Escrito por Farshad Azadian
En las últimas dos semanas, olas de protestas heroicas se han extendido rápidamente por los pueblos y ciudades de todo Irán. Esta fue una erupción espontánea de rabia por parte de la juventud de clase media-baja y de la clase obrera contra la pobreza, el aumento de los precios y la indigencia, así como contra la riqueza y la corrupción de la élite iraní, en particular del clero. Se estima que 21 personas han muerto en las protestas hasta ahora y más de 1.700 han sido detenidas. Inmediatamente, los líderes occidentales desde Washington a Londres levantaron un coro defendiendo los derechos humanos del pueblo iraní.
En su estilo inimitable, el mismo Donald Trump, que tiene estrechas relaciones con el reaccionario régimen saudí, declaró «¡el mundo está mirando!” y exigió que se respeten los derechos humanos de los iraníes; también sostuvo «verán un gran apoyo de los Estados Unidos en el momento oportuno». El ministro de Asuntos Exteriores canadiense emitió una declaración pidiendo a las «autoridades iraníes que defiendan y respeten los derechos humanos y democráticos». El Ministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Boris Johnson, expresó su preocupación por la pérdida de vidas humanas y pidió que se respeten los derechos humanos.
Con un ligero retraso, el jefe de política exterior de la Unión Europea (UE), Mogherini, y el presidente francés Macron se unieron a la batalla pidiendo que se respeten los derechos democráticos. El embajador de los Estados Unidos en la ONU informó el 2 de enero, que los Estados Unidos buscaban una reunión de emergencia en el Consejo de Seguridad de la ONU y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU como resultado del asesinato de manifestantes en Irán.
Sanciones económicas brutales por parte de EEUU y la UE
Las declaraciones de apoyo de los líderes occidentales no pueden evitar dejar un sabor amargo en la boca de los manifestantes. Las potencias de EEUU y Europa Occidental han aplicado durante décadas una política de sanciones brutales contra Irán, que se intensificaron hasta convertirse en un embargo casi completo en 2012.
La más reciente intensificación de las sanciones, que se produjo al mismo tiempo de la crisis económica mundial, provocó una profunda crisis en la economía iraní. Las exportaciones de la principal industria iraní, el petróleo, cayeron de unos 2,5 millones a 1 millón de barriles diarios. La producción del sector automovilístico, que es el segundo mayor empleador del país, cayó casi un 60%. La economía iraní se contrajo significativamente durante este tiempo, disminuyendo alrededor de un 9% entre marzo de 2012 y marzo de 2014, en gran parte debido a la reducción de la producción de petróleo, los cierres de fábricas y otros cierres del sector privado.
El desempleo aumentó al 20% en 2014, con una tasa de desempleo juvenil mucho más alta. Millones de trabajadores fueron despedidos debido al embargo, y muchos más quedaron sin cobrar durante varios meses.
Los precios de bienes necesarios como la electricidad, el combustible y el agua aumentaron en muchas ocasiones, al igual que los precios de los alimentos para el pan, el trigo y el aceite de cocina. El acceso a los medicamentos y al equipo médico se vio gravemente limitado, lo que dejó a muchos con graves enfermedades y sin tratamiento. La flota aérea iraní de pasajeros se quedó sin repuestos, lo que afectó gravemente la seguridad de los vuelos iraníes.
Grandes sectores de la clase media se arruinaron mientras sus negocios tambaleaban y sus ahorros quedaban sin valor. El régimen de sanciones impuesto por Occidente fue nada menos que devastador y humillante para el pueblo iraní. Su propósito era obligar a Irán a someterse. El impacto fue sentido principalmente por los trabajadores, los pobres y la clase media. Estos son exactamente los mismos sectores de la sociedad iraní que protestan hoy en día.
