Victoria comunista en las primarias del oficialismo: ¿Hay razones para alegrarse?
Comunistas Revolucionarios de Chile
Jeannette Jara, representante del Partido Comunista (PC), se ha impuesto en las primarias del oficialismo para representar al sector en la elección presidencial de noviembre próximo. El triunfo en los porcentajes ha sido aplastante: 60,16% para Jara; 28,07% para Carolina Tohá (Partido por la Democracia – PPD); 9,02% para Gonzalo Winter (Frente Amplio); y 2,74% para Jaime Mulet (Partido Regionalista Verde). Si bien el resultado final era en cierta medida esperado, la diferencia entre la vencedora y Tohá resultó sorpresiva para el establishment. Las semanas que han seguido a la elección primaria han posicionado a Jara en el primer lugar de las encuestas, alcanzando hasta un 39% de las preferencias, seguida del candidato de la ultraderecha populista José Antonio Kast (23%) y la candidata de la derecha tradicional Evelyn Matthei (15%).
Es por eso que los medios representantes de la élite, tanto dentro como fuera del país, han enfatizado en su primera reacción que el triunfo se debió a las características personales de la candidata comunista: su carisma, su cercanía, y su identificación con las clases populares. Esto en contraposición a la aspereza y “falta de calle” de sus contrincantes. El otro argumento que los portavoces de la clase dominante han planteado para edulcorar este resultado es la baja participación: 1.420.435 sufragios, menos del 10% del padrón electoral. Con esa cifra intentan enmascarar un hecho, que no obstante, es rotundo: poco más de 825.000 chilenos se levantaron esa mañana a votar por una candidata que se autodefine comunista, superando incluso la votación que había obtenido otro candidato del Partido Comunista, Daniel Jadue, en las primarias de la izquierda en 2021 (un poco menos de 700.000 votos).
Esa es quizás la conclusión más relevante que debemos sacar. En Chile, a pesar del bombardeo mediático y la propaganda hegemónica, hay casi un millón de personas que no temen votar por una candidata que se autodefine comunista. Una nueva generación de votantes ya no se cree toda la basura difamatoria. Esto es una nueva demostración del fenómeno que, según hemos señalado como ICR, se está produciendo a nivel mundial: Una capa de jóvenes que, hastiados con corrupción de la burguesía y sus instituciones, y defraudados por la traición de los reformistas de izquierdas, siente inclinación por alternativas más radicales. Y en Chile, ese sentimiento, pareciera que está siendo por ahora capitalizado por el PC, a falta de otra alternativa orgánica a su izquierda.
Según nuestro punto de vista, los motivos que ocasionaron este batacazo electoral parecen encontrarse más en la debilidad de los contrincantes que en las fortalezas o aciertos de la candidata del PC. Tohá, la principal rival, es una figura emblemática de los años donde gobernó la Concertación, un pasado de componendas, corrupción y desengaños al que la mayoría de los chilenos no quiere retornar, como demuestra el apoyo cada vez más exiguo que exhiben sus partidos emblemáticos, el Partido Socialista, el PPD y la Democracia Cristiana, estos últimos 2 al borde de la extinción. Lo anterior a pesar de que el gobierno de Boric intentó revivir a estos cadáveres políticos, nombrándolos en numerosos cargos técnicos y políticos en la segunda parte de su mandato, incluyendo a la misma Tohá como Ministra del Interior. Sencillamente su defensa a rajatabla del modelo, pero con “credenciales democráticas” (para diferenciarse de la derecha) ya no convoca a las masas. Por otra parte, el candidato del Frente Amplio, Gonzalo Winter, fue un reflejo caricaturesco de todo lo que representa ese mundo de la “nueva izquierda” y su líder Gabriel Boric: Un reformismo sin reforma, cargado de discurso identitario con nula conexión con la clase trabajadora y sus necesidades.
En ese contexto, la candidata Jara sacó a relucir, por un lado, su extracción social para diferenciarse de los otros candidatos y dar a entender que comprendía mejor a ese mundo, cuestión que ha sido explotada por el PC hasta la majadería durante la campaña. Por otro lado, exhibió orgullosa sus “logros” como Ministra del Trabajo, que coinciden con el legado principal que reclama este gobierno: la ley de las 40 horas de jornada laboral, el aumento del salario mínimo a $500 mil pesos y la reforma al sistema de pensiones. Si bien estas reformas intentaban apuntan a mejorar la calidad de vida de las y los trabajadores, el producto final dista mucho de ese objetivo, fruto de las transacciones con la patronal, la derecha y sus mismos socios de coalición. No obstante lo anterior, y en comparación con sus competidores, Jara apareció como una opción genuinamente más “a la izquierda”, y en consecuencia, despertó más adhesiones dentro del votante de ese sector.
