La pasada huelga en la UAM es la más larga y extendida que hayan protagonizado los estudiantes en la historia de la universidad. La impunidad ante el caso de una violación sexual a una compañera de la UAM Cuajimalpa fue el detonante que hizo que de forma explosiva se cerraran el 9 de marzo este campus y las cuatro unidades el viernes 10. Salió a la superficie que éste no era un caso aislado en la universidad sino que estructuralmente ésta protegía a los agresores. El inicio del paro tuvo una participación importante de la comunidad, en algunos casos con asambleas y tomas masivas, muestra del potencial del movimiento.
Los procesos de lucha son dialécticos, por un largo periodo se van acumulando contradicciones hasta que un agravio más sirve de detonante. La UAM no es un caso aislado, con el regreso a clases presenciales tras la pandemia, se han desatado una gran oleada de luchas y huelgas estudiantiles que ha abarcado al politécnico, a la UNAM y otras universidades. Otro ejemplo actual de ello es la huelga del CUCSH en Jalisco, donde los estudiantes luchan contra la desaparición del campus en Zapopan. La juventud es un termómetro que mide la temperatura social, expresan la lucha contra las contradicciones del capitalismo que no logran resolverse con las distintas reformas que impulsa la 4T.
Vemos a una nueva generación que cuestiona lo que antes era aceptado, que no está dispuesta a seguir tolerando abusos y que está dispuesta a luchar y lo hace. El paro de la UAM es un ejemplo digno de resistencia. Pero, así como debemos valorar sus aspectos positivos, debemos reconocer que tuvo errores de los cuales también debemos aprender para estar mejor preparados en las batallas del futuro.
El movimiento de masas es como el vapor, si cuenta con un pistón que lo oriente puede mover locomotoras enteras pero si no cuenta con ello ese potencial se disipa. Sin una orientación correcta también puede desvanecerse el movimiento de masas. Aunque tras los acontecimientos en Cuajimalpa se realizaron asambleas y tomas de los campus con participación y simpatía de la comunidad, el fin de semana que siguió al paro el movimiento fue cooptado por grupos feministas que no veían la necesidad de que la comunidad sumara sus esfuerzos a las acciones en defensa. No se hicieron llamados a nuevas asambleas ni a realizar movilizaciones. Parecía que el paro era un fin en sí mismo y no un medio.
Sin embargo, el movimiento contaba con simpatía y varios sectores de la comunidad buscaban participar en la lucha y se presentaban a las escuelas a ayudar. Hablamos también de una generación que ya creció con el uso de las redes sociales, estás pueden ser herramientas de lucha que de hecho se usaron. Votaciones y decisiones se tomaron en esos medios.
El gran rechazo que provoca la violencia hacia la mujer generaba un ambiente de simpatía hacia la lucha y eso explica el por qué pudo prolongarse por 68 días la huelga desde su inicio en Cuajimalpa y su conclusión en Iztapalapa. Sin embargo, con una dirección con más claridad y mejores métodos, el movimiento podría haberse potenciado y conseguido mayores concesiones. El límite de la lucha estuvo marcado por el límite de organizar y movilizar a un sector más amplio de la comunidad.
La universidad cuenta con un sindicato democrático de gran trayectoria de lucha. Lejos estamos de idealizar al SITUAM, lamentablemente también tiene vicios y errores. Es claro que el sindicato había descuidado el trabajo hacia su aliado natural el estudiantado. Venía de un proceso de burocratización, donde se había enquistado una dirección que, entre otras cosas, protegió a violentadores. Esa administración de Jorge Dorantes finalmente fue echada de la dirección del sindicato por presión de la base. Los problemas y errores se usaron para atacar al sindicato, por parte de algunos sectores del feminismo como por las autoridades durante el paro. El evitar una alianza clara entre el paro y el sindicato también limitó el potencial de la lucha. Incluso la autoridad trató de utilizar ésta para golpear derechos de los trabajadores amenazar con rescindir el contrato sin oportunidad de defensa de los trabajadores (lo que podía usarse como arma política contra ellos) o amenazar con no pagar salarios a los académicos que no tienen contrato base.
Iztapalapa: de la CPP a la AGP
Cuando hablamos de la necesidad de métodos democráticos para las luchas de los estudiantes y trabajadores no lo hacemos por una cuestión romántica. Esos métodos pueden ayudar a dirimir diferencias, a acordar acciones que empujen al movimiento en su conjunto, a hacer análisis y planes de acción que fortalezcan la lucha. Sin embargo, dentro de Iztapalapa, sectores críticos que participaban en la lucha eran marginados bajo el argumento (pocas veces comprobado) de que tenían denuncias de haber sido violentadores. Ese tipo de métodos derivan en burocratismo.
