El 20 de enero, Joe Biden prestó juramento como presidente de Estados Unidos rodeado por tropas armadas, en medio de una pandemia, semanas después de que una turba de extrema derecha irrumpiera en el edificio del Capitolio. Son tiempos sin precedentes. Los capitalistas están depositando sus esperanzas en la nueva administración para sacar al capitalismo estadounidense de este período de caos y declive, al verle las orejas al lobo.
La juramentación del 46º Presidente de Estados Unidos no estuvo marcada por la pompa y circunstancia típicas de las inauguraciones anteriores. Durante días, el distrito militarizado del centro de Washington DC ha sido descrito como una «fortaleza sitiada», patrullada por 25.000 soldados de la Guardia Nacional. Los soldados establecieron puestos de control de seguridad en toda la ciudad y cientos de tropas fueron acuarteladas en los pasillos del edificio del Capitolio. Las escenas han provocado comparaciones con la entrada disfrazada de Lincoln en la capital en vísperas de la Guerra Civil, o la moderada ceremonia inaugural de FDR (Franklin Delano Roosevelt), celebrada en medio de la Gran Depresión.
Durante la última semana del mandato de Trump, el corresponsal de la Casa Blanca para el New York Times expresó la perspectiva de la clase dirigente de Washington mientras veía cómo su «ciudad brillante sobre una colina» se convertía en un símbolo de polarización violenta y declive, dejando la «reputación de la Estados Unidos en el escenario mundial en lo más bajo”:
«El país se ha fracturado profundamente y ha perdido el sentido de sí mismo. Las nociones de verdad y realidad se han atomizado. La fe en el sistema se ha erosionado. La ira es el único terreno común. Los historiadores se han esforzado por definir este momento … el momento histórico en el que éramos un modelo, básicamente, ha terminado».
Joe Biden es ahora oficialmente el presidente y ha anunciado grandes planes para sus primeros cien días en el cargo. Los Demócratas buscan retroceder el reloj a los «buenos viejos tiempos» de Obama y gozarán a su favor de un tridente político: el control de la Casa Blanca y de ambas cámaras del Congreso. No tendrán excusas para no aprobar leyes apoyadas por la mayoría de los estadounidenses. Pero, aunque la nueva administración tenga un estilo muy diferente al de Trump, no se equivoquen: este sigue siendo un gobierno de, por y para las grandes empresas. Millones pueden estar suspirando colectivamente de alivio, pero no olvidemos que los «buenos viejos tiempos» también fueron días de explotación, opresión, deportaciones masivas, empobrecimiento y malestar que, por encima de todo, allanaron el camino para el ascenso de Trump al poder.
Entonces, aunque una gota de agua puede ser un alivio en un desierto, los trabajadores no deberían esperar nada más que un puñado de «reformas» limitadas para aliviar la crisis más grave a que se haya enfrentado el capitalismo estadounidense. Al igual que FDR antes que él, la tarea de Biden es tratar de salvar al sistema de sí mismo, con el apoyo de los líderes sindicales y reformistas de todas las tendencias.
La etapa final de las elecciones de 2020 terminó con la segunda vuelta del Senado de los Estados Unidos en Georgia el 5 de enero. Los Demócratas obtuvieron ambos escaños y ahora tienen un control efectivo sobre el Senado. En un Senado dividido porla mitad, la vicepresidenta Harris, como presidenta del Senado, puede romper todos los empates a favor de su partido. El obstruccionismo es una regla del Senado que requiere una supermayoría de 60 para que el cuerpo termine el debate y proceda a una votación. Otorga a la minoría poder de veto de facto sobre la mayoría y a menudo se utiliza como una excusa conveniente para no hacer avanzar la legislación. Pero dado que los cambios a las reglas del Senado se pueden hacer por mayoría simple, los Demócratas podrían actuar en cualquier momento para eliminar esta regla arcaica y antidemocrática.
