“La deficiencia principal, tanto mía como de otros camaradas de mi generación, fue nuestro bajo nivel teórico y aun político en momentos cruciales para la historia del Partido Comunista Mexicano y el movimiento sindical”.
Valentín Campa Salazar, quién es considerado por muchos como el último gran referente del comunismo en México, subraya en la primera página de sus memorias un hecho crucial: aunque las condiciones materiales para una revolución proletaria puedan estar presentes y listas para propiciarla, sin una base teórica sólida, cualquier intento por parte de los individuos se ve condenado al fracaso (así sea a largo plazo). Es preciso añadir que se requiere específicamente la existencia de un partido revolucionario con una dirección bolchevique.
Al transcurrir la historia, hemos sido testigos de numerosos movimientos que se han levantado con el objetivo de buscar justicia para los oprimidos. Ya en 1848, año que coincidió con la Primavera de los Pueblos, Karl Marx y Friedrich Engels señalaron en su célebre obra Manifiesto del Partido Comunista que la historia escrita hasta ese momento no era otra cosa que la historia de la lucha de clases. Esto nos facilita saber que en toda época llega un momento en que se generan las condiciones para levantamientos revolucionarios; sin embargo, estos no necesariamente son proletarios o salen victoriosos. Trotski en 1937, al escribir una de tantas introducciones que tiene este documento, reflexionaba sobre los movimientos y partidos que los autores habían mencionado en él, observando que estos habían sido «tan drásticamente aplastados… que uno tiene que buscar sus nombres en un diccionario histórico».
La pregunta que surge es: ¿por qué estos movimientos fracasan con tanta frecuencia? Si observamos con atención lo que ha ocurrido en la inmensidad del mundo, encontraremos una cantidad incalculable de causas revolucionarias que no lograron sus objetivos primordiales. En México, existen demasiados ejemplos para mencionarlos todos, los cuales hoy han quedado relegados a ser en su mayoría notas al pie de página en los libros de historia del país. Este artículo tiene como propósito mostrar que la falta de una teoría revolucionaria bien estructurada y comprendida fue mayoritariamente el factor que los condenó a su desaparición. Para ello, se utilizarán de ejemplo concreto las experiencias de algunas organizaciones en base a la historiografía acerca de estas mismas.
Partido Comunista Mexicano
Su fundación data del 24 de noviembre de 1919, influenciado por la Revolución mexicana y los movimientos socialistas internacionales, principalmente la Revolución rusa de 1917. Surgió como una organización política comprometida con la lucha de clases, el internacionalismo proletario y la instauración del socialismo en México. Entre sus fundadores destacaron Manuel Díaz Ramírez y Manabendra Nath Roy, este último siendo un intelectual revolucionario indio que jugó un papel clave en la vinculación del PCM con la Tercera Internacional, la cual para ese tiempo aún era liderada por Lenin y Trotski.
Como ya se leyó al inicio, Campa señala que tanto él como otros dirigentes del partido carecían de una formación teórica y política profunda, necesaria para saber actuar en momentos decisivos. Esto implicaba una comprensión limitada del marxismo para poder entender dinámicas tanto globales como nacionales. Las raíces de esto pueden rastrearse a eventos de décadas atrás; en 1925 por ejemplo, durante el XIV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, se consolidó una alineación drástica con los intereses de Stalin al adoptar la línea del “socialismo en un solo país”, una doctrina que contradecía los principios fundamentales del marxismo. A pesar de esto último, esa postura fue difundida en su totalidad por la Tercera Internacional, incluyendo al PCM, lo que significó una alevosía a los fundamentos revolucionarios defendidos por Lenin. Como consecuencia, el Partido Comunista Mexicano careció de una estrategia coherente para enfrentar las transformaciones económicas de México y los movimientos sociales emergentes. Este déficit intelectual condujo a una incapacidad para articular una perspectiva clara que conectara las luchas locales con el programa socialista, lo que debilitó la relevancia del partido ya no singularmente entre las masas, sino hasta en sus mismos militantes.
