El estado “aCorralado”
El pasado 23 de octubre el estado de Chihuahua, ubicado al centro-norte de México, se convirtió en la primera entidad federativa que regresaría al color rojo en el semáforo epidemiológico usado por el gobierno federal. No obstante, el gobernador del Estado, Javier Corral, tomó, en conjunto con su equipo encargado de salud, medidas aún más restrictivas para los ciudadanos. En ese momento, tan solo en los municipios de Ciudad Juárez y Chihuahua se contabilizaban 11,206 y 5,466 casos de coronavirus respectivamente.
Al regresar al color rojo se suspendieron las actividades comerciales no esenciales como spas y estéticas, asociaciones civiles, iglesias, centros de culto, templos, salones de eventos, bares, centros nocturnos, casinos, museos, teatros, centros culturales, gimnasios, cines, eventos masivos, balnearios, parques, plazas y zonas eco-turísticas, además de la suspensión operativa de comercios locales, ambulantes, escuelas y centros académicos, la prohibición de visitas a Centros de Reinserción Social o asilos de adultos mayores. Los restaurantes permanecerían cerrados al público y las tiendas de autoservicio solo podrían permitir el acceso a 10 clientes en caso de medir menos de 200 m2 y 150 usuarios en caso de tener una superficie mayor a 2,000 m2. En el caso del municipio de Ciudad Juárez se puso en vigor una “Ley Seca” y un “toque de queda” los fines de semana a partir de las 22:00 hrs. con el propósito de evitar las fiestas y las reuniones sociales.
Lo antes mencionado significó un golpe a los bolsillos de los comerciantes informales, pequeños empresarios y dueños de locales pequeños. Si estas medidas son sanitariamente necesarias deben ir acompañadas con un plan radical de apoyos a la población, dando salarios y despensas permanentes a las personas sin empleo o en subempleo, así como a pequeños negocios. Para ello hay que reducir los salarios de los altos funcionarios para que no ganen más que un obrero cualificado, cobrar impuestos a cualquier gran empresa que viole las normas sanitarias para destinar a estos rubros así como una impuesto especial sobre las ganancias pues hay empresas que, en medio del caos, están teniendo grandes beneficios mientras la mayoría de la población pasa hambre. El problema es que al gobernador no le importa el pueblo y defiende a los empresarios.
La clase trabajadora también está siendo afectada dado que las medidas impuestas también establecen que las industrias sólo trabajarían con aforos del 30%, las maquiladoras de las ramas aeroespacial y automotriz se les permitiría trabajar con un aforo del 60% de toda su plantilla de trabajadores. Es correcto disminuir o paralizar la actividad de las grandes empresas para resguardar nuestra salud y preservar nuestras vidas pero pagando el salario íntegro de los trabajadores, cosa que es posible usando las ganancias acumuladas de los empresarios. Sin embargo, estas medidas conllevaron a que, en el mejor de los casos, los trabajadores que pertenecen al campo de las personas vulnerables fueran suspendidas con goce de sueldo al 60% y en el peor de los casos despedidas. La cifra de desempleo se vio incrementada tan solo en la primera semana de estas medidas. Y se podían ver largas filas en las distintas empresas que aún estaban contratando.
La primera etapa
A una semana de regresar al semáforo rojo, las restricciones se recrudecieron, en todo el Estado hubo una “Ley Seca” y “toque de queda”, de lunes a jueves todas las actividades comerciales solo podrían llevarse a cabo de las 06:00 a las 19:00 horas y todos los establecimientos cesarían actividades desde las 24:00 horas del viernes hasta las 06:00 horas del día lunes. Se presentó una iniciativa por parte del gobernador Javier Corral para regular el uso obligatorio del cubre bocas y sanciones para quienes no lo utilicen, que iban desde el arresto con multas de hasta 434 pesos.
