El pasado miércoles 21 de abril, se difundió un vídeo donde una mujer fue agredida físicamente mientras impartía una clase. Este suceso es tan sólo una muestra más de la violencia que vivimos a diario las mujeres en todos los ámbitos de nuestra vida pues somos agredidas en la calle, en nuestros centros del trabajo y en el hogar.
El caso se trató de una maestra del idioma inglés de la preparatoria 5 de la UAEMex, que fue violentada mientras impartía su clase, presuntamente por su pareja sentimental. Los alumnos escucharon la agresión y al no poder comunicarse con su maestra, difundieron el vídeo de la agresión buscando ayuda. En el vídeo se escuchaba a la profesora decir: “¡Por favor, déjame cortar la clase, déjame cortar la clase! Ya escucharon”.
Las autoridades de la universidad procedieron a emitir un comunicado anunciando que la profesora se encuentra bien y que le han ofrecido asistencia psicológica y legal.
Ahora conocemos que la maestra ha interpuesto una denuncia contra su agresor, ante la Fiscalía General de Justicia del Estado de México instancia que informó que ha abierto una carpeta de investigación por violencia familiar contra el agresor. Él fue identificado como Octavio G. L. quien es abogado litigante del Estado de México y militante del Partido Acción Nacional (PAN).
De igual forma, la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México inició una queja con la finalidad de garantizar la protección y seguridad de la profesora.
Por su parte el PAN informó que este personaje será expulsado dado que su conducta “no hace honor a los principios, valores y ética del partido”. Pero, cuáles son los valores y ética que presupone un partido cuyas políticas de derecha y de defensa de los intereses de la propiedad privada son los principales generadores de las condiciones de desigualdad y violencia que sufrimos las mujeres y hombres de la clase obrera, esto es una mera hipocresía.
Desde la difusión del vídeo, se hicieron muchos comentarios señalando que la maestra debe dejar a su agresor, que no tendría por qué vivir con una pareja así, que se vaya de ahí. Cuestión que, por supuesto, es necesaria para salvaguardar la integridad y la vida de la profesora. Pero lo que también debemos analizar son las condiciones materiales por las cuales la maestra al igual que miles de mujeres en el mundo no podemos tomar tan fácilmente la decisión de “dejar” a nuestro agresor.
Tomando en cuenta que existe una brecha salarial importante entre hombres y mujeres, siendo en México la más alta de América Latina, es claro que existe una dependencia económica que limita la posibilidad de separación de una pareja. Tampoco existen refugios o centros de atención suficientes para las mujeres víctimas de violencia, lo que deja pocos lugares a donde ir o resguardarse ante este tipo de casos. También, durante el periodo de la pandemia, la violencia intrafamiliar se ha incrementado alrededor del mundo, el confinamiento ha provocado que las mujeres se encuentren encerradas con su agresor.
Con respecto al caso de la maestra podemos decir que regularmente, los profesores de inglés tienen un salario menor al de los profesores de otras asignaturas. Esta situación obliga a los docentes a trabajar en diferentes espacios para conseguir el ingreso necesario para mantener un hogar. Esta profesión de la enseñanza del inglés también tiene un cierto carácter discriminatorio pues hay una preferencia de contratación extranjera, aunque no se tenga preparación docente con respecto a los profesionales nacionales que sí la tienen, lo que precariza aún más el ejercicio docente.
Es así como las condiciones materiales de dependencia económica influyen en la decisión de poder dejar o no a un individuo violento. El caso de la profesora no es un caso aislado, es una representación de una realidad cotidiana de nuestro país. La violencia sistemática que se reproduce bajo el capitalismo no puede detenerse, porque está completamente ligada a un modo de producción de explotación y acumulación en pocas manos de la riqueza, fomentando condiciones de extrema desigualdad y marginación entre la clase obrera. A estás condiciones de precariedad se suma una herencia social de comportamientos machistas, generados también a partir de la sociedad dividida que condenó a la mujer a la esclavitud doméstica y a la voluntad del hombre.
Hay motivos suficientes para luchar contra este sistema de violencia y desigualdad, para que casos como los de la profesora no vuelvan a suceder. Es necesario organizarnos los hombres y mujeres de nuestra clase para luchar por conseguir espacios seguros donde las mujeres puedan acudir cuando lo necesiten y garantizar la suficiencia salaria, para que la cuestión económica no sea un obstáculo para liberarse de un ambiente violento, esto como medidas transitorias, pero la organización de la lucha de nuestra clase debe continuar hasta derrumbar por completo todas las bases materiales de la opresión.