Por: Rubén Rivera
Se han cumplido los primeros cien días del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pese a que es relativamente poco tiempo, es el suficiente para saber los rasgos fundamentales de su administración.
Poder, Estado y gobierno
En un régimen capitalista el poder real, reside en los grandes capitalistas, ellos son los que deciden quë y cómo se va a producir. Tan solo los 16 hombres más ricos de México poseen alrededor de 150 mil millones de dólares, es decir el equivalente a poco más del 60% de presupuesto para este año. El 1% de la población posee casi la mitad de toda la riqueza nacional. En suma tienen el control de la economía y es un poder no democrático, nadie voto por ellos y están donde están porque nacieron ricos o porque las tranzas a lo largo de sus vidas se los permitió.
Los supermillonarios deciden, pero para poder ejercer su domino se requiere todo un andamiaje jurídico-político que regule su dominio y que se torne invisible con reglas en las que formalmente cualquiera puede gobernar pero preservando en realidad el estado de cosas para asegurar que se sigan enriqueciendo. Esta estructura jurídica, política y represiva es el Estado.
El Estado mexicano es capitalista porque defiende al capitalismo, puede asumir formas represivas o democráticas, dependiendo del grado de consenso que haya en la sociedad, pero nunca por sí mismo buscará modificar las relaciones de dominación existes.
Como parte de las reglas del Estado está la renovación de sus órganos de gobierno: el poder ejecutivo y el legislativo. Las leyes están hechas para que estos órganos se integren por los miembros de la elite, pero formalmente cualquiera podría postularse.
Cuando llega una revolución las masas exigen participar del poder del Estado, tumban gobiernos, reconstruyen reglas, pero mientras no se cambien las relaciones económicas (y se construya un nuevo Estado con un carácter de clase a favor de los trabajadores) la oligarquía siempre terminará por asimilar a la nueva casta gobernante. Esto fue lo que pasó con el PRI, el cual al final terminó confundiéndose con la derecha tradicional.
En México la asimilación del gobierno a la burguesía se profundizó desde el sexenio de Miguel Alemán, pero fue en el gobierno de Carlos Salinas cuando llegó a un punto cúspide, desde entonces en su afán por enriquecerse lo más rápido posible transfieran el equivalente la cuarta parte del PIB a los actuales millonarios. Un proceso distinto pero en esencia muy relacionado con lo que pasó con el porfiriato.
El proceso de depredación de la gran burguesía se hizo a costa de destruir la legitimidad del Estado. Para el sexenio de Calderón, luego de fraudes y despilfarros, el Estado no tenía poder ni en territorios ni en la esfera económica. Ante esta situación los grupos delincuenciales en todas las esferas asumieron el control. El capitalismo de compadres sustituyó las reglas de control estatal por las de las mafias.
1 de diciembre de 2018, llegó el turno de las masas
Las masas trabajadoras, defendiéndose instintivamente, han dado en esta fase histórica de más de treinta años una batalla permanente la cual tuvo un punto culminante el 1 de julio de 2018.
Entonces tuvo lugar un raro acontecimiento, alguien que no formaba parte de la elite burguesa llegó al gobierno con 30 millones de votos. Esto fue un auténtico cataclismo para el sistema, dado que la gente opto por una alternativa que formalmente aparecía como contraria a todas las políticas del llamado neoliberalismo.
Andrés Manuel López Obrador avasalló en las pasadas elecciones. Tanto en la cámara de diputados como en la de senadores tiene mayoría, de tal modo que no necesita ceder a los chantajes de los partidos del viejo régimen.
El movimiento fue tal que, aún hoy en día, las masas no pierden ocasión para mostrar su repudio al PRI o al PAN abucheando a los gobernantes ahí donde se presenta AMLO.
Fin del monopolio informativo
Incluso los medios de comunicación tradicionales se han visto rebasados por las redes sociales. Un ejemplo, el canal de youtube de noticieros televisa tiene uno 900 mil suscriptores, tan solo hay 10 distintos canales de simpatizantes de AMLO con la misma cantidad de suscriptores, con 100 mil o más vistas diarias mientras que los noticieros ya citados no pasan de 2 mil o 3 mil visitas.
El control de la información que tenían las grandes televisoras y radiodifusoras se hizo pedazos. En este punto sí que las fuerzas productivas han desbordado las relaciones de producción. Pero esto es solo un aspecto de la nueva situación.
