Han pasado casi tres años de que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia de la República. En este lapso ha pasado de todo y ha sido sometido a duras pruebas, las campañas electorales y las mismas elecciones son un buen reflejo de ello, es como una foto, que condensa lo que hemos visto y que es el resultado de este periodo.
Las elecciones intermedias
En el mes de abril del año pasado se decretó un cierre de las actividades en el gobierno y las escuelas, poco después un cierre parcial de la economía nacional. La pandemia por el COVID-19 obligó a todos los gobiernos del mundo a tomar medidas restrictivas en la movilidad, para enfrentar la crisis sanitaria que se avecinaba. Poco más de un año después, los resultados son catastróficos para la humanidad, casi 4 millones de muertos, millones de infectados, variables del virus que están azotando regiones enteras del planeta. En México la pandemia ha costado más de 220 mil muertes.
La pandemia no provocó la crisis económica, pero si la envolvió en sus particularidades. La caída del turismo a nivel mundial, el cierre de fábricas y el corte en los ensamblados internacionales, la drástica caída del uso del petróleo, el cierre masivo de pequeños y grandes negocios, etc. Todo esto arrastró a las economías a la mayor crisis de la historia del capitalismo. México se vio afectado de forma severa y la economía se contrajo en un 8% del PIB. Esta caída es sólo comparable con la que se tuvo en la gran depresión de los años 30.
A pesar de todo esto, la popularidad del gobierno de AMLO no cayó y eso se manifestó en las elecciones de forma significativa. Las encuestas exponen que la popularidad del mandatario se mantuvo por encima del 62% en mayo pasado. Esto se reflejó concretamente en las elecciones, Morena mantiene una ventaja importante a su competidor más cercano, casi por el doble de la cantidad de votos. Ganó 11 de las 15 gobernaturas en juego, mantiene una mayoría en la cámara de diputados, gana una mayoría en los congresos locales y arrebató feudos históricos del PRI como Campeche y Colima.
En los estados donde el PRI había gobernado por más de 90 años, se abre una situación política interesante, todo el aparato del estado se movía al unísono con el partido, el aparato corporativo era brutal, igual que los nexos con el narco. Esto abrirá coyunturas importantes en la lucha de clases, pero no sólo en los estados gobernados por el PRI vamos a ver este fenómeno, ahora mismo estamos presenciando, después de la victoria de Morena en Guerrero, una serie de asesinatos políticos porque los grupos de la delincuencia organizada, que mucho tienen que ver con las corrientes internas de los partidos políticos, están buscando un reajuste, fortificar sus posiciones para los nuevos tiempos.
Los estados del norte donde estaban en juego las gobernaturas fueron sacudidos por la victoria de Morena —exceptuando Nuevo León—. Hay informes que declaran que el narco movió fuerzas para apoyar a este partido, casos como lo sucedido en Sinaloa donde se reporta el secuestro de una buena parte de la estructura del PRI, por el crimen organizado. Morena entrará a estos gobiernos sometido a muchas presiones, tanto del crimen organizado, como de la misma base que espera cambios importantes, sin embargo, no van a tener todas las ventajas consigo. Las políticas de reformas del gobierno federal y con más razón las de los gobiernos locales, está comenzando a sentir sus límites. Son reformas que sí benefician a la gente más humilde pero que son totalmente insuficientes para poder solucionar los grandes problemas que se viven.
También hubo lugares en donde la derecha consolidó sus espacios y ganó terreno, los más emblemáticos se dieron en Querétaro, donde el PAN arrasó; Nuevo León y Jalisco donde colapsan los partidos tradicionales y capitaliza Movimiento Ciudadano con candidatos empresariales y en la Ciudad de México donde Morena perdió 8 alcaldías, siendo este uno de los golpes más fuertes que ha recibido. Hay varias explicaciones para que Morena perdiera estos lugares de influencia, principalmente un desgaste que ha sufrido el gobierno con los sectores de la pequeña burguesía, la cual no se ha visto beneficiada por ninguna de las reformas del gobierno; otro aspecto son las traiciones internas dentro de Morena, que jugaron y pidieron el voto a panistas y perredistas; otro más son las limitaciones de la política reformista en la ciudad, pues no ha resuelto ninguno de los problemas fundamentales como la inseguridad, la falta de empleo, vivienda para los jóvenes, desabasto de agua, etc. Que siguen siendo un verdadero problema para los capitalinos.