El sello distintivo del gobierno de la clase capitalista estadounidense ha sido el sistema bipartidista. En un país donde el 1% más rico posee el 40% de la riqueza del país, mientras que el 90% más pobre posee solo el 23%, la clase dominante quiere asegurar el mantenimiento de su sistema de propiedad privada de los medios de producción. Durante mucho tiempo han facilitado su dominio dándole a la gente la ilusión de una «elección» entre dos partidos que pueden variar superficialmente, pero que en última instancia representan los intereses fundamentales de los capitalistas. Al igual que la elección entre Pepsi y Coca-Cola, a nadie se le permite preguntar si debemos consumir “cola” para empezar. Y en política, nadie debería cuestionar por qué la clase trabajadora no tiene un partido propio.
La burguesía escribe las leyes y reglas, por lo que, naturalmente, dificultan la entrada de nuevos partidos en las urnas. Cuando los advenedizos superan esos obstáculos, las reglas hacen que sea difícil ganar posiciones y mantener el estatus de votación. Pero lo que es más importante, la clase dominante ha utilizado el palo y la zanahoria para mantener a los líderes sindicales firmemente alineados y marginar a la izquierda, aunque muchos en la izquierda le han hecho el juego al adoptar políticas oportunistas o sectarias.
Durante décadas, el ping-pong entre Republicanos y Demócratas funcionó de maravilla para los capitalistas, ya que controlaban firmemente ambos partidos. Pero hasta la mejor de las historias puede terminar mal. La dialéctica explica que las cosas se vuelven en su contrario, y esto se aplica también a la «democracia capitalista más estable del mundo».
La crisis del sistema se ha desarrollado en un país sin un partido obrero de masas. Como la naturaleza, la política aborrece el vacío y las presiones de la lucha de clases deben encontrar una salida de una forma u otra. Las divisiones en la clase dominante y la confusión política generalizada han llevado a profundas divisiones en los dos partidos principales. El Partido Republicano fue tomado por Trump y el ala ultraderechista de la burguesía y la pequeña burguesía, respaldada por millones de trabajadores airados y hartos con el statu quo liberal. Con Trump expulsado de su cargo y acosado por la controversia, sin mencionar un segundo juicio político por “incitar a la insurrección”, ha estallado nuevamente una guerra interna cruel en el Partido Republicano y podría haber una división en un futuro no muy lejano.
Con Trump fuera de la Casa Blanca, y siendo juzgado como expresidente, el objetivo real de la campaña del juicio político es evidente: impedirle que ocupe un cargo federal en el futuro, con la esperanza de evitar que se lance a otra carrera presidencial en 2024. El líder Republicano del Senado, Mitch McConnell aparentemente ve una oportunidad para purgar a su partido del trumpismo, aunque queda por ver si se podrá reunir la mayoría requerida de dos tercios del Senado para juzgarlo. Lo que está claro es que este tipo de maniobra no eliminará la creciente polarización en la sociedad y no sirve en nada a los intereses de la clase trabajadora. Con decenas de millones aún convencidos de que las elecciones fueron ilegítimas, las filas Republicanas no están a punto todavía para regresar silenciosamente al status quo anterior a Trump, incluso si eso significa avanzar hacia un trumpismo sin El Donald en la papeleta electoral, o que éste sea desechado completamente del Partido Republicano.
Los Demócratas también están divididos, pero ahora que están en el poder, probablemente podrán mantener a raya a sus funcionarios electos. El «ala izquierda» del partido, incluido el Squad («Escuadrón»), ha entendido la situación y está desempeñando el papel de apuntalar al establishment Demócrata desde la izquierda. Como ejemplo, consideremos el hecho de que todo el Squad, incluidos sus nuevos miembros, votó para elegir a Nancy Pelosi como presidenta de la Cámara. Pelosi ganó con pocos votos de sobra. Los pocos Demócratas que votaron en su contra eran del ala derecha del partido. Con el poder viene el patrocinio: “subvenciones” para los Estados y distritos de los congresistas, cargos y “favores” que pueden unir a los que están en el partido gobernante. Un buen ejemplo de esto es el ascenso de Bernie Sanders a presidente del poderoso Comité de Presupuestos del Senado.
