Lo primero que debemos decir es que esta movilización en solidaridad con Hasél y contra la represión ha sido muy significativa hasta ahora. Sólo desde su encarcelamiento el lunes pasado 15 de febrero, ha habido manifestaciones exigiendo su libertad y por la defensa del derecho democrático a la libertad de expresión en decenas de ciudades de todo el Estado: Madrid, Sevilla, Málaga, Granada, Mallorca, Bilbao, Valencia, Zaragoza, entre muchas otras, y por toda Catalunya, con miles o decenas de miles de manifestantes.
Una gran mayoría de los participantes han sido jóvenes que han salido a la calle no sólo por las cuestiones inmediatas de la libertad de Hasél, de los presos políticos y por los derechos democráticos, sino que por igual manera para reivindicar mejoras en sus condiciones de vida. La creciente rabia y frustración de cada vez más jóvenes es otra expresión del capitalismo en decadencia: es la generación de la crisis, de los recortes, la precariedad, los sueldos de miseria, la falta de perspectivas para irse de casa, la crisis climática, etc.
Son cada vez más los jóvenes que buscan una salida revolucionaria a esta situación, en el Estado español y también en todo el mundo. La juventud se está convirtiendo en la punta de lanza de la lucha contra el capitalismo, y con cada embate acumula experiencia y atrae capas más amplias. Esta es una de las razones por la que en Cataluña las movilizaciones han sido más extensas y numerosas: muchos jóvenes ya han participado en movilizaciones masivas y combativas, y han sufrido en su carne la represión policial y judicial en la lucha por la independencia y contra la represión, proceso que ha contribuido a su radicalización hacia la izquierda y ha empujado a la lucha a más gente. Este hecho se combina con que Hasél es catalán además.
El aparato represor del Estado español, carcomido e infestado de franquistas, es capaz de percibir la amenaza de la juventud en la calle. Comprenden perfectamente que estas movilizaciones son una fuente de inspiración para miles de jóvenes y trabajadores, y que su iniciativa y valentía pueden servir como acicate para el ensanchamiento del movimiento, empezando por la clase trabajadora organizada. Así pues, su estrategia, como hemos explicado otras veces, se basa en la brutal represión y en desacreditar la lucha por cualquier vía. Buscan con ello infundir el miedo y dividir y confundir a los oprimidos, con la ayuda coordinada de los medios de comunicación, que centran sus «noticias» en las barricadas y la rotura de escaparates, y no en la violencia policial. Esto no es casualidad: por un lado, el régimen del 78 tiene una base social relativamente pequeña y unos pilares débiles, que requieren la mano de hierro para defenderse ante amenazas a su existencia, en todos los frentes: policial, judicial, mediático, institucional.
Hasél no es el primer artista o activista represaliado, y no será el último, de hecho, hay actualmente catorce raperos con condenas de prisión en España. Por otra parte, muestra también el papel tan relevante que juega el aparato del Estado español en la defensa del capitalismo, y su impunidad ante su encarnizada represión, saltándose sus propias leyes, con policías enloquecidos cargando, pegando en las cabezas, disparando a la cara, torturando, chillando «rojos de mierda», etc. Con cada embate contra el régimen, el aparato del Estado muestra con más nitidez que existe para defender la propiedad privada y los privilegios de los ricos. Todo ello es una muestra de la gran farsa que supuso la Transición: «democracia» siempre que los oprimidos no luchemos en contra de la represión, por nuestros derechos democráticos y para mejorar nuestras vidas.
¿Violencia? ¿Por parte de quién?
Como era de esperar, los medios de comunicación y la mayoría de los partidos políticos de la derecha han organizado una campaña de desprestigio de las movilizaciones magnificando la «violencia» y la quema de contenedores. La presión de la opinión pública burguesa también ha llevado a otros, que se dicen de izquierdas, a condenar la violencia y a llorar por los pobres contenedores quemados.
Hay que denunciar esta hipocresía. Violencia es un paro juvenil de más del 40%. Violencia son los desahucios durante la pandemia impuestos por los Mossos a golpe de porra. Violencia es la policía encapsulando y atacando a manifestantes pacíficos en Barcelona, Madrid y Valencia y la infiltración de policías secretas para provocar disturbios y detenciones en Granada. Violencia es que, en este momento, haya al menos cuatro personas en prisión preventiva por unos disturbios que no hubieran tenido lugar sin la infiltración y provocación policial.
No nos puede sorprender pues que al final de las manifestaciones de los últimos días, grupos de manifestantes se hayan enfrentado con la policía y que al hacerlo hayan levantado barricadas para dificultar el paso de los furgones y protegerse de las cargas de la policía (y de otros cuerpos policiales). Los ataques a sucursales bancarias o tiendas de lujo también se pueden entender como expresión de la legítima rabia de la juventud hacia un sistema en el que los ricos son cada vez más ricos, a la vez que las condiciones de la mayoría son cada vez más precarias.
Dicho esto, hay que reflexionar sobre los métodos de lucha más adecuadas a cada situación. Desde los canales de Telegram que han coordinado las manifestaciones de los últimos días se debe insistir en rechazar la destrucción sin sentido, una cosa es defenderse de la represión policial, otra es enfrentarse a los vecinos que con razón o no recriminan. Esto es tanto más importante cuando, muchas veces, son los propios infiltrados de la policía los que provocan estos destrozos y saqueos, como han corroborado las imágenes obtenidas por reporteros independientes en varias zonas del Estado.