En UAM Iztapalapa se dio una oposición, desde sectores que estaban siendo marginados en el paro. Se dio una crítica clara contra la llamada Comisión Provisional del Paro (CPP) electa el fin de semana inmediato al inicio de la lucha y que en un momento no se sabía ni siquiera quienes la conformaban. Aquí hubo dos factores importantes, por un lado, que muchos participantes de este campus vienen de un extracto proletario, lo cual tiende a la izquierda al movimiento, y el factor subjetivo, compañeras con claridad de plantear una alternativa coherente para establecer mecanismos y acciones que fortalecieran al movimiento. Nosotros pasamos de ser marginados cuidando la caseta más aislada de la escuela a jugar un papel activo en la dirección de la lucha.
Desde la base pugnamos por la necesidad de realizar una asamblea general, dar información del desarrollo de la lucha a la comunidad y realizar movilizaciones en defensa de las demandas del movimiento. La CPP bloqueó burocráticamente estas iniciativas, distintos paristas nos coordinamos desde la base y defendimos estas medidas ante la comunidad, las cuales ganaron aceptación.
Para que la lucha avanzara era necesario una comisión dirigente realmente representativa. Aun con las diferencias que podía haber en la lucha, planteamos que en ella estuviera incluida la CPP, pero también representantes de las carreras y participantes activos del paro. La CPP, que defendía métodos del llamado feminismo radical, al perder la hegemonía y negarse a someterse a medidas democráticas y de control de la base, prefirieron escindirse y abandonar la lucha. Estas feministas “radicales” lo hicieron boicoteando el paro, revolviendo las llaves de la escuela, escondiendo los radios de comunicación interna en el campus, y poniendo en peligro la lucha pero también nuestras vidas, al dejar llaves de gas abiertas del comedor de la escuela, una cámara de congelación abierta con el motor sobrecalentado y calderas prendidas que alcanzaron temperaturas de 90 Cº, de no ser por el olor a quemado que percibimos no habríamos actuado de manera oportuna para apagarlas. También, como buenas pequeñoburguesas, lo hicieron despotricando con una serie de mentiras e intrigas contra quienes nos mantuvimos en la lucha. Como si fueran calamares regaron tinta a su salida para ocultar su actuar esquirol en el movimiento.
La salida de la CPP significó quitarse de encima el enorme peso de la burocracia feminista que impedía el desarrollo democrático del movimiento, fue un respiro y dio paso a un cambio democrático y realmente radical en la lucha, pues permitió la participación y toma de decisiones democráticas del movimiento. Nació así la Asamblea General del Paro de la UAMI (AGP). Lamentablemente, en otros campus, en vez de aceptar a quienes nos quedamos al frente de la lucha, se solidarizaron con quienes boicotearon el movimiento y no conseguimos una coordinación sólida del mismo en todas sus unidades. UAMI quedó un tanto aislada pero muy fortalecida internamente.
Género y clase
Dentro del paro las y los marxistas realizamos iniciativas de formación política. Por ejemplo, se habló del feminicidio de Sara Abigail (hermana de una de nuestras compañeras) pero explicando la problemática general y estructural de este grave problema. En otra ocasión asistió Jorge Martín, un dirigente de la corriente marxista internacional, a hablar de la lucha de la juventud y la crisis del capitalismo. Se dio un interesante debate, la conclusión era que la violencia a la mujer es estructural y ligado al sistema de explotación capitalista, también se discutió el cómo concretar la alianza entre estudiantes y trabajadores.
En efecto, no podemos ver la violencia de género como algo separado, su origen aparece cuando la sociedad se dividió en clases sociales. A las mujeres se nos denigra a roles subordinados en la sociedad, hay condiciones materiales que nos mantienen oprimidas y hay una justificación ideológica de esta situación, muy arraigada en la sociedad de clases (en este contexto las minorías de la diversidad sexual son también reprimidas).
Si se ve a la violencia de género como algo aparte, se puede llegar a conclusiones que la lucha es contra el hombre o contra un patriarcado que aparece como algo ajeno y aparte a la sociedad de clases. De ahí que no se ve la necesidad de la unidad del movimiento de masas, de hombres y mujeres, ni de estudiantes y trabajadores, derivando en errores políticos.
