Desde noviembre de 2019, la situación de la Facultad de Filosofía y Letras en la UNAM está fuera de la normalidad. El paro separatista por violencia de género paró las labores por 5 meses y medio. Las mesas de trabajo entre los directivos y las paristas no presentaban un avance substancial para la resolución del pliego petitorio, lo cual causó un estancamiento en el movimiento. Por esto es que a las autoridades les llegó como anillo al dedo la contingencia por el coronavirus. Fue tan oportuno que tuvieran una razón crítica para exhortar a las paristas de todas las escuelas tomadas a retirarse; aunque escondieran sus intenciones mostrándose preocupados por el bienestar de ellas (cosa que, si fuera cierta, ya estarían los pliegos petitorios resueltos desde el inicio) y todavía cínicamente regalándoles unos litros de cloro. Sin el apoyo de las autoridades y sin el apoyo de la comunidad, las paristas de varios planteles de la UNAM no tuvieron otra opción más que abandonar las instalaciones.
Una de las primeras fueron las paristas de Filos, que tras subir varios videos de las condiciones en las que dejaban la Facultad y dando sus despidos, abandonaron las instalaciones el 14 de abril. Desde ese momento la administración se movió para comenzar las actividades en la Facultad, aunque en línea debido a la contingencia. Después de unos días, el Consejo Técnico aprobó la recalendarización del semestre 2020-2, donde indica que el inicio de clases es el 4 de mayo y termina el 12 de septiembre. Según el Consejo Técnico Estudiantil, se tomó la decisión de iniciar las clases por una encuesta que lanzó el Consejo Técnico al alumnado, donde arrojó los resultados de que la mayoría estaban dispuestos y tenían las condiciones para regresar a clases. Dicha encuesta sólo representa un 27% de todos los alumnos y, si bien se escudan en que es una muestra representativa, esto sólo demuestra cómo los métodos burocráticos sirven para oprimir a las minorías y lavarse las manos con estadísticas. El regreso causó una gran inconformidad en la comunidad de filos por diversas razones. Las más destacadas entre estas son: la rapidez con la que se iniciaría el semestre, la inconsciencia hacia personas que no pueden llevar clases en línea y la necesidad de volver a la “normalidad” tras la lucha en contra de la violencia de género.
Iniciar el semestre en dos semanas, después de casi medio año de paro, es una clara evidencia de la falta de interés en el bienestar de los estudiantes por parte de las autoridades. Muchos alumnos tenían empleos u otras actividades con las que llenaban su tiempo ante el paro, y recibir la noticia de un regreso a clases en tan poco tiempo los desconcertó y preocupó. En general, los estudiantes tuvieron que regresar a la mentalidad de clases, aunque clases en línea y durante una contingencia de salud: una situación bastante desfavorable. Si bien las autoridades en sus comunicados cínicos decían que exhortaban a los profesores a tener en cuenta la situación de la pandemia para sus clases, ¿por qué el Consejo Técnico y la Dirección no lo hicieron primero?
Después, están los casos de los alumnos o profesores que son incapaces de mantener clases en línea. O no tienen acceso a internet o no tienen un dispositivo para conectarse y hacer sus trabajos. La encuesta del Consejo arrojó los resultados de que una minoría tenía estos problemas, ¿esa es razón para darles la espalda? La risible solución fue entregar tabletas con internet ilimitado. ¿Cuándo se lanzó la convocatoria para recibir este recurso? Tres semanas después de haber empezado el semestre. Los requisitos para recibir una tableta son otro ataque a los estudiantes. Si no eres alumno regular con promedio arriba de 8, puedes olvidarte de las “bondades” de la Dirección. Además de que la entrega para recibirlas aún está en el futuro. Si no puedes ir a recogerla hasta Ciudad Universitaria, no importa que hayas sido aceptado, te puedes olvidar de la tableta también.
Entre tanta traba por parte de las autoridades, los alumnos se quedan sin clases y en la incertidumbre.
Aparte de dejar a un lado la educación de sus alumnos, también dejaron a un lado la lucha de sus alumnos. Pareciera como si en cuanto terminó el paro, terminó también todo compromiso por parte de las autoridades en cuanto a la violencia de género. Esos casi 6 meses fueron escondidos bajo el tapete, como la prueba vergonzante de sus negligencias. No sólo se les han “olvidado” las demandas pendientes por parte de las Mujeres Organizadas de la Facultad de Filosofía y Letras (MOFFyL), sino que han permitido que la violencia se siga perpetuando en la escuela, aún en línea. Los agresores han regresado a las aulas virtuales sin más. Profesores denunciados a los que habían amonestado quitándoles todas o la mayoría de clases que impartían (aunque siempre recibiendo el cheque de pago) regresaron este semestre a dar clases. Hasta pareciera una mala broma por parte de las autoridades. Lo único que han hecho hasta ahora es subir infografías acerca de la violencia de género en sus redes sociales.
En medio de una pandemia, después de una huelga de casi 6 meses y sufriendo negligencia por parte de las autoridades han entrado 11 mil estudiantes a clases. Es más que evidente que las condiciones en las que reanudamos clases son marginales. Sin embargo, esto significa que los alumnos podemos volver a organizarnos, aunque la contingencia siga en pie, para cambiar las pobres condiciones en las que las autoridades de la Facultad de Filosofía y Letras siempre nos han mantenido.