El pasado 6 de abril, fuerzas armadas ecuatorianas entraron por la fuerza a la Embajada de México en Quito. Esta toma armada es la conclusión de una semana de tensiones diplomáticas entre los dos gobiernos.
La excusa dada fue el apresar al ex vicepresidente de Ecuador durante el gobierno de Rafael Correa, Jorge Glas, el cual es acusado de especulación en obras públicas, y que está vinculado con temas de corrupción al caso Odebrecht, por lo que tiene una orden de prisión preventiva.
La Secretaría de Relaciones Exteriores de México reaccionó, con acuerdo del presente, rompiendo las relaciones diplomáticas entre los dos países.
En rompimiento con todos los acuerdos del derecho internacional, el presidente ecuatoriano Daniel Novoa —de ascendencia ecuatoriano-estadounidense, empresario, y relacionado con la derecha internacional— se aventuró a esta medida porque considera que la captura de Glas le puede dar una cierta cobertura política para afrontar los graves problemas que tiene en su país.
Podemos decirlo de otra manera. Esta persecución política a sus opositores es necesaria para distraer al pueblo ecuatoriano de la crisis política y social de aquel país, el cual se encuentra bajo estado de excepción por la supuesta lucha contra el crimen organizado. En la gravedad de su aventura se puede vislumbrar la desesperación de su gobierno por mantenerse en el poder.
En México todas las fuerzas políticas están cerrando filas, defendiendo la soberanía nacional y pidiendo que el gobierno responda firmemente. En las redes sociales leemos cantidad de mensajes diciendo que se ha invadido a México, levantando así un coro de patriotismo.
Nosotros decimos claramente que este evento en la embajada mexicana se encuentra en la dinámica internacional, donde las relaciones internacionales se han tensado por la bancarrota del sistema capitalista, el cual no puede encontrar salida en expresiones nacionales.
Los conflictos que se puedan generar entre el gobierno mexicano y el ecuatoriano nada tienen que ver con las relaciones de solidaridad que los trabajadores, la juventud, y las mujeres de ambos países tienen y deben mantener. El internacionalismo proletario es nuestra bandera.
Rechazamos los burdos juicios que el gobierno ecuatoriano ha emprendido contra enemigos políticos, los cuales dan cuenta del deterioro de la democracia burguesa en aquel país.
Rechazamos los llamados hipócritas de la derecha mexicana a defender la “soberanía”, cuando ellos han entregado al extranjero los recursos naturales y la riqueza que se crea en el país.
Decimos al gobierno de AMLO que la defensa de la soberanía empieza por recuperar las palancas fundamentales de la economía, las cuales se encuentran en manos del imperialismo. Además, debe mantener su apoyo y solidaridad a los perseguidos políticos de los diferentes países del mundo.