La comitiva UAMI llegó a las mesas planteando que todo lo que se estaba pidiendo ya se estaba trabajando en ello. Fue una batalla sentarse a dialogar. En las negociaciones, en general, cuando las demandas iban más lejos, e implican cambios en la legislación de la universidad, siempre daban largas o ponían su solución para el futuro. Un cambio profundo implica atacar intereses económicos y políticos de la alta burocracia, muchas demandas fueron insatisfechas lo que nos llama a mantener la organización y la lucha, buscando sumar a más sectores de la comunidad en las batallas futuras.
La AGP más allá de pugnar por protocolos, de pugnar porque se atiendan los casos de violencia, que haya acompañamiento psicológico para las víctimas, campañas de concientización sobre la violencia en la comunidad, etc.; puso también sobre la mesa problemas como los de los estudiantes de escasos recursos que se ven en la necesidad de vender cosas en la escuela, de las estudiantes madres que no podían ni entrar a la escuela con sus hijos y no tienen apoyos económicos como becas (que aunque existen algunas, en la práctica son negadas a la mayoría de las compañeras). Otro aspecto que se planteó fue el establecer rutas de transporte, auspiciados por la universidad, a distintos municipios pobres del oriente del Estado de México donde viven varios compañeros estudiantes de extractos proletarios.
Otro punto importante que en las mesas de diálogo puso la AGP, fue la necesidad de un diálogo entre los estudiantes, académicos y trabajadores de la universidad. Mientras las autoridades querían usar el movimiento para poner una cuña que separara a la comunidad e incluso usar el paro para atacar derechos laborales, la AGP planteó foros y acercamientos entre los sectores de la comunidad, incluyendo el sindicato, para ver cómo atacar los casos concretos de violencia de género de manera unificada.
El movimiento sacudió a la universidad, dio algunos avances y puso sobre la mesa diferentes puntos que se irán discutiendo en el próximo periodo. Esta huelga histórica, digna y resistente, vio limitado su potencial al no conseguir la participación activa de más sectores de la comunidad, a pesar de muestras de simpatía. No se dio una acción como una marcha que manifestara ese apoyo. Eso limitó su alcance.
¿Qué sigue?
El movimiento rompió la rutina, sacudió las mentes y animó a organizarse a sectores conscientes de la comunidad. Es necesaria una organización estudiantil estable y permanente en cada campus, que organice a las, les y los estudiantes bajo un programa en defensa de los intereses de los hijos de trabajadores empezando por la educación pública y democrática, que dé continuidad a las demandas de la huelga y que en su bandera debe incluir la lucha contra la violencia a la mujer y la comunidad sexo diversa. Es importante aprender de la experiencia del movimiento estudiantil, de la historia de la lucha de clases y de la teoría científica del marxismo revolucionario. Dotados de esta teoría y vinculados a la lucha práctica se puede desarrollar de forma consecuente el movimiento. Los sectores más conscientes y activos deben pugnar por la construcción de una organización que vaya más allá del movimiento estudiantil y aspire a una transformación profunda y anticapitalista, socialista, de nuestra sociedad. Defender la educación pública, democrática, científica y de calidad; erradicar la violencia de género y dar condiciones dignas a toda la clase obrera empezando por la universitaria; debe estar ligado a la aspiración de una sociedad distinta, socialista. que debe ser nuestro objetivo en el horizonte. Por eso invitamos a todo estudiante consciente y revolucionario de la UAM y de otras universidades a sumarse con nosotros a La Izquierda Socialista.
En UAM Iztapalapa se consiguió un local estudiantil que debe servir para fortalecer la organización revolucionaria de los estudiantes. El movimiento dejó murales que se quedan como huellas de este histórico movimiento. En uno de ellos aparecen los rostros de Sara Abigail (hermana de una compañera nuestra de la UAM víctima de feminicidio) que es sólo una muestra del grado de barbarie a la que ha llegado la violencia bajo el sistema capitalista en México. A su lado están Rosa Luxemburgo y Elvia Carrillo Puerto, claras representantes de la lucha por el socialismo. Aparece una frase de Elvia que acuñamos como propia:
«Nuestra tendencia serán netamente socialista, luchando por tanto, porque el Gobierno esté en manos de las clases trabajadoras y consecuente con esto, contribuiremos resuelta y permanentemente para lograr la emancipación de la mujer en todos los órdenes de la vida social contemporánea».
¡Viva la lucha en la UAM!
¡Contra la violencia a la mujer, a la comunidad sexo diversa y contra el capitalismo opresor!