El capitalismo, como ningún otro sistema, ha revolucionado la ciencia y la tecnología. Sin exagerar su papel, ya que la tecnología no puede sustituir plenamente al trabajador, hoy vemos el enorme potencial de la inteligencia artificial. Esta puede facilitarnos muchas cosas, pero como dijo el gran científico Albert Einstein en su artículo “¿Por qué socialismo?”: “El progreso tecnológico produce con frecuencia más desempleo en vez de facilitar la carga del trabajo para todos. La motivación del beneficio, conjuntamente con la competencia entre capitalistas, es responsable de una inestabilidad en la acumulación y en la utilización del capital que conduce a depresiones cada vez más severas.”
Este sistema, en realidad, está organizado patas arriba. La tecnología nos esclaviza; esforzarnos y trabajar significa una mayor explotación que enriquece a nuestros patrones en vez de traernos beneficios personales. El capitalismo está fundamentado en que un pequeño grupo de ladrones (llamados capitalistas o empresarios) roba el trabajo de los demás, de los obreros, de los proletarios que no tenemos otra cosa que vender nuestra fuerza de trabajo. En México, son tan cínicos que ni siquiera quieren aportar lo mínimo para el funcionamiento de su Estado y hasta se niegan a pagar impuestos.
Si bien los capitalistas son una especie de sanguijuelas que chupan la sangre del cuerpo vivo de nuestra sociedad, son particularmente parasitarios en nuestro país. No han sido capaces de desarrollar seriamente las fuerzas productivas. Históricamente, ha sido el Estado quien ha tenido que expropiar palancas fundamentales de la economía (petróleo, electricidad, banca, etc.) para permitir un desarrollo. Después, casi regaló estas empresas a los empresarios y hasta les dio más dinero (que el recibido bajo las privatizaciones) para rescatar las empresas que mal administraron. El Estado imponía leyes, reformas y todas las facilidades para permitir la mayor explotación del trabajador y la naturaleza. El resultado ha sido que México se haya convertido en uno de los países más desiguales del mundo.
La entrada de la 4T no cambió ese problema de enorme desigualdad económica. Es verdad que los programas sociales han dado un pequeño respiro a millones de trabajadores y han contenido la precarización del sector más pobre. De igual forma, se han elevado las pensiones y salarios más bajos, pero mientras eso ocurre, los ricos se han vuelto más ricos.
Bajo la 4T, el nivel de explotación sigue siendo enorme. Un estudio reveló que, en promedio, un trabajador del sector manufacturero en México produce su salario diario en solo 24.67 minutos[1]. Esto refleja el enorme nivel de explotación y explica por qué el 0.2% más rico posee el 60% de la riqueza de México[2]. La lucha por la plusvalía es el centro de la lucha de clases. El programa de los reformistas no logra detener la polarización económica porque no ataca la explotación y al gran capital.
La reducción de la jornada laboral a 35 horas sería completamente viable, e incluso más viable una reducción a 40 horas, lo que representaría un importante paso adelante. Esto permitiría a la clase obrera disponer de más tiempo y experimentar menos desgaste para disfrutar de la vida. Nuestra aspiración debe ser que nuestras vidas no tengan como destino el trabajar, sino que trabajemos para poder vivir. Evidentemente, esta medida afectaría a los grandes empresarios; quizás las hijas o sobrinas de Slim o Germán Larrea tendrían que reducir sus vacaciones en Dubái, pero millones de trabajadores ganarían en calidad de vida.
El límite más claro de la 4T es que impulsan reformas hasta el límite de no confrontar a los capitalistas. Si primero están los pobres, esta medida debería ser prioritaria, pero la propia bancada saliente de Morena le puso un freno. Esta reforma no está agendada entre las últimas reformas que está impulsando AMLO. Sheinbaum se ha pronunciado a favor de alcanzar un consenso con los empresarios para reducir la jornada laboral a 40 horas, algo que no ocurrirá. Es decir, nos queda a los trabajadores enarbolar nuestro propio programa y luchar por su aplicación. Si logramos la unidad e impulsamos con firmeza estas demandas, podemos avanzar en arrebatar concesiones para nuestra clase.
Los trabajadores debemos organizarnos y luchar contra la precarización de la clase obrera; trabajo o estudio para todos; defensa, recuperación y mejora del salario y las prestaciones; por un salario mínimo suficiente para cubrir dignamente el costo de vida con escala móvil, incrementando por encima de la inflación; derecho a pensión digna para todos los trabajadores, no menor a tres salarios mínimos; a trabajo igual, salario igual; por una jornada laboral de 40 horas sin reducción salarial.
¡Abajo la explotación, por una economía nacionalizada bajo control democrático de la clase obrera!
[1] poderlatam.org/epistola-de-un-pueblo-cansado/
[2] elfinanciero.com.mx/economia/2024/01/23/mi-primer-millon-de-dolares-294-mil-personas-en-mexico-tienen-1-mdd-o-mas/