes boicots e intentonas golpistas, hasta la batalla del 2024 y más allá. Sólo se puede impedir la restauración con una auténtica revolución, es decir, dando pasos firmes hacia la expropiación de la oligarquía.