La historia nos ha enseñado que siempre al final de una nueva coyuntura la civilización humana dicta nuevas formas de organización y de convivencia como en la época de finales de la primera guerra mundial de los años 20 del siglo pasado, después de vivir uno de los episodios bélicos que movilizó a media Europa, afectando principalmente a Alemania e Italia que tendió a una dura crisis política, social y económica por los estragos de la guerra.
La negación de la primera guerra mundial propuso una nueva normalidad de posguerra donde se afirmó el capítulo más oscuro, ruin y descabellado de la «modernidad”: el fascismo en sus distintas expresiones en Europa. Antonio Gramsci decía que la supuesta “revolución” fascista no era más que la sustitución de un personal administrativo por otro (dentro del sistema capitalista), como resultado de la fase más perversa en la esfera del capitalismo.
En pleno el siglo XXI donde el “funcionamiento de la sociedad es racional» lo que supuestamente estaba erradicado de tajo, el fascismo, resurgió en medio de la pandemia más trágica en los 100 años del planeta Tierra.
En las recientes declaraciones de los gobernadores de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas sobre la distribución presupuestal del gobierno federal a los estados y del pacto fiscal, afirman como obsoleto el método de repartición en medio de una crisis de salud pública por el COVID19 tiene un trasfondo más allá de una cuestión técnica de distribución proporcional y aritmético de recursos económicos.
Plantean un discurso que se funda de la supremacía por el lugar de “originario” con el simple mérito de ser del noreste del país y vivir en una región industrializada por nuestra “propia gente” apoyado por grupos empresariales que fundan un discurso con tecnicismos formales de lengua y palabras rimbombantes que esconden su clasismo, xenofobia y aporofobia marcando su fuerte línea supremacista que niegan cínicamente. Aluden al odio con perjuicio hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador por su condición de clase y su origen demeritando su proyecto de nación que encabeza.
Los gobernadores proclamados como la superioridad del noreste ante las demás regiones de la nación impulsan la meritocracia y la aporofobia, acompañado del odio a la población del sur de México buscando su antigua hegemonía conquistada en la revolución mexicana. Cuando el desarrollo de nuestra sociedad moderna de la región del noreste del país está encaminado históricamente por la migración desde tiempos remotos de las antiguas civilizaciones primitivas a la actual sociedad moderna anteriormente en toda la historia de la sociedad mexicana se encuentra implícitamente la migración de la población en las regiones de México anteriormente demostrado.
Entonces es un engaño rotundo de los gobernadores del noreste cuando dicen “solo pedimos lo que nos toca”, detrás de ese discurso simplista se funda una plataforma ideológica de desprecio y odio hacia otras regiones imponiendo la supremacía de la meritocracia por ser del noreste como si se escogiera dónde nacer sembrando transgresoramente el racismo como seres superiores con posturas fuera de tono: “El sur vive porque el norte trabaja”, “El norte mantiene al sur”. Sin fundamentos pero con una postura firme que rosa el fascismo que alimenta reaccionariamente a los sectores de la clase media del noreste que buscan salvaguardar egoístamente las pocas riquezas obtenidas en su posición de clase manteniendo el régimen imperante existente.
No se puede minimizar la historia vulgarmente con las anteriores afirmaciones cuando históricamente el sureste y el golfo de México amortiguó su crecimiento por las ganancias extraordinarias de las exportaciones petroleras y la agricultura en el mercado mundial desarrollando la industrialización del norte de México con privilegios fiscales entre los años 1945 a 1980. Y es falsa la superioridad originaria de la gente del noreste porque de una u otra forma son descendientes de migrantes que se establecieron en esa región.
Lo preocupante es que existe una cierta aprobación de la clase media y la clase baja que se traga el discurso de los gobernadores y empresarios que se funda en el clasismo impulsado en el odio al pobre y al indígena del sur implantando el miedo de que les quitarán su trabajo o fuente de ingresos sembrando en su imaginario colectivo la aporofobia para mantener su estatus de clase. En pleno siglo XXI donde la “sociedad moderna” permeen discursos, actitudes y pensamientos que lejos de ser progresistas acarician el fascismo
¡Debemos de actuar ya, carajo!