El gran perdedor fue el PRI que no incrementó la cantidad de los votos de forma sustancial y perdó 7 gubernaturas. Otro partido de la derecha, sí de la derecha, y que se hunde es el PRD, el cual ha estado sobreviviendo, haciendo favores a los otros partidos más grandes, que están al servicio del gran capital.
Podemos decir, en términos generales, que estas elecciones van a preparar el camino para un enfrentamiento aun mayor entre la derecha y Morena, y, por otro lado, los siguientes años pondrán a prueba a este partido de izquierda reformista en los diferentes territorios, bajo una hostilidad creciente de todas las fuerzas políticas no alineadas al gobierno.
Polarización creciente
El voto al PAN tiene un significado bastante claro. Vimos que en los sectores y regiones donde hay más dinero, donde se conglomera la pequeña burguesía y la derecha clásica, estos sectores se volcaron a votar por la derecha panista. Este partido desde el comienzo ha venido movilizando a los sectores más desclasados y más a la derecha en contra del gobierno. Detrás del plantón de Frena en el Zócalo de la Ciudad de México, estuvieron organizados personajes afines a este partido, han mantenido una campaña militante en las redes sociales, utilizando a todos sus cuadros en todos los estados, diputados, medios de comunicación, etc., agitando contra el gobierno.
La respuesta en las urnas refleja que, aunque es poco su avance, sí han dado pasos al frente, han galvanizado a su gente en las calles y se sienten fuertes para seguir adelante. Tienen una consigna clara, echar del gobierno a AMLO, si no lo pueden lograr, su estrategia es un golpeteo permanente por todos los medios posibles para ir abonando a su objetivo.
El PAN no solo representa a los intereses de sus militantes, sino que de la misma forma que los demás partidos de la derecha, son coordinados y dirigidos por la burguesía nacional y con intervención directa del imperialismo americano. Así lo demuestran los diferentes reportajes que han salido sobre el vínculo de la USAID, con Mexicanos Contra la Corrupción y sus diferentes coordinaciones nacionales.
Para muestra nos gustaría citar el reportaje de la revista Contralínea, en el que se expone como se vincula la oligarquía mexicana, el imperialismo americano y los partidos de la derecha. El medio que los enlaza es el Instituto para la Competitividad (IMCO), el cual aglutina a los hombres del Consejo Mexicano de Negocios e instituciones extranjeras. Ellos fueron los responsables de impulsar el frente único de la derecha, Va por México. En el reportaje se puede leer:
“El IMCO ha logrado coordinar los esfuerzos opositores al gobierno de López Obrador en México y Estados Unidos, señala. Aclara que la oposición de derecha mexicana no es monolítica; pero, precisamente, el valor del IMCO es que ha hecho confluir a todos los grupos empresariales que se fortalecieron en los últimos 30 años.
“Y en el IMCO también confluyen los esfuerzos de más de 20 instituciones y empresas extranjeras. En su investigación, Aníbal García Fernández ha identificado que participan, a través de Kimberly Clark, en el CMN las petroleras Chevron, Conoco Phillips, Exón, British Petroleum y Shell. Y directamente en el IMCO, el Departamento de Estado estadunidense a través de la USAID (sigla en inglés de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), la US-Mexico Fundation, Global Integrity y, entre otros, la empresa del multimillonario Bill Gates, Microsoft.” (Frente empresarial contra López Obrador, contralinea.com.mx).
Esta campaña de la derecha contra el gobierno está ayudando a fortalecer el apoyo de los seguidores de AMLO al gobierno. El respaldo que goza el presidente no solo se puede entender por los casi 30 millones de pesos que reparte en apoyos a los sectores más pobres. Hay una, o mejor dicho dos razones políticas. Por un lado, los ataques de la burguesía y por el otro, está aún fresca en la memoria de la gente qué significan los gobiernos del PRI y del PAN, y definitivamente no quieren regresar a esos tiempos.