El PCM al ser influenciado por la línea de la Tercera Internacional estalinizada, debió de seguir indicaciones que no se ajustaban a la realidad del país (así mismo sucedió con los partidos comunistas alineados alrededor del mundo). Un ejemplo clave fue la política de «unidad a toda costa», que buscaba alianzas con sectores burgueses o reformistas en lugar de fomentar la independencia de clase. Esta estrategia fue promovida por líderes apoyados desde el despacho de Stalin, los cuales estaban desconectados de las condiciones materiales de la zona, por ejemplo; el personaje de Earl Browder. Al adoptar estas posturas, el partido perdió de vista tanto la estrategia como un análisis profundo del panorama, desviándose de su misión revolucionaria y alejando a sus bases más politizadas. Esto resultó en una incapacidad para adaptarse a las cambiantes condiciones de México, agravada por una visión internacional errónea y desconectada de las realidades globales. La dirección del PCM mantenía una actitud rígida y dogmática, negándose en gran medida a ajustar sus análisis y estrategias en función del proletariado, lo que los llevó a desconocer las necesidades inmediatas de la clase trabajadora y a no poder articular un proyecto que resonara con todos los sectores oprimidos. Con el paso de los años, el PCM se distanció del objetivo revolucionario para ser totalmente fiel al dogma kominternista de la burocracia que ya había degenerado la Revolución de 1917.
Aunado a ello, el Partido Comunista Mexicano estuvo plagado de divisiones internas y purgas, lo que debilitó su capacidad organizativa. Un momento crítico fue la expulsión de Hernán Laborde Rodríguez y del mismo Valentín Campa por oponerse a la línea de la Tercera Internacional que apoyaba la liquidación de Trotski. La intención era clara; en lugar de fomentar el debate teórico, el partido optó por la represión interna, lo que desmoralizó a muchos militantes, mermando la unidad interna. Los dirigentes no solo estaban divididos en facciones, sino que también carecían de una visión estratégica a largo plazo. Las decisiones tomadas a veces rayaban en lo ridículo, tales como en su Congreso Nacional Extraordinario en mayo de 1940, donde sus dirigentes acusaron de sectarios y oportunistas a los militantes que habían seguido las posturas que ellos mismos aprobaron tres años antes. A partir de aquí se considera que inició la gran crisis del PCM.
La ausencia de una estrategia coherente y una creciente crisis ideológica interna provocaron la deserción de miles de miembros del partido. Algunos abandonaron sus filas en busca de una alternativa verdaderamente revolucionaria, mientras que otros optaron por un giro reformista que los llevó a adaptarse al Estado. Esto incluyó a quienes se integraron en organizaciones como el Partido Popular Socialista (PPS), que eventualmente se convirtió en un satélite del corrompido Partido Revolucionario Institucional (PRI). Paralelamente, hubo quienes se inclinaron hacia otras agrupaciones políticas, algunas de las cuales evolucionaron hacia formas de lucha guerrillera. La ruptura sino-soviética no agravó exclusivamente la ya debilitada orientación política del partido, sino que también profundizó las divisiones entre sus militantes. Los sectores más radicales entrada la década de 1950 acusaban al PCM de haberse vuelto reformista y de traicionar los principios revolucionarios al no considerar la lucha armada como una vía inmediata y necesaria para alcanzar el socialismo, lo que haría que varios miembros del partido prefirieran formar parte de nuevas organizaciones de corte maoísta durante los próximos años. Una década más tarde, la Revolución cubana ya había fortalecido de manera más intensa a esta tendencia en favor de las guerrillas.
En 1976, un ya readmitido Campa fue postulado como candidato a la presidencia en una campaña que, si bien fue simbólica y realizada en un contexto de ilegalidad para el partido, logró captar cierta atención. A pesar de las dificultades para acceder a medios de comunicación y la persecución política que enfrentaba, pero gracias a la vinculación con el movimiento obrero, campesino y estudiantil, el partido obtuvo aproximadamente 1.6 millones de votos (alrededor del 4.82% del total), lo que fue una sorpresa y mostró que existía una base de apoyo para las ideas comunistas en México; aunque también evidenció las limitaciones del PCM para competir electoralmente bajo las condiciones impuestas por la democracia burguesa.
Años más tarde, en medio de las reformas políticas de José López Portillo que dieron concesiones de libertad democrática; resultado, por un lado, de años de luchas y, por otro, de una estrategia del Estado de maniatar e institucionalizar a organizaciones disidentes, el PCM vio en su perspectiva la oportunidad de evolucionar. En 1981, el partido junto con otras organizaciones de izquierda como el Movimiento de Acción Popular (MAP) y el Partido del Pueblo Mexicano (PPM), entre otras más, se unieron para formar el Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Esto siendo un esfuerzo para superar las divisiones de la izquierda y fortalecer la representación electoral y política de los sectores progresistas del país.