La simpatía y el apoyo ofrecido por los líderes occidentales a las protestas que han estallado contra la inflación, la pobreza y el desempleo no pueden entenderse como otra cosa que no sea manipulación e hipocresía. Estas mismas potencias llevaron a cabo una política para empujar a las masas iraníes a un estado de desesperación económica e indigencia con el único propósito de afirmar su dominio sobre Irán y Oriente Medio.
Después del acuerdo nuclear de 2015, se suponía que las sanciones serían levantadas por los Estados Unidos, Canadá y las potencias europeas. Algunas sanciones se han levantado, lo que ha permitido un aumento significativo de las exportaciones de petróleo. No obstante, siguen existiendo sanciones importantes, especialmente por parte de los Estados Unidos.
Es notable que una de las propuestas electorales de Trump haya sido destruir el acuerdo nuclear iraní y perseguir una política económica y militar agresiva contra Irán. Desde que asumió la presidencia, ha endurecido varias de las sanciones no nucleares a pesar de los compromisos del acuerdo de 2015. Esto ha detenido la inversión extranjera en Irán, que se esperaba después de la firma del acuerdo.
EEUU a la ofensiva
Detrás de la «simpatía» de Trump por las protestas hay un intento de justificar el restablecimiento y la profundización de las sanciones económicas. El pasado mes de octubre, Trump ya había amenazado con retirarse del acuerdo nuclear iraní, una decisión que se adoptará en las próximas semanas. Si no certifica el cumplimiento del acuerdo por parte de Irán, podría dar lugar a nuevas sanciones. Una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU fue convocada por Trump el 5 de enero, lo que fue un intento flagrante de presionar a favor de una mayor intervención occidental contra Irán.
Pero estas protestas se desencadenaron precisamente debido a las dificultades económicas de las masas, que Trump propone intensificar. Estas sanciones criminales impuestas por el imperialismo occidental no son y no deberían ser olvidadas por las masas iraníes. La retórica de los líderes occidentales en apoyo al «pueblo iraní» no tiene nada que ver con la preocupación por el sufrimiento del pueblo iraní.
Incluso los aliados europeos de Estados Unidos, como Gran Bretaña y Francia, fueron puestos en una posición incómoda, advirtiendo a Trump que no rompiera el acuerdo nuclear de 2015 y no siguiera con políticas más punitivas contra Irán. Sin embargo, participaron en la conferencia de Estados Unidos sobre Irán sobre la inestabilidad en Oriente Medio y sobre los derechos democráticos. Tal es la hipocresía de estas potencias mundiales, que han lanzado guerra tras guerra en la región. Sin duda, el régimen iraní intentará utilizar esta hipocresía para disuadir a los manifestantes de que no cuestionen a su gobierno.
EEUU y sus aliados buscan un cambio de régimen
Los Estados Unidos han estado a la zaga como consecuencia de sus intervenciones en Oriente Medio durante los últimos 15 años. La invasión y ocupación de Irak destruyó el ejército Irakuí, que había servido de contrapeso a los iraníes. Como resultado, el régimen iraní fue capaz de expandir su influencia en la región, especialmente en Irak. Como contramedida, Estados Unidos y sus aliados organizaron el secuestro de la revolución siria por las fuerzas extremistas suníes. Pero la aventura siria también fracasó, provocando una derrota que reforzó aún más la posición de la República Islámica en la región.
Las desastrosas intervenciones de EEUU en la región han tenido el efecto contrario al previsto, debilitando a EEUU y a sus aliados, al tiempo que han reforzado la influencia regional de Irán. Estados Unidos, y especialmente los saudíes e israelíes, temen esta creciente influencia y buscan desestabilizar a Irán. Llevan varios años siguiendo una táctica de cambio del régimen. Por ejemplo, los saudíes, los turcos y los israelíes han tratado de crear tensiones nacionalistas entre las minorías nacionales oprimidas de Irán.