Aunque la actitud de López Obrador es tratar de aparentar que no pasa nada con toda esa campaña de la derecha y diga que es parte de la democracia, por debajo los seguidores del gobierno no son inmunes a esos ataques, se van politizando bajo estos embates y sacan conclusiones sobre quiénes son sus enemigos. Hay un proceso de politización acelerado entre las masas, las mañaneras también ayudan en este sentido. Todos estos elementos plantean una polarización creciente entre las clases. Esto va a tener un impulso frente al revocatorio que se avecina el año siguiente.
¿Se va a romper el apoyo a AMLO?
Esta pregunta es clave para poder entender hacia donde se van a movilizar las masas en el siguiente periodo. Aunque no tenemos una bola de cristal que nos permita tener la certeza de lo que pasará al cien por ciento, sí que podemos decir algunas cosas al respecto. Mientras que los ataques de la derecha sigan y cuanto más fuertes sean, el apoyo de las masas al gobierno de AMLO va a seguir manteniéndose.
Esto no quiere decir que no veamos movilizaciones o sectores que en un momento dieron algún tipo de apoyo, ya sea electoral o político al gobierno, pero que ahora estén en franca retirada. Esto incluso lo podemos ver en las elecciones. Mirando detenidamente las elecciones en la Ciudad de México, podemos ver claramente como los sectores de la pequeña burguesía salieron a votar de forma entusiasta por el bloque de la derecha. Las colonias con mayor nivel de vida y con mayor índice educativo votaron por la derecha o simplemente no votaron, retirando su apoyo al gobierno.
Esta situación se repite en los sectores más radicalizados que se han enfrentado al gobierno. Estamos hablando, por ejemplo, del movimiento de mujeres más radicalizado, algunos sectores de la juventud, etc. Esto no es una tendencia masiva pero sí es una tendencia que se va a incrementar en el siguiente periodo.
Los apoyos del gobierno han ido a parar a los sectores más necesitados del país, a los adultos mayores, a los sectores con menores ingresos, campesinos pobres, indígenas, etc. La pequeña burguesía es un sector muy volátil, que tiende a dar giros bruscos con facilidad, pueden inclinarse al voto por la izquierda, pero si ve que no se resuelve nada, giran al lado opuesto. Esta pequeña burguesía ilustrada se sentía ofendida por la ignorancia de Peña, y aunque en un momento determinado dio un voto de apoyo a AMLO, ahora tampoco se sienten muy contentos con él.
La juventud radicalizada es otro sector que no da su respaldo a AMLO, pero por causas diferentes. Lenin decía que el viento siempre movía, primero, la copa de los árboles. El sector más expuesto a la explotación capitalista, son los jóvenes, —que solo pueden encontrar empleos precarios—, que cuentan con más energía e iniciativa para la lucha, con menos derrotas en sus espaldas para tirar la toalla o conformarse con cambios menores. La juventud es un termómetro que puede adelantar la forma es que se puede desarrollar el proceso general de lucha de la clase en su conjunto.
Este sector no se siente muy convencido en votar por Morena o dar el apoyo al gobierno, porque simplemente ven que es lo mismo que otros partidos, se enteran de lo que sucede por las redes sociales y ven, correctamente, que Morena se está convirtiendo en un partido muy similar a los de la derecha, que carga con los mismos vicios. Puede haber excepciones, tanto de personas o conductas del partido, como en regiones donde los jóvenes puedan estar participando en Morena, pero esto no es la norma.
También ven que el gobierno de AMLO no ha resuelto ningún problema esencial en el país. Sigue el desempleo, la precariedad laboral, la delincuencia y los robos, los feminicidios, etc. Esto muestra los límites de una política reformista que la juventud ve y no puede tragarse. Este sector se irá incrementando conforme las presiones económicas aprieten y el gobierno solo se excuse o pida que se conformen porque es lo único que puede hacer.
La grieta entre este sector y los seguidores de AMLO se va a seguir profundizando. Los dos tendrán algo de razón en su argumentación. Los primeros dirán, este gobierno no resuelve nada de mis problemas esenciales; los segundos dirán que no se pueden poner contra AMLO porque eso permitirá el regreso de la derecha. Ambos tienen algo de razón, pero su psicología parte de dos supuestos sobre el porvenir. Los más veteranos han vivido todo el duro periodo de gobiernos del PRI y del PAN y comparado con ellos este gobierno es diferente y le apoyan. Los más jóvenes no ven cambios sustanciales y quieren más, quieren cambios revolucionarios, no reformas cosméticas y lucharán contra el gobierno.
