Los reformistas, cuando asumen el gobierno, creen que estarán ahí de por vida y se dan a la tarea de hacer leyes para imponer “orden” mismas que, paradójicamente, se usan contra ellos mismos cuando son echados de la administración del Estado. El poder que están asumiendo silenciosamente las fuerzas armadas bajo el gobierno de AMLO puede hacer de éstas un ente que en el futuro actúe como una fuerza con poder propio y una relativa independencia. Relativa en el sentido que los altos mandos siguen gozando de niveles de vida, lazos e intereses que los vinculan a la burguesía (legal e ilegal) y que los lleva a actuar en última instancia, en interés de esta clase.
Pero debemos ver el proceso en su desarrollo. AMLO goza de enorme autoridad, no tiene como política la represión (aunque esta ya se ha presentado en este sexenio, por ejemplo, en el caso de los migrantes). Las fuerzas armadas realizan roles como el apoyo a la vacunación, forestación de bosques, etc. Pero en todo este proceso el ejército se fortalece y se le dan concesiones. ¿Qué pasará con este ente cuando llegue un presidente sin la autoridad de AMLO? O peor aún, ¿Qué pasará si la derecha retoma el control?
El Estado mexicano se creó como un aparato de represión de clase
Lenin explicó que el Estado es un aparato de represión de la clase dominante para mantener sus privilegios. El actual Estado mexicano se erigió sobre el asesinato de Emiliano Zapata, Felipe Ángeles y Pancho Villa, así como la destrucción de la Comuna de Morelos y la División del Norte. Desde ahí hay un recuento de atrocidades, podríamos recordar algunas, como los asesinatos de Rubén Jaramillo, Arturo Gamíz y Pablo Gómez, Genaro Vázquez o Lucio Cabañas; el encarcelamiento de líderes obreros como Valentín Campa o Demetrio Vallejo las masacres del 2 de octubre y el 10 de junio; la guerra sucia; las represiones a las comunidades indígenas en Chiapas y la guerra de baja intensidad; la masacre de El Charco y Aguas Blancas en Guerrero; la entrada de la PFP a la UNAM en el año 2000 con la intención de romper la huelga; la venganza contra Atenco, donde la población había derrotado el proyecto de construcción del aeropuerto para que en mayo de 2006, después de una provocación, entrara la policía Federal a reprimir, torturar, abusar sexualmente y encarcelar a la población y dirigentes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra; podemos recordar las varias represiones al magisterio democrático que han significado compañeros asesinados y un largo etcétera.
El Estado heredado tiene una historia de crímenes
El proceso de descomposición social ha sido un fértil campo de cultivo para el crimen organizado y la violencia. Los homicidios dolosos se cuentan por cientos de miles, en la actualidad los desaparecidos suman más de 83 mil 500, el país está repleto de fosas clandestinas llenas de asesinados. Ante la incompetencia del Estado, aun en la actualidad, hemos visto la organización de familiares en búsqueda de justicia y de sus desaparecidos. En varias zonas del país, la lucha por el mercado de la droga ha llevado a una situación de violencia similar a la de un país en guerra.
Entre 2016 y 2018, las fuerzas armadas habían detenido a 100,447 civiles, todos en supuesta flagrancia. Durante este mismo periodo, “la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) ha estado involucrada en 4,495 enfrentamientos y la Secretaría de Marina (SEMAR) en 3,983” (bit.ly/3sw3BYA).
Las distintas fuerzas represivas del Estado han sido infectadas por la corrupción del narcotráfico, actuado en beneficio de los distintos carteles. Cuando García Luna fue jefe de la Secretaría de Seguridad Pública, la Policía Federal actuaba como un cartel más (por ello realizaron una huelga reaccionaria oponiéndose a su desaparición bajo el actual gobierno, gritando vivas a Felipe Calderón).
Las fuerzas armadas terminaron protegiendo a los criminales y cometiendo crímenes, llevando a una represión cínica y fuera de control: “del 2006 al 2019 [la Comisión Nacional de Derechos Humanos] emitió 174 recomendaciones que involucran a la SEDENA y/o a la SEMAR en actos de torturas, desapariciones forzadas, violaciones y ejecuciones, entre otros atroces crímenes” (ibidem).