La manera más efectiva de enfrentarse al Estado y minimizar la represión en las manifestaciones es que estas sean lo más masivas y bien organizadas posible. Hay que pensar pues, cuáles son los métodos de lucha que nos ayuden a conseguirlo.
Extender la movilización entre la clase trabajadora organizada
Como ya hemos dicho, estas movilizaciones van más allá de exigir la libertad de Hasél. Su encarcelamiento es el accidente que expresa una necesidad. En Cataluña, en particular, una mayoría de los participantes en las luchas de octubre de 2019 contra la sentencia del Procés, tanto gente joven como gente mayor, luchaban simultáneamente por cuestiones democráticas y sociales. Pero como también en octubre del 19, pensamos que es necesario organizar sobre bases democráticas el movimiento y dotarlo de una dirección a la altura de las circunstancias. Como ya explicaron los compañeros de L’Octubre en aquellos momentos, la espontaneidad tiene sus ventajas, pero que desgraciadamente con el paso de los días se vuelven en su contrario, en el agotamiento y frustración. Para evitar esto y canalizar la energía y las ganas de luchar, pensamos que hay que organizar asambleas de debate en cada barrio y lugar de trabajo, y también en las mismas manifestaciones, para debatir democráticamente como organizarnos y sobre qué demandas concretas.
En Lleida, la Plataforma Libertad Pablo Hasél ha convocado piquetes informativos culminando en una asamblea abierta para organizar la lucha. Este es el modelo que se debería replicar en todos los barrios, pueblos y villas, en las universidades y en los lugares de trabajo. En Girona también se ha convocó una asamblea abierta para el 24 de febrero. Pensamos que es éste el camino a seguir y que estas asambleas tienen que extenderse al resto de Cataluña y a más zonas del Estado.
Varias organizaciones de izquierdas y populares se han pronunciado públicamente contra el encarcelamiento de Pablo Hasél. Tanto IU como Podemos han denunciado esta escalada represiva y han registrado una petición de indulto para Hasél, así como han instado al gobierno, del que forman parte, a que elimine del Código Penal los delitos de enaltecimiento del terrorismo e injurias a la corona. Siendo positivas estas declaraciones, son claramente insuficientes desde el momento en que las direcciones de IU y Podemos se inhiben completamente a la hora de organizar y extender la movilización de la juventud y la clase trabajadora por la libertad de expresión y contra la represión del régimen. Es evidente que los compromisos de UP con el régimen a partir de su participación en el gobierno les atan de pies y manos a la hora de tomar cualquier iniciativa en este sentido, dejando un vacío en el movimiento que la simple espontaneidad, que tarde o temprano encuentra su tope, no puede llenar.
Dicho esto, para que el movimiento avance tenemos que conseguir que sea más grande, apelando a la clase trabajadora y los sindicatos obreros para que se sumen a la lucha. Esto es así principalmente por dos razones. En primer lugar, porque la represión a Hasél no es sólo el encarcelamiento de un rapero que critica el régimen, es por encima de todo un ataque al derecho democrático de la libertad de expresión, tal como lo percibe la mayoría de los participantes. Es más, el ataque a los derechos democráticos se ha intensificado, como hemos podido ver con manifestaciones prohibidas de Sevilla y Mallorca y la represión brutal al derecho de la manifestación. En otras palabras, es un ataque frontal a la clase trabajadora, la clase que por su papel social y su organización necesita, como el cuerpo necesita el oxígeno, los derechos democráticos.
En ningún momento podemos olvidar que ha sido la clase trabajadora luchando quien ha conseguido ganar y defender los derechos democráticos; la burguesía no necesita la democracia, ya que gracias a la propiedad de los medios de producción ya dominan la economía y la sociedad en general. En segundo lugar, porque ahora el régimen del 78 ha decidido castigar Hasél por decir verdades sobre la monarquía y la policía, pero como ya sabemos muchos luchadores y activistas, hoy es Hasél, pero mañana podemos ser otros, como el compañero Marcel, acusado de desórdenes públicos, atentado contra la autoridad y lesiones, por las que la Generalitat pide 4 años y nueve meses de prisión.
Así pues, la clase trabajadora en su conjunto tiene un gran interés en exigir la libertad de Hasél, defender el derecho a la libertad de expresión y los derechos democráticos en general. Pero a la vez que los jóvenes reivindican demandas sociales, la clase trabajadora debe hacer suyas estas demandas y plantear que esta crisis no la pagaremos de nuevo la clase obrera, ¡sino que la paguen los capitalistas! La participación activa de los sindicatos en esta lucha dotaría al movimiento de recursos materiales, tanto en números como en material, y por encima de todo, métodos de la lucha de clases: las huelgas. La sección sindical de la CGT en SEAT se ha pronunciado públicamente por la libertad de Pablo Hasél. Los compañeros de Riders x Derechos han participado activamente en la movilización. Estos ejemplos se deben generalizar. Hay que llevar la lucha contra la represión a los puestos de trabajo y los barrios obreros.
Si somos capaces de impulsar y vincular la organización democrática del movimiento mediante las asambleas con la participación activa de la clase trabajadora sindicalizada, exigiendo la libertad de Hasél, la amnistía total para todos los presos políticos, la defensa de nuestros derechos democráticos y reivindicaciones sociales y económicas como la nacionalización de la sanidad, de los sectores estratégicos, parar los desahucios, bajar los alquileres, poner fin a la precariedad, etc. conseguiríamos un paso de gigante en la lucha para acabar con el régimen del 78 y el capitalismo español que lo sostiene de una vez por todas.