Recientemente se ha dado a conocer que en el tercer trimestre del año la economía creció un 0.9%, lo que se suma a un 0.8% tanto en el primero como en el segundo trimestre. Lo que da un acumulado del 2.5%. Si la tendencia se sostiene, el crecimiento será de un 3.5%, una cifra que representa el doble de lo que el propio Banco de México había previsto para este año.
Es indudable que la recuperación del consumo interno luego de la severa restricción que hubo en la pandemia, combinada con el fuerte crecimiento de la economía norteamericana que ha arrastrado al comercio exterior con Estados Unidos a niveles récord (más de 600 mil millones de dólares este año), han sido pilares para el firme crecimiento que el país ha vivido en los últimos años.
El tipo de cambio, que se mantiene en torno a los 18 pesos por dólar, tiene sustento en el flujo de divisas muy favorable gracias, entre otras cosas, a los más de 60 mil millones de dólares de remesas y a las inversiones que, poco a poco, comienzan a llegar al país debido a la reubicación de industrias desde Asia y el viejo continente.
En este contexto, el gobierno de AMLO se aproxima a su último año sin que algunas de sus principales apuestas de desarrollo se hayan completado con plenitud.
La refinería de Dos Bocas en Tabasco apenas esta comenzando a producir y aun esta muy lejos de significar una alternativa para sustituir la importación de gasolinas. Pese a ya estar inaugurada, tendrá inversiones por casi 170 mil millones de pesos, lo cual representará el doble del costo proyectado originalmente.
Otro tanto sucede con el Tren Transístmico. Éste requerirá de 20 mil millones de pesos más, aunque se inaugurará en diciembre de este año, su funcionamiento completo no sucederá sino hasta septiembre del 2024.
El tren maya representará un gasto de 120 mil millones de pesos lo que elevará el costo total a 500 mil millones de pesos, tres veces más que lo programando originalmente. Igual que en el caso anterior, tendrá una inauguración parcial a finales de año, pero es probable que en este sexenio no se le vea funcionando a plenitud.
Las necesidades de inversión para completar los proyectos del sexenio llevaran al déficit presupuestar del 3.3% de este año a un 4.9 % el año que viene. Si se ve en perspectiva no es extremadamente riesgoso para una economía como la mexicana, segunda en América latina y quinceava a nivel mundial.
España, una economía apenas inferior a la de México tiene un déficit en este año de un 4.5%, Italia un déficit del 5.3%, Francia un déficit del 5%. Con la diferencia de que la deuda pública como porcentaje del PIB es de un 48% en el caso de México mientras que España, Francia e Italia hace tiempo que viven una deuda superior al 100% de su PIB.
Estados Unidos es brutalmente más irresponsable desde el punto de vista de sus finanzas estatales. Este año tendrá un déficit del 7.5% respecto de su PIB, más de dos billones de dólares, y una deuda pública de 125% de su PIB. Algo que sería insostenible de no ser porque obliga a todo el mundo a aceptar su moneda merced a la amenaza de muerte y destrucción que suponen un 800 bases militares en todo el planeta.
De cualquier modo la situación en México no es comparable ni a la de las maltrechas finanzas de los países europeos ni a las economías de los países latinoamericanos cuyo caso extremo es argentina cuya deuda pública es cercana al 70% del PIB.
En este sentido, de cara a una situación financiera relativamente sana, podría tener sentido una expansión del gasto público en el año 2024 con el objetivo de impulsar el crecimiento que ya lleva dos años constantes y que, en general, parece que mantendrá una tendencia positiva en los siguientes meses. Un incremento de la actividad económica podría generar los ingresos que serán necesarios para cubrir el boquete en las finanzas. Lamentablemente, la austeridad se mantendrá en los rubros más importantes para el desarrollo y bienestar del conjunto de los trabajadores mexicanos.
El gasto social, en general, tendrá un incremento del 7.1% respecto al año anterior, dentro esto destaca un incremento del 25% a la secretaria del bienestar. Es decir, para pensiones, becas y apoyos sociales de diversa índole.
La apuesta en torno a la inversión en la secretaria de energía es clara: se le propone un incremento del 270%, para complementar los proyectos pendientes en Pemex y CFE.
Para la defensa se proponer un incremento del 121% y para marina del 63%, algo verdaderamente contrastante cuando vemos que para desarrollo urbano cae un 10% y para medio ambiente cae un 7%.
En educación se da un aumento del 3.1% pero en este contexto se disminuye un 1.6% a educación media superior. Esto significa que en realidad se trata de un estancamiento presupuestal para una de las áreas estratégicas tanto para la lucha contra la desigualdad como para un crecimiento económico sostenido a mediano y largo plazo.
En cuanto a salud de manera global hay un incremento del 5.9% pero si lo revisamos se cubre unos rubros para desatender a otros, al IMSS se le da un 10% más mientras que al ISSSTE un 10% menos, se reduce el presupuesto de la secretaria de salud a los no asegurados en un 40%.
Se trata, en suma, del mismo presupuesto que en años anteriores con la diferencia que se establecerá un incremento del endeudamiento del 11% para culminar los proyectos del gobierno. Hubiera sido deseable que para el gobierno fuera estratégica la educación, la salud o el desarrollo industrial en su conjunto.
Solamente con un gobierno verdaderamente bajo el control de los trabajadores podemos aspirar a que se efectúen las obras necesarias para la expansión económica que se requiere para sacar de la pobreza a 50 millones de mexicanos. Mientas eso no suceda, las ayudas, que son bienvenidas, nunca serán suficientes.