Podemos decir que, aunque no veremos un movimiento de masas contra el gobierno de AMLO, exceptuando a los eventuales movimientos de la derecha, sí veremos sectores radicalizados moviéndose por la izquierda. La tarea de los marxistas no es justificar las limitaciones de los reformistas frente a los sectores más radicalizados de la juventud, tampoco esconder que hay intereses muy poderosos, tanto del imperialismo americano, como de la burguesía nacional, detrás de todos los ataques al gobierno de AMLO. Tenemos que explicar que en un país dependiente y de capitalismo atrasado, la oligarquía y el imperialismo no aceptan las reformas, por eso atacan a AMLO, y al mismo tiempo decir que la única forma de consolidar y profundizar las reformas del gobierno y resolver los problemas más importantes, solo será posible con medidas socialistas. Como AMLO no es capaz de ir al socialismo, él mismo está cavando su propia tumba.
Estamos de acuerdo con las demandas genuinas de las mujeres, de la juventud, de los pueblos originarios que cuidan sus territorios, también estamos de acuerdo con las reformas a favor de la población más pobre que hace AMLO. La única forma en que su gobierno y las luchas radicales no se contrapongan es romper con el capitalismo, pero como Andrés Manuel no lo va a hacer, es una tarea que nos toca a nosotros, empezando por conformar un partido de clase y revolucionario, que intente ganar a las masas que ahora apoyan a AMLO.
Es muy posible que AMLO termine su mandato con un apoyo considerable. Como dijimos, esto no quiere decir que no se produzcan movilizaciones y luchas. Por el contrario, serán movilizaciones sectoriales o regionales que se enfrenten a los diferentes gobernadores y políticas antipopulares en este o aquel sector. Serán enfrentamientos radicales, porque en medio de una crisis, no hay muchas alternativas para resolver los problemas profundos de la sociedad.
¿Va a ayudar la economía al gobierno de AMLO?
Después de las elecciones AMLO ha tomado algunas medidas que tienen un mensaje claro a la burguesía: no vamos a afectar sus intereses, vamos a seguir igual, ustedes pueden seguir haciendo negocios. Tres días después de las elecciones se reunió con la vicepresidenta de los EEUU, para reforzar las “negociaciones” con EEUU; hizo cambios en los responsables financieros en el país, poniendo a Arturo Herrera en el Banco de México y a Rogelio Ramírez de la O en Hacienda, los dos tienen el beneplácito del gran capital; también se reunió con empresarios y prometió que no habrá aumento de impuestos. Días después dijo que su labor casi había terminado, que todas las reformas de mayor calado ya se habían hecho y que sólo le faltaban tres: la energética —que es la que tienen mayor trasfondo económico y con la cual no están de acuerdo los dueños del capital—, una reforma política para eliminar diputados y senadores plurinominales —que va en contra de los intereses de los aparatos de los propios partidos que lo apoyan en los que puede encontrar resistencia— y, por último, una reforma para integrar a la Guardia Nacional al Ejército.
Todas estas son señales, directas e indirectas, para el capital privado para que puedan volver las inversiones, para que tengan confianza. Esto se suma a los “grandes proyectos” para atraer inversión extranjera, como el Tren Maya y el Tren Transístmico. Ahora mismo hay planteamientos por parte del Fondo Monetario Internacional que nos dice que la economía va a crecer en un 5%, hay algunos más optimistas que nos hablan de un crecimiento anual del 7%, pero eso dependerá del comportamiento de la economía norteamericana.
Estos son datos alentadores para el gobierno. Tomemos en cuenta que, en un comparativo de mayo, la economía creció un 25% más con respecto a mayo del año pasado, cuando la pandemia iba en franco ascenso. Sin duda alguna se tendrá un crecimiento, pero estará por debajo de la caída del 8% anual del 2020. Algunos dicen que solo se podrá recuperar los niveles previos a la pandemia al final del sexenio.
Pero el punto no solo es saber si va a haber crecimiento sino, ¿quién sale ganado con ese crecimiento? Al mismo tiempo que se incrementan algunas fortunas de multimillonarios nacionales, los trabajos para los jóvenes son increíblemente precarios, mal pagados, sin seguridad social, cuando se tiene la suerte de contar con un empleo. Los puestos de trabajo que la crisis económica destruyó se están recuperando, pero a un nivel por debajo, es decir, con menores salarios y sin prestaciones laborales.