El dinero y los Demócratas
A pesar del impulso temporal que Trump proporcionó a los Republicanos, los Demócratas siguen siendo el principal partido capitalista a nivel nacional. Ellos “manejan los asuntos de la clase dominante” en Estados como California, Nueva York, Illinois y Massachusets, y ahora controlan los vastos recursos y aparatos del gobierno federal.
En cada elección importante, las grandes empresas y los ricos dan dinero a ambos partidos para luego pedirles favores sin importar quién gane. En 2020, se destinó más dinero a los Demócratas que a Trump. Solo Michael Bloomberg gastó $100 millones de su propia fortuna en Florida en un intento fallido de derrotar a Trump. El burgués serio quería a alguien más confiable que al inquilino que ocupaba la Casa Blanca. Según lo informado por Jim Zarroli en NPR:
«De los casi 800 millones de dólares donados a políticos por firmas de valores, bancos, empresas inmobiliarias y sus empleados al 30 de junio, poco más de la mitad se destinó a los Demócratas. Eso casi nunca sucede. Si bien Wall Street significó mucho para Barack Obama en 2008, volvió al Partido Republicano tras la aprobación del proyecto de ley de reforma financiera Dodd-Frank, y ha sido confiablemente Republicano desde entonces».
Y según Bloomberg:
«Los donantes de Wall Street dieron más dinero al presidente electo Joe Biden que al presidente Donald Trump … En general, las contribuciones a los candidatos Demócratas a la Cámara y al Senado, de casi $ 68 millones, superaron las contribuciones a los Republicanos, con aproximadamente $ 55 millones, pero en ambas cámaras, los verdaderos ganadores eran quienes defendían el cargo. Casi tres cuartas partes del dinero entregado por los empleados de las empresas financieras se destinó a candidatos que ya ocupaban el cargo».
No hay duda de que el dinero tiene una gran influencia en la política y el gobierno. Algunos en la izquierda argumentan que debería haber financiación gubernamental para las campañas, que esto eliminaría el dinero de la política. Pero esta es una fantasía utópica. Incluso si hubiera una financiación total de las campañas por parte del gobierno, mientras los partidos en el gobierno intentaran administrar el capitalismo, seguirían estando controlados por la clase dominante. Es el propio sistema el que dicta los parámetros de las políticas aceptables y no hay mucho margen de maniobra cuando el capitalismo está en declive. La única salida es romper estos grilletes. Lo que se necesita es un gobierno obrero basado en políticas socialistas.
La necesidad de una alternativa para la clase trabajadora
Lo único que unió a la «coalición» de votantes de clases opuestas a favor Biden fue su oposición a Trump. Esto culminó con la puesta en marcha del segundo juicio político del expresidente y su próximo juicio en el Senado. Pero ahora que Trump está fuera, la unidad temporal de quienes votaron a los Demócratas por falta de una alternativa, y los testarudos defensores liberales del capitalismo, comenzará a romperse.
Cualquiera que espere un cambio fundamental de Biden y los Demócratas se sentirá profundamente decepcionado. Mientras proyectan una visión audaz en palabras, una mirada de cerca revela que han tenido cuidado de no prometer nada que no hayan entregado ya los anteriores administradores presidenciales del capitalismo.
Debemos tener muy claro qué es una reforma fundamental. En una sociedad donde el trabajo de la clase trabajadora, junto con los recursos naturales, crea toda la riqueza, la mayor parte de esta riqueza va al 10% más rico, y especialmente a los que se encuentran en el 2% arriba en la escala social. Un cambio real en esta configuración significaría salarios significativamente más altos, mejores prestaciones sociales y otras mejoras sociales, financiados directamente con las ganancias, las rentas, los intereses y la propiedad que actualmente están monopolizados por los ricos.