El PSUM enfrentó múltiples desafíos durante su corta existencia. Aunque logró mantener una presencia electoral y movilizar a sectores importantes de la izquierda, nunca alcanzó el nivel de apoyo masivo necesario para ser una verdadera fuerza de contrapeso frente al sistema político dominado por el PRI. En las elecciones presidenciales de 1982, su candidato, Arnoldo Martínez Verdugo, obtuvo alrededor de 3.5% de los votos, lo que fue significativo, pero insuficiente para representar una amenaza real al Estado consolidado. A medida que avanzaba la década en cuestión, la situación del país que estaba marcada por una crisis económica profunda y un creciente descontento social, exigía nuevas respuestas políticas. El PSUM, aunque seguía siendo una plataforma importante para la izquierda, no lograba adaptarse completamente a las demandas emergentes ni unificar todos los sectores disidentes. Por esta razón, en 1987, el PSUM se disolvió para volver a fusionarse con otras organizaciones y así dar paso a la creación del Partido Mexicano Socialista (PMS). Esta transformación fue otro intento de reagrupar a los socialistas y buscar una mayor cohesión entre los diferentes grupos progresistas que habían surgido en el país, muchos de ellos críticos del PSUM.
El PMS fue un esfuerzo por ampliar la base de apoyo de la izquierda y generar una opción política más competitiva, integrando a sectores independientes y activistas que no necesariamente formaban parte de la tradición comunista. Sin embargo, la historia del PMS sería breve, ya que en 1988 se unió a un frente más amplio para apoyar la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas del Río, quien había roto con el PRI y representaba una nueva esperanza para las fuerzas izquierdistas. Este movimiento desembocó en la creación del Frente Democrático Nacional (FDN), mismo que se consolidó como una alianza electoral significativa. Después de las elecciones de 1988, donde el movimiento a pesar de su controversial derrota fue ampliamente apoyado por grandes sectores de la sociedad civil, el PMS se disolvió sólo dos años después de su fundación para dar paso a la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en 1989. Así, el PCM, después el PSUM, seguido a través del PMS, terminó integrándose en una nueva formación política que buscaba aglutinar a todas las corrientes democráticas y de izquierda en un solo partido.
El PRD se transformó en el nuevo refugio para muchos exmilitantes comunistas; lamentablemente con el tiempo solo mostró una notable degeneración de los ideales que alguna vez lo formaron. Un ejemplo elocuente de esta transformación es Jesús Zambrano Grijalva, quien fue militante de la Liga Comunista 23 de Septiembre (LC23S). Ya en el siglo XXI, llegó a convertirse en presidente del partido, guiándolo a lamer suelas de la derecha personificada en la coalición Por México Al Frente en las elecciones federales de 2018 y en la aún más infame Fuerza & Corazón Por México en 2024, año en el que pierden su registro como partido nacional, así como el estatal en varias entidades de la república, al no alcanzar el mínimo de votos requerido por el INE para conservarlos.
El Partido Comunista Mexicano cometió su primer gran error al alinearse con la doctrina estalinista, cosa que, aunque comprensible en el contexto de la época, se alejaba de las ideas más fundamentales del marxismo. Esta tendencia se vio impulsada por la influencia de la Tercera Internacional ya degenerada, la cual priorizaba la consolidación del poder en la Unión Soviética y la promoción de un modelo de socialismo que no veía como interés el internacionalismo proletario. En lugar de fomentar la revolución en todo el mundo, la Komintern se centró en la defensa de los intereses burocráticos, lo que llevó a una aplicación dogmática del marxismo donde la crítica no solo fue evitada; sino también castigada.
A lo largo de los años, el PCM adoptó métodos que contradecían las enseñanzas de Lenin, quien abogaba por la flexibilidad táctica y la adaptación de la teoría a las condiciones concretas de cada país. En lugar de seguir este camino, se aferró a una rigidez doctrinal que limitó su capacidad para responder a la realidad de México. La línea marcada de los métodos estalinistas se tradujo en una falta de conexión con las masas y en una incapacidad para movilizar a la clase trabajadora en torno a sus intereses. En lugar de promover una verdadera unidad proletaria, el partido se vio atrapado en una serie de luchas internas y en la defensa de una línea política que no resonaba con las necesidades de la población, siendo todo esto clave para la derrota.