La batalla por un nuevo sindicalismo
Las masas quieren un cambio y lo expresan en todos los campos, ejemplo de ello es el movimiento sindical, el cual se desató de manera desbordante en la frontera norte, especialmente en Matamoros, ante el anuncio de AMLO de aumentar el salario mínimo. Rápidamente las masas rebasaron a los sindicatos tradicionales y estallaron huelgas, unas legales y otras no, logrando en las mayoría de los casos importantes triunfos como lo son los aumentos salariales del 20%, imposibles de alcanzar en 30 años con la excepción de los obreros del sindicato minero que por su posición estratégica y combatividad han conseguido aumentos semejantes a pesar de la persecución a su dirigente.
En este punto hay que aclarar que el triunfo de los trabajadores de Matamoros es producto del actual ambiente de lucha de clases. Es un ejemplo de la combatividad proletaria, es una victoria exclusivamente de los trabajadores dado que el propio gobierno de AMLO hubiera preferido evitar la lucha con el fin de quedar bien con los empresarios.
Ahora los trabajadores enfrentan represión patronal en la forma de despidos, pero el proletariado de la frontera no se amedrenta, va por más. Ahora que el gobierno de AMLO dice que debe haber democracia sindical se desatará una lucha por construir sindicatos que sustituyan a los cascajos de la CTM y congéneres. Esto se hará con la anuencia del gobierno o sin ella. Se trata de un proceso cuyos primeros momentos de han vivido en estos cien días pero que tiende a generalizarse a nivel nacional.
Luchas regionales
En lo que se refiere a otros sectores sociales es importante recalcar el sentimiento de confianza de las masas y lo mejor es que por el momento no están supeditadas a la voluntad del nuevo gobierno. Este es el caso de asuntos como el de la termoeléctrica en el estado de Morelos, la cual se construyó en contra de la voluntad de los pobladores y hasta ahora mantienen una batalla por evitar su puesta en funcionamiento.
Algo similar sucede en el caso de proyectos como la mina de oro en baja california, la cual se tuvo que cancelar ante el clamor de las masas y probablemente veamos escenarios de lucha de clases en el marco de proyectos como los del Istmo de Tehuantepec y el tren maya. En todos estos casos el camino es la lucha, la organización y movilización independiente, las propuestas del gobierno se tienen que confrontar con la voluntad de las masas en pueblos y regiones, todo esto sin simulaciones.
Los derechos de la mujer
Otro tanto sucede con luchas como la de la mujer, en este punto podemos ver señales disímbolas en el gobierno. Está claro que no habrá una iniciativa para hacer nacional el derecho al aborto que incluya su atención en los servicios de salud, como es en la ciudad de México. Será necesaria una campaña de movilizaciones masivas, especialmente en las zonas más retrogradas como Guanajuato y Nuevo León.
Lo mismo pasa con la lucha contra el feminicidio y por la auténtica igualdad de la mujer, en estos temas la lucha va primero, la organización desde abajo y el combate sistemático y sistémico es imprescindible. No se trata de un problema de gestión de gobierno sino de una sociedad que el capitalismo ha enfermado y de la que emanan por todos sus poros racismo, sexismo y violencia contra los más débiles. Estas batallas no se pueden dejar para un futuro indeterminado, se deben librar ya, dado que hay vidas que en estos momentos se están perdiendo y no hay tiempo que perder. Sin dejar de perder de vista que la sociedad capitalista hará renacer todas estas lacras mientas exista.
En suma las masas están en el plan de tomar sus destinos en sus manos. Si es con AMLO que bueno, pero lucharán con o sin él.
La Guardia Nacional
La violencia es también una dimensión del problema del capitalismo actual. La reacción del presidente ha sido la de crear una nueva fuerza militar que llegará a tener 80 mil integrantes lo cual, en suma, significa una forma de militarización. La iniciativa es vista con simpatía por la absoluta mayoría de la población, dado que suena como una acción más allá de las palabras y de los actos escenográficos de anteriores gobiernos. Por supuesto es muy natural la reacción de amplios sectores de las masas que se sentían abandonados. Es probable que a la larga veamos algún efecto en la detención de criminales, pero lo que realmente es un asunto preocupante es la creación de un cuerpo de hombres armados que al estar aislado de las masas se pueda utilizar en su contra en este o en algún otro gobierno. Como señalaba Marx, criticando a la asamblea nacional francesa en tiempos de Luis Bonaparte cuando esta fue disuelta a manos de las fuerzas armadas que ella misma creo. Por esto mismo tanto el PRI como el PAN al final dieron su visto bueno, tal vez en su mente pueda pasar la idea “quien sabe, tal vez a nosotros nos toque utilizar esta guardia nacional para aplastar al Lopezobradorismo”.