En el pasado, cuando los Demócratas legislaron «reformas», estos programas fueron finalmente pagados por sectores de la clase trabajadora y la clase media. Los keynesianos y defensores de la llamada «Política Monetaria Moderna» argumentan que el dñeficit público puede financiar fácilmente todo esto. Pero en el mundo real, la deuda tiene sus límites y, eventualmente, habrá aumentos en los impuestos a los trabajadores, recortes en el gasto social e inflación.
Biden ha propuesto un paquete de 1,9 billones de dólares para hacer frente a la pandemia y tratar de evitar que la economía se hunda más en el barro. Esta no es una reforma, sino un intento de evitar que el barco capitalista se hunda. Los pagos directos en dinero a las familias y las prestaciones por desempleo ciertamente ayudarán a millones de personas a no hundirse por completo, pero estas migajas no los sacarán de las arenas movedizas de la vida bajo el capitalismo. Y aunque este dinero pretende ayudar a las «familias trabajadoras», casi todo ello simplemente hará una pequeña parada en las cuentas bancarias de las personas antes de fluir por miles de millones a los bolsillos de los propietarios, bancos, y otros acreedores y especuladores. 45 de las 50 empresas más importantes han prosperado durante la pandemia, recaudando cientos de miles de millones de dólares y despidiendo a millones de trabajadores.
Los trabajadores deben recibir su salario completo y poder quedarse en casa si no están en una actividad económica esencial. Las personas obligadas a trabajar durante la pandemia deben recibir todo el equipo de seguridad necesario y recibir al menos el doble de sus salarios anteriores. El alquiler atrasado, la tarjeta de crédito, la hipoteca, las deudas estudiantiles, y otras, deben eliminarse. Se debe proporcionar atención médica universal, gratuita a todas las personas que viven en el país. Cualquier empresa que se beneficie de la miseria o que sea considerada «demasiado grande para quebrar» debería ser nacionalizada y dirigida por interés público bajo el control democrático de los trabajadores. ¡No encontraremos ninguna de estas medidas tan necesarias en las propuestas de Biden!
Incluso si los Demócratas aprueban un salario mínimo federal de $ 15, esto simplemente sería ponerse al día con las necesidades reales de los trabajadores y sus familias. Biden ha dejado en claro que no tiene la intención de brindar atención médica universal. Reincorporarse al Acuerdo de París hará poco para combatir la catástrofe climática, que requerirá cruzar la línea de la propiedad privada. No se puede erradicar el racismo ni eliminar la brutalidad policial en una sociedad en la que se utiliza la escasez artificial para dividir y dominar a la mayoría. Podemos estar seguros de que no derogarán leyes anti-laborales, como la Taft-Hartley, ya que la clase capitalista se opondría con uñas y dientes. E incluso una tasa impositiva modestamente más alta sobre los superricos haría una mera abolladura en los superbeneficios generados por estos gigantes.
Aunque habrá una luna de miel de algún tipo, la miseria y la inestabilidad en curso eventualmente conducirán a la ira contra este «nuevo» gobierno. Ya sea que se necesiten uno, cuatro o incluso ocho años, decenas de millones de seguidores actuales se volverán en su contra, uniéndose a las decenas de millones que ya están en contra desde el primer día. La verdadera pregunta es: cuando los trabajadores se cansen de otra administración Demócrata, ¿habrá una alternativa política de masas de la clase trabajadora para canalizar la desilusión y reemplazar a los dos partidos principales? ¿O la gente volverá a recurrir a la rabiosa demagogia trumpista? ¿O quizás simplemente a la abatida desmoralización apolítica?
Los marxistas comprenden la importancia de que la clase trabajadora construya un partido ahora, pero esto requiere fuerzas de masas. En este momento, ningún sector de la dirección sindical se está moviendo en esta dirección. Bernie Sanders y el Squad han enganchado firmemente su carro a los Demócratas. La revista Jacobin y el ala derecha del DSA (Socialistas Demócratas de América) han defendido esta política de colaboración de clases sin principios. Cuando los verdaderos colores de los Demócratas se revelen una vez más para que todos lo vean, estas fuerzas no serán vistas distintas a los Demócratas, sino más bien como un apoyo de los dirigentes capitalistas.