Partido de los Pobres
El Partido de los Pobres (PDLP) fue una organización política y posteriormente también guerrillera que nació en la década de 1960 en Atoyac de Álvarez, Guerrero, en respuesta a las profundas desigualdades y la pobreza que afectaban a la población campesina de la región. La explotación de los recursos naturales por parte notoria de la burguesía nacional acentuó la miseria en una zona que, pese a su riqueza, mantenía a sus habitantes privados de oportunidades y recursos, creando un clima de desesperanza para los trabajadores. Su figura principal era Lucio Cabañas Barrientos, un líder carismático y comprometido con la causa agraria que se convertiría en el rostro del PDLP. Su presencia evocaba las metas que los locales tanto anhelaban, especialmente la nostálgica lucha encabezada por Emiliano Zapata. La conexión de Cabañas con el legado revolucionario también era personal; su abuelo fue un combatiente zapatista en la época de la Revolución mexicana y su tío luchó al mando de los hermanos Vidales Mederos, lo que le brindó una legitimidad ante las comunidades campesinas de la zona que apoyaron a esta causa con todas las esperanzas de justicia puestas.
Un concepto importante que debemos tener en cuenta al momento de hablar del PDLP es el caciquismo; un sistema de dominación política, económica y social en donde figuras de una localidad ejercen un control significativo sobre esta, actuando como intermediarios entre el gobierno y la población. Este fenómeno se caracteriza por todo tipo de prácticas relacionadas al abuso de poder, donde los caciques mantienen su influencia a través de las manipulaciones a los pobladores mediante chantajes, amenazas y sobornos a quien los ayude para mantener su poder en la región. Es importante destacar que un cacique suele ser también un pequeñoburgués.
Treinta años antes del surgimiento del Partido de los Pobres, el presidente Lázaro Cárdenas del Río buscaba redistribuir la tierra de manera más justa por medio de una reforma agraria en donde se repartieron a muchos campesinos sin acceso previo a la tierra más de 20 millones de hectáreas. Sin embargo, no fue suficiente y muchos campesinos quedaron excluidos, generando un perpetuo descontento en algunas comunidades. En la región de la Costa Grande de Guerrero, al igual que en muchas otras zonas del país, esta y otras medidas no lograron tan siquiera liberar a los campesinos del yugo de los caciques locales. Esto se debió en gran parte a que las políticas aplicadas ignoraban por completo las dinámicas de explotación en la creación de la plusvalía y su profunda conexión con la vida cotidiana de las clases sociales; las cuales, desde su óptica, nunca se vieron definidas en función a su relación con los medios de producción. Así, el contexto estaba preparado para el surgimiento de una revolución.
Lucio Cabañas comenzó a forjar su liderazgo en su juventud, donde se destacó como líder estudiantil en la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa y se unió a la Asociación Cívica Guerrerense (ACG), en la que compartía militancia con su compañero Genaro Vázquez Rojas, quien años más tarde fundaría una organización política que también derivaría en guerrilla; la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR). Congruentemente, Cabañas fue elegido como secretario general en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) para el periodo 1962-1963. Transcurrido el tiempo, decidió alejarse de la ACG para acercarse más al Partido Comunista Mexicano, con el cual ya había mantenido relación al haber formado parte de sus juventudes; sin embargo, aunque continuó teniendo relaciones con el PCM, marcaría su distancia.
El 18 de mayo de 1967, Cabañas convocó a una manifestación en búsqueda de mejores condiciones para la Escuela Primaria Juan N. Álvarez en Atoyac de Álvarez. La protesta fue reprimida violentamente por la policía judicial, que desató una balacera en la plaza cívica. El evento presuntamente fue instigado por el cacique local Juan García Galeana, quien buscaba la muerte del revolucionario. Este suceso dejó cinco muertos, cosa que fue de alto impacto para los presentes. Se suele marcar este como el suceso donde Cabañas decidió definitivamente tomar el camino de la lucha armada, consolidando el camino guerrillero del PDLP. Unos años más tarde, presentaron su ideario político donde declararon abiertamente el socialismo como su objetivo final, esto de la mano obligatoriamente con la erradicación del capitalismo en todas sus formas. Es de resaltar que el primer punto de este documento era la necesidad de unir a todas las organizaciones armadas que compartieran estos ideales para conseguir el triunfo anhelado. En contraste, los fundamentos prácticos del movimiento guerrillero, influenciados en gran medida por la estrategia de la “guerra popular prolongada” de Mao Zedong y la experiencia de la Revolución cubana, condujeron finalmente al aislacionismo que los mantuvo alejados de las masas más allá de su región, considerando que sus miembros en otras zonas no tuvieron un impacto tan notorio.