Ante ello la alternativa tampoco es cantarles canciones de paz y amor a los delincuentes, sino el armamento del pueblo en forma de milicias locales, electas en asambleas populares y con revocabilidad y vigilancia de la misma población, una fuerza armada no de 80 mil, sino de dos o tres millones, un auténtico pueblo en armas.
¿Cómo combatir al neoliberalismo?
No hay duda que AMLO es genuinamente una persona bien intencionada. Ha señalado, en repetidas ocasiones, que es necesario superar al neoliberalismo al cual identifica con la corrupción y con la utilización de los cargos gubernamentales para crear fortunas. Es decir, la función del poder económico y el poder político. En vez de emplear al Estado para fortalecer a la oligarquía lo que pretende AMLO es utilizar al Estado para distribuir la riqueza en beneficio de los más pobres, con apoyos que pueden ir de 800 a 6mil pesos, dependiendo de los casos. Por supuesto no hay nadie que se oponga a que los pobres mejoren sus ingresos con excepción de los oligarcas, que por supuesto consideran un pecado mortal desperdiciar el dinero “regalándolo” a los pobres, cuando bien podría seguir “regalándolo” a los ricos como es la tradición en México.
Para decirlo en otras palabras, AMLO pretende pasar de un gobierno centrado en lo ricos a uno centrado en lo pobres. Los apoyos a 8 millones de adultos mayores y 10 millones de estudiantes de bachillerato son solo un botón de muestra de ello. Para financiar esta inversión social pretende enfrentar otro de los elementos que él considera neoliberalismo: la corrupción.
Cuando se trata de cualquier problema económico parece que solo hay una respuesta por parte del nuevo gobierno: “combatir la corrupción”. Por supuesto, hay bastante de razón en ello. Supongamos que la lucha contra la corrupción tiene éxito, que “todos nos portamos bien” y se consiguen ahorros y un presupuesto de 500 mil millones de pesos para distribuir a los pobres anualmente. Supongamos que estos suman 60 millones, esto daría unos 8400 pesos al año para cada uno. Es un buen dinero, sin duda, pero nada comparable a un empleo de 144 mil pesos que se requieren anualmente para comprar la canasta básica.
En suma, aún si son exitosos los programas del nuevo gobierno se quedaría aún muy corto de abatir realmente la pobreza, los apoyos son sensacionales y marcan una diferencia con respecto a los gobiernos del PRI y del PAN, pero no son suficientes para abatir la pobreza.
Pese a todo, las masas ven con un optimismo que los “expertos” burgueses no pueden entender que el indicador de Confianza del Consumidor (ICC) alcanzó 48.81, el nivel más alto de toda la historia (El Sol de México 6/III/19).
Otros indicadores ayudan a una percepción optimista, entre ellos que la inflación (3.9 anualizada) también es una de las más bajas en 5 años y para acabarla el dólar promedia 19 dólares mientras que hace 100 días superaba los 20 pesos.
Turbulencia internacional
Por supuesto las razones de esta circunstancia se deben a factores externos como el hecho de que Donald Trump está dedicando a destruir los acuerdos comerciales con todo el mundo: Rusia, Turquía, India, Unión Europea, pero especialmente con China con quien vive una auténtica guerra comercial. Esto ha llevado a la administración Trump a mantener una relativa poca presión contra México, lo que genera en el corto plazo un escenario relativamente ventajoso para el comercio exterior mexicano el cual aún tiene un tratado vigente.
La economía mundial camina rumbo al colapso del dólar, no obstante este proceso aún puede tardar y mientras esto sucede la economía mexicana sobrevive nadando de a muertito ante la turbulencia internacional. No obstante, cuando a crisis internacional estalle no habrá escudo que nos proteja.
El grillete de la deuda
No se ha recurrido ni a la impresión de billetes ni al endeudamiento. Esto último ha enfurecido a los bancos norteamericanos los cuales, como si fueran vampiros, viven de succionar la sangre de países enteros por la vía de intereses de deudas impagables. En eso Peña era todo un héroe para los bancos gringos ya que llevó a un endeudamiento total, interno y externo, del 30% del PIB al 50% en la actualidad, haciéndoles ganar millonadas. Tan solo en Pemex contrató deuda por casi 100 mil millones de dólares, por ello les ha dolido tanto que AMLO señale que no habrá más préstamos. Aun así, la deuda mexicana no se compara, por ejemplo, con la deuda gringa que es de un 104% del PIB o países como Alemania con un 70% del PIB, Italia con un 135 % o más de 200% en el caso de China.