Los ejes del Programa de Jara para las primarias siguieron esa dirección de reformas graduales y dentro de lo posible. En el aspecto económico, se proponía un “modelo de desarrollo guiado por la demanda interna”, movida por una “política de inversión pública estratégica”, un “nuevo modelo de desarrollo productivo basado en industrialización, tecnología y sustentabilidad”, que fortalezca el “rol estratégico del Estado en sectores clave como el cobre, el litio y energía”, junto con un “aumento sostenido del salario mínimo” para llegar a un salario vital, lo que en parte sería sostenido por “un sistema tributario progresivo” que “eleve los impuestos a los súper ricos”, y por otra parte vigorizando la capacidad negociadora de los trabajadores a través de la negociación colectiva ramal y la libertad sindical. Si bien se menciona la “participación democrática en las decisiones económicas”, esta estaría restringida a “iniciativas populares de ley, derogación de leyes, consultas y plebiscitos locales”, todo dentro de las instituciones democrático-burguesas existentes.
En cuanto a medidas sociales, se levantaba la apuesta por un “Seguro Social solidario para la vejez con financiamiento tripartito”, poniendo fin a las AFP, cuestión que ya había sido prometida en el programa del actual gobierno. En ese mismo sentido de “controlar los abusos”, se estipulaba “construir viviendas públicas a precio justo, apoyando cooperativas de vivienda, fortaleciendo el arriendo protegido y fiscalizando estrictamente el mercado inmobiliario”, mientras que en el área de servicios públicos se proponía “fortalecer la regulación estatal de servicios básicos como agua, electricidad, gas y telecomunicaciones, garantizando tarifas justas”, “creando una fiscalización independiente con capacidad de sancionar abusos y promoviendo la participación ciudadana en la supervisión de empresas”. Es decir, no se plantea seriamente la cuestión de la nacionalización de los servicios básicos. En síntesis, se trata de un programa con rasgos socialdemócratas y una apuesta keynesianista, antinómica a lo que se esperaría de un programa comunista que cuestionara de raíz el sistema capitalista en lugar de apostar a gestionarlo.
Finalmente, para abordar el tema de la seguridad pública, se aboga por “fortalecer a Carabineros y PDI con control civil, formación en derechos humanos y persecución efectiva”, sepultando la aspiración de refundar estas policías corruptas y violadoras de derechos humanos, para intentar “reformarlas”, siguiendo las directrices del período de Boric.
Pero incluso este programa diluido y continuista parece tener sus días contados. Jara ha señalado que ya no es la candidata del PC (incluso se coqueteó con la idea de que suspendiera su militancia), y que ahora representa a una coalición de centro-izquierda más amplia, razón por la cual la nueva campaña implicará un “reseteo” completo. El tono que adquirirá esta campaña será muy similar a aquel que utilizó Gabriel Boric cuando se enfrentó al mismo Kast en segunda vuelta el 2021: el de la unión de las “fuerzas democráticas” que haga frente a la “amenaza fascista”. Y ya el PC ha dado muestras de ofrecer poca resistencia cuando se trata de claudicar en sus principios en favor de cautivar “el voto de centro”. De hecho, la noche de su victoria, al tiempo que Jara citaba el discurso triunfal de Allende en 1970 (tal como antes lo hiciera Boric, en lo que parece un ritual de malas parodias), los militantes del PC clamaban apoyo al resto des fuerzas oficialistas al grito de “¡Unidad, Unidad!”.
Si Jara y el PC realmente quieren conquistar el poder y transformar la sociedad chilena en beneficio de las y los trabajadores, no es hacia los partidos burgueses fracasados de la antigua Concertación hacia donde deben hacer sus llamados de unidad, para moldear su programa a la imagen y semejanza del Chile neoliberal de los años 90. La verdadera unidad a la que se debe apelar es a la de clase trabajadora para enfrentar la explotación de la rancia clase poseedora chilena y sus representantes que, con lenguaje demagógico, buscan dividirla para dominarla. Ante la crisis profunda del capitalismo internacional, que golpea duramente a Chile, el PC se enfrenta a una disyuntiva: O romper con el capitalismo, luchando por un cambio revolucionario sobre una base ideológica marxista y leninista, o renunciar en favor de sectores burgueses, cometiendo los mismos errores del pasado, que tan caro le costaron al pueblo de Chile.