De lo que estamos hablando es que sigue el mismo proceso de acumulación de capital basado en una super explotación y salarios miserables. A pesar de los aumentos decretados por el gobierno, la inflación se los come y no tienen ningún efecto para aliviar la pobreza. Los que siguen ganando con este crecimiento que se pronostica, son los dueños de las grandes fortunas y pocos negocios pequeños. No se rompe el proceso de acumulación ni se revierte la tendencia de empobrecimiento de las masas.
Darle la vuelta a esta situación implicaría, expropiar las grandes fortunas y que todo ese capital se utilizara en un gran plan de obras de vivienda e infraestructura pública, renacionalizar la banca, las minas, carreteras, el sector energético y las grandes cadenas de venta de mercancías. La política de apoyos sociales no juega ningún papel en la llamada “mejor repartición de la riqueza”, pues el proceso de acumulación en pocas manos se mantiene. Lo que sí, es que el dinero del estado que antes se quedaban unos cuantos ahora se reparte entre casi 30 millones, en pequeñas porciones, eso ayuda para mal comer, pero el proceso de expoliación sigue.
No hay muchas esperanzas que AMLO cambie en su política yendo más allá de la asistencia social e impida el dejar las manos libres al gran capital para que este siga creciendo. Si no hubo un cambio en su política en medio de la crisis, no la va a haber en los años siguientes. Por el contrario, pareciera que quiere quedar lo mejor posible con los organismos imperialistas internacionales: en medio de la peor crisis el gobierno está pagando una cantidad histórica a la deuda pública. Los aplaudidores del régimen lo venden como una gran noticia. Nos preguntamos ¿qué virtud puede haber en dar dinero a los grandes bancos? ¿Qué se necesita para crear empleos o para invertir en vivienda? No hay ninguna. La deuda no decae, sino que se incrementa:
“La deuda externa de México tuvo el mayor aumento en cinco años; alcanzó en marzo un saldo de 229 mil 60.7 millones de dólares, el mayor monto para un mismo mes desde 1990, muestran las estadísticas oportunas de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP)” (La Jornada – La deuda externa de México tuvo el mayor aumento en un lustro: SHCP).
Nuestro planteamiento es claro, no pagar la deuda y utilizar todo ese dinero en programas sociales, construcción de empresas nacionales con capital estatal y bajo control obrero, etc.
No habrá conciliación por parte de la derecha
Todas estas señales económicas buscan que la lucha que han emprendido los partidos de la derecha, y quienes están detrás de ellos, cesen su campaña de linchamiento contra el gobierno, pero no va a tener ningún resultado positivo. Una de las razones por las cuales la derecha salió a votar en las colonias de la clase media y alta, fue porque ellos tienen una idea muy clara, echar al gobierno, hacerle la vida imposible, desgastarle y evitar que pueda haber cualquier tipo de continuidad de la política de reformas de AMLO.
Desde el comienzo de su gobierno, la campaña de linchamiento en las redes no ha parado, cada vez es más agresiva. En estas elecciones hicieron un frente único de todos los partidos de la burguesía para enfrentar al gobierno. Han quemado las instituciones que aún mantienen bajo su mando, como el INE o los tribunales, gobernadores, etc. Hacen pactos con el crimen organizado para asegurar sus victorias e infiltran al partido del gobierno para, si a pesar de toda su campaña no logran acumular la fuerza suficiente para regresar al gobierno, que lo puedan hacer por medio de Morena.
La burguesía juega en todos los equipos, incluso en el del gobierno de AMLO y su partido, no importando que puedan salir en una fotografía abrazados con el presidente, un día, y al otro, estén financiando a organizaciones para desacreditarlo lo más posible. Ya hemos dado un ejemplo de cómo están actuando.