Si bien estos intentos de desestabilizar a Irán no representan actualmente un peligro, podrían hacerlo en una etapa posterior. Irán ha surgido como una potencia regional seria, y la era en la que Estados Unidos y sus aliados regionales podían hacer lo que quisieran ha llegado a su fin. Sus apelaciones demagógicas al actual movimiento de masas son un intento de establecer un punto de apoyo en Irán. Esto significa intentar apropiarse del movimiento y empujarlo en una dirección reaccionaria.
En estos intentos hasta ahora tienen dos secuaces. Por un lado, está Reza Pahlevi, el último heredero de la dinastía monárquica angloamericana que fue derrocada durante la revolución de 1979. Se ha presentado como la «voz unificadora» de la oposición iraní. Pidió la ayuda de Estados Unidos para derrocar al régimen iraní. Durante una emisión reciente de la BBC, abogó por la creación de una monarquía constitucional tras el colapso del régimen actual.
La Organización del Pueblo Muyahidín (PMOI) también ha estado buscando y ganando el apoyo del imperialismo occidental. Es una organización terrorista islámica reaccionaria, que durante años estuvo asentada en Ira. El grupo trabajó con el régimen de Saddam Hussein durante la guerra Irán-Ira, y después comenzó a buscar abiertamente alianzas con el imperialismo occidental. Se cree que tiene vínculos cada vez más estrechos con Arabia Saudí. La PMOI fue eliminada recientemente de la lista de terroristas de la UE en 2009 y de los Estados Unidos en 2012. Tiene un apoyo significativo entre los Republicanos prominentes así como entre los Demócratas, y ha convocado una reunión con Trump este mes. El régimen afirma haber arrestado a varios de sus miembros la semana pasada por intento de sabotaje.
Al mismo tiempo, se ha establecido una agresiva campaña de propaganda a través de la creación de varias redes mediáticas con sede en Estados Unidos y Gran Bretaña dirigidas a la población iraní. Los canales de televisión como Manoto, Voice of America y BBC Persa transmiten activamente a la audiencia iraní y son bastante populares dada la sofocante censura en Irán Estos canales se perciben correctamente como los promotores del cambio de régimen al servicio de las potencias occidentales y que promueven a sus representantes.
Estas fuerzas apoyadas por Occidente afortunadamente no tienen mucha influencia en Irán. Sin embargo, buscan activamente influir en el movimiento de masas actual y hacerse un lugar. Por lo tanto, es vital que la actual lucha de masas rechace y haga a un lado a estas fuerzas reaccionarias proimperialistas.
Todas las facciones del régimen iraní en el poder están utilizando esta intervención occidental para desacreditar al movimiento. De hecho, una de las principales razones por las que el movimiento no ha atraído a capas aún más amplias es que muchos temen convertirse en peones del imperialismo yanqui.
¡Fuera Manos Imperialistas de las protestas en Irán!
El sangriento historial del imperialismo occidental en Irán y Oriente Medio es suficiente para demostrar que no puede jugar ningún papel progresista en la lucha de las masas iraníes contra el régimen. La historia de saqueo e intervención brutal del imperialismo británico y estadounidense en Irán a lo largo del siglo XX, incluyendo el golpe de estado apoyado por Estados Unidos en 1953, el apoyo a la monarquía iraní y el apoyo a la invasión de Sadam a Irán (incluyendo el suministro de armas químicas), es bien conocida. La guerra económica más reciente muestra la actitud real de los imperialistas hacia las masas empobrecidas y luchadoras.
El imperialismo yanqui ha llevado un baño de sangre sectario y pobreza masiva a Afganistán, Irak, Libia y Siria. La intervención occidental sólo puede tener un impacto reaccionario en Irán. Las ilusiones en el imperialismo norteamericano, canadiense o europeo no podrían sino hacer retroceder las aspiraciones de los trabajadores y jóvenes iraníes en cuanto a seguridad económica, derechos democráticos y el fin del régimen dictatorial de una élite corrupta y rica.