El increíble movimiento de protesta de George Floyd y el creciente interés en las ideas socialistas muestran el potencial de la política revolucionaria de masas en este país. Debemos comenzar a construir ahora para el futuro. Debemos enarbolar nuestra bandera en alto y defender implacablemente la política basada en principios de clase, incluso si es una bandera modesta en esta etapa. Como vimos en el transcurso de 2020, cuando la clase trabajadora se mueve, ¡pueden cambiar las cosas rápidamente!
Lo que podría hacer un verdadero socialista en el Congreso
El presentador de programas de entrevistas y comediante Jimmy Dore pidió recientemente a AOC (Alexandria Ocasio-Cortez) y al Squad que lleguen a un acuerdo con Nancy Pelosi: sus votos para reelegirla como presidenta de la Cámara, a cambio de una votación en la Cámara de Representantes sobre “Medicare para todos”. A Dore no le gustó el apoyo en gran medida acrítico que el Squad le brindó a la dirección del Partido Demócrata. Aunque tiene razón al criticarlos, no creemos que su estrategia de «intercambio de caballos» sea el camino a seguir.
Si hubiera un congresista o grupo socialista genuino, no votarían por ningún presidente de la Cámara de Representantes de un partido burgués. Votarían en contra de los políticos capitalistas y explicarían que lo que necesitan los trabajadores es una mayoría socialista y un presidente socialista. Usarían su plataforma en el Congreso para movilizar y construir el movimiento socialista y construir un partido socialista de masas de la clase trabajadora, que eventualmente podría ganar el apoyo de la mayoría. Explicarían que el futuro bajo el capitalismo es oscuro, pero la clase trabajadora puede eliminar la oscuridad con un gobierno propio, que iría más allá de los límites capitalistas y aplicaría políticas socialistas genuinas.
Los marxistas apoyan la lucha por reformas significativas que resulten de concesiones reales arrebatadas a la clase dominante. Tales reformas solo son un subproducto de la lucha de la clase trabajadora en los lugares de trabajo, en las calles, y de la lucha política. Sin embargo, la lucha política requiere una expresión independiente de clase en la forma de un partido de masas, de, por y para la clase trabajadora. A medida que un movimiento político de la clase trabajadora toma forma y gana impulso, puede obligar a la clase dominante a hacer algunas concesiones, pero la vida de explotación y opresión de la clase trabajadora solo se transformará fundamentalmente con el fin del sistema capitalista.
La tarea clave a la que se enfrenta la izquierda en general y el movimiento obrero es trabajar para sentar las bases de dicho partido de clase independiente. Nadie debería hacerse ilusiones de que la pequeña, fracturada y actualmente políticamente insignificante izquierda pueda de alguna manera «presionar» a Biden para que haga algo que desafíe seriamente al capitalismo. Como hemos visto, toda la razón de ser de los Demócratas es precisamente lo contrario. El papel de los socialistas no es apuntalar el sistema, sino ayudar a acelerar su caída.
Si los DSA pidieran a sus miembros electos y a otros candidatos a cargos públicos que se presentaran como independientes en lugar de hacerlo como Demócratas, este sería un paso importante en la dirección de una política de clases independiente. Recientemente, la agrupación de Phoenix de los DSA debatió esto y hubo un apoyo significativo para este enfoque.
El capitalismo ha agotado su potencial históricamente progresista y ha entrado en una época de inestabilidad y declive. Aunque esto no se desarrollará en línea recta y puede haber períodos temporales de recuperación, los avisos están claros. Si crees que es posible un futuro fundamentalmente diferente y deseas ayudar a la inmensa mayoría de la sociedad a ver claramente sus intereses de clase y el camino revolucionario a seguir, te invitamos a ponerte en contacto con la CMI y a trabajar con nosotros en esta importante tarea histórica.
Publicado originalmente el 21 de enero en socialistrevolution.org
Sección estadounidense de la Corriente Marxista Internacional