Es claro que hay una división entre la burguesía, algunos, aunque repelen la política del gobierno, se aprietan la nariz y se acercan para mantener una “estabilidad” que les da la presencia de AMLO. Esto lo dejó bien claro en la entrevista en un articulo publicado en el Financial Times, donde la voz, tanto del articulista, como del banquero entrevistado, son elocuentes:
“Mientras contemplan las protestas a lo largo de los Andes, incluso algunos de los críticos empresariales más duros de López Obrador admiten un respeto a regañadientes por la paz social que ha comprado en México en medio de la pandemia.”
“‘Puede que no nos gusten las políticas económicas de López Obrador; de hecho, las odiamos’, dijo un banquero en la Ciudad de México. ‘Pero tenemos que reconocer que ha brindado algunos años de estabilidad política, lo que nos ha salvado del desastre que envuelve a los países más al sur’”. (https://www.ft.com/content/552951be-7e8f-4fbc-a85d-7814cc519265?fbclid=IwAR3P6IDr3aXpRAKrpa9c_XtJ9j2aGBlXzfa3C7XksA6v9lzK4FEy8-guGp0)
Por otra parte, hay algunos burócratas de derecha, burgueses histéricos que quieren echarlo a como dé lugar.
Esto no se va a frenar, por el contrario, se va a intensificar de cara a las dos coyunturas que se van a presentar en los próximos meses: para enjuiciar a los expresidentes y la del referéndum sobre el mandato de AMLO. Particularmente ésta última será una campaña que la derecha utilizará para mover a sus bases y agitar por la salida del presidente. Ese embate calentará aún más la base que apoya al gobierno.
En este punto, la figura de AMLO sirve para contener el choque. Ese es uno de los papeles que ha asumido desde el comienzo. Toda la autoridad política que tiene la utiliza para nulificar el conflicto. La derecha, como tiene un programa propio y una claridad política de clase acentuada, no se deja dominar del todo, por eso está en una guerra constante contra el gobierno que, a pesar de no atacarlo, les impide gobernar como a ellos les gustaría. Por la otra parte, como no existe un movimiento obrero independiente fuerte al margen del gobierno, y la mayoría de la izquierda apoya al presidente, este no deja que la posición de clase se exprese y utiliza su presencia como un amortiguador de las demandas y sentir del pueblo.
La clase obrera tiene un poder enorme y una capacidad creadora que pudiese resolver los grandes problemas del país rápidamente, pero hay algo que le falta, una dirección clara, con arraigo y conciencia de clase. Mientras tanto, la burguesía es minoritaria, pero tiene el dinero y los recursos políticos para luchar por sus intereses. El gobierno asume un papel semi independiente de las clases, pero con su comportamiento no frena a la burguesía en sus tareas, pero sí a los trabajadores que no tienen una política de clase independiente. Con su posición “neutral”, el gobierno les hace un flaco favor a los trabajadores y ayuda al gran capital a reorganizarse.
Esto, al final, debilita a la clase obrera y al mismo gobierno, va desanimando a los sectores más radicalizados, o los va alejando de las masas y estas quedan a merced de la vieja burocracia sindical o del mismo reformismo del gobierno, pero debilitado, cada vez más en manos del gran capital.
Esta es la dinámica que hemos visto en todos los gobiernos “progresistas” de AL y nos dejan dos grandes lecciones: No se pueden hacer procesos a medias. Si no eres capaz de llevar tu política a fondo y aplastas a los enemigos, al final estas cavando tu propia tumba. La segunda, no importa que en un momento las fuerzas de la derecha reaccionaria estén en minoría frente a una masa enorme de la izquierda reformista, la lucha de clases puede debilitar rápidamente a uno y regresarles el poder a los otros, porque lo importante en la lucha de clases, es la claridad política que tiene una relevancia enorme.
Los pueblos p’urhépechas muestran el camino a seguir
En algunas regiones del país, el conflicto entre la delincuencia organizada y las comunidades indígenas y campesinas, la inactividad de los partidos políticos y la falta de alguna alternativa institucional, ha dado la posibilidad para que se desarrollen procesos interesantes de auto organización y gobierno. El caso de las comunidades indígenas en Michoacán son un ejemplo de esto. Estos hechos demuestran la incapacidad de que el estado burgués pueda resolver los problemas más importantes de estas regiones y el hartazgo de las poblaciones, que cansadas de estas esperando una reacción del gobierno, asumen en sus manos esas tareas.