El régimen iraní es consciente de que el sentimiento de masas es hostil al imperialismo occidental. De hecho, uno de los pilares clave de su gobierno ha sido la amenaza extranjera que representa el imperialismo yanqui. También en Oriente Medio en general, el régimen iraní ha tratado de posicionarse como una fuerza «antiimperialista» luchando contra los grupos reaccionarios engendrados por el imperialismo norteamericano y Arabia Saudí.
Jamenéi respondió a las protestas afirmando que los «enemigos de Irán» estaban detrás de suya y que estas fuerzas usaban su «dinero, armas, política y servicios de inteligencia» para promover el movimiento. El Ministro de Asuntos Exteriores de Irán y enviado especial de la ONU atacó a Trump y a otras potencias occidentales por su intento de interferir en los asuntos internos. Los políticos «reformistas», que forman parte del régimen gobernante iraní, han sido particularmente agresivos al atacar a los manifestantes y alegar que las potencias occidentales están detrás de los disturbios.
En realidad, por supuesto, el régimen mulá no es en absoluto antiimperialista. De hecho, en Afganistán e Irak, Irán y los Estados Unidos han cooperado en muchas ocasiones. En Irak, Estados Unidos dependía de su alianza con las fuerzas apoyadas por Irán en la lucha contra el ISIS y otros islamistas suníes. Las milicias chiítas, las tropas iraníes y los paramilitares en Irak han sido la única fuerza fiable que ha impedido la desintegración de Irak. Sin la ayuda de Irán, la derrotada ocupación norteamericana de Irak habría sido mucho más significativa y costosa.
Irán cooperó con los estadounidenses durante la ocupación de Afganistán y contribuyó al derrocamiento del régimen talibán. El régimen de Hamid Karzai, instaurado tras la invasión de los Estados Unidos, fue apoyado amistosamente tanto por los estadounidenses como por los iraníes. El financiamiento del régimen fue proporcionado por ambos gobiernos. También en Siria, los iraníes se han ofrecido en varias ocasiones para llegar a un acuerdo con el imperialismo yanqui. La «lucha» del régimen iraní contra el imperialismo occidental es sólo una lucha para poder sentarse en la misma mesa y conseguir una parte de la tarta.
Sin embargo, mientras continúe la agresión imperialista contra Irán, el régimen es capaz de agrupar a un sector del pueblo iraní para que lo apoye. El efecto de la campaña estadounidense, israelí y saudí de promover su propia agenda imperialista a través de los últimos movimientos ha tenido el efecto correspondiente de ahuyentar a ciertas capas y debilitar así el movimiento.
Esa es una lección clara para los revolucionarios iraníes en el futuro. Las masas no pueden confiar en el imperialismo yanqui ni en ningún otro elemento de la clase dominante. Sólo pueden confiar en sus propias fuerzas. La clave para romper el aislamiento del movimiento actual y evitar que degenere es organizarlo y tender la mano a la clase obrera.
Es el deber del movimiento socialista y obrero de occidente oponerse a toda intervención en Irán, incluidas la intervención militar, las sanciones económicas, las maniobras diplomáticas y las operaciones encubiertas. Las intenciones del imperialismo occidental deben ser expuestas en todo el movimiento obrero.
Los trabajadores y los jóvenes de occidente intentan instintivamente forjar vínculos y organizar la solidaridad con las heroicas luchas en Irán. Muchos de los temas que sustentan las protestas en Irán -como la pobreza, el desempleo, la corrupción y la desigualdad- son comunes a la clase obrera en todo el mundo. Nuestra tarea en occidente es organizar la solidaridad de la clase obrera independiente con las masas iraníes y movilizar activamente la lucha contra nuestra propia clase dominante imperialista. Al mismo tiempo, como internacionalistas, debemos llegar a los trabajadores y jóvenes iraníes para construir una tendencia marxista revolucionaria, que pueda liderar la revolución iraní que se avecina.