Ha sido muy incierta la situación escolar a todos los niveles en nuestro país a raíz del confinamiento en marzo del 2020 por la pandemia de COVID-19, con pasos torpes se impulsaron clases a distancia, la educación escolar básica en televisión abierta con una nula consideración sobre si las familias de los estudiantes tenían las herramientas necesarias y las condiciones óptimas para que los estudiantes de la casa tomaran clases virtuales.
Así fue como las clases virtuales se convirtieron en una presión y responsabilidad más del hogar en lugar de un derecho pleno que debe satisfacer el Estado a cualquier estudiante, sin importar el nivel escolar. Sin embargo, a un año del cierre de las escuelas y por ende la suspensión de las clases presenciales de manera temporal para evitar los contagios, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó los resultados de una encuesta que mide el impacto del COVID-19 en la educación y podemos observar de manera preocupante la cifra de estudiantes que no se inscribieron al ciclo escolar actual.
Estamos hablando de 5.2 millones de estudiantes, de los cuales podemos ubicar a 2.3 millones que no se inscribieron por “motivos asociados al covid-19” y 2.9 millones que no se inscribieron por falta de recursos o dinero, lo que podemos ver representado en que el 25.3 % dejó las clases porque uno de sus padres perdió el empleo y claramente se vio obligado a buscar un trabajo para solventar los gastos del hogar, un 21.9% no se inscribió al carecer de algún equipo electrónico como una computadora, celular inteligente o simplemente por no tener acceso a una red de internet. También en la consulta del INEGI, se destaca que de las 33.6 millones de personas entre 3 y 29 años inscritas en el ciclo escolar que está por finalizar, 738,400 no lo concluyeron, de los cuales el 58.9% fue por algún motivo relacionado con la epidemia, 8.9% por falta de recursos y 6.7% por tener que trabajar.
De los estudiantes que no terminaron el curso y que están asociados al COVID-19, tenemos que:
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El 28.8% perdió el contacto con maestras/maestros o no pudo hacer tareas.
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El 22.4% alguien de la vivienda se quedó sin trabajo o redujeron sus ingresos.
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El 20.2% la escuela cerró definitivamente.
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El 17.7% carecía de computadora u otro dispositivo o conexión a internet.
Estos resultados se dan bajo la pandemia a nivel mundial, lo que no quiere decir que antes de ésta las condiciones educativas fueran las mejores, pues históricamente los estudiantes han luchado por la defensa de la educación pública y gratuita, más bien deberíamos interpretar estos resultados como una confirmación del sesgo educativo que existe en nuestro país y la incapacidad del Estado para generar las condiciones de acceso a la educación.
Un llamado al regreso a las aulas
Todos los trabajadores de la educación ya han sido vacunados, bajo la premisa del gobierno de retornar a las aulas de manera “voluntaria”, lo que nos deja ver que para las autoridades con que los maestros y los trabajadores no docentes estén vacunados sería suficiente para reabrir las escuelas. Por lo que iniciando el mes de julio los estudiantes de educación básica regresaron a los salones de clase, con medidas sanitarias como el distanciamiento, el uso de cubre bocas, sanitización de los espacios, etc. Aunque el 7 de julio se registró el primer caso de contagio en una secundaria de Tláhuac, ante esto la escuela cerró de nuevo. Un regreso a clases seguro no está garantizado solo con las medidas o protocolos, es decir, por muy buenas que sean las medidas sanitarias que se empleen, no es suficiente, lo que se necesita es la vacunación de toda la población estudiantil y no sólo de los trabajadores de la educación, no podemos pensar en escuelas abiertas cuando el semáforo epidemiológico cambia de color como el humor de una persona con trastorno bipolar, poner a la gran masa de estudiantes en las escuelas significaría usarlos como carne de cañón y arriesgar sus vidas.
Debe organizarse un plan de vacunación para los estudiantes en lo inmediato, de lo contrario el regreso a las escuelas será problemático, caótico y sobre todo arriesgado, antes que eso debería pensarse en brindar las herramientas técnicas y las condiciones si queremos evitar que la deserción aumente, recordando que un estudiante que deja los estudios para trabajar difícilmente los retoma posteriormente.
Lo que perdimos y lo que podemos ganar
Seguramente casi todos perdimos a un ser querido por la pandemia, nuestros padres fueron despojados de sus empleos, 5.2 millones perdimos la oportunidad de continuar los estudios, y lo peor es que no tenemos la certidumbre de que las autoridades educativas y las instituciones Estatales harán lo posible para que podamos regresar a la escuela, y con esto perdemos la oportunidad de un trabajo digno, porque incluso perdemos la posibilidad de un futuro digno.
¿Nosotros lo perdimos? No, porque al afirmarlo se asumiría que nosotros fuimos los responsables, más bien se podría decir que nos despojaron de nuestro derecho a la educación, que nos empujaron a salir de la escuela para ayudar en nuestras casas porque a uno de nuestros padres le quitaron el empleo, diría que nos han orillado a la precarización, nos lanzaron a la boca del león, que no es otra cosa que la voraz y enferma crisis capitalista que estamos enfrentando.
Diría que no perdimos nada, que más bien nos arrebataron todo, como ayer y como mañana lo seguirán haciendo los defensores del capital y los patrones del sistema si es que se los permitimos. Lo que aseguraría es que nosotros, la juventud, naturalmente revolucionaria, estamos adquiriendo conciencia de los acontecimientos donde somos protagonistas como en Chile contra 30 años de explotación y privatización previo a la pandemia, como en EEUU contra el abuso policial y el racismo, como ahora en Colombia en paro nacional contra los recortes presupuestales.
Somos una generación criada en crisis constante, fogueada en los acontecimientos duros de la lucha social y que planteamos no dejar avanzar más la violencia, la miseria y la explotación. Hay que organizarnos, porque si bien nos han arrebatado algunas cosas, tenemos todo un mundo por ganar.