Como hemos dicho en otras ocasiones, la deuda es uno de los mecanismos que la burguesía tiene para succionar la riqueza de los trabajadores sin crear un centavo de valor así que el ponerle límites es algo bueno como también lo es el no incurrir al déficit y la idea de que los gastos del Estado se pueden reducir sin que ello implique una reducción al gasto social. No obstante ni aún con estas medidas se cambia la estructura de poder real de México.
Inversión y desarrollo
López Obrador tiene razón cuando dice que el neoliberalismo es corrupción, pero esta no es la escancia del mismo. Si observamos la estructura económica del país en 1982 y la comparamos con la del 2018 encontramos las claves de este modelo económico y cuáles podrían ser las vías para romper con él.
En México, la inversión total en 1981 era de alrededor del 30% el PIB. De ella casi un 11% era pública (Cuamatzin, 2006); para 2017 era del 22%, de ella el 19% era privada y el 3% del gobierno. Dicho en otras palabras el “neoliberalismo” ha significado una reducción relativa del 8% del PIB de la inversión pública, sin que ello haya significado que los capitalistas privados inviertan más, de hecho hay un efecto contrario. La burguesía no fue capaz de desarrollar la economía ni cuando el Estado se borró casi del mapa.
Mientras no se revierta esta composición tendremos un gobierno que critica al neoliberalismo pero que en los hechos lo administra. La única manera de comenzar a revertir esto sería expropiando a los ricos de Forbes y poniendo empresas, bancos y organismos financieros bajo el control democrático de los trabajadores. Alguno dirán que los capitalistas están vinculados internacionalmente y ya no tendríamos préstamos. Nosotros decimos que de hecho se tendría que desconocer la deuda del gobierno, declararla ilegitima, en suma no pagarla. Así si tendríamos recursos para el desarrollo, así si se acabaría el neoliberalismo. Seguramente los trabajadores norteamericanos verían con simpatía eso de desconocer la deuda nacional, algunos dirían que para eso sería necesaria una revolución en Estados Unidos, nosotros decimos, “bueno si, esa es la idea”. La cuarta transformación no debe conocer fronteras.
Sistemas de pensiones
En prácticamente todos los rubros de la economía se tiene condiciones similares. Los últimos 30 años de reformas han generado un esquema de reproducción capitalista que se alimenta a sí mismo a costa de la miseria de las masas y que debe ser destruido o de lo contrario el gobierno terminará sirviéndole.
Pongamos un ejemplo más, la esencia de los sistemas de pensiones, los cuales fueron privatizados entre 1997 (IMSS) y 2007 (ISSSTE), es que las pensiones no están garantizadas. El trabajador recibirá lo que bien o mal logre ahorrar. Las administradoras de fondos, mientras tanto, jinetean el dinero y ganan comisiones ya sea que los fondos suban o bajen. Un auténtico atraco que significa que el estado se deshace de la responsabilidad de otorgar una pensión al trabajador. La propuesta que hace la administración de AMLO no es renacionalizarlas, sino ampliar sus facultades de inversión manteniendo su esencia. A la larga esto significará una fuente de conflictos sociales de proporciones monstruosas. Por el momento estos problemas no son evidentes, dado que será hasta mediados de la próxima década cuando al pensionarse los trabajadores se den cuenta que no tienen nada. En este punto no basta con no ser corrupto, hay que renacionalizar los sistemas, construir una administradora estatal, que sea fuente de inversión productiva con pensiones garantizadas, eso sí sería superar al “neoliberalismo”.
Ni un paso atrás
AMLO destaca que es importante arribar a la armonía social como mecanismo para que la cuarta transformación se consolide. Nosotros consideramos que la armonía social es un fin no un medio. Cuando la explotación y la violencia terminen, entonces habrá espacio para la armonía. Mientras tanto no se puede apelar a la paciencia del pueblo, todo lo contrario. Si hay algo positivo en esta situación es que se abre el espacio para liberar la lucha de clases en contra de las clases explotadoras.
Morena no es un organismo de control social como lo fue el PRI, no tiene mecanismos ni fuerza para someter una sola directiva del movimiento sindical, campesino o incluso juvenil. Esta es una ventaja que debe ser aprovechada para no ponerle límites a la lucha de todos los sectores.
El enemigo principal es la burguesía y el imperialismo, mientras las masas asuman la iniciativa será posible avanzar en las reivindicaciones del pueblo, y estos 100 días del gobierno de AMLO demuestran que los verdaderos conflictos apenas se están perfilando.