La propia ONU hizo críticas al Estado mexicano porque la tortura era un actuar cotidiano. Un informe de la ONU contra la tortura señala que: “informes internacionales y nacionales documentan ‘una muy alta incidencia de la tortura [en México] y los malos tratos, incluida la violencia sexual, en particular por parte de miembros de las fuerzas de seguridad y agentes de investigación durante el arresto y las primeras etapas de la detención’. También preocupa que las confesiones obtenidas mediante tortura se utilizan contra los acusados como prueba de culpabilidad ante los tribunales” (bit.ly/3syx9Fi). Un ejemplo muy claro de la tortura es el cómo se fabricó la verdad histórica del caso Ayotzinapa, fabricando con tortura a culpables y declaraciones que avalaban “hechos” inventados.
Todo apunta a que el ejército estuvo involucrado en la desaparición forzada de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. En ese sexenio, el de Peña Nieto, se dio un enfrentamiento entre civiles armados y el ejército en Tlatlaya, los primeros se rindieron, pero el ejercito terminó ejecutándolos extrajudicialmente. Aquí la dirección de Salvador Cienfuegos en el ejército está presente.
¿Esto es cosa del pasado? Recientemente la Organización Mundial contra la Tortura hizo una inspección en México, su consejera Helena Solá dijo que:
“Uno de los principales hallazgos de la misión, lamentó, es que las autoridades mexicanas –sobre todo las de los estados– siguen sin reconocer la magnitud de la tortura, por lo que la enorme mayoría de los casos no se investigan ni sancionan, y además, las víctimas son criminalizadas y estigmatizadas”.
Recientemente en una mañanera, el periodista independiente Ernesto Ledezma, del portal RompevientoTV, expuso al presidente López Obrador la que llamó la primera ejecución extrajudicial del ejercito en el actual sexenio ocurrida en Tamaulipas (bit.ly/3vXWH0q).
AMLO y el Estado
El gobierno de AMLO recibe esta herencia, aunque no significa que la reivindique ni busque la represión del pueblo, sin embargo, tampoco toma las medidas para su plena emancipación. Lenin dijo en El Estado y la Revolución que para los políticos pequeñoburgueses: “Amortiguar los choques significa para ellos conciliar y no privar a las clases oprimidas de ciertos medios y procedimientos de lucha por el derrocamiento de los opresores”.
La correlación de fuerzas que es potencialmente favorable para las masas oprimidas, pero al no contar con una dirección revolucionaria se da un inestable equilibrio. La burguesía quemó sus cartuchos con décadas de ataques y en realidad no cuenta con una base de apoyo sólida, más aún, sus políticos y sus partidos están desacreditados. AMLO da concesiones a las masas (como sus apoyos sociales que llegan a millones) y tiene una forma de gobierno distinta a los tradicionales políticos burgueses corruptos que da esperanzas de cambio, dotándose de gran apoyo popular.
AMLO, tras las elecciones de 2016, ganó la mayoría de las cámaras y se puso al frente de un Estado que se ha reformado tímidamente. En realidad, actúa bajo las reglas establecidas usando su autoridad para presionar e inclinar la balanza, sin proteger a actuales corruptos (aunque sin lograr que existan). Cambió la dirección de las fuerzas armadas, buscando poner al frente a militares no corruptos. Desde las cámaras, el actual gobierno impulsa reformas que, por ejemplo, limitan la voracidad de los empresarios como en el caso de la tímida reforma energética, pero sin atentar contra el vigente derecho de que los empresarios honestos exploten y se adueñen del trabajo ajeno, siempre y cuando cumplan con las leyes establecidas.
Pero la sociedad que heredó está devastada, tiene un tejido social tan roto que no se puede pretender restaurar con algunas becas y apoyos a adultos mayores. La podredumbre heredada se traduce en problema del presente.
Esta herencia se puede romper cambiando radicalmente las condiciones materiales que permiten su permanencia. Eso implica generar trabajos estables y dignos, seguridad social universal, educación para todos los niños y jóvenes, vivienda digna, recreación, alimentación sana, etc. Esto no va a cambiar sin expropiar a los narcotraficantes, sin desmantelar a las mafias del crimen organizado (incluyendo las de cuello blanco) y sin combatir la acumulación de los grandes capitalistas que quieren cargar sobre la espalda de la clase obrera la crisis. Para ello se necesita nacionalizar bajo control obrero las palancas fundamentales de la economía que son la gran industria, la banca y las grandes concentraciones de tierra.