Mediante su brazo armado, la Brigada Campesina de Ajusticiamiento (BCA), el PDLP se centró en realizar acciones directas contra figuras clave de poder. En 1974, secuestraron a Rubén Figueroa Figueroa, un cacique y candidato a gobernador de Guerrero, manteniéndolo cautivo durante dos meses hasta que fue soltado. Posteriormente este individuo sería electo gobernador y se enfocaría en perseguir a los miembros de la guerrilla quienes dos años antes también habían secuestrado a Jaime Farell Novelo, director de la Preparatoria No. 2 de la Universidad Autónoma de Guerrero para forzar la publicación de un comunicado. De manera similar, Farell Novelo fue liberado una semana después y los implicados detenidos. A medida que la guerrilla del PDLP adoptaba tácticas centradas en el secuestro y otras acciones alejadas del trabajo directo con las masas, se le facilitó al Estado el uso de su aparato represivo para sofocar el movimiento. Esta estrategia, cada vez más violenta, condujo a la debilitación del grupo, el cual sufrió un golpe decisivo con el asesinato de Lucio Cabañas a finales de 1974 durante el último de los tiroteos que tendrían el ejército y los guerrilleros de esta organización.
Movimiento de Acción Revolucionaria
Su origen se remonta a 1963 cuando Fabricio Apolo Gómez Souza viaja a la Unión Soviética, para estudiar en la Universidad de la Amistad de los Pueblos. Durante sus estudios, se encontró con Salvador Castañeda Álvarez y otros estudiantes mexicanos que encontraron inspiración en las experiencias revolucionarias de países como Argelia, Vietnam y Cuba. Esta influencia fue fundamental en la formación de sus ideales y en la gestación del movimiento que más tarde daría lugar al MAR. Rechazando el reformismo de los partidos comunistas del momento, decidieron conformar una organización que se enfocase en la lucha guerrillera como método para lograr cambios profundos en México. Entre 1969 y 1970, Corea del Norte facilitó recursos económicos y logísticos para poder proporcionar entrenamiento militar a más de 50 militantes, varios de los cuales ya habían tenido experiencias armadas. Durante su estadía, recibieron capacitación intensiva en tácticas de guerrilla, uso de armamento y todo tipo de conocimientos que buscaban aplicar en México para impulsar la lucha revolucionaria.
Al regresar a México, el MAR se planteó crear escuelas de cuadros con el objetivo de compartir con los nuevos miembros los conocimientos adquiridos en Corea del Norte, además de realizar actividades de financiamiento mediante robos planificados. Diversos militantes del MAR al mismo tiempo formaban parte o tenían contacto con otras organizaciones de la época como el Frente Urbano Zapatista (FUZ) y el ya mencionado PDLP. A principios de 1971, la Dirección Federal de Seguridad (DFS) descubrió una de sus casas de entrenamiento en Xalapa, Veracruz, después de que el dueño del inmueble reportara movimientos sospechosos. Esto provocó una serie de arrestos, entre los que dieron con su fundador, lo que resultó en un golpe considerable para la organización. El MAR tomó relevancia pública cuando la Procuraduría General de la República (PGR) anunció la captura de 19 miembros de la organización. La noticia fue ampliamente cubierta por la prensa, que encuadró el hecho bajo la perspectiva de la «doctrina de la seguridad nacional» impulsada por Estados Unidos, retratando al MAR como parte de una «conjura roja» que amenazaba la estabilidad del país.
La administración de Luis Echeverría Álvarez respondió igual que la de su predecesor Gustavo Díaz Ordaz, con una represión intensa. Además, la revelación de las conexiones internacionales del MAR desató un conflicto diplomático que culminó con la expulsión de miembros de la Embajada de la Unión Soviética en México. Aunque los soviéticos no estuvieron directamente involucrados en el entrenamiento de los militantes, se les acusó de facilitar su traslado a Corea del Norte, lo que agravó aún más las tensiones internacionales. El MAR nunca logró recuperarse tras la detención de sus principales dirigentes, situación que no fue suficiente para el ejército mexicano y todo organismo de represión estatal, los cuales perpetraron una serie de desapariciones forzadas dirigidas contra cualquier disidente revolucionario durante muchos años.