Asimismo, las restricciones serían en el transporte público, las rutas alimentadoras reducirían su horario al antes mencionado, junto con la ruta troncal Bowi y los taxistas agregando a la lista las diferentes plataformas como Didi y Uber, quienes solo podrían realizar viajes con un máximo de dos personas por automóvil. En un principio se dijo que estas medidas solo serían durante 15 días para poder reducir el número de contagios en el Estado y posterior a eso se regresaría al semáforo naranja.
Pero, ¿cuál fue el resultado? En los primeros días hubo, como era de esperarse, una ola de compras de pánico en todas las grandes tiendas, donde había filas de hasta 1 hora para poder ingresar a la tienda, en las que en ocasiones escaseaban ciertos productos, al referirnos a largas filas también debemos pensar en focos de contagio, dado el tiempo que se está expuesto a una multitud. Por otra parte, las distintas sucursales bancarias se encontraban con filas aún más largas, con tiempos de espera de hasta por 3 horas. Las distintas rutas de transporte público se encontraban a su máxima capacidad dada la reducción del tiempo de servicio y que una inmensa mayoría de personas usa los camiones para poder llegar a sus respectivas actividades laborales, era más que evidente que se diera esta situación.
Con la imposición del uso obligatorio de cubre bocas era de igual manera premonitorio que no se harían esperar los abusos por parte de los agentes del Estado y el municipio, a unos días de la implementación un grupo de policías golpeó a Luis Escobar, un joven de 20 años de edad, por no portarlo cuando viajaba sólo en su automóvil en dirección a su trabajo, cabe recalcar que el estatuto contempla la portación de este en la vía publica solamente.
El barco
Mucho se ha dicho a lo largo de esta pandemia que estamos en el mismo barco, por lo tanto debemos de cuidarnos mutuamente, lo que conlleva a no salir de casa, el uso de cubre bocas en todo momento, evitar realizar reuniones de más de 5 personas, sin embargo, no se puede hablar del mismo barco cuando la desigualdad entre clases es abismal, en su lugar, hay quienes dicen, y con justa razón, que estamos en el mismo mar, unos en un yate, otros en lancha, otros en un pequeño bote y quienes están nadando con todas sus fuerzas. Esta analogía nos sirve para entender como las medidas sanitarias implementadas por el gobierno de Javier Corral están pensadas desde el yate y para quienes no están nadando contra la corriente.
El día sábado 21 de Noviembre, desde Cancún dijo “De haber tenido un reporte que nos llevó a los 4 mil contagios, el Consejo Estatal de Salud, revisó los números y apreciamos las medidas y el sacrificio, pero logramos bajar los casos a mil por semana, tuvimos un impacto positivo en los indicadores, pero seguimos con la capacidad hospitalaria alta”. ¿A qué Chihuahua se referirá el gobernador? Se pregunta la ciudadanía.
Al día de hoy se cumple un mes de las medidas establecidas, las cuales, dado el espantoso resultado fueron disminuidas o suavizadas, aun permaneciendo en el semáforo rojo, en Ciudad Juárez se incrementó la cifra de casos a 20,291 y en la capital del Estado a 7,978, mientras que en toda la entidad se habla de un total de 35,822 casos confirmados y 3,082 fallecimientos por COVID-19.
Estas malas decisiones por parte del gobierno del Estado han llevado a la población, que no tiene la posibilidad de hacer la cuarentena, que cada vez duran más, a tomar medidas aún mayores, como en el caso de los tianguistas que viven al día a exponerse para buscar el sustento, en el transporte público se puede ver a más gente a pedir alguna ayuda para poder comer, así como en las colonias de los márgenes de la ciudad se logran vislumbrar pañuelos rojos en las casas de aquellos quienes no tienen como salir adelante por alguna razón producto de esta pandemia.
Es necesaria la organización de la clase trabajadora y el resto del pueblo, para luchar contra las medidas que nos matan de hambre, contra este gobierno que defiende a los grandes capitalistas y para tomar control de la economía y la sociedad y así combatir eficientemente la pandemia pues lo que está en juego son nuestras vidas.