Estos ejemplos de organización y lucha popular son una inspiración que se tiene que replicar a nivel nacional, bajo una organización general, que dote, no sólo a las comunidades, sino al movimiento general, de una visión de expansión de estos ejemplos. Aunque estos ejemplos de lucha se recargan en una herencia de organización comunitaria, deberían de ser un ejemplo para seguir la luchar contra el narco, las empresas mineras y el capitalismo en general, un modelo para construir un Estado dirigido y controlado por los trabajadores.
Las próximas batallas
Aún no hemos salido de la pandemia, ni de la crisis económica y se han atravesado las elecciones e intermedias. Vamos a tener una coyuntura muy política de cara al referéndum revocatorio que incrementará la polarización social en el país.
En algunas regiones Morena se verá atado de manos, no sólo por los límites de su política reformista, sino que se verá presionados por el narco, la oposición de derecha y de izquierda. A los reformistas les gusta imaginar que con el hecho de que ellos asuman el gobierno los problemas se resolverán rápidamente, porque piensan que los problemas se generan por las malas gestiones de las personas. Como ellos son personas buenas y con mucha voluntad, se imaginan que van a hacer maravillas. Su visión es gradualista y piensan que hoy es mejor que ayer y mañana mejor que hoy. No entienden nada de lucha de clases ni de la forma en que dialécticamente ésta se presenta.
Aunque la derecha no es más inteligente, por lo menos ellos no esconden sus banderas, quieren retomar el control del gobierno para aplicar un plan de ajustes y terminar con las reformas de AMLO, no esconden sus intenciones. Seguirán aprovechando las coyunturas, aciertos y desaciertos para seguir en lo suyo.
No van a faltar luchas en las escuelas, en las calles, en el campo, con un sinfín de reivindicaciones económicas y políticas, chocarán en estas, no dos fuerzas —las clásicas, el gobierno y la izquierda radical—, sino también la burguesía que tratará de sacar agua para sus intereses de estas luchas y demandas legitimas. La forma de frenarles es con una clara política de clase y revolucionarias en estas luchas.
En medio de este escenario tenemos que construir una fuerza de izquierda revolucionaria. Muchos dicen que ya no hace falta eso porque ya existe Morena. Este partido se formó con esfuerzos enormes de su militancia, pero tiene un programa que no ayuda a dar claridad a las luchas, por el contrario, confunde. Eso no es su único problema. En él se han enquistado grupos de priistas, panistas, perredistas que están dirigiendo el partido a nivel nacional (Mario Delgado, Ebrad, Monreal, Higinio Martínez y demás) que quieren hacer de Morena un partido como el PRI o el PAN. Aunque la militancia está dando la lucha, no será sino a partir de un gran movimiento masivo que se va a poder barrer con estas lacras a lo interno.
Hay un sector de izquierda dentro de Morena que se ha atrincherado en pequeños espacios y regiones que tratan de mantener una bandera limpia, honesta, pero aún y con las buenas intenciones, no se mueven por la izquierda del gobierno, pero que terminan aceptando la política general del gobierno y la dirección del partido y en el mejor de los casos mantienen una oposición de carácter local. Eso les impide poder avanzar. Podemos decir que lo que tiene a Morena en su laberinto es el planteamiento que AMLO ha defendido todo este tiempo, hacer lo que se puede con lo que tienes. Si tienes un partido tomado por la derecha, reformista, pues hay que quedarse en esos límites. Esto no deja avanzar a nadie.
Nosotros nos posicionamos claramente a favor de algunas reformas que ha hecho el gobierno, como por ejemplo las ayudas a los sectores más pobres, el gasto en salud, apoyos al campo, etc. Pero rechazamos muchas otras como la formación de la Guardia Nacional, los trenes del sureste, sus reformas a medias en el sector educativo y de los trabajadores. Nos posicionamos a favor de las demandas de los jóvenes y trabajadores que buscan mejorar sus salarios, salvar su vida, mejor educación, tierras y respeto del territorio. No somos sectarios frente a la gran capa de gente que apoya a AMLO y entablamos un debate explicando que en este periodo de crisis orgánica del capitalismo la búsqueda una política que no rebasa la reforma al sistema a la postre no solucionará los problemas fundamentales de la sociedad. Las masas aprenderán de su propia experiencia que les ayudará a sacar en el futuro posturas más radicales.