Una economía estatal planificada puede poner a disposición de las masas comida sana y de calidad, orientar la economía a la producción de vacunas, se puede apoyar e industrializar paulatinamente el campo y también la ciudad, mejorar la vivienda y las colonias populares, generar los insumos que la población requiere y que deben estar disponibles para todos. Sólo así se arrebatará la base social al crimen organizado y se eliminarán los actos de corrupción.
Para llevar adelante este plan se requiere la organización de los trabajadores y así romper todo tipo de resistencia de la clase dominante y el Estado heredado, pero AMLO prefiere presionar, arrebatar una concesión para las masas y luego darles alguna prebenda a los empresarios. Pero eso también es atentar contra la naturaleza del sistema y de su Estado que reaccionan contra esto. De tal forma que, al no tener a la base de la clase obrera y las masas organizada y en lucha, la presión lleva a concesiones que pueden ser muy costosas, como lo fue el liberar de EEUU a Cienfuegos (acusado de narcotráfico) para luego exonerarlo en México.
El ejército se fortalece
En medio del ambiente de violencia, las necesidades de atender la crisis sanitaria y las presiones del imperialismo en el combate a la migración, AMLO se ha apoyado en cuerpos como el ejército, la marina y la guardia nacional. Al dar al Ejercito otras funciones que nos son sus habituales, negocia y otorga concesiones. Por ejemplo, al exponerse en medio de la pandemia, AMLO les da hospitales o escuelas bajo su control. Lo último que ha hecho es dejar el Tren Maya, una de las principales obras del sexenio de AMLO, bajo propiedad del ejército. Con ello, además, las fuerzas armadas incursionan en la economía agrandando su poderío.
La corporación creada bajo este gobierno, la Guardia Nacional, cuenta con 90 mil efectivos. AMLO dejará de legado un ejército fortalecido que puede en el futuro adquirir independencia y convertirse en un fuerte peligro.
Cuando Salvador Cienfuegos fue detenido en EEUU por crímenes de narcotráfico, bajo presión diplomática mexicana y un acuerdo con el entonces presidente Donald Trump, éste fue liberado y regresado a México como hombre libre. Aquí se desestimó la investigación de la DEA en muy poco tiempo y no se hizo una propia investigación para determinar con claridad que el general en retiro y dirigente de la Sedena durante el sexenio de EPN, no tuviera nexos con el crimen organizado. El gobierno de AMLO le dejó en libertad. Eso es un reflejo de las presiones que las fuerzas armadas ejercieron contra el actual gobierno y particularmente el sector mafioso del mismo.
El ejercito que dirigía formalmente Madero fue el que le hizo el golpe de Estado y eso mismo ocurrió en Bolivia con Evo Morales o en Honduras con Mel Zelaya. Nos parece que en el caso del México actual es poco probable, en el corto plazo, una acción de esta naturaleza por la simple razón que la correlación de fuerzas no le favorece a la gran burguesía (no cuenta con una base de apoyo sólida, mientras que AMLO sí y la clase obrera no ha sufrido ninguna derrota seria y mantiene su fuerza intacta). Hay que ver hacia Myanmar donde el golpe de Estado de los militares ha desatado un levantamiento de masas. Como dijera Marx, el látigo de la contrarrevolución anima a la revolución. El ejercito mismo, con una lucha revolucionaria de las masas, podría dividirse en líneas de clases.
El peligro de golpes reaccionarios no está eliminado perpetuamente. Si no hay un programa radical que solucione los problemas de las masas a la larga veremos cansancio y frustración y a la derecha encontrar eco en algunos sectores.
Desde la izquierda se habla que el gobierno de AMLO es de transición y podríamos esperar cambios que nos permitan a futuro radicalizar el proceso. En realidad, sólo un programa revolucionario y socialista puede sacar a la sociedad del callejón sin salida al que lo ha metido el capitalismo. Cualquier intento de reforma sólo dará paso, a la larga, a la frustración y a consiguientes giros a derecha y a izquierda. Lo que AMLO debería hacer es apoyarse en la organización de las masas, incentivar milicias populares controladas por la organización de las masas; crear un ejército de millones que defienda los intereses de los explotados y combata así de forma efectiva al crimen organizado.
No hay señales de que AMLO avanzará en ese sentido, lo que nos queda entonces a los trabajadores es aprovechar este momento de relativa calma, que no será eterno, para fortalecer nuestras organizaciones, ya sea en número, ya sea en calidad. Lo que nos queda pues es prepararnos para las batallas futuras que serán determinantes en la lucha de clases.