Según documentos de Inteligencia Naval, aunque muchos de los integrantes del MAR fueron perseguidos, encarcelados, torturados y asesinados, otros continuaron su lucha en diferentes formas y en diversos colectivos tanto armados como únicamente políticos. Esta organización dejó un legado en varias corrientes de la lucha armada y en movimientos políticos que persisten hasta hoy; varios de sus miembros con el tiempo se sumaron a la lucha armada en grupos como el Ejército Popular Revolucionario (EPR) e incluso décadas adelante en el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). De igual manera, algunos militantes también optaron por formas de lucha pacífica desorganizada y otros se integraron en partidos políticos, como el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). En este último caso, el PRT enfrentó una fractura interna debido a las diferencias sobre la postura que debía adoptar frente al movimiento de masas liderado por Cuauhtémoc Cárdenas. Esto llevó a que una facción del partido se fusionara con el PRD, lo que resultó en la disolución de la organización original.
El MAR murió antes de poder dar sus primeros pasos bien firmes. Solo meses después de alcanzar su punto culminante, con una membresía que apenas superaba los 100 integrantes, sufrieron los efectos de una falta de evaluación estratégica: se lanzaron a realizar actividades para las que no estaban preparados y sin un propósito claro. En ningún momento sus acciones tuvieron una posibilidad real de instaurar el socialismo; por el contrario, solo contribuyeron al asesinato de varios comunistas. En el mejor de los casos, algunos de sus integrantes junto con miembros de otras guerrillas se beneficiaron de amnistías e integraron partidos políticos que aceptaron las reglas de la sociedad burguesa, abandonando así la causa socialista.
Liga Comunista 23 de Septiembre
La LC23S se formó en 1973 a partir de la fusión de diversos grupos guerrilleros que habían operado en México desde una década antes. Estos grupos, profundamente inspirados por la Revolución cubana y la creación de la República Popular China, consideraban la lucha armada como el único medio para derrocar al régimen priista y el sistema capitalista imperante. Tras eventos como la masacre de Tlatelolco en 1968 y sobre todo la masacre del 10 de junio de 1971, que evidenciaron la brutal represión estatal contra los movimientos sociales, muchos jóvenes se radicalizaron al abandonar la política institucional y optando por la vía clandestina de la guerrilla, cosa que ya habían dejado terreno fértil distintas organizaciones como las ya comentadas MAR y el PDLP.
El asalto al cuartel de Ciudad Madera en Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, sumado a las represiones realizadas en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) en 1956 y 1968, ambas en esa misma fecha, fueron la razón del nombre de esta agrupación. La incursión al cuartel de Madera (realizado ocho años del nacimiento de la LC23S) fue liderada por maestros y estudiantes rurales del Grupo Popular Guerrillero (GPG) bajo el comando de Arturo Gámiz García y Pablo Gómez Ramírez, el asalto se planeó con la participación de unos 40 guerrilleros divididos en tres grupos, de los cuales solo uno de ellos conformado por 13 insurgentes terminó entrando en acción.
Uno de los grupos se retiró al no encontrar contacto con sus similares, suponiendo que la operación había sido cancelada, mientras que el segundo grupo que era el encargado de portar las armas más potentes no llegó a tiempo, esto debido a las difíciles condiciones del terreno y las lluvias torrenciales que azotaron la zona la noche anterior. Pese a esto, los elementos restantes decidieron seguir adelante con el plan, confiados en que solo dos pelotones custodiaban el cuartel, cuando en realidad había 125 soldados. El saldo fatal del enfrentamiento fue de 6 soldados muertos y 8 guerrilleros caídos, entre ellos Arturo Gámiz. Los cuerpos de los guerrilleros fueron recogidos por soldados y paseados por la ciudad en un camión como represalia simbólica y acto de intimidación a todo simpatizante de los guerrilleros.
La organización realizó varios atentados en su existencia, entre ellos podemos destacar en 1976 el intento de secuestro al burgués Eugenio Garza Sada, con motivo de solicitar su rescate a cambio de la liberación de presos políticos y dinero para sus actividades. Sin embargo, el intento resultó en un tiroteo en el que Garza Sada, algunos de sus guardaespaldas y miembros de la LC23S murieron. El asesinato tuvo un fuerte impacto en el sector empresarial y llevó al gobierno de Luis Echeverría a endurecer en mayor medida su política represiva contra los grupos armados revolucionarios. Un mes después, la organización secuestró al cónsul británico Anthony Duncan Williams y al empresario Fernando Aranguren Castiello en Guadalajara, exigiendo nuevamente lo mismo: dinero y liberación de presos políticos. No obstante, ante la no negociación del gobierno, Williams fue finalmente liberado sin cumplir con las demandas mientras que Aranguren se convirtió en una estadística más de los asesinatos realizados.
Uno de los eventos más destacados de la LC23S fue la operación Asalto al Cielo en Culiacán, ocurrida el 16 de enero de 1974, en la que alrededor de 300 militantes intentaron desatar una insurrección armada. El gobierno respondió con el despliegue de tropas militares y fuertes represalias, resultando en la muerte de varios guerrilleros y el cierre de instituciones educativas que se acusaron de estar vinculadas con la agitación. Es seguro que el suceso más recordado de este grupo fue el 22 de enero de 1976, con la fuga masiva de guerrilleros del Penal de Oblatos, donde estaban recluidos miembros de la LC23S, las Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo (FRAP) y la Unión del Pueblo (UP). Estos presos, alojados en el Departamento G de máxima seguridad, planearon durante meses su escape tras descubrir una vulnerabilidad en el muro de uno de los baños cercanos al perímetro del penal. Entre los principales organizadores estaban Antonio Orozco Michel, Guillermo Pérez Mora y José Natividad Villela Vargas.
La fuga comenzó a las 19:30 horas cuando los guerrilleros atravesaron una perforación que habían realizado en su celda durante dos meses. Lograron acceder a una torre de vigilancia que estaba custodiada por un solo policía, al cual asesinaron. Desde ahí, descendieron por un muro de cinco metros utilizando cuerdas improvisadas. El escape fue coordinado con comandos exteriores, quienes bajo el mando de David Jiménez Sarmiento y Saúl Meza Enríquez, atacaron simultáneamente la puerta principal del penal y las garitas de vigilancia, mientras otros comandos se encargaron de provocar un apagón atacando la subestación eléctrica. En medio del caos, otra célula liderada por Alicia de los Ríos Merino atacó a un grupo de policías en las inmediaciones del penal, permitiendo que los guerrilleros evadieran a las autoridades. El plan fue ejecutado con precisión y la fuga fue exitosa.
Después de tal hecho, la LC23S comenzó a enfrentar una desarticulación que se vio reflejada en la escasez de información sobre sus actividades y en la pérdida de difusión de la organización, esto más allá del fallido intento de secuestro a Margarita López Portillo unos meses después. Como fue de esperarse, el gobierno lanzó operativos sistemáticos para capturar a los fugados y desmantelar la organización, lo que resultó en la desaparición de numerosos militantes. La presión ejercida por las fuerzas de seguridad llevó a muchos integrantes de la LC23S a abandonar la lucha armada.
Más allá de todo esto, es crucial destacar que esta organización se apartó de otro de los pilares fundamentales del marxismo: ser la vanguardia de las masas. La falta de un vínculo sólido con el proletariado en general limitó gravemente su capacidad para movilizar apoyo y ampliar su base de militancia. En lugar de enraizar sus acciones en las demandas y luchas populares, la organización comenzó a centrarse en actos de violencia. Estas tácticas de lucha se enfocaron en liberar a miembros del movimiento guerrillero que más tarde volverían a realizar actos violentos, esto solo sirvió en retrospectiva para aislar a la LC23S de las verdaderas causas sociales que preocupaban al trabajador mexicano.
Lejos de construir alianzas con los sectores más vulnerables de la sociedad, optaron por realizar operaciones que no conectaban con las necesidades reales de la población. Este enfoque fragmentado y violento no solo falló en generar el apoyo masivo necesario para sostener una insurgencia exitosa, sino que también contribuyó a aumentar el temor generalizado hacia el comunismo. La percepción de la organización entre las masas pasó de ser la de un grupo de resistencia social a la de una amenaza incontrolable, lo que facilitó la represión violenta por parte del gobierno que pudo hacer esto con todas las guerrillas de la época. Además, las tácticas empleadas por la LC23S carecían de una estrategia clara para lograr el socialismo.
Al centrarse en objetivos inmediatos y actos de sabotaje, sin un propósito estratégico bien definido, quedaron atrapados en un ciclo de acciones sin dirección, que debilitó aún más su capacidad de generar cambios estructurales. El recurso a la violencia, carente de un proyecto político coherente y desvinculado de las luchas cotidianas de los trabajadores mexicanos, no se reflejó nada más en el aislamiento de la organización, sino que también en la anulación de cualquier posibilidad de gestar un movimiento revolucionario sostenible. Cabe destacar que fue la desaparición forzada de uno de sus militantes; Jesús Ibarra Piedra, lo que desencadenaría la creación del actualmente llamado Comité ¡Eureka!, organización que se fundó teniendo el fin de encontrar a todas las víctimas del Estado mexicano.
Lecciones
Las causas del fracaso de los movimientos comunistas del siglo XX en México pueden resumirse en los siguientes cinco errores por omisión de la teoría marxista:
- Descalificación a la teoría de la revolución permanente: Uno de los errores más graves fue rechazar la teoría de la revolución permanente, propuesta por Trotski, la cual plantea entre tantas cosas que la lucha por el socialismo debe ser continua y no separarse en etapas. Una situación ejemplar de esto fue la que protagonizó el PCM al adoptar la consigna “Revolución democrática y socialista”. Enfocándose en cambios graduales y sin visión global, muchos movimientos comunistas renunciaron al alcance internacional de la revolución (y algunos, hasta de su alcance nacional). Su posición etapista los llevó a luchar por demandas democráticas, pero abandonar la lucha por el socialismo. Este error los desvió de los objetivos y los desconectó del impulso revolucionario a largo plazo que exige la lucha por el comunismo.
- Concentración en guerrillas: En lugar de movilizar a las masas trabajadoras y construir un partido revolucionario ligado a ellas, algunos movimientos comunistas se enfocaron en acciones guerrilleras, tanto rurales como urbanas. Estas estrategias militares, por su naturaleza minoritaria, no lograron atraer el apoyo popular necesario para un cambio revolucionario. Los ataques armados, lejos de debilitar al Estado, legitimaron la represión estatal, facilitando la purga y la desarticulación de los movimientos. La falta de conexión con la población proletaria hizo que la lucha armada se volviera una táctica aislada y sin capacidad de generar transformaciones estructurales.
- Falta de formación teórica constante: La debilidad ideológica y la falta de formación marxista entre los militantes también contribuyó al fracaso. Sin un entendimiento profundo del contexto político y sin la capacidad para adaptar sus estrategias a las condiciones cambiantes, los movimientos cayeron en errores estratégicos y perspectivas erróneas que debilitaban sus esfuerzos. La falta de una base teórica sólida no limitaba únicamente la visión a largo plazo, sino que también provocó que muchas decisiones se tomaran sin una comprensión adecuada del funcionamiento del capitalismo.
- Dogmatismo en las decisiones: La mayoría de las organizaciones comunistas en México se vieron afectadas por un dogmatismo que limitaba su capacidad para adaptarse a las condiciones locales. Al aferrarse a interpretaciones corruptas del marxismo, los líderes no tomaron en cuenta las particularidades del país ni ajustaron su enfoque a las circunstancias históricas. Esto bloqueó el aprendizaje de sus errores, provocando que se desconectaran de las necesidades de la gente.
- Ceder ante los partidos burgueses: En vez de mantener su independencia política de clase, muchas organizaciones comunistas decidieron aliarse o colaborar con partidos burgueses de izquierda dejando de defender y abandonando el programa revolucionario, creyendo que ese era un camino más viable para lograr cambios. Al contrario, esto llevó a una dilución de los principios comunistas, ya que en lugar de radicalizar a estos partidos y ganar adeptos a la causa revolucionaria, los comunistas terminaron adaptándose a las políticas reformistas. Este entrismo aplicado a la inversa condenó el compromiso con el socialismo y los convirtió en actores secundarios dentro del sistema capitalista, alejándolos todavía más de la transformación radical que buscaban.
Como se examinó, no alcanzaríamos una vida entera para contar todas las organizaciones en México que desde diferentes trincheras, persiguieron al menos en intenciones los mismos objetivos revolucionarios. Desde las luchas institucionales dentro de los partidos en las metrópolis, hasta las guerrillas que alzaban sus armas en las zonas más marginadas del país, la nación fue testigo de múltiples esfuerzos por transformar la realidad. Es primordial entender que muchas de estas experiencias, aunque valiosas, podrían haberse evitado o mejorado con una formación teórica más sólida. Como comunistas del presente, es nuestro deber aprender de esos errores, estudiar las lecciones que nos deja la historia y evitar repetir los mismos fallos, asegurando que nuestras luchas estén fundamentadas en una teoría marxista sólida, la cual guíe nuestras acciones hacia la revolución socialista que sentará las bases de un futuro verdaderamente justo para todos, no aisladamente en México, sino en la totalidad de los rincones donde haya seres oprimidos.
Ya lo decía Lenin: “La revolución no se hace, se organiza”.
Bibliografía
- Ávila Coronel, Francisco, “Historiografía de la guerrilla del Partido de los Pobres (PDLP) (Atoyac, Guerrero)”, en Secuencia, n.95, mayo-